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jueves, 9 de febrero de 2012

Espíritu Santo

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Para otros usos de este término, véase Espíritu Santo (desambiguación).
Alegoría del Espíritu Santo en la Basílica de San Pedro, Roma.

En la teología cristiana, el Espíritu Santo —o equivalentes como son, entre otros, Espíritu de Dios, Espíritu de verdad o Paráclito (del hebreo שכינה (shejiná): acción o presencia de Dios, del griego parakletos: aquel que es invocado, del latín Spiritui Sancti: Espíritu Santo)— es una expresión bíblica que se refiere a una compleja noción teológica a través de la cual se describe una "realidad espiritual"1 suprema, que ha sufrido múltiples interpretaciones en las diferentes confesiones cristianas y escuelas teológicas.

De esta realidad espiritual se habla en muchos pasajes de la Biblia, con las expresiones citadas, sin que se dé una definición única. Esto fue el motivo de una serie de controversias que se produjeron principalmente a lo largo de tres periodos históricos: el siglo IV como siglo trinitario por excelencia, las crisis cismáticas de oriente y occidente acaecidas entre los siglos IX y XI y, por último, las distintas revisiones doctrinales nacidas de la reforma protestante.

En torno a la naturaleza del Espíritu Santo se sostienen básicamente cuatro interpretaciones:

  • Según las interpretaciones de carácter modalista, el Espíritu Santo es una fuerza o cualidad divina al modo de la sabiduría, la belleza, el amor o la bondad. El unitarismo, si bien guarda diferencias teológicas básicas con el modalismo, comparte esta visión de un Espíritu Santo impersonal que actúa siendo el Poder o Fuerza Activa de Dios. En cualquier caso, ambas corrientes comparten la visión de que el Espíritu Santo no es "algo" sino alguien.
  • Según las interpretaciones de carácter arriano, el Espíritu Santo es una entidad espiritual o naturaleza angélica de carácter excelso, muy cercana a la divinidad, pero diferente a ella por su condición de criatura.
  • Según las interpretaciones de carácter triteísta2 el Espíritu Santo es otro Dios, quizá de carácter inferior al Dios principal, pero que comparte con él la cualidad de ser increado.
  • Las interpretaciones de carácter trinitario consideran al Espíritu Santo como una persona divina, noción con la que se asume la divinidad del Espíritu Santo, manteniendo, sin embargo, la unicidad del principio divino. Esta es la doctrina del cristianismo católico, del cristianismo ortodoxo y de algunas denominaciones protestantes.

Sobre la procedencia del Espíritu Santo, existe cierta unanimidad entre las diferentes confesiones cristianas. A excepción de la interpretación triteísta, que asume al Espíritu Santo como un ser increado e independiente de Dios, las otras tres interpretaciones consideran que procede de Dios, aunque se diferencian en la forma. En el modalismo, procede como fuerza, en el arrianismo como criatura y en el trinitarismo como persona. El trinitarismo aborda, además, una cuestión adicional propia de su marco teológico. Distingue entre la procedencia del Padre y la procedencia del Hijo, cuestión conocida como cláusula filioque.

En lo referente a las cualidades del Espíritu Santo, los teólogos cristianos asumen que es portador de dones sobrenaturales muy diversos que pueden transmitirse al hombre por su mediación. Si bien la enumeración de los dones puede variar de unos autores a otros y entre distintas confesiones, existe un amplio consenso en cuanto a su excelencia y magnanimidad.

La mayor parte de las iglesias cristianas, y entre ellas las principales, se declaran trinitarias. Existen también iglesias no trinitarias que confiesan alguna de las otras modalidades interpretativas.


Nombres, dones y frutos del Espíritu Santo

La Biblia contiene un conjunto de expresiones que aluden a una «realidad divina» en la que creen el judaísmo y el cristianismo. La siguiente es una lista de tales expresiones:

Espíritu Santo,3 Espíritu de santidad,4 Espíritu de Dios,5 Espíritu Santo de Dios,6 Espíritu de la verdad,7 Espíritu recto,8 Espíritu generoso,9 Espíritu de Cristo,10 Espíritu de adopción,11 Mente de Cristo,12 Espíritu del Señor,13 Señor mismo,14 Espíritu de libertad,14 Dedo de Dios,15 Paráclito16

De todas ellas, «Espíritu Santo» es la expresión principal, la más conocida y la que más se usa en el cristianismo. El Libro de Sabiduría caracteriza a este Espíritu en los siguientes términos:

Espíritu inteligente, santo, único y múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado, claro, inofensivo, agudo, libre, bienhechor, estable, seguro, tranquilo, todopoderoso, omnisciente, que penetra en todos los espíritus inteligentes puros sutiles. (Sabiduría 7:22-23)

Existe una cita del profeta Isaías donde se enumeran los «dones del Espíritu Santo»:

Espíritu de sabiduría, inteligencia, consejo, fuerza, ciencia, piedad, temor de Dios. (Isaías 11:2)

Estos dones se completan con los «frutos del Espíritu»17 que aparecen en la Epístola a los gálatas:18

...amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. (Ga 5, 22-23)

Todas estos «nombres», «dones» o «frutos» van implícitos en la expresión «Espíritu Santo» y hacen de ella una noción teológica muy rica. A pesar de esta diversidad de nombres, en la teología cristiana se dice, sin embargo, que no existe más que uno y un mismo Espíritu, consideración para la que los teólogos aducen una cita de Pablo de Tarso.19

Representación en piedra del Espíritu Santo: su santidad queda indicada con la orla de la cabeza. Clave en la iglesia de San Miguel de Michaelsberg (Cleebronn, Alemania).

El pneuma divino

El vocablo «espíritu» traduce el griego «πνευμα» (pneuma) y el hebreo «ruaj». Se trata de una traducción incompleta ya que «ruaj» y «pneuma» también se traducen como «aire» (ej: pneumático). Aire y espíritu son cosas distintas para nosotros pero aparecían relacionadas en el griego y el hebreo antiguos. Lo que actualmente es una doble acepción era en esos idiomas una identidad de conceptos.

Existen dos grandes clases de teologías sobre el Espíritu Santo: las que resaltan el aspecto «aire» y la que resaltan el aspecto «espíritu». Dichas teologías coinciden a grandes rasgos con la judía20 y la cristiana.21

Bibliografía: Rodríguez Carmona: op. cit. pp. 347-351 ; Mateo Seco: op. cit. pp. 21-22 ; Reina Valera. Nota al pie de Ezequiel 2,2

Los dones

En el judaísmo y el cristianismo se cree que el Espíritu Santo puede acercarse al alma y transmitirle ciertas disposiciones que la perfeccionan. Estos hábitos se conocen como los «dones del Espíritu Santo». La relación de dones varía entre las diferentes denominaciones cristianas. La teología católica y la ortodoxa reconocen siete dones pues siguen tradicionalmente la cita de Isaías. A continuación se enumeran estos siete dones con una somera descripción.

Para los Cristianos no Católicos los dones del Espíritu Santo, según 1ªCorintios 12 son:

A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de ciencia; a otros, fe por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos; a otros, el hacer milagrosos; a otros, profecía; a otros, el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas lenguas; y a otros, el interpretar lenguas. (1 Co 12:8-10)
Bibliografía. Mateo Seco: op. cit. pp. 258-270

[editar] Los frutos

En la teología cristiana, se dice que la cercanía del Espíritu Santo induce en el alma una serie de hábitos beneficiosos que se conocen como frutos del Espíritu y que constan en la Epístola a los gálatas 5:22. Los frutos, doce según la tradición y la versión Vulgata, son:22

Los frutos son producto de la obra del Espíritu. El número de nueve citado en el Nuevo Testamento es sólo simbólico pues, como afirma Tomás de Aquino, «son frutos de cualquier obra virtuosa en la que el hombre se deleita».23

Bibliografía. Mateo Seco: op. cit. pp. 270-274; Ver Dones del espíritu ; Ver Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 390

El Espíritu Santo en la Biblia

En esta sección están reunidos los relatos bíblicos básicos acerca del Espíritu Santo. Los tres primeros pertenecen al Antiguo Testamento y son comunes, por tanto, al judaísmo y al cristianismo. Los siguientes pertenecen al Nuevo Testamento, en concreto a los evangelios y a los Hechos de los apóstoles. Por último, hay un breve apartado dedicado a las epístolas.

Poder creador y fuerza vital

Separación de los cielos y la tierra. Miguel Ángel, Capilla Sixtina.

El libro del Génesis menciona varias veces el "espíritu de Dios" o el "aliento de Dios". Para el judaísmo se trata de una cualidad de Dios, no de un ser autónomo pero para la teología cristiana éstas son las primeras intervenciones del Espíritu Santo en la historia bíblica. En el relato de la creación del mundo el versículo Gen 1:2 dice que «el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas». Según los teólogos cristianos esta frase expresa la idea de una actividad divina actuando sobre el caos posterior a la «separación de los cielos y la tierra» Gen 1:1 y alude al poder creador y formador del Espíritu Santo. Sin embargo, la palabra hebrea traducida por "espíritu" puede significar también "viento", "soplo" o "aliento"24 por lo que otros autores han traducido este pasaje como «un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas»25 o incluso «un fuerte viento iba y venía sobre las aguas».24

Este relato culmina con la creación de Adán. Dios modela su cuerpo del barro e insufla en su rostro el «aliento de la vida» Gen 2:7. Este «aliento de vida» se refiere a la cualidad animadora del Espíritu. Por otro lado, en el libro de Job éste afirma que «El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida» Job 33:4. Por ello el Credo cristiano dice del Espíritu Santo que es «señor y dador de vida».[cita requerida]

Los exegetas cristianos también identifican al Espíritu Santo en la expresión «dedo de Dios», que aparece en varios lugares del Antiguo Testamento. Las tablas de la ley, por ejemplo, fueron escritas por el «dedo de Dios» Éxodo 31:18. También en Éxodo 8:18-19, al hilo de la tercera plaga de Egipto. Dicha plaga se produce cuando Aarón golpea la tierra con su cayado y todo el polvo se convierte en mosquitos o piojos. Dicha expresión simboliza la fuerza o el poder de Dios obrando con imperio sobre la naturaleza. Aparece también en el Nuevo Testamento Lucas 11:20 en relación con la expulsión de demonios.

Además de todo esto, el Espíritu Santo tiene una virtud santificadora que «penetra en todos los espíritus inteligentes, puros, sutiles» (Sb 7, 23), es decir, en los ángeles y, por extensión, todo hombre que alcance cierta pureza de ánimo.

Citas bíblicas: Génesis 1:2;Génesis 2:7; Éxodo 8:18-19; (Sabiduría 7,23) ;Lc 11:20
Bibliografía. Granado Carmelo: op. cit. pp. 33-36 ; Mateo Seco: op. cit. pp. 21-23, 152

Espíritu guía de los Reyes

Coronación del rey David, miniatura de un salterio medieval conservado en la Biblioteca Nacional de Francia.

Según el relato bíblico, el Espíritu Santo guio al pueblo judío eligiendo e inspirando a sus gobernantes. El primer libro de Samuel 1Sa 8:4-5 relata que los ancianos de Israel exigieron un rey que los gobernase. Samuel, que era juez, consultó a Dios, quién señaló a Saúl con el gesto de derramar sobre él su Espíritu 1Sa 10:6-7. Saúl fue aceptado por el pueblo convirtiéndose así en el primero de los reyes de Israel. Después de eso, Saúl fue reprobado por Dios a causa de su mal comportamiento, y se le retirará el Espíritu 1Sa 16:13-14 en favor de David. El Rey David es el arquetipo de gobernante predilecto por Dios. En el Salmo 51 Sl 51, David se lamenta de que puede perder el favor de Dios a causa de sus pecados e implora que no se le retire el Espíritu Sl 51:12-14. El pecado al que se refiere es el de inducir la muerte de Urías en el campo de batalla para quedarse con su mujer Betsabé (2 Samuel 11).

El Nuevo Testamento afirma en los evangelios sinópticos que el espíritu inspirador de los reyes es el mismo Espíritu Santo de la tradición cristiana. Mr 12:36.

Citas bíblicas: 1 Samuel 10:6-7;1 Samuel 16:13;1 Samuel 16:14;Sl 51;Marcos 12:36;Mateo 22:43-44;Lucas 20:41-47;
Bibliografía. Mateo Seco: op. cit. pp. 23 ; Rodriguez Carmona: op. cit. pp. 347-351

Espíritu de profecía

El Libro de Isaías en una Biblia inglesa.

La teología cristiana y la judía afirman que el Espíritu Santo inspiró los dichos y las acciones de los profetas bíblicos. Los principales profetas bíblicos son Isaías, Jeremías,Ezequiel, Daniel. Además, están los conocidos como profetas menores Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Najum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías. El siguiente ejemplo está sacado del libro de Ezequiel:

Después de hablar esa voz, el Espíritu entró en mí y pude escucharle. (Ez 2,2)

Este otro ejemplo es del Nuevo Testamento:

Mientras celebraban el oficio, dijo el Espíritu Santo: Reservadme a Pablo y Bernabé para la obra que les voy a encomendar. (Hch 13,2)

La tradición cristiana hereda del judaísmo esta tradición. En los Hechos de los apóstoles, el Espíritu Santo inspirará en numerosos pasajes a los apóstoles. Pablo hablaba del Espíritu Santo en sus epístolas. En la primera epístola a los corintios recomendaba alcanzar, por ejemplo, el don de profecía antes que el de lenguas, y ello por ser más provechoso 1Co 14:1.

La creencia en el don de profecía del Espíritu queda reflejada en el credo cristiano cuando dice «...y que habló por los profetas».

Citas bíblicas: Isaías 61:1;Isaías 63:10;Mateo 10:20;Marcos 13:11;Lucas 12:12;Lucas 21:15
Bibliografía. Rodriguez Carmona: op. cit. pp. 347-351; Granado, Carmelo: op. cit. pp. 36-37

El Espíritu Santo durante la natividad e infancia de Jesús

La anunciación de Fra Angélico (Museo del Prado, Madrid).

Lucas y Mateo, los evangelistas de la infancia de Jesús,26 comienzan sus escritos con los relatos de la natividad y la infancia de Jesús, donde se recogen varias intervenciones del Espíritu Santo. La más importante de todas es la «Concepción del Verbo» en el seno de María. En torno a este suceso, Lucas se extiende con la narración de la concepción y nacimiento, también extraordinarios, de Juan el Bautista. Mateo, más escueto, se limita a informar del suceso a través de un sueño que tiene José de Nazaret.

En el relato de Lucas, además de las dos anunciaciones que realiza el ángel Gabriel a Zacarías (Lc 1:11-17) y a María (Lc 1:26-38), el Espíritu Santo obra la concepción de esta última (Lc 1:35), y asimismo las inspiraciones que reciben Isabel, durante el episodio de la «Visitación» (Lc 1:39-42), y Zacarías, tras la elección del nombre de su hijo (Lc 1:67). Este relato se completa con la inspiración que recibe el sabio Simeón, quién reconoce en el niño Jesús durante su presentación en el templo al «Cristo del Señor» (Lc 2:25-32). En general, el relato de Lucas tiene muchas menciones al Espíritu Santo descritas con un estilo propio que se mantiene también en los Hechos de los apóstoles.

Citas bíblicas: Mt 1:18;Mt 1:20;Lc 1:15;Lc 1:35;Lc 1:41;Lc 1:67;Lc 2:25;Lc 2:26;Lc 2:27

Bautismo en el Jordán

Bautismo de Cristo, pintura de Piero della Francesca (National Gallery, Londres).

El Bautismo de Jesús en el río Jordán da comienzo a su vida pública. Los cuatro evangelios dicen que, estando Juan el Bautista bautizando, se acercó a él Jesús para que le bautizase. Después de alguna vacilación, Juan accedió y, en el momento del bautismo, descendió sobre Jesús el Espíritu Santo en forma de paloma. Este pasaje proporciona el motivo iconográfico más utilizado para representar al Espíritu Santo (la paloma).

Después del bautismo, el Espíritu Santo inspira todas las palabras y acciones de Jesucristo. La primera decisión del Espíritu es retirar al desierto a Jesús durante cuarenta días, donde será tentado en tres ocasiones Lucas 4:1-13. También por inspiración suya vuelve a Galilea Lucas 4:14 donde tendrá lugar el episodio de la sinagoga de Nazaret.

La relación entre Jesucristo y el Espíritu Santo se prolonga más allá de la vida de éste, pues el Espíritu Santo resucita a Cristo. Una vez resucitado, los evangelios narran que Cristo da su «Espíritu» a los apóstoles.

Citas bíblicas: Lc 3:16;Lc 3:22;Mt 3:11;Mt 3:16;Mr 1:8;Mr 1:10;Jn 1:32;Jn 1:33;Mt 4:1;Lc 4:1;Lc 4:14;Mr 1:12
Bibliografía. Mateo Seco: op. cit. pp. 50-53

[editar] La transfiguración

Artículo principal: Transfiguración de Jesús
Transfiguración de Jesús, por Rafael y Giulio Romano (Museos Vaticanos, Roma).

Este es un ejemplo donde, a pesar de no existir ninguna mención explícita al Espíritu Santo, el pasaje es interpretado como tal. La narración bíblica coincide en los evangelios sinópticos. Pedro, Santiago y Juan acompañan a Jesús de Nazaret hasta la cima del monte Tabor. Una vez allí, la figura de Jesús se transfigura, quedando envuelta en una aureola resplandeciente. A su lado, aparecen Moisés y Elías. Entonces, una nube los envuelve y se oye una voz que dice: «Este es mi hijo amado, escuchadle».

En todo el pasaje no se menciona al Espíritu Santo. Sin embargo, la Iglesia Ortodoxa interpreta el pasaje en un sentido trinitario, asumiendo que la voz que se oye es la del Padre y la nube que los envuelve, el Espíritu Santo. La nube sería en este pasaje el Espíritu Santo de forma análoga a la paloma en el Bautismo del Jordán. La transfiguración es una fiesta muy estimada en la liturgia ortodoxa como manifestación plena de la trinidad.27

La transfiguración es un ejemplo de experiencia mística.28 Expresiones como «la subida al monte» o «el matrimonio espiritual» tienen un largo arraigo que se remonta a los Padres de la Iglesia. La «nube» es otro de esos símbolos.29

Citas bíblicas: Mt 17:5;Lc 9:34;Mr 9:7

Fórmula bautismal

Cada evangelio sinóptico concluye con la misión evangélica última que Jesús da a los apóstoles. Donde Lucas habla veladamente diciendo: «Vosotros daréis testimonio de esto» (Lc 24, 48), Marcos aporta un mandato firme: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Mc 16, 15) que Mateo concreta en lo que se conoce como «la fórmula bautismal»:

«enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19)

Está fórmula tiene una importancia capital ya que se trata de una enumeración que, al menos en apariencia, parece equiparar el papel del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en el Bautismo. Su importancia en los primeros siglos del cristianismo queda atestiguada por su mención explícita en la sección litúrgica de la Didaké, en concreto en (VII, 1-4). Tres siglos después, esta fórmula proveerá a los trinitarios de uno de sus más sólidos argumentos.

La fórmula trinitaria convivió con la fórmula bautismal cristológica. Esta última se acuñó en el relato de la conversión del eunuco de Etiopía (Hechos 8:26-40). Es allí donde se pronuncia la versión más antigua del llamado «símbolo de los apóstoles» o Credo.

Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. (Hch 8,37)

A lo largo de los siglos se impusieron las fórmulas trinitarias.

Citas bíblicas: Lc 24:48;Mc 16:15;Mt 28:19
Bibliografía. El símbolo de los apóstoles en el Quasten ; La didaké en el Quasten ; Mateo Seco: op. cit. pp. 235-239 ; Basilio de Cesárea: op. cit. pp. 144-145

[editar] Pentecostés

Pentecostés en una representación ortodoxa.
Artículo principal: Pentecostés

El libro de los Hechos de los apóstoles ha sido llamado «el Evangelio del Espíritu Santo» por su profusión y abundancia de citas.30 El capítulo 2 relata el acontecimiento de Pentecostés:

En el día de Pentecostés, y estando reunidos en un lugar, sucedió de repente que se produjo un ruido como del cielo parecido a un viento. Aparecieron entonces lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos, llenándose todos del Espíritu Santo. Comenzaron a hablar en lenguas extrañas. (Hch 2, 1-4)

La entrega a los discípulos del «Espíritu de Dios» supone que, a partir de ese momento, el Espíritu Santo guiará sus palabras y sus actos, por lo menos en los momentos capitales.

Hay precedentes de la entrega del Espíritu Santo en los Evangelios, por ejemplo, en el evangelio de Juan, donde se dice:

Recibid el Espíritu Santo. A quién perdonareis los pecados, les serán perdonados. A quienes se los retuviereis, les serán retenidos.
Jn 20, 23

Las numerosas recepciones del Espíritu que se narran en los hechos de los apóstoles son acompañadas en general de la administración del bautismo. Es frecuente que bautismo y Espíritu lleguen juntos aunque no necesariamente. En la predicación realizada por Felipe en Samaria, éste sólo bautiza. Han de venir después Pedro y Juan para infundir el Espíritu (Hch 8, 12-17). La conversión del centurión Cornelio sucederá justo al revés: primero se recibirá el Espíritu y luego se administrará el bautismo.

Citas bíblicas: Hch 1:2;Hch 1:4;Hch 1:8;Hch 1:56;Hch 2;Hch 2:33;Hch 2:38;Hch 4:7;Hch 4:31;Hch 5:1-11;Hch 5:32;Hch 6:5;Hch 6:10;Hch 7:51;Hch 7:55;Hch 8:15-18;Hch 8:29;Hch 8:39;Hch 9:17;Hch 9:31;Hch 10:19;Hch 10:38;Hch 10:44;Hch 11:12;Hch 11:24;Hch 13:1;Hch 13:4;Hch 13:9;Hch 13:52;Hch 15:8;Hch 15:28;Hch 16:6;Hch 16:7;Hch 19:2;Hch 19:6;Hch 20:22-23;Hch 20:28;Hch 21:4;Hch 21:11;...

El Espíritu Santo y la gentilidad

El capítulo 10 de los hechos de los apóstoles relata la historia del centurión Cornelio. Cornelio fue el primer cristiano no judío en recibir el Espíritu Santo y ser bautizado.

Aún estaba Pedro diciendo estas palabras cuando descendió el Espíritu Santo sobre todos los que le oían, quedando fuera de sí los circuncidados de que el don del Espíritu se derramase sobre los gentiles porque les oían hablar en varias lenguas y glorificar a Dios.
Hch 10, 44-46

Con independencia de que este episodio sea histórico, alegórico o cualquier otra cosa, sí es cierto que a partir de cierto punto, el cristianismo rebasó la esfera de influencia de la sinagoga judía y llevó la predicación a los ámbitos paganos. Esta decisión, que el libro de los Hechos atribuye a Pedro, fue desarrollada típicamente por Pablo de Tarso, quién a través de sus viajes por Asia y Europa, fundó las primeras comunidades cristianas no judías. También, como consecuencia de esto, se produjo la separación e independencia del cristianismo respecto del judaísmo.

Citas bíblicas: Hch 13;Hch 14;Hch 15;Hch 16;Hch 17
Bibliografía: Becker, Jünger: op. cit. cap. 5

Las epístolas

Predicación de Pablo, apóstol de los gentiles.

Las epístolas son un conjunto de escritos bíblicos de transición. Contienen las primeras reflexiones sobre el cristianismo y gozan de carácter y autoridad apostólicos. De especial importancia son las epístolas de Pablo de Tarso que, auténticas o no, desarrollan los primeros gérmenes de la teología cristiana.

La epístola a los romanos contiene la principal exposición de la teología paulina y numerosas menciones al Espíritu Santo. Es uno de sus principales escritos.

La primera epístola a los corintios contiene unas reflexiones muy tempranas que tendrán una fuerte influencia en autores posteriores. Los capítulos 2, 12 y 14 son textos clásicos en lo que al Espíritu Santo se refiere.

2 Corintios tiene la bendición más antigua en la que aparecen el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu Santo.31

La epístola a los gálatas contiene la cita sobre los frutos del Espíritu.32

La epístola a los efesios tiene una mención sobre la acción del Espíritu Santo como un sello33 y una advertencia para no entristecer al «Espíritu Santo de Dios».6

La epístola a los filipenses se refiere al Espíritu Santo como «Espíritu de Dios»34 y habla de la «donación del Espíritu de Jesucristo».35 También habla de aquellos que reciben «alguna comunicación del Espíritu».36

1 Timoteo tiene un par de menciones.37

2 Timoteo menciona al Espíritu Santo en relación con las virtudes cristianas.38

Tito tiene una referencia a la regeneración por el Espíritu Santo.39

La epístola a Filemón no tiene menciones. La epístola a los colosenses tiene una mención menor aislada.40

Hebreos, por tratarse de una epístola dirigida a una comunidad próxima al judaísmo, pone con frecuencia por testigo al Espíritu Santo. El capítulo primero debate la cuestión de si Cristo es superior a los ángeles.

La primera epístola de Pedro menciona que la resurrección de Cristo es obra del Espíritu.41 La segunda epístola de Pedro reafirma el carácter profético del Espíritu Santo.42

La primera y segunda epístola de Juan contienen algunas fórmulas que excluyen al Espíritu Santo.43 Dice en otro punto que Cristo «..nos dio de su Espíritu».44 Asimismo, el Espíritu da testimonio porque «el Espíritu es la verdad».45 Nada menciona la tercera epístola de Juan, muy sucinta ella.

La epístola de Judas tiene una sencilla recomendación de orar en el Espíritu Santo.46

El Espíritu Santo en el judaísmo

En la teología judía, el Espíritu Santo es mentado como «Ruaj Hakodesh», expresión que puede traducirse como el «aliento de Dios» o «Espíritu de Dios». Dicho Espíritu es una personificación del poder creador y vital divino a través del cual Dios participa en la creación y opera sobre ella. Nunca se trata de algo autónomo e independiente, que tenga voluntad propia, sino de una cualidad de Dios, al modo que la belleza o la sabiduría de una persona opera y actúa como fuerza efectiva, sin que se puedan separar empero de su portador. En tanto que aliento, se puede decir figuradamente que «habla». En tanto que fuerza creadora y vivificante, se puede decir que «crea» y «mantiene creado» el mundo.

Tal como se ha mencionado anteriormente, otro aspecto de su «economía» es la de dirigir a reyes y profetas. Por él, los reyes son ungidos y capacitados para gobernar. Por él, los profetas son inspirados y comunican el mensaje de Dios. Dado que el Espíritu Santo lo conoce todo, se le atribuye el don de profecía. Asimismo es el vehículo de la revelación. En consecuencia, el Espíritu Santo es el inspirador de la Biblia hebrea.

El Espíritu Santo, cuando habita en una persona, la purifica elevando su condición moral. En este sentido, la persona es «santificada» por su acción. Asimismo, puede perderlo a causa de su debilidad.

Bibliografía: Rodríguez Carmona: op. cit. pp. 347-351

El Espíritu Santo en la teología cristiana

En contra de lo que se pudiera suponer, esta cuestión no fue una mera controversia entre especialistas. Un autor del siglo IV, Gregorio de Nacianzo, comentaba al respecto:

En Constantinopla, si entrabas en una tahona para comprar un pan, el panadero, en vez de deciros el precio, se ponía a argumentar que el Padre es mayor que el Hijo; el cambista discutía del Engendrado y del Eterno en vez de contarte el dinero; y si querías tomar un baño, ¡el bañero te aseguraba que el Hijo procede de la nada!.47

Esta situación puede dar idea del ambiente tan distinto y de la importancia que esta cuestión tuvo para propios y extraños.

[editar] Contexto histórico

El cristianismo nació en el seno de la religión judía y se extendió por la zona de influencia del Imperio romano. Estos dos términos condicionan su teología. Por una parte, heredó del judaísmo un fuerte sentimiento monoteísta, que podría traducirse en una formulación: «Existe un único Dios y, ese Dios, es creador de todas las cosas». Su expansión, sin embargo, se produjo en un entorno marcado por la proliferación de religiones politeístas y sistemas filosóficos, frente a los que el cristianismo tuvo que definirse y distinguirse. Los tres siglos que van desde el comienzo de la predicación cristiana hasta su institución como religión del imperio pueden interpretarse como la forja lenta y paulatina de una teología que exploró todas las variantes permitidas por sus fuentes teológicas y que fue decidiendo, caso a caso, lo que, a juicio de aquellas comunidades, estaba en consonancia con el sentimiento cristiano. La prolongada tensión entre ortodoxia y heterodoxia fue el mecanismo selectivo que, en el siglo IV, dio lugar a la concreción de fórmulas concisas, los símbolos o credos, que hoy conocemos como la base teológica, más o menos estable y mayoritaria, de la religión cristiana. Al lado de dicha ortodoxia, que también presenta sus matices entre las principales denominaciones cristianas (católicos, ortodoxos y protestantes), subsisten hoy por hoy comunidades cristianas afincadas en alguna de aquellas heterodoxias o nuevos movimientos religiosos que reeditan algunas de las mismas.

Bibliografía. Quasten: Patrología I y II ; Trevijano Ramón: Patrología

Interpretación modalista

Véase también: Modalismo

En las Escrituras Hebreas, llamadas también Antiguo Testamento por los cristianos, hay referencias al Espíritu Santo (el de Yavé) Sal 51:11 Joe 2:28,29 donde se dice que alguien puede llenarse de Espíritu Santo, que éste puede venir sobre la persona y envolverla Ex 31:3Jue 3:10Jue 6:34, que parte del Espíritu Santo de Dios se le puede quitar a alguien y dar a otra persona 11:17,25, y que el Espíritu Santo puede actuar en alguien y facultarlo para hacer obras sobrehumanas Jue 14:61Sa 10:6.

Todas estas declaraciones dificultaban la concepción de tal espíritu como una persona ya que no resulta razonable dar parte de una persona a otra. Además, no existen pruebas de que los judíos fieles consideraran al Espíritu Santo como una persona igual al Padre cuando Jesús estuvo en la tierra. No adoraban ningún Espíritu Santo. Más bien adoraban únicamente a Jehová o Yavé.

La teología modalista, defendida principalmente por Sabelio (y llamada a menudo por ello sabelianismo), afirma que no hay distinción entre las personas divinas, y por tanto el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una única entidad, Dios, que se manifiesta de diversas maneras (modalidades). Por tanto, según esta teología, el Espíritu Santo no es más que una manera de expresar la acción de Dios mismo en el mundo. Así, Sabelio quería aclarar la relación entre Padre, Hijo y Espíritu Santo sin contradecir el estricto monoteísmo judío.

Interpretación arriana

Véase también: Arrianismo

En la biblia aparecen entidades sobrenaturales que intervienen en los acontecimientos históricos. En ella, se reserva el término ángeles para referirse a aquellos seres que se hallan en armonía con Dios y el de demonios para los que están en oposición. En la teología cristiana, todos estos seres, a pesar de su elevada o degradada dignidad comparten con el hombre y el resto de los seres naturales su condición de «criaturas», término que alude a su carácter de seres creados, de seres que comienzan su existencia en un cierto momento del tiempo y antes del cual no existían. Dicho comienzo ontológico puede ser muy remoto, ciertamente, pero esa apreciación cuantitativa pierde su importancia frente al modo intemporal de existencia que se le atribuye a Dios. Lo característico de Dios sería una cualidad dual. Por una parte, la de ser un principio increado, eterno, y, por otro, un principio creador de otros seres. Santo Tomás lo expresaba, diciendo: «Dios es aquel en quien ser y existir no están separados».48

Una distinción temprana, común a la teología judía y a la cristiana fue el rechazo del culto a los ángeles, por considerarlo una forma de idolatría. Aunque los templos cristianos y su liturgia abundan en muestras de alabanza y reverencia a los ángeles, ambas teologías consideran que el culto se debe únicamente a Dios.

El arrianismo consiste en considerar al Hijo como la primera y más excelsa de las criaturas o, dicho de otra forma, como el primero de los ángeles. El dilema que plantea el arrianismo es, por tanto, si el hijo es creado o engendrado. Ambos términos expresan una procedencia del principio Padre creador, pero en un caso dicha procedencia se produce inmersa en la existencia temporal y en el otro no. La criatura supone que el tiempo ha comenzado. No así en el otro caso donde la procedencia se realiza en un estado que la liturgia y la literatura cristianas han descrito con la fórmula: «antes de todos los siglos». Dicho estado atemporal sería previo a la creación misma del tiempo.

El enfrentamiento entre las tesis arrianistas y las encarnacionistas se desarrolló a lo largo del siglo IV. Inicialmente el Concilio de Nicea (325) adoptó un credo encarnacionista pero más tarde el sínodo de Rimini-Seleucia (359) se decantó por un credo arriano y el emperador Constancio II hizo oficiales sus tesis. El arrianismo se propagó a los pueblos germánicos, entre los que prosperó hasta el siglo VI. Sin embargo, en el Imperio el arrianismo fue perdiendo adeptos en favor de las tesis trinitarias y terminó siendo proscrito por el Concilio de Constantinopla (381).49

Una vez derrotado el arrianismo en el Imperio, el debate se centró en la segunda parte de la cuestión, que estaba implícita y a la espera de que se resolviese la primera. Esa segunda cuestión consistía en inquirir con cuidado de qué naturaleza era el Espíritu Santo y cuál era la dignidad que se le debía. La teología judía transmitía una interpretación del tipo «fuerza divina», pero la tradición lucana y litúrgica sugerían cierta divinidad del Espíritu. Era obvio para los Padres de la Iglesia que si el arrianismo era cierto y el Hijo era la primera criatura, al Espíritu Santo no le quedaba más remedio que ser cualidad divina, como afirmaba el modalismo o, como mucho, segunda criatura o segundo ángel. Al imponerse las tesis encarnacionistas y por tanto resuelta la polémica del Hijo en favor de su divinidad, quedaron expeditas las cuatro interpretaciones mencionadas al comienzo del artículo. La interpretación arriana, referida al Espíritu Santo en vez de al Hijo, se desató en la segunda mitad del siglo IV y sus partidarios fueron denominados por sus adversarios «pneumatómacos», los que «matan al Espíritu».

Bibliografía: Mateo Seco: op. cit. cap 4 ; Trevijano, Ramón: op. cit. pp. 189-200; Arrio en el Quasten; Gregorio Nacianceno: op. cit. 5º discurso teológico;

Interpretación triteísta

El triteísmo es exactamente un politeísmo de tres dioses. Se sobreentiende que no valen tres dioses cualesquiera sino que deben ser los de más alto rango y los responsables, en definitiva, de la creación del mundo. Triteísmo y trinidad son dos términos teológicos muy precisos que suelen de todos modos confundirse. Brahmā, Shivá y Visnú son los dioses de un sistema triteísta, pero no forman una trinidad. La diferencia es que en el sistema triteísta hay tres naturalezas bien distintas y en el trinitarismo hay tres personas. De ahí que el triteísmo sea considerado como una forma de politeísmo, pero el trinitarismo no. El triteísmo apareció en la Iglesia en el siglo III, en varios autores cuyas doctrinas la Iglesia rechazó.

Bibliografía: El triteísmo en la GER ; 5º párrafo

Interpretación trinitaria

Santísima Trinidad de Andrei Rubliov (Galería Tretyakov, Moscú).

El dogma trinitario fue fijado mayormente en el siglo IV por Atanasio y los Padres Capadocios a raíz de la controversia arriana. Dicha controversia fue el motor de una profundización sobre la naturaleza de la divinidad, a partir de las fuentes teológicas cristianas y la tradición de las comunidades. El dogma trinitario quería, por una parte, dar respuesta a las dificultades planteadas y, por otra y en igual medida, proteger el cristianismo contra tres tendencias que, en opinión de los Padres, amenazaban al cristianismo.

La primera tendencia era el monoteísmo judío. La noción de Dios hecho hombre, Dios muerto y Dios resucitado era de partida incompatible con dicho monoteísmo, de marcado carácter patriarcal. Los intentos por conciliar ambas visiones se traducían en diversas variantes teológicas que rebajaban la dignidad de Jesucristo, considerándolo un hombre muy evolucionado (ebionismo) o un ángel excelso (arrianismo). Este menoscabo de la dignidad del Hijo y, como añadidura, de la del Espíritu Santo, es la primera tendencia que se quiso evitar.

La segunda tendencia que se quiso sortear fue el politeísmo pagano, habitual en las religiones caldeas, egipcia y grecorromana. Desde sus comienzos, el cristianismo quedó expuesto a la acusación de politeísmo por parte de los círculos judíos debido a la afirmación de que existe un Dios Padre, un Dios Hijo y un Dios Espíritu Santo. Refutar tal acusación era una prioridad para los Padres.

La tercera tendencia fue la excesiva intelectualización del cristianismo como consecuencia de su contacto con la filosofía griega. Comprender o desentrañar el misterio divino hubiese significado subordinar a Dios a la razón, algo inaceptable para el sentido teológico de los Padres.

Con este fin, la formulación del dogma trinitario fue realizado utilizando dos términos provenientes de la filosofía griega, a los que se dio un significado teológico muy preciso. Dichos términos fueron «ousía» (naturaleza o sustancia) e «hipóstasis» (persona). De forma muy sencilla se podría decir que «ousía» alude a lo general e «hipóstasis» a lo particular. Si se tratase, por ejemplo, de caballos, la «ousía» del caballo sería más o menos la esencia, la idea o la especie caballo, mientras que sus «hipóstasis» serían cada uno de los ejemplares de caballo que existe. Si se tratase de hombres, la «ousía» del hombre sería lo que hoy se entiende por «humanidad», mientras que las «hipóstasis» serían cada una de las personas o individuos.

Es importante notar que estos términos fueron formulados en una época que tenía otro contexto intelectual. Hoy en día, la humanidad o el género caballo son abstracciones intelectuales carentes de realidad. Lo real, en cambio, es la persona con la que se habla o el caballo que se ve. Este posicionamiento vital contrasta fuertemente con el platonismo para el que las ideas eran la verdadera realidad y los ejemplares, su sombra.

Entre estas dos posturas extremas, los Padres de la Iglesia escogieron un punto intermedio, atribuyendo plena realidad a la idea y al ejemplar, a la ousía y a la hipóstasis. La realidad de la humanidad quedó reflejada en el término «Iglesia». La «Iglesia» era la «comunidad en Cristo» y representaba ese vínculo esencial interior que unificaba la diversidad de comunidades y personas. De ahí que, con la mayor naturalidad, se hablase de ella como única y católica (universal). En este sentido, la Iglesia, además de una institución, era una realidad espiritual intangible pero efectiva. Por otro lado, en relación con el pecado original, se entendía dicho pecado como una corrupción de la «ousía» o naturaleza humana, heredada después por todos sus ejemplares, las distintas personas. Esta noción modeló la soteriología cristiana de la siguiente manera. No importa cuán virtuosa fuese una persona. Dicha persona no podía salvarse mientras la naturaleza humana no quedase redimida o liberada de su falla, quiebra, pecado o corrupción, lo cual era inasequible a las personas y sólo posible a Dios. Por medio de Cristo, Dios restituye a la naturaleza humana su dignidad espiritual haciendo posible, ahora sí, que cada persona, por un esfuerzo personal, se salve. En este trabajo personal es donde, según los Padres, interviene de manera decisiva el Espíritu Santo.

Los Padres traspusieron los términos «ousía» e «hipóstasis» a la divinidad afirmando, que existe una única ousía, naturaleza o esencia divina, pero tres personas o hipóstasis: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dichas personas eran «consustanciales» o «de la misma naturaleza» (homoousios), de modo que, en su esencia, eran el mismo y único Dios. Por el contrario, como personas o hipóstasis eran distintas y distinguibles, de una parte por su «economía»50 y, de otra, por tres cualidades intrínsecas: «ser ingénito» (el Padre), «ser engendrado» (el Hijo) y «proceder del Padre» (el Espíritu Santo).

La afirmación de una única «ousía» o esencia divina permitió evitar el politeísmo triteísta. De ahí que el cristianismo se considere una religión monoteísta. La existencia de tres personas divinas permitió sortear el monoteísmo judío y afirmar la plena divinidad del Hijo y del Espíritu Santo. La idea de tres personas divinas en una sola naturaleza, por su misma esencia contradictoria, blindó el misterio divino contra la especulación filosófica.

En el pensamiento teológico sobre la Trinidad, la acción del Hijo y del Espíritu Santo son inseparables y complementarias. El Hijo dirige su obra hacia lo general del hombre, a su «ousía», mientras que el Espíritu Santo obra sobre cada persona en particular. Cristo presta su persona divina a la naturaleza humana, haciéndose «cabeza de la Iglesia». El Espíritu Santo presta su naturaleza divina a cada persona humana, divinizándola a través de la comunicación de dones sobrenaturales.

Interpretación unitarista

Véase también: Unitarismo

La teología unitaria clásica se basa en el rechazo del dogma de la Trinidad. Aunque algunos de los pioneros del Unitarismo, como Miguel Servet, defendían una interpretación modalista de la divinidad cristiana, a partir de Fausto Socino se va imponiendo la concepción de que Dios es una única persona, el Padre, por lo que ni el Hijo ni el Espíritu Santo pueden considerarse entidades divinas ni modalidades de Dios. Así, el Espíritu Santo es interpretado en el Catecismo Racoviano (1605) como el poder de Dios (Cap. VI, sección V), procedente de Dios, y no Dios mismo. Esta enseñanza se ha preservado en las Iglesias unitarias de Europa Central,51 mientras que la Asociación Unitaria Universalista de Estados Unidos da libertad a sus miembros en cuestiones teológicas.

El Espíritu Santo en la teología mística

Una de las ramas tradicionales de la teología cristiana es la teología mística. En ella, se tratan aquellos aspectos de la teología que tienen que ver con el perfeccionamiento y la deificación del hombre, entendiendo por deificación su restitución a la dignidad espiritual perdida a raíz del pecado original. En la mística cristiana, la deificación es el acercamiento entre dos términos, si no contrarios, por lo menos muy alejados entre sí, como son la naturaleza humana y la divina. El hombre debe recorrer la parte del camino que está en su mano recorrer y que consiste en purificar el alma («vía purgativa»). Los distintos ejercicios espirituales de meditación cristiana y la vida monástica en general proveen de técnicas y medios para realizar dicha purgación. Del lado divino se proveen dos ayudas para completar el camino, que son el Hijo y el Espíritu Santo. La obra del Hijo, a través de su encarnación, muerte y resurrección restituye la naturaleza humana a su dignidad original, dirigiendo su acción (su economía) a la humanidad en conjunto y, no tanto, a cada persona individual. Se puede decir que el Hijo asume como propio el arquetipo de la humanidad y se hace modelo de imitación para todo hombre. Sobre la obra del Hijo y, sólo porque dicha obra se cumple, puede actuar en plenitud el Espíritu Santo. Su acción complementa la del Hijo porque se dirige a cada persona individual y, no tanto, a la humanidad en general. La obra conjunta del Hijo y del Espíritu es la que, como acto de gracia, permite la deificación. Recibir el Espíritu Santo a través del bautismo, en el contexto de la teología mística, es pasar de la vía purgativa a la «vía iluminativa», ascenso que será completado con la ulterior deificación o «vía unitiva». En el momento de la iluminación, y por medio del Espíritu, el hombre recibe dones espirituales diversos. El siguiente pasaje está extraído de la obra de Basilio, uno de los tres Padres Capadocios.

La relación del Espíritu con el alma no es cercanía [...] sino alejamiento de las pasiones, que más tarde atacaron al alma por su amor a la carne y la privaron de la intimidad con Dios. Solamente se acercará al Paráclito si se purifica de la malicia que adquirió por la maldad, y si se levanta hasta la belleza de la naturaleza y si restituye a esa imagen real su forma primigenia a través de la purificación. Pues aquel, como un sol, capturado por una mirada purificada, te muestra en sí mismo la imagen de lo invisible. En la bienaventurada contemplación de la imagen verás la inefable belleza del arquetipo. Por Él (recibimos) la elevación de los corazones, la asistencia de los enfermos, la perfección de los proficientes.52

Este iluminaba a los purificados de todas mancha y por la misma comunión con él los vuelve espirituales. Y como (las partes) brillantes y diáfanas de los cuerpos, al caerles un rayo de luz se vuelven resplandecientes y difunden otro resplandor pro sí mismas, así las almas que llevan al Espíritu, iluminadas por el Espíritu, ellas mismas se hacen espirituales y emiten la gracia para los demás. Por tanto, el conocimiento previo de las cosas por venir, la ciencia de los misterios, la percepción de las cosas ocultas, la repartición de los carismas, la ciudadanía celestial, la danza coral con los ángeles, el gozo sin fin, la permanencia en Dios, la semejanza con Dios, la excelencia de las cosas deseadas, (la) vuelven dios.

Basilio de Cesarea. El Espíritu Santo cap IX parr. 23.53

Bibliografía. Lossky: op. cit. ; Teófilo Martín: op. cit. pp. 196-200 ; Basilio de Cesárea: op. cit. 143-144

Historia de la pneumatología

La historia de la pneumatología no tiene unas fronteras definidas. Se puede decir que comienza con la formación de las primeras comunidades cristianas y la redacción de los evangelios en el siglo I. Ya entonces quedó planteada de forma latente la cuestión. El siglo II tropezó con ella pero no la profundizó porque tenía el problema más acuciante de defenderse de las persecuciones. El siglo III exploró el problema y lo planteó de forma teórica. El siglo IV llevó esos planteamientos hasta el final y produjo un grupo de heterodoxias muy conocidas y persistentes como fueron el arrianismo y su consecuencia lógica, el movimiento «pneumatómaco» o macedoniano. La cuestión quedó resuelta en los concilios de Nicea y Constantinopla en favor de la tesis trinitaria.

Desde el siglo IV hasta el siglo XVI, la pneumatología quedó absorbida como una parte de la trinitología.54 La discusión en esos siglos se centró en definir las relaciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La teología occidental o latina profundizó en esa línea asumiendo la tesis del «filioque». Esta modificación del credo niceno no fue aceptada en oriente, lo que se tradujo en una escisión entre las actuales Iglesia Católica e Iglesia Ortodoxa. Es lo que se conoce como Cisma de Oriente y Occidente que perdura hasta nuestros días. Ambas iglesias se declaran por tanto trinitarias, aunque difieran en el matiz «filioque».

En el siglo XVI y en el occidente centroeuropeo, nace el cristianismo protestante. Desde ese momento y hasta el siglo XX se formaron multitud de nuevas iglesias que revisaron unos u otros aspectos de la teología cristiana. El cuerpo general de las iglesias protestantes sostuvo la tesis trinitaria aunque algunas de ellas retomaron las tesis modalistas, las arrianas y las triteístas. Todo ello y los intentos por acercar las tesis católicas y ortodoxas mantienen viva esta cuestión.

Esbozo de una pneumatología naciente (siglo II)

Los teólogos del siglo II no se preocuparon demasiado por esta cuestión. Los autores apostólicos estaban más pendientes de la organización de las iglesias y de las persecuciones. Hay que esperar a mediados de ese siglo para encontrar las primeras reflexiones al hilo de la apologética cristiana.

Clemente de Roma es uno de los padres apostólicos. En la primera epístola tiene fórmulas cristológicas55 56 y trinitarias.57 58

Ignacio de Antioquía (m~110) escribió siete cartas a las comunidades cristianas. Afirma explícitamente la divinidad del Hijo59 60 que «estaba junto al Padre antes de todos los siglos». Acerca de la divinidad del Espíritu Santo no existe posicionamiento explícito. Tiene fórmulas trinitarias61 62 y cristológicas.63 64 Tiene también una confesión personal acerca de una revelación del Espíritu Santo.65

Policarpo de Esmirna tampoco menciona nada sobre el Espíritu Santo. Distingue entre Dios y Jesús utilizando la fórmula «Dios y Padre de nuestro señor Jesucristo» (Flp XII,2), que también aparece en Efesios 1:3.

Papías de Hierápolis vivió en los años que siguieron a la muerte de los apóstoles de Jesucristo. Era compañero de Policarpo, del que se dice que fue discípulo del apóstol Juan. Papías escribió cinco libros pero su obra desapareció. La citan Ireneo de Lyon, del siglo II y Eusebio de Cesarea, del siglo IV. El hecho es que aún se leía su obra en el siglo IX. Actualmente solo quedan fragmentos de sus escritos, en los cuales no dice nada del Espíritu santo.66

El Pastor de Hermas parece concebir al Espíritu Santo en el sentido del antiguo judaísmo como un Espíritu de Dios. Su cristología nunca utiliza expresiones como «Jesús» o «Cristo» y sí ciertas designaciones angelológicas: «Angel Santísimo», «Angel Glorioso», «Miguel», etc.67

Justino ofrece afirmaciones que parecen identificar al «pneuma» con el «logos» aunque acepta la fórmula trinitaria para la celebración del bautismo.

Atenágoras de Atenas evita el subordinacionismo de otros apologetas griegos. Tiene una definición de la trinidad sorprendente para la época.68

Teófilo de Antioquía, sexto obispo de Antioquía es el primero en usar la expresión «trinidad» (trias).69Desarrollo de la pneumatología (siglo III)

Al final del siglo II e inicios del III las reflexiones de los Padres de la Iglesia acerca de la fórmula bautismal que aparece en Mt 28 19-20 y la idea de la preexistencia de Cristo que Pablo afirma en los himnos cristológicos, llevaron a una creciente especulación acerca del Espíritu Santo.

Tertuliano usa expresiones como «el tercer nombre de la divinidad» o «tercero por relación con Dios Padre y con Dios Hijo» (cf. Adversus Prax. 30 5) o también «fuerza vicaria del Hijo» (De praescr. haeret. 13 5). Define al Espíritu Santo como quien nos muestra a Dios, fuente de toda revelación y las relaciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como un tipo de unión que no es identificación sino más bien como las de la raíz, el tronco y el fruto de un árbol y otras comparaciones semejantes (cf. Adv. Prax. 8 7). Él también acuñó la fórmula «tres personae, una substantia» (Adv. Prax. 8 9). Por todo ello, es presentado como uno de los primeros teóricos de la Trinidad (al parecer, la expresión «trinitas» en latín es usada primero por él aunque ya existía su correspondiente griego «trias» usada por Teófilo de Antioquia en Ad. Auto. II 15 si bien en esta trias, se identificaba al Espíritu Santo con la sabiduría). Su posición podría ser considerada como subordinacionista dado que aun cuando reconoce la divinidad de las tres personas, propugna una cierta jerarquía entre ellas. Véase, por ejemplo, la siguiente cita:

«No debemos suponer que haya algún otro ser aparte de Dios que no sea engendrado ni creado [...] ¿Como puede ser que algo, excepto el Padre, sea más viejo, y a causa de esto más noble,que el Hijo de Dios, la Palabra unigénita y primogénita? [...] Ese [Dios] que no requirió un Hacedor para darle existencia,estará mucho más elevado en categoría que ese [el Hijo] que tuvo un autor que lo trajo a la existencia» The Ante-Nicene Fathers, tomo III.

Hipólito de Roma afirma una concepción semejante del Espíritu Santo: es la fuente del conocimiento de Dios y es Aquel que está en todo (cf. C. Noet. 12).

Sin embargo, a Orígenes se debe una reflexión más amplia y sistemática sobre el Espíritu Santo. Los problemas que se debatían en ese entonces tenían que ver con el ser o no generado del Espíritu Santo o si se trataba o no de una sustancia. Orígenes concibe la Trinidad como un trío de círculos concéntricos, donde el Espíritu Santo es el más pequeño e interior y que, afirma, tiene dominio sobre las realidades espirituales (cf. De Princip. I 5 7) y realiza su santificación (cf. De princ. praef. 3; I 1 3; 3 4; 5; 7; II 7 2; 11 5; IV 3 14). Llama al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, «hipóstasis intelectuales» subsistentes de por sí (De Princ. I 1 3) siendo el Espíritu Santo originado por medio del Hijo (In Joan. 2 10 70 a 12 90) y una realidad inferior en cuanto a su relación con aquello de lo que procede (De Princ. I 3 5).

Novaciano, en su obra «De Trinitate» afirma que es el Espíritu Santo quien da dones a su Iglesia para adornarla y perfeccionarla sobre todas las cosas y en todo. Y afirma su carácter personal: «Es Él quien –bajo forma de paloma– vino y se posó sobre el Señor después de su bautismo, habitando plena y totalmente solo en Él, sin limitaciones, y luego fue dispensado y enviado sobreabundantemente, de manera que otros pudieran recibir un flujo de gracias» (De Trin. XXIX). Sin embargo, la relación entre las personas divinas está caracterizada por varias categorías:

«Él dice 'una' cosa, entiendan los herejes que Él no dijo 'una' persona. Porque 'uno' puesto en neutro da a entender la concordia social, no la unidad personal. [...] Además, el que se diga 'uno' se refiere a acuerdo, y a identidad de juicio, y a la propia relación cariñosa, pues, lógicamente, el Padre y el Hijo son uno en acuerdo, en amor y en cariño». De Trinitate, cap. 27.

Estos teólogos equiparan en ocasiones al Padre con el Hijo y en otras parecen afirmar una cierta subordinación del Hijo con respecto a Dios Padre. Y ninguno de ellos afirmó que el Espíritu Santo fuera igual al Padre o al Hijo. Orígenes declara que el Hijo de Dios es «primogénito [...] de toda la creación» y que las Escrituras «saben de Él que es más viejo que todas las criaturas».

Del concilio de Nicea al de Constantinopla

[editar] El concilio de Nicea

Artículo principal: Concilio de Nicea

Las fórmulas utilizadas por Orígenes para describir la Trinidad y el papel del Espíritu Santo generaron grandes discusiones, máxime porque sus discípulos fueron exagerando su posición. Las críticas venían de quienes consideraban que tal creencia de los círculos iba contra el monoteísmo, pero también de quienes identificaban al Espíritu Santo con el Hijo o con la gracia o con una criatura (cf. Eusebio, De. Eccl. Theol. 3 6). El primer concilio de Nicea, que buscaba examinar las tesis de Arrio y por tanto se ocupó del tema de la divinidad de Jesús de Nazaret, se pronunció finalmente contra éste y fue la base de un extenso desarrollo de la cristología. El concilio no trató sobre la divinidad del Espíritu Santo pero el esquema del credo niceno indica ya una cierta igualdad pues el texto afirma: πιστευομεν εις ενα Θεον, πατερα παντοκρατορα [...] εις ενα κυριον Ιησουν Χριστον [...] εις το αγιον πνευμα (Creemos en un Dios, Padre todopoderoso... en un Señor Jesucristo... en el Espíritu Santo). Hubo que esperar hasta el año 360 –todavía en plenas disputas con los arrianos– para que las conclusiones arrianas se aplicasen a la pneumatología. Quien menciona este hecho, es Atanasio (cf. Epist. ad Seraph. I 1).

Tanto Cirilo de Jerusalén como Dídimo el Ciego trataron del Espíritu Santo en sus obras pero desde un punto de vista pastoral o espiritual, sin querer hacer teología.

Serán Atanasio y los tres mayores padres capadocios (Basilio el Grande, Gregorio de Nacianzo y Gregorio de Nisa) quienes abordarán un estudio profundo y detallado del Espíritu Santo desde el punto de vista teológico.

Atanasio ataca a quienes interpretan los textos pneumatológicos en sentido «figurado», afirmando que la realidad del Espíritu Santo ha de ser considerada dentro de la Trinidad, con un sentido de movimiento circular que llama «perijóresis» (en latín «circuminsessio intratrinitaria») y consubstancial al Padre y al Hijo.

Arrianos y pneumatómacos

El desarrollo natural del pensamiento arriano desembocó en la negación por parte de los seguidores de Arrio de la divinidad del Espíritu Santo. Aunque inicialmente la disputa fue solo cristológica, hacia el año 360 algunos comenzaron a afirmar que el Espíritu Santo era «no solo una criatura, sino uno de los espíritus que sirven [a Dios], y que no se distingue de los ángeles sino sólo por grado» (esto escribió Atanasio refiriéndose a los que llamó «tropistas» en su carta a Serapión, obispo de Thmuis, Egipto; véase Ad. Serap. I 1). Al parecer, en Constantinopla, a partir del año 360, estos arrianos comenzaron a ser conocidos con el nombre de pneumatómacos. En el año 367 se unieron a los «homousianos»70 y tomaron por líder a Eustacio de Sebaste.

Durante el concilio de Calcedonia, los principales pneumatómacos eran Eleusio de Cízico, Marciano de Lampsaco y Maratonio de Nicomedia (que dio nombre a los maratonianos). Las disputas se volvieron intensas y violentas debido al crecimiento de los grupos de pneumatómacos ya que tenían grupos de monjes que atraían muchos seguidores por su austeridad. Desde el año 373 hay una cadena casi ininterrumpida de escritos contrarios a esta doctrina: Basilio en su obra sobre el Espíritu Santo, la carta de Anfiloquio de Iconio, el «Panarion» de Epifanio de Salamis, los «Anatematismos» del Papa Dámaso. Sin embargo, la doctrina pneumatómaca seguía haciendo prosélitos incluso en Constantinopla por lo que Gregorio de Nacianzo usó sus «Discursos teológicos» para intentar una confutación definitiva (véase, por ejemplo, el capítulo V número 5).

El Concilio de Constantinopla anatematizó en su primer canon a los semi-arrianos o pneumatómacos: «No ha de ser violada la fe de los 318 padres que se reunieron en Nicea de Bitinia; más bien, ésta ha de mantenerse firme y estable, y se ha de anatematizar toda herejía, y especialmente la de los eunomianos, anomianos, arrianos, eudoxianos, macedonianos y de los pneumatómacos, y de los sabelianos, y marcelianos, y fotinianos y apolinarianos» (Dz 85).

A pesar de la condena formal del concilio, los pneumatómacos continuaron creciendo y gozaron de cierta libertad de culto (cf. Sócrates, Historia de la Iglesia V 20). Por ello, Dídimo de Alejandría les atacó en el libro II de su «De Trinitate». Hacia fines del siglo IV, los pneumatómacos todavía tuvieron disputas con Teodoro de Mopsuestia y hacia el año 48 Nestorio obtuvo del emperador medidas represivas (ya que tenían una iglesia incluso en Constantinopla) que obligaron a muchos a pasar al credo nicenoconstantinopolitano. No hay noticias históricas de los pneumatómacos tras estas leyes.

Los padres capadocios

Basilio el Grande escribió en el año 376 un tratado sobre el Espíritu Santo para combatir la heterodoxia arriano-pneumatómaca. En su obra se centra en primer lugar en la distinción de las siguientes fórmulas:

  • «De quien todo fue hecho», referido al Padre.
  • «Por quien todo fue hecho», referido al Hijo.
  • «En quien todo fue hecho», referido al Espíritu Santo.

Estas formulaciones eran utilizadas por los pneumatómacos para establecer la distinción de naturalezas entre las personas divinas. Su argumento era: «si de cada persona se habla de forma distinta, es que son distintas». Basilio refuta esta tesis, basándose en un estudio cuidadoso de las expresiones bíblicas y mostrando con ejemplos que en las escrituras: «las expresiones se intercambian de improviso, al albur de la necesidad».71

El segundo eje de su argumentación se basa en los usos litúrgicos tradicionales. Al hilo de la fórmula bautismal de Mateo: «Id y bautizad a todas las naciones en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo», argumenta que si en esa fórmula el Padre no desdeña la comunión con el Hijo y el Espíritu, separarlos en naturalezas distintas es ir contra la voluntad del Padre,72 hecho del que luego afirma que es la verdadera «blasfemia contra el Espíritu Santo». Afirma que el Espíritu merece el mismo honor (ομοτιμος) que se tributa al Padre y al Hijo pues están en el mismo nivel (συντεταχθαι) y que se enumeran juntos (συναριθμεισθαι).

Gregorio de Nisa en sus polémicas contra Eunomio y los macedonianos, aporta la definición doctrinal de mayor éxito en los textos sucesivos: a partir de las operaciones (ενεργειαι) de las personas trinitarias –que serían distintas pero de una sola sustancia ουσια– afirma que el Espíritu Santo proviene del Padre y fue recibido por el Hijo (De Spir. Sanc. 2). Por ello, al Padre se le llama «Omnipotente», el Hijo es el poder del Padre y el Espíritu Santo es el espíritu del poder del Hijo. Por todo ello, al Espíritu Santo también corresponde la máxima adoración (προσκυνεσις)

Gregorio de Nacianzo también mantuvo fuertes polémicas contra los detractores de la divinidad del Espíritu. Parte de sus argumentaciones las tomó de los otros capadocios. Suya es sin embargo su consumada habilidad como polemista y comunicador que demostró en los cinco discursos teológicos donde trata el tema. En su obra fue donde acuñó la expresión «procesión del Espíritu» para nominar la relación entre el Padre y Espíritu.

Bibliografía. Basilio de Cesárea: op. cit. cap 5-8; Gregorio Nacianceno: op. cit 5º discurso; Mateo Seco: op. cit. pp. 121-137

El concilio de Constantinopla

En el concilio de Constantinopla se asumieron las expresiones de Gregorio de Nisa en los siguientes términos: πιστευομεν [...] εις το πνευμα το αγιον, το κυριον και ζωοποιον, το εκ του πατρος εκπορευομενον, το συν πατρι και υιω συμπροσκυνουμενον και συνδεξαζομενον, το λαλεσαν δια των προφητων (creemos [...] en el Espíritu Santo, señor y dador de vida, que procede del Padre, y con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, y que habló por los profetas).

No obstante, el Concilio de Constantinopla no completó la doctrina del 'dogma' trinitario.

"Es interesante que 60 años después de Nicea I, el Concilio de Constantinopla I [de 381 d.C.] evitó 'homoousios' en su definición de la divinidad del Espíritu Santo".
New Catholic Encyclopedia.
"Hay eruditos a quienes ha desconcertado la evidente blandura de expresión de este credo, por ejemplo, la ausencia de la palabra homoousios para decir Espíritu Santo es consustancial al Padre y al Hijo".
New Catholic Encyclopedia.

El Tomo de Dámaso

El Papa Dámaso en el año 382 d. C. en un concilio celebrado en Roma, presentó una serie de enseñanzas, las cuales quedaron plasmadas en el documento llamado Tomo de Dámaso, el cual recoge la doctrina trinitaria. En cuanto al Espíritu Santo, dijo:

«Si alguno no dijere [...] que el Espíritu Santo es siempre, es hereje». «Si alguno no dijere que el Espíritu Santo [...] es [...] verdadero Dios, [...] lo puede todo y todo lo sabe [...], es hereje». «Si alguno no dijere ser tres personas verdaderas [...] y la del Espíritu Santo iguales, siempre vivientes que todo lo contienen, lo visible y lo invisible, que todo lo pueden, [...] es hereje». «Si alguno al llamar [...] y Dios al Espíritu Santo, los llama dioses [...] y no [...] una sola divinidad [...] es hereje». El Magisterio de la Iglesia.

Padres posteriores al concilio de Constantinopla

Después de la pronunciación del concilio no hubo un desarrollo importante desde el punto de vista doctrinal aunque sí haya profundización espiritual y comentarios de algunos autores. Mario Victorino, a partir de la antropología neoplatónica (tripartición del alma humana en ser, vivir y comprender) aplicaba la noción del “comprender” al Espíritu Santo en el ser de Dios Trino.

Agustín de Hipona parte de la identidad de sustancia y la distinción de las personas divinas para afirmar que tal distinción se debe a sus respectivas operaciones que, aunque son comunes a las tres personas, son adjudicables. Así el Espíritu Santo es el don común del Padre y del Hijo (cf. De Trinit. V 12 13; 15 16; 16 17). La categoría filosófica que le permite superar el triteísmo es la de relación y por ello, afirma que el Espíritu Santo es “communio consubstantialis et aeterna” (comunión consustancial y eterna) o “caritas” recíproca del Padre con respecto al Hijo y viceversa. Así es el Espíritu Santo quien con más propiedad recibe el apelativo de “amor” usado por la primera carta de Juan (De Trinit. VI 5 7; XV 17 30s).

En el símbolo Quicumque, o del Pseudo-Atanasio, —que se cree compuesto durante el siglo V— se compendia la enseñanza de los teólogos y padres tras las disputas trinitarias: "Alia est enim persona Patris, alia Filii, alia et Spiritus Sancti; sed Patris et Filii et Spiritus Sancti una est divinitas, aequalis gloria, coaeterna maiestas [...] Pater a nullo est factus, nec creatus, nec genitus; Filius a Patre solo est, non factus nec creatus, sed genitus. Spiritus Sanctus a Patre et Filio, non factus nec creatus nec genitus, sed procedens" (Una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; más una es la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la misma gloria, coeterna majestad [...] El Padre no ha sido hecho por nadie, ni creado, ni engendrado; el Hijo viene sólo del Padre, no ha sido hecho ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo viene del Padre y del Hijo, no ha sido hecho, ni creado ni engendrado, sino que procede).

Bibliografía: Los textos en buena parte están tomados de la colección "Ante Nicene fathers" que se cita en la bibliografía al final. Los comentarios y el desarrollo del libro de Congar.

Escolástica

La controversia sobre el «filioque»

Artículo principal: Cláusula filioque

En un primer momento, el credo niceno afirmó que el Espíritu Santo «procedía del Padre». Esta afirmación fue tomada de un versículo de Juan y como tal fue traspuesta. La relación entre el Padre y el Espíritu Santo se conoce como «procesión del Espíritu».

En el siglo V, el equilibrio alcanzado con la fórmula niceno-constantinopolitana comenzó a evolucionar bajo la presión de nuevos teólogos. Durante la celebración del Concilio de Calcedonia se produjeron controversias y disputas sobre la procesión del Espíritu Santo. Esta discusión enfrentó primero a Teodoro de Mopsuestia con Cirilo de Alejandría pues los seguidores del primero llegaron a afirmar una procesión sólo del Padre, que era considerada nestorianista por Cirilo.

En el siglo VI, y durante la celebración de un concilio, la Iglesia de Occidente cambió la fórmula nicena y añadió «que procede del Padre y del Hijo». Esta fórmula fue rechazada en oriente, dando lugar a lo que se conoce como cuestión del «filioque» (expresión latina que significa «y del Hijo»).

En el año 876 d. C. un sínodo en Constantinopla condenó al Papa por no corregir la herejía de la «cláusula filioque». Estas disputas tomaron gran fuerza debido a que no se consideraba idéntica la preposición «ex» y la de «dia» y los teólogos bizantinos proponían que la primera fuera usada para el Padre y la segunda para el Hijo. La idea era afirmar que el Espíritu Santo procede (εκπορευεσθαι) del Padre por el Hijo. Sin embargo, el texto aprobado del Concilio era "ex patre filioque procedit" (procede del Padre y del Hijo).

En el año 1054 d. C. el representante del Papa excomulgó al Patriarca de Constantinopla, quién, a su vez, puso bajo maldición al Papa. «La controversia filioque» sigue siendo un punto de disputa entre la Iglesia de Occidente y la de Oriente.73

En 1101, después del Sínodo de Bari, Anselmo de Canterbury compuso «De processione Spiritus Sancti» con el que defiende que la fórmula «filioque» se apoyaba en las escrituras y no era en absoluto una innovación de la teología de occidente como afirmaban los teólogos de oriente. En otros puntos de su obra había tratado también cuestiones relativas a la trinidad.74

Alta escolástica

En el siglo XIII, Buenaventura habla del Espíritu Santo como de un amor comunicativo (Coment. a las Sent. I d.10 q.1). El Espíritu es la relación, el nexo entre el Padre y el Hijo, pero una relación sustancial. Ahora bien, hacia nosotros, se trata de un don. Así: «Espíritu se dice principalmente en relación con la fuerza que lo produce; Amor principalmente en cuanto al modo de su emanación, es decir como nexo; Don en cuanto a la relación que sigue de él […] ha sido hecho para unirnos» (Coment. a las Sent. I d.18 a.1 q.a ad 4).

Tomás de Aquino asumió completamente en sus obras la noción de Espíritu Santo como relación de amor entre el Padre y el Hijo. Retoma imágenes agustinianas para explicar la divinidad del Espíritu Santo: «Dios en cuanto existe en el propio ser natural, Dios en cuanto existe en su entendimiento, Dios en cuanto existe en su amor son una sola cosa, aunque cada uno de los tres sea una realidad subsistente» (Contra Gentiles IV 26). Tal amor existe «hipostatizado», es decir, como persona subsistente.

El catarismo se difundió durante los siglos XI a XIV. Las creencias cátaras era una mezcla de dualismo oriental y de gnosticismo. Entre los cátaros había dos grupos: los «Perfectos» y los «Creyentes». Se entraba en la categoría de los Perfectos mediante un rito de bautismo espiritual llamado «consolamentum». Este se efectuaba mediante la imposición de manos después de un año de prueba. Se pensaba que este rito libraba al Creyente del dominio de Satanás, lo purificaba de todos sus pecados y le impartía el Espíritu Santo. En la doctrina cátara la salvación no dependía del sacrificio redentor de Jesucristo, sino del consolamentum o bautismo en Espíritu Santo, para los que habían sido purificados así, la muerte significaba emanciparse de la materia. El Espíritu Santo en el catarismo era pues un don o poder.

Reforma y Contrarreforma

Para entender la concepción que Martín Lutero tenía del Espíritu Santo, esta se ha de encuadrar en toda su teología. La Escritura se explica por sí misma haciendo reconocer a Cristo como Salvador: El principio de discernimiento de un texto inspirado es que hable de Jesucristo. Ahora bien, este reconocimiento se hace posible por la acción del Espíritu Santo en el alma del creyente.

Juan Calvino sostiene una tesis similar aunque matizada: es el testimonio interior del Espíritu Santo lo que permite distinguir la palabra verdaderamente divina (es decir, inspirada) y lo que no lo es. Así, por ejemplo, se afirma en la Institución de 1541:

“Hemos de tomar la autoridad de la Escritura como más alta que todas las razones o indicios o conjeturas humanas. Esto significa que la fundamos sobre el testimonio interior del Espíritu Santo […] Por tanto, iluminador por su poder, no a partir de nuestro juicio ni al de los demás, consideramos que la Escritura viene de Dios” (Opera Calvini en Corpus Reformatorum III pág. 368).

La teología de la reforma protestante encaminó una renovada atención al tema de las fuentes de la revelación. Así, en primer lugar, los teólogos católicos se dedicaron a subrayar la insuficiencia de las Escrituras sin la guía de una interpretación adecuada. Por ello y al contrario de los reformadores que proponían que esta interpretación era obra del Espíritu Santo, los teólogos católicos subrayaban que la Escritura debía leerse en la Iglesia pues en ella habita el Espíritu Santo. De este modo, el Espíritu Santo quedaba como garante de la enseñanza del magisterio y de sus decisiones, y, por supuesto, de la interpretación de la Biblia.

El Espíritu Santo en la teología de Miguel Servet

Artículo principal: Miguel Servet
Ejemplar de la Restitución del Cristianismo de Miguel Servet.

Miguel Servet (1511-1553) se entregó a la tarea de restaurar lo que entendía como verdadero Cristianismo, no tergiversado por las especulaciones filosóficas, particularmente las relativas a la Trinidad. Por ello se dedicó a estudiar el texto bíblico y rechazó toda doctrina que estuviera en conflicto con las Escrituras. En su libro más importante, Restitución del Cristianismo, describe el Espíritu Santo como esencia de Dios en cuanto que se comunica al mundo, así como un modo sustancial divino, que en sí mismo es pura deidad y plenitud de Dios en Cristo. Sin embargo, no [es] una tercera entidad metafísica.75 Así pues, en la teología servetiana, el Espíritu Santo es el modo divino en el que Dios interviene en el mundo y particularmente en el ser humano (según su famosa descripción de la circulación menor, el Espíritu penetra en el cuerpo por la respiración y, a través de su entrada en el flujo sanguíneo por los pulmones, vivifica el cuerpo y regenera el alma), pero no es una entidad específica ni una de las Personas componentes de una trinidad divina.

El Espíritu Santo en las creencias de los Hermanos Moravos del Pequeño Partido

Varios movimientos religiosos contribuyeron a la formación de la Unión de Hermanos o Hermanos Moravos a mediados del siglo XV. Uno de ellos fue el de los Valdenses, que se remontaba del siglo XII. Otro grupo influyente fue el movimiento derivado de los husitas, seguidores de Juan Hus. Los Hermanos Moravos también tuvieron influencias de grupos quiliastas así como de escrituarios. Petr Chelcický, fue un escrituario y reformador checo que estaba familiarizado con enseñanzas valdenses y husitas. Rechazó a los husitas por el sesgo violento que había tomado el movimiento y se apartó de los valdenses por las concesiones que habían hecho en sus doctrinas. En 1440, Chelcický plasmó sus enseñanzas en el libro titulado Las redes de la fe. Las enseñanzas de este escrituario tuvieron una gran influencia en Gregorio de Praga, hasta el punto de que abandonó el movimiento husita. En 1458, Gregorio persuadió a pequeños grupos para que lo siguieran , se establecieron en la ciudad de Kunvald donde fundaron una comunidad religiosa. Entre 1464 y 1467,aquel incipiente grupo celebró varios sínodos y se aceptaron diversas resoluciones que definían su nuevo grupo. Todas fueron meticulosamente registradas en un conjunto de libros, conocidos como Acta Unitatis Fratrum. Se escindieron en dos grupos: 'uno mayoritario' y 'un pequeño partido'. Esto ocurrió en 1494, en una zona de la actual República Checa. El grupo mayoritario era de tipo prerreformista-ortodoxo. El pequeño partido, en cambio, era prerreformista-heterodoxo. Este grupo predicaba que debían mantenerse firmes en su postura contraria a la política y al mundo, apegándose firmemente a las Escrituras. Los miembros del pequeño partido dentro de sus creencias tenían el concepto del Espíritu Santo, en el sentido de: Dedo de Dios y dádiva de Dios, un consuelo, o el poder de Dios, que el Padre da a los creyentes sobre la base de los méritos de Cristo. Se registran sus creencias en su obra cumbre Acta Unitatis Fratrum (Actas de la Unión de Hermanos).

Teologías contemporáneas no ortodoxas

  • La relación de los cristianos Testigos de Jehová con el Espíritu Santo puede verse en el siguiente

Artículo principal: Espíritu santo según los Testigos de Jehová

  • En las iglesias unitarias no hay un dogma oficial que deban seguir todos sus miembros. Para aquellos que se identifican como parte del cristianismo, el Espíritu Santo no es una persona divina sino la potencia y presencia de Dios en cada persona y en el mundo.76 Aquellos unitarios que no se identifican como cristianos suelen interpretar el Espíritu Santo como una simple metáfora del amor y la aceptación mutua en las relaciones humanas.77
  • Los mormones (denominación oficial: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) creen que el Espíritu Santo tiene como misión testificar, en primera instancia, del Padre y del Hijo;78 revelar, guiar y enseñar,79 así como reconfortar y santificar las almas.80 Sin embargo, aunque dicen que está en pleno acuerdo con el Padre y el Hijo, en realidad es un ser diferente, y a diferencia de éstos, carece de cuerpo, dado que es solo espíritu.81 82

El Espíritu Santo en la iconografía

Retablo mayor de la Cartuja de Miraflores (Burgos). En el medallón central, Dios Padre y el Espíritu Santo (ambos con forma humana) sostienen los extremos del travesaño de la cruz.

Las principales imágenes del Espíritu Santo se desarrollaron al intentar representar la Santísima Trinidad o los episodios del Bautismo de Jesús, de la Anunciación o Pentecostés.

Desde el siglo X era costumbre representar la Trinidad con tres formas humanas masculinas. Esta imagen logró mantenerse –en medio de disputas e interpretaciones de todo tipo– hasta el siglo XVI. Puede verse, por ejemplo, en el retablo mayor de la Cartuja de Miraflores de Burgos, tallado por Gil de Siloé a finales del siglo XV, o en la pintura de la Coronación de la Virgen de Hans Holbein el Viejo. Sin embargo, el Papa Benedicto XIV prohibió toda representación en forma humana del Espíritu Santo en el año 1745.

Desde entonces, se ha preferido usar el símbolo de la paloma que es mencionada con motivo del Bautismo de Jesús (cf. Jn 1:32) y que ya se venía usando abundantemente en el arte: por ejemplo, Piero della Francesca en su Bautismo (1440-45). La paloma aparece también en representaciones de la Santísima Trinidad (Rafael Sanzio en Perugia (1504), en representaciones de episodios del Nuevo Testamento (los Desposorios de la Virgen y san José y, especialmente, en la Anunciación a María) y en escenas de la vida o leyenda de ciertos santos (la Coronación de la Virgen, Gregorio Magno escribe inspirado por la paloma o san Remo recibe de ella el crisma para bautizar a Clovis).

La forma de lenguas de fuego mencionada en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 2:3) se usa sólo en representaciones de lo acontecido en Pentecostés. Aun así, las más antiguas pinturas de Pentecostés solían poner una paloma (véase por ejemplo el Evangeliario Siríaco del monje Rabula de Florencia).

Notas

  1. En este artículo se usa la frase "realidad espiritual" para evitar términos, como naturaleza, entidad, fuerza o ser, que implicarían favorecer una u otra de las diversas interpretaciones al uso sobre el Espíritu Santo.
  2. El triteísmo es un politeísmo de exactamente tres dioses. Es un término teológico que utilizan los Padres de la iglesia. ¿Por qué nos llamáis «triteístas»?...¿No sois vosotros «diteístas»?. Gregorio de Nacianzo: op. cit. pp. 237.
  3. Sal 50:13
  4. Rm 1:4
  5. Gn 1:2, Rm 8:14,1Jn 4:2
  6. a b Ef 4:30
  7. Jn 15,26
  8. Sal 50:12
  9. Sal 50:14
  10. Rm 8:9,1Pe 1:11
  11. Rm 8:15
  12. 1Co 2:16
  13. Sb 1:7
  14. a b 2Co 3:17
  15. Lc 11:20
  16. Jn 14:16
  17. Ver Frutos del Espíritu
  18. Ga 5:22-23
  19. 1Co 12:4
  20. Cita literal: En las lenguas semitas, «ruaj» se refiere originalmente a una serie de experiencias con el aire y el espacio aéreo... En la bíblia, se relaciona el concepto con Dios y esto le da un sentido original: es el «aliento» de Yahvé. Rodriguez Carmona op. cit. pp. 347.
  21. A grandes rasgos porque el modalismo es una interpretación «aérea».
  22. Catecismo de la Iglesia Católica, 1832
  23. Summa Theologiae I-II q70 a3.
  24. a b Reina Valera (1995). «Traducción del Génesis al castellano. Nota b del versículo 1:2».
  25. «Biblia de Jerusalén, libro del Génesis» (1976).
  26. La infancia de Jesús es tratada en dos de los cuatro evangelios canónicos y algunos apócrifos. Marcos y Juan no se ocupan de esta etapa.
  27. Lossky, Vladimir. op. cit. pp. 110
  28. Lossky, Vladimir: op. cit. pp. 165
  29. Le sirve de guía en este paso «la nube», palabra que significa para nuestros antepasados «gracia del Espíritu Santo». Gregorio de Nisa: op. cit. pp. 241 También en Mateo Seco: op. cit. pp. 152
  30. Mateo Seco: op. cit. pp. 18 nota 4
  31. 2Co 13:14
  32. Gal 5:22-23
  33. Ef 1:13
  34. Fil 3:3
  35. Fil 1:19
  36. Fil 2:1
  37. 1Ti 3:16;1Ti 4:1
  38. 2Ti 1:7;2Ti 1:14}
  39. Tit 3:5-6
  40. Col 1:8
  41. 1Pe 3:18
  42. 2Pe 1:20-21
  43. 1Jn 1:3; 2Jn 1:9
  44. 1Jn 4:13
  45. 1Jn 5:6-8
  46. Jud 1:20
  47. Basilio de Cesarea: op. cit. pp. 24
  48. La traducción literal con la terminología técnica propia de la filosofía tomista sonaría así: «En Dios no es una cosa su esencia o quididad que su ser» (In Deo non est aliud essentia vel quidditas quam suum esse) (Summa contra Gentes 1, 22).
  49. RUBENSTEIN, Richard E. (1999). When Jesus Became God. : Harcourt. ISBN 0-15-100368-8.
  50. Término que en la teología describe lo relacionado con la particular acción y misión de cada persona
  51. Véase, por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia Unitaria de Hungría, sección V.
  52. «Proficientes» o «aprovechados» es el segundo de los grados místicos de perfección.
  53. Traducción facilitada por RoyFocker a partir del original griego.
  54. La trinitología es la rama de la teología cristiana que trata sobre la trinidad.
  55. «Los Apóstoles nos predicaron el Evangelio de parte del Señor Jesucristo; Jesucristo fue enviado de Dios. En resumen, Cristo de parte de Dios, y los Apóstoles de parte de Cristo» (1 Cle XLII:1-2)
  56. «Por lo demás, el Dios que todo lo ve, el Dueño de los espíritus y Señor de toda carne, el que escogió al Señor Jesucristo y a nosotros por Él para pueblo peculiar suyo,conceda a toda alma que invoca su magnífico y santo nombre, fe, amor, paz, paciencia, longanimidad»(1 Cle LXIV:1)
  57. «¿Acaso no tenemos un único Dios, un único Cristo, un único Espíritu de Gracia que ha sido derramado sobre nosotros...?» (1 Cle XLVI.6)
  58. «...Porque vive Dios y vive el Señor Jesucristo y el Espíritu Santo...» (1 Cle LVIII.2)
  59. «Glorifico a Jesucristo, Dios,...»(Esm.I.1)
  60. «...en la voluntad del Padre y de Jesucristo, nuestro Dios». (Eph.Intro.)
  61. «...para que todo lo que hagáis sea próspero en la carne y en el espíritu, en la fe y en el amor, en el Hijo, en el Padre y en el Espíritu, en el principio y en el fin...» «Someteos al obispo... como Jesucristo al Padre, según la carne, y los Apóstoles a Cristo, al Padre y al Espíritu...» (Mag.XIII.1-2) Ayán: op. cit. pp. 254
  62. «...como piedras que sois del templo del Padre, elevadas a lo alto por la máquina de Jesucristo y ayudados por el Espíritu Santo, que es la cuerda» (Eph.IX.1) Ayán op. cit. pp. 240
  63. «Uno solo es el Dios del Universo,el Padre de Cristo,de quien todo procede;uno nuestro Señor Jesucristo,el Unigénito hijo de Dios,Señor de Todas las cosas,por el cual todo ha sido hecho» Ruiz Bueno op. cit.
  64. «El Espíritu Santo no habla sus propias cosas, sino las de Cristo, [...] tal como el Señor también nos anunció las cosas que recibió del Padre. Pues, dice Él [el Hijo] 'la palabra que ustedes oyen no es Mía, sino del Padre, quien me envió» The Ante-Nicene Fathers, tomo I.
  65. «El Espíritu me lo anunció diciendo...» (Phil. VII.1-2) AYAN op. cit. pp 272
  66. Papías en el Quasten ; Los fragmentos de Papías
  67. Ayán op. cit. pp. 379
  68. «¿Quién pues, no se sorprenderá de oír llamar ateos a quienes admiten a un Dios Padre, y a un Dios Hijo y un Espíritu Santo, que muestran su potencia en la unidad y su distinción en el orden?» Quasten, Patrología I, pp. 230
  69. Quasten: op. cit. pp. 236. Teófilo en el Quasten
  70. El Concilio de Nicea no consiguió resolver la cuestión arriana que se complicó con la formación de partidos en oriente y occidente. Uno de esos partidos fueron los homousianos.
  71. Basilio de Cesarea op. cit. pp. 111.
  72. «...pero si allí el Espíritu está unido al Padre y al Hijo que nadie sea tan desvergonzado que diga otra cosa y que tampoco nos acusen de ese modo si seguimos lo que está escrito» (Basilio de Cesarea: op. cit. pp. 145)
  73. Mateo Seco: op. cit. pp 169-197
  74. Illanes-Saranyana: op. cit. pp. 19-20
  75. Todas las citas extraídas de la edición de Restitución del Cristianismo traducida y anotada por Ángel Alcalá y Luis Betés, Fundación Universitaria Española, Madrid, 1980, pp. 323-357.
  76. Unitarian Believes
  77. «cliftonunitarian.com».
  78. Véase Éter 12:41
  79. Véase Juan 14:26, 16:13; Moroni 10:5
  80. Véase 3 Nefi 27:20
  81. Véase Doctrina y Convenios 130:22
  82. Religion Facts - Mormon beliefs on the Holy Spirit

Bibliografía

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Véase también

Enlaces externos


Video Espíritu Santo de Dios.



Meditación

Santísima TrinidadEl Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, es Dios. Verdadero Dios como lo son el Padre y el Hijo. Es el Amor del Padre y el Hijo.

Cristo prometió que este Espíritu de Verdad iba a venir y moraría dentro de nosotros. "Yo rogaré al Padre y les dará otro Intercesor que permanecerá siempre con ustedes. Este es el Espíritu de Verdad que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes saben que él permanece con ustedes, y estará en ustedes" (Jn 14, 16-17)
El Espíritu Santo vino el día de Pentecostés y nunca se ausentará. Cincuenta días después de la Pascua, el Domingo de Pentecostés, los Apóstoles fueron transformados de hombres débiles y tímidos en valientes proclamadores de la fe; los necesitaba Cristo para difundir su Evangelio por el mundo.

El Espíritu Santo está presente de modo especial en la Iglesia, comunidad de quienes creen en Cristo como el Señor. Ayuda a su iglesia a que continúe la obra de Cristo en el mundo. Su presencia da gracia a los fieles para unirse más a Dios y entre sí en amor sincero, cumpliendo sus deberes con Dios y los demás. La gracia y vida divina que prodiga hacen a la Iglesia ser mucho más grata a Dios; la hace crecer con el poder del Evangelio; la renueva con sus dones y la lleva a unión perfecta con Jesús.

El Espíritu Santo guía al Papa, a los obispos y a los presbíteros de la Iglesia en su tarea de enseñar la doctrina cristiana, dirigir almas y dar al pueblo la gracia de Dios por medio de los Sacramentos. Orienta toda la obra de Cristo en la Iglesia: solicitud por los enfermos, enseñar a los niños, preparación de la juventud, consolar a los afligidos, socorrer a los necesitados.

Es nuestro deber honrar al Espíritu Santo amándole por ser nuestro Dios y dejarnos dócilmente guiar por Él en nuestras vidas. San Pablo nos lo recuerda diciendo: "¿No saben ustedes que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?"(1 Cor 3, 16).

Conscientes de que el Espíritu Santo esta siempre con nosotros, mientras vivamos en estado de gracia santificante, debemos pedirle con frecuencia la luz y fortaleza necesarias para llevar una vida santa y salvar nuestra alma.


La Palabra de Dios

"En verdad te digo: El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu (Jn 3, 5-6)Pentecostés.

"Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Jn 14, 25-26).

" Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa donde se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se postraron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse (Hech 2, 1-4).

" A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común. Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro fe, en el mismo Espíritu; a otros carismas de curaciones, en el unico Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía, a otro, discernimiento de espíritus; a otro diversidad de lenguas; a otro don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad" (1Cor 12, 7-11).


ORACIONES

Pentecostés Oración propia de la Novena

Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, Espíritu de Verdad, amor y santidad, que procedes del Padre y del Hijo y en todo son iguales, te adoro y te amo con todo mi corazón.

Espíritu Santo muy querido, confiando en el hondo y personal amor que me tienes, hago esta novena para pedirte, si así es tu voluntad, me concedas esta gracia en particular (Mencione el favor que desea).

Enséñame, Espíritu Divino, a conocer y buscar mi último fin; dame Santo temor de Dios, verdadera contrición y paciencia. No me dejes caer en pecado. Aumenta mi fe, esperanza y caridad y has florecer en mi alma las virtudes propias de mi estado de vida.
Hazme fiel discípulo de Jesús y obediente hijo de la Iglesia.

Dame gracia eficaz con que pueda cumplir los Mandamientos y recibir dignamente los Sacramentos. Dame las cuatro virtudes cardinales, tus siete dones y los doce frutos. Llévame a perfección en el estado de vida al cual me has llamado y después de una muerte dichosa concédeme la vida eterna. Te lo pido por Cristo nuestro Señor.

Amén.


Consagración

Santísima TrinidadEspíritu Santo, divino Espíritu de luz y amor, te consagro mi entendimiento, mi corazón, mi voluntad y todo mi ser, en el tiempo y en la eternidad.

Que mi entendimiento este siempre sumiso a tus divinas inspiraciones y enseñanzas de la doctrina de la Iglesia católica que tu guías infaliblemente.

Que mi corazón se inflame siempre en amor de Dios y del prójimo.

Que mi voluntad este siempre conforme a tu divina voluntad.

Que toda mi vida sea fiel imitación de la vida y virtudes de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A El, contigo y el Padre sea dado todo honor y gloria por siempre.

Dios Espíritu Santo, infinito amor del Padre y del Hijo, por las manos purísimas de María, tu esposa inmaculada, me pongo hoy y todos los días de mi vida sobre tu altar escogido, el Sagrado Corazón de Jesús, como un sacrificio en tu honor, fuego consumidor, con firme resolución ahora más que nunca de oír tu voz y cumplir en todas las cosas tu santísima y adorable voluntad.


Por los Siete Dones del Espíritu Santo

Santísima TrinidadBendito Espíritu de Sabiduría, ayúdame a buscar a Dios. Que sea el centro de mi vida, orientada hacia Él para que reine en mi alma el amor y armonía.

Bendito Espíritu de Entendimiento, ilumina mi mente, para que yo conozca y ame las verdades de fe y las haga verdadera vida de mi vida.

Bendito Espíritu de Consejo, ilumíname y guíame en todos mis caminos, para que yo pueda siempre conocer y hacer tu santa voluntad. Hazme prudente y audaz.

Bendito Espíritu de Fortaleza, vigoriza mi alma en tiempo de prueba y adversidad. Dame lealtad y confianza.

Bendito Espíritu de Ciencia, ayúdame a distinguir entre el bien y el mal. Enséñame a proceder con rectitud en la presencia de Dios. Dame clara visión y decisión firme.

Bendito Espíritu de Piedad, toma posesión de mi corazón; inclinalo a creer con sinceridad en Ti, a amarte santamente, Dios mio, para que con toda mi alma pueda yo buscarte a ti, que eres mi Padre, el mejor y más verdadero gozo.

Bendito Espíritu de Santo Temor, penetra lo mas intimo de mi corazón para que yo pueda siempre recordar tu presencia. Hazme huir del pecado y concédeme profundo respeto para con Dios y ante los demás, creados a imagen de Dios.

Oración.

Te pedimos, Dios todopoderoso, nos concedas agradar al Espíritu Santo con nuestras oraciones de tal modo que podamos con su gracia vernos libres de tentaciones y merezcamos obtener el perdón de los pecados. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen

Ven, Espíritu Santo
Oh, Espíritu Santo, ven,
Danos el ansiado bien
De Tu lumbre celestial;
Padre del pobre clemente,
De eternos dones la fuente,
Luz para todo mortal.

Supremo consolador,
Huésped del alma, dulzor,
Refrigerio en los rigores,
Dulce tregua en la fatiga,
Templanza que ardor mitiga,
Consuelo en nuestros dolores.

Luz sacrosanta del mundo,
Abraza lo mas profundo
Del corazón de tus fieles;
Sin tu bella claridad,
Sólo existiría maldad,
Y serían los hombres crueles.

Limpia toda sordidez,
Fructifica la aridez,
Sana lo que se halla herido,
Doblega la vanidad,
Enardece la frialdad,
Torna recto lo torcido.

Bríndales la concesión
De tu septiforme don
A la grey que en Ti confía,
Úngelos con la virtud,
Dales éxito y salud,
Y perdurable alegría.

Amén. ¡Aleluya!

V. Envía tu Espíritu Santo creador.
R. Y renovarás la faz de la tierra.

Oremos.

¡Oh Dios! Tu has instruido los corazones de tus fieles enviándoles la luz de tu Espíritu Santo. Concédenos, por el mismo Espíritu, valorar rectamente las cosas y disfrutar siempre de su ayuda. Por Cristo Nuestro Señor. R. Amen.


Oración corta al Espíritu Santo

Sopla sobre mí, Espíritu Santo,
para que todos mis pensamientos sean santos.

Actúa en mi, Espíritu Santo,
para que también mi trabajo sea santo.

Induce mi corazón, Espíritu Santo,
para que ame solamente a aquello que es santo.

Fortaléceme, Espíritu Santo,
para defender todo lo que es santo.

Guárdame, Espíritu Santo,
para que yo siempre sea santo.


Página El EspÍritu Santo es el Gran Desconocido POR LAS ALMAS





"Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso,
que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos;
quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu les concedía expresarse."
(Hch 2, 1-4)




Diferentes Escritos



EL ESPÍRITU SANTO


La devoción al Espíritu Santo es de las más excelsas y preciosas entre todas las que puede practicar el cristiano. Él es Dios, es el Santificador. Él ha de alumbrarnos, vivificarnos, guiarnos, fortalecernos, abrasarnos con el fuego del amor divino. Él nos hace santos apóstoles.

Consagración al Espíritu Santo

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza, y todo el amor de mi Corazón.

Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús.

Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén.

ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA PARA PEDIR ALGUNA GRACIA AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh María, Hija humildísima del Padre, Madre Purísima del Hijo, Esposa amadísima del Espíritu Santo! Yo te amo y te ofrezco todo mi ser para que lo bendigas. Madre admirable, Consuelo del que llora, Abogada dulcísima de los pecadores, ten piedad de todos aquellos a quienes amo; y por tu Inmaculado Corazón, Sagrario de la Santísima Trinidad, Asiento de tu poder, Trono de Sabiduría y Piélago de bondad, alcánzanos que el Espíritu Santo forme en nuestro corazón un nido en que repose para siempre,

Alcánzame lo que con todo el fervor de mi alma te pido, por los merecimientos de Jesús y los tuyos, si es para gloria de la Trinidad Santísima y bien de mi alma, ¡Virgen Santa, Esposa del Espiritu Santo, acuérdate de que eres mi Madre! Amén.

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortificame, consuélame, dime qué debo hacer, ordéname.

Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas que me suceda. Hazme solamente conocer y cumplir tu voluntad.

SIETE VENTAJAS PRECIOSAS PARA EL QUE PROPAGA LA DEVOCIÓN AL ESPÍRITU SANTO

1ª Se crea un lazo de amor entre nuestra alma y la Tercera Persona de la Santísima Trinidad
2ª Un aumento notable de todas nuestras devociones, especialmente a la Sagrada Eucaristía, al Corazón de Jesús y a la Santísima Virgen.
3ª Una seguridad de recibir en el alma más inspiraciones del Espíritu Santo y la fuerza para ponerlas en práctica.
4ª Procurar de una manera excelente la gloria de Dios, trabajando cada día en hacer conocer y amar al Santificador de las almas.
5ª Trabajar muy especialmente por el advenimiento del reinado de Dios en el mundo, por la acción del Espíritu vivificante.
6ª Ser verdadera y prácticamente apóstol del Espíritu Santo
7ª Atraer sobre el alma auxilios espirituales del Espíritu Santo, más íntima unión con Dios por medio del Santificador, mayor progreso en la oración mental, más consuelo y hasta alegría en la hora de la muerte, después de tan sublime apostolado.

El invocar a menudo al Espíritu Santo es prenda segura de acierto en las situaciones variadas de nuestra vida.

CONSAGRACIÓN DE LA "OBRA DEL ESPÍRITU SANTO"

¡Oh Amor, centro y vida de la Trinidad Espíritu Santo!, ven a mí con tus dones y con tu Amor;me consagro totalmente a Ti para que obres en mí tu "Misterio de AMOR", el que empezaste a realizar el día de mi bautismo y que ahora quiero renovar en cada instante de mi vida.

Que tu gracia acompañe siempre todas mis acciones y las transforme en ofrenda permanente para gloria del Padre y bien de todos los hombres mis hermanos. Amen.

Reflexión: Creo en el Espíritu Santo

Creo en la tercera Persona de la Santísima Trinidad. El Espíritu Santo ha sido llamado por algunos autores "el gran desconocido". Porque, realmente, sabemos que es la tercera persona de la Santísima Trinidad, pero apenas sí lo tratamos.

Es preciso que nosotros, como cristianos, intentemos penetrar en el Misterio de Dios y sepamos agradecerle su ayuda amorosa y constante, debemos atenderlo en el fondo de nuestro corazón, y saber responderle con nuestro amor y nuestras obras a todas las inspiraciones y mociones que de él recibimos.

Hay una tradición en la antigüedad en la que se llama al Espíritu Santo "el Confortador". Y, realmente, en la práctica, ese nombre y otros muchos pueden aplicarse al Espíritu Santo.

Porque él nos conforta y nos consuela, nos da fortaleza para resistir la tentación. Nos ayuda y nos guía en el camino hacia Dios.

También la palabra Paráclito se refiere al Abogado, el que nos defiende ante los tribunales. Es quien puede rogar e interceder por nosotros. Quien nos defiende en la lucha contra el enemigo; quien nos inspira y nos enseña en el camino de la vida interior.

Pero realmente la palabra Paráclito significa "el amigo en la necesidad". Ya en los escritos de San Pablo vemos que no se limitaba a pensar que el Espíritu Santo ayudaría a defenderse ante los tribunales, sino que precisa: "El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables " (Rom 8, 26).

Es algo maravilloso ser conscientes de esto: el Espíritu ayuda a nuestra debilidad Si ayuda, ¿por qué no nos confiamos a él? Si ayuda, ¿por qué no le pedimos? Si ayuda, ¿por qué no descansamos en él, en vez de querer sacar fuerzas de nuestros medios humanos?

Los medios humanos no son despreciables, sino imprescindibles para todo. Pero tienen una medida, un peso, un contenido.

No podemos creernos superpotentes; no podemos creer que somos capaces de resolver y entender todo, lo divino y lo humano. No podemos pensar que la oración, el trato con Dios se realiza sólo a base de esfuerzo personal: es preciso ponerlo, ¡claro que sí!, pero conscientes de que, sin la ayuda del Espíritu Santo, nada podemos.

Y, si lo invocamos, si creemos en él y en su ayuda, tenemos que pensar en el Espíritu Santo que reza "en nosotros".

Es tan grande el misterio, que quizás nosotros sólo lo recordamos como algo extraordinario: las lenguas de fuego en el Cenáculo; los Apóstoles, entendiéndose en diversas lenguas; la frase evangélica en que se dice que no se preparen para defenderse, que ya el Espíritu pondrá palabras en sus labios...

Todo esto fue así, y es real. Pero también es real que ahora tenemos la atención directa del Espíritu Santo.

Cuando nos confirmamos nosotros, o cuando asistimos a la ceremonia de una confirmación, el Don que allí recibe quien se confirma es el mismo que recibieron los apóstoles en el cenáculo, en Pentecostés. Aunque no se vea ni se note nada, ¡es, existe, vive! Y nosotros hemos de recibirlo creyendo, valorando lo que es tener al Espíritu Santo a nuestro lado.

Somos templos del Espíritu Santo, se nos dice al parecer, no nos enteramos. Y de esto debe deducirse nuestra dignidad de hijos de Dios, el respeto a nuestro cuerpo y al cuerpo de los demás, el valor inmenso de saber que no estamos solos.

Al Espíritu Santo debemos invocarlo, rezarle, creer en él de una forma real y auténtica. No quiere decir esto que nos olvidemos de lo que tenemos que hacer como personas y seres racionales.

Rezar es lo primero. Esperarlo todo de él, también. Estar seguros, por fe, de su ayuda, también. Y luego.... no tirarnos por un precipicio, fiados del Espíritu Santo, ni acometer una empresa para la que no estamos humanamente preparados; ni "tentar a Dios " o pecar de soberbia, esperando y exigiendo milagros.

Los milagros se dan, hoy como ayer. El Espíritu Santo actúa hoy, como ayer, aunque no oigamos "el viento impetuoso" ni veamos "lenguas de fuego".

Pero nuestra fe, firme y segura, debe ir creciendo a base de pedirla, porque es un Don de Dios; y a base de acogerla y desarrollarla, con amor

Reflexión de Ángeles Linares

Los 7 dones del Espíritu Santo son:

Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios

ORACIÓN PARA PEDIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO

¡Oh Espíritu Santo!, humildemente te suplico que enriquezcas mi alma con la abundacia de tus dones.

Haz que yo sepa, con el Don de la Sabiduría, apreciar en tal grado las cosas divinas, que con gozo y facilidad sepa frecuentemente prescindir de las terrenas.

Que acierte con el Don de Entendimiento, a ver con fe viva la trascendencia y belleza de la verdad cristiana.

Que, con el Don de Consejo, ponga los medios más conducentes para santificarme, perseverar y salvarme.

Que el Don de Fortaleza me haga vencer todos los obstáculos en la confesión de la fe y en el camino de salvación.

Que sepa con el Don de Ciencia, discernir claramente entre el bien y el mal, entre lo falso y lo verdadero, descubriendo los engaños del demonio, del mundo y del pecado.

Que, con el Don de Piedad, os ame como a Padre, os sirva con fervorosa devoción y sea misericordioso con el prójimo.

Finalmente, que con el Don de Temor de Dios, tenga el mayor respeto y veneración a los mandamientos divinos, cuidando con creciente delicadez de no quebrantarlos lo más mínimo.

Llenadme sobre todo, de vuestro santo amor. Que ese amor sea el móvil de toda mi vida espiritual. Que lleno de unción, sepa enseñar y hacer entender, al menos con mi ejemplo, la sublimidad de vuestra doctrina, la bondad de vuestros preceptos, la dulzura de vuestra caridad. Amén.

LOS DOCE FRUTOS DEL ESPÍRITU SANTO

caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benigdidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad.

NOVENA AL ESPÍRITU SANTO

Instrucciones:

1.- Cada día se reza el acto de consagración al Espíritu Santo que se indica a continuación:

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza, y todo el amor de mi Corazón.

Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.

¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús.

Gloria al Padre Creador. Gloria al Hijo Redentor. Gloria al Espíritu Santo Santificador. Amén.

2.- Después, cada día se reza la Oración por los 7 dones del Espíritu Santo

Oh, Señor Jesucristo, que antes de ascender al cielo prometiste enviar al Espíritu Santo para completar tu obra en las almas de tus Apóstoles y discípulos, dígnate concederme el mismo Espíritu Santo para que Él perfeccione en mi alma la obra de tu gracia y de tu amor. Concédeme el Espíritu de Sabiduría para que pueda despreciar las cosas perecederas de este mundo y aspirar sólo a las cosas que son eternas, el Espíritu de Entendimiento para iluminar mi mente con la luz de tu divina verdad, el Espíritu de Consejo para que pueda siempre elegir el camino más seguro para agradar a Dios y ganar el Cielo, el Espíritu de Fortaleza para que pueda llevar mi cruz contigo y sobrellevar con coraje todos los obstáculos que se opongan a mi salvación, el Espíritu de Conocimiento para que pueda conocer a Dios y conocerme a mí mismo y crecer en la perfección de la ciencia de los santos, el Espíritu de Piedad para que pueda encontrar el servicio a Dios dulce y amable, y el Espíritu de Temor de Dios para que pueda ser lleno de reverencia amorosa hacia Dios y que tema en cualquier modo disgustarlo. Márcame, amado Señor, con la señal de tus verdaderos discípulos y anímame en todas las cosas con tu Espíritu. Amén.

PRIMER DÍA

¡Espíritu Santo! ¡Señor de Luz! ¡Danos, desde tu clara altura celestial, tu puro radiante esplendor!


El Espíritu Santo
Sólo una cosa es importante: la salvación eterna. Por lo tanto, sólo una cosa hay que temer: el pecado. El pecado es el resultado de la ignorancia, debilidad e indiferencia. El Espíritu Santo es el Espíritu de Luz, de Fuerza y de Amor. Con sus siete dones ilumina la mente, fortalece la voluntad, e inflama el corazón con el amor de Dios. Para asegurarnos la salvación debemos invocar al Divino Espíritu diariamente, porque “el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros” (Rom 8,26).



Oración

Omnipotente y eterno Dios, que has condescendido para regenerarnos con el agua y el Espíritu Santo, y nos has dado el perdón de todos los pecados, permite enviar del cielo sobre nosotros los siete dones de tu Espíritu, el Espíritu de Sabiduría y de Entendimiento, el Espíritu de Consejo y de Fortaleza, el Espíritu de Conocimiento y de Piedad, y llénanos con el Espíritu del Santo Temor. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



SEGUNDO DÍA

¡Ven, Padre de los pobres. Ven, tesoros que sostienes. Ven, Luz de todo lo que vive!



El don del Temor

El don del Santo Temor de Dios nos llena con un soberano respeto por Dios, y nos hace que a nada temamos más que a ofenderlo por el pecado. Es un temor que se eleva, no desde el pensamiento del infierno, sino del sentimiento de reverencia y filial sumisión a nuestro Padre Celestial. Es el temor principio de sabiduría, que nos aparta de los placeres mundanos que podrían de algún modo separarnos de Dios. “Los que temen al Señor tienen corazón dispuesto, y en su presencia se humillan” (Ecl 2,17).



Oración

¡Ven, Oh bendito Espíritu de Santo Temor, penetra en lo más íntimo de mi corazón, que te tenga, mi Señor y Dios, ante mi rostro para siempre, ayúdame a huir de todas las cosas que te puedan ofender y hazme merecedor ante los ojos puros de tu Divina Majestad en el Cielo, donde Tú vives y reinas en unidad de la siempre Bendita Trinidad, Dios en el mundo que no tiene fin. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



TERCER DÍA

Tú, de todos los consoladores el mejor, visitando el corazón turbado, da la gracia de la placentera paz.



El don de Piedad

El don de Piedad suscita en nuestros corazones una filial afección por Dios como nuestro amorosísimo Padre. Nos inspira, por amor a Él, a amar y respetar a las personas y cosas a Él consagradas, así como aquellos que están envestidos con su autoridad, su Santísima Madre y los Santos, la Iglesia y su cabeza visible, nuestros padres y superiores, nuestro país y sus gobernantes. Quien está lleno del don de Piedad no encuentra la práctica de la religión como deber pesado sino como deleitante servicio. Donde hay amor no hay trabajo.



Oración

Ven, Oh Bendito Espíritu de Piedad, toma posesión de mi corazón. Enciende dentro mío tal amor por Dios que encuentre satisfacción sólo en su servicio, y por amor a Él me someta amorosamente a toda legítima autoridad. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



CUARTO DÍA

Tú, en la fatiga dulce alivio, refresco placentero en el calor, solaz en medio de la miseria.



El don de Fortaleza

Por el don de Fortaleza el alma se fortalece ante el miedo natural y soporta hasta el final el desempeño de una obligación. La fortaleza le imparte a la voluntad un impulso y energía que la mueve a llevar a cabo, sin dudarlo, las tareas más arduas, a enfrentar los peligros, a estar por encima del respeto humano, y a soportar sin quejarse el lento martirio de la tribulación aún de toda una vida. “El que persevere hasta el fin, ese se salvará”(Mt 24,13).



Oración

Ven, Oh Espíritu de Fortaleza, alza mi alma en tiempo de turbación y adversidad, sostiene mis esfuerzos de santidad, fortalece mi debilidad, dame valor contra todos los asaltos de mis enemigos, que nunca sea yo confundido y me separe de Ti, Oh mi Dios y mi máximo Bien. Amén

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



QUINTO DÍA

¡Luz inmortal! ¡Divina Luz! ¡Visita estos corazones tuyos y llena nuestro más íntimo ser!



El don del Conocimiento

El don del Conocimiento permite al alma darle a las cosas creadas su verdadero valor en su relación con Dios. El conocimiento desenmascara la simulación de las creaturas, revela su vacuidad y hace notar sus verdaderos propósitos como instrumentos al servicio de Dios. Nos muestra el cuidado amoroso de Dios aún en la adversidad, y nos lleva a glorificarlo en cada circunstancia de la vida. Guiados por su luz damos prioridad a las cosas que deben tenerla y apreciamos la amistad de Dios por encima de todo. “El conocimiento es fuente de vida para aquel que lo posee” (Prov 16,22).



Oración

Ven, Oh Bendito Espíritu de Conocimiento, y concédeme que pueda percibir la voluntad del Padre; muéstrame la nulidad de las cosas de la tierra, que tenga idea de su vanidad y las use sólo para tu gloria y mi propia salvación, siempre por encima de ellas mirándote a Ti y tus premios eternos. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



SEXTO DÍA

Si tu apartas tu gracia, nada puro permanecerá en el hombre, todo lo que es bueno se volverá enfermo.



El don del Entendimiento

El Entendimiento, como don del Santo Espíritu, nos ayuda a aferrar el significado de las verdades de nuestra santa religión. Por la fe las conocemos, pero por el entendimiento aprendemos a apreciarlas y a apetecerlas. Nos permite penetrar el profundo significado de las verdades reveladas y, a través de ellas, avivar la novedad de la vida. Nuestra fe deja de ser estéril e inactiva e inspira un modo de vida que da elocuente testimonio de la fe que hay en nosotros. Comenzamos a “caminar dignos de Dios en todas las cosas complaciendo y creciendo en el conocimiento de Dios”.



Oración

Ven, Oh Espíritu de Entendimiento, e ilumina nuestras mentes, que podamos conocer y creer en todos los misterios de la salvación, y que por fin podamos merecer ver la eterna luz en la Luz, y en la luz de la gloria tener una clara visión de Ti y del Padre y del Hijo. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



SÉPTIMO DÍA

Sana nuestras heridas, renueva nuestra fuerza. En nuestra aridez derrama tu rocío. Lava las manchas de la culpa.



El don de Consejo

El don de Consejo dota al alma de prudencia sobrenatural, permitiéndole juzgar con prontitud y correctamente qué debe hacer, especialmente en circunstancias difíciles. El Consejo aplica los principios dados por el Conocimiento y el Entendimiento a los innumerables casos concretos que confrontamos en el curso de nuestras diarias obligaciones en tanto padres, docentes, servidores públicos y ciudadanos cristianos. El Consejo es sentido común sobrenatural, un tesoro invalorable en el tema de la salvación. “Y por encima de todo esto, suplica al Altísimo para que enderece tu camino en la verdad” (Ecl 37,15).



Oración

Ven, Oh Espíritu de Consejo, ayúdame y guíame en todos mis caminos para que siempre haga tu Santa Voluntad. Inclina mi corazón a aquello que es bueno, apártame de todo lo que es malo y dirígeme por el sendero recto de tus Mandamientos a la meta de la vida eterna que yo anhelo. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



OCTAVO DÍA

Dobla la voluntad y el corazón obstinado, funde lo que está helado, calienta lo que está frío. Guía los pasos que se han desviado!



El don de Sabiduría

Abarcando a todos los otros dones, como la caridad abraza a todas las otras virtudes, la Sabiduría es el más perfecto de los dones. De la Sabiduría está escrito: “todo lo bueno vino a mí con Ella, y riquezas innumerables me llegaron a través de sus manos”. Es el don de la Sabiduría el que fortalece nuestra fe, fortifica la esperanza, perfecciona la caridad y promueve la práctica de la virtud en el más alto grado. La Sabiduría ilumina la mente para discernir y apreciar las cosas de Dios, ante las cuales los gozos de la tierra pierden su sabor, mientras la Cruz de Cristo produce una divina dulzura, de acuerdo a las palabras del Salvador: “Toma tu cruz y sígueme, porque mi yugo es dulce y mi carga ligera”.



Oración

Ven, Oh Espíritu de Sabiduría y revela a mi alma los misterios de las cosas celestiales, su enorme grandeza, poder y belleza. Enséñame a amarlas sobre todo y por encima de todos los gozos pasajeros y las satisfacciones de la tierra. Ayúdame a conseguirlas y a poseerlas para siempre. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)



NOVENO DÍA

Tú, en aquellos que siempre más te confiesan y te adoran, en tus siete dones, desciende. Dales alivio en la muerte. Dales vida Contigo en las alturas. Dale los gozos que no tienen fin. Amén.



Los frutos del Espíritu Santo

Los dones del Espíritu Santo perfeccionan las virtudes sobrenaturales al permitirnos practicarlas con mayor docilidad a la divina inspiración. A medida que crecemos en el conocimiento y en el amor de Dios, bajo la dirección del Santo Espíritu, nuestro servicio se torna más sincero y generoso y la práctica de las virtudes más perfecta. Tales actos de virtudes dejan el corazón lleno de alegría y consolación y son conocidos como frutos del Espíritu Santo. Estos frutos, a su vez, hacen la práctica de las virtudes más activa y se vuelven un poderoso incentivo para esfuerzos aún mayores en el servicio de Dios.



Oración

Ven, Oh Divino Espíritu, llena mi corazón con tus frutos celestiales: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Que nunca esté yo cansado en el servicio de Dios sino que, por continua y fiel sumisión a tu inspiración, merezca estar eternamente unido Contigo, en el amor del Padre y del Hijo. Amén.

(Padrenuestro y Avemaría, una vez. Gloria, 7 veces. Acto de Consagración y Oración por los siete dones)

Espíritu Santo


El tema se desarrolla de la siguiente manera:

  1. Sinopsis del Dogma
  2. Principales errores
  3. La Tercera Persona de la Santísima Trinidad
  4. Procesión del Espíritu Santo
  5. La filiación (Fililoque)
  6. Dones del Espíritu Santo
  7. Frutos del Espíritu Santo
  8. Pecados contra el Espíritu Santo

I. SINOPSIS DEL DOGMA

La doctrina de la Iglesia Católica relativa del Espíritu Santo forma parte integral de su enseñanza sobre el misterio de la Santísima Trinidad, de la cual San Agustín (De Trin., II,iii,5) habla tímidamente diciendo: "En ningún otro tema, es tan peligroso el error, o tan difícil avanzar, o tan apreciable el fruto de un estudio cuidadoso". Los puntos esenciales del dogma, pueden ser resumidos en las siguientes afirmaciones:

  • El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.
  • Como Persona, aunque realmente distinta del Padre y del Hijo, es también consustancial a Ellos; siendo Dios como Ellos, El posee con Ellos una y misma Naturaleza o Esencia Divina.
  • Procede, no por generación, sino por espiración del Padre y del Hijo juntos, como de un unico principio.

II. PRINCIPALES ERRORES
Todas las teorías y sectas Cristianas que han contradicho o impugnado, de cualquier manera, el dogma de la Trinidad, como consecuencia lógica, han amenazado asimismo la fe en el Espíritu Santo. Entre estas, la historia menciona lo siguiente:
  • En los siglos 2 y 3, las Monarquías dinámicas o modalisticas (ciertos Ebionitas, es decir, Teodoto de Bizantinia, Pablo de Samosata, Praxeas, Noecio Sabelio y generalmente los Patripasianos) sostenían que la misma Persona Divina, de acuerdo a Sus diferentes operaciones o manifestaciones, eran llamados el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; por lo tanto, reconocían a la Trinidad como puramente nominal.
  • En el siglo IV y después, los Arianos y su numerosa prole herética: Anómanos o Eunomiamo, Semi-Arianos, Acacios, etc, mientras admitían la triple personalidad, negaron la consustancialidad. El Arianismo había sido precedido por la teoría de la Subordinación de algunos escritores ante-Nicenea, quienes afirmaron una diferencia y gradación entre las Personas Divinas y aquellos que surgieron desde sus relaciones en el punto de origen.
  • En el siglo XVI, lo Socianos explícitamente rechazaron, en nombre de la razón, junto con todos los misterios de la Cristiandad, la doctrina de las Tres Persona en Un solo Dios.
  • Conviene también mencionar las enseñanzas de Juan Filopon (siglo VI), Roscellinus, Gilbert de la Porrée, Joaquin de Flora (siglos XI y XII) y de los tiempos modernos, Gunther, quien al negar u obscurecer la doctrina de la unidad numérica de la Divina Naturaleza, su realidad estableció una deidad triple.

Además de estos sistemas y escritores, que entraron en conflicto con la verdadera doctrina sobre el Espíritu Santo solo indirectamente como resultado lógico de sus previos errores, hubieron otros que atacaron directamente la verdad:

  • Hacia la mitad del siglo IV, Macedonio, Obispo de Constantinopla y, después de él un número de Semi-Arianos, mientras aparentemente admitían la Divinidad de la Palabra, negaron aquella del Espíritu Santo. Lo colocaron entre los espíritus, ministros inferiores de Dios pero superior a los ángeles. Fueron, bajo el nombre de Pneumatomaquianos, condenados por el Concilio de Constantinopla el año 381 (Mansi, III, col. 560).
  • Desde los tiempos de Potius, los cismáticos Griegos, mantuvieron que el Espíritu Santo verdadero Dios como el Padre y el Hijo, procede sólo del Primero.

III. LA TERCERA PERSONA DE LA SANTISIMA TRINIDAD

El encabezado implica dos verdades:

  • El Espíritu Santo es una Persona realmente distinta como tal, del Padre y el Hijo;
  • El es Dios y consustancial con el Padre y el Hijo.
La primera afirmación es directamente opuesta al Monarquianismo y al Socinianismo; el segundo, al Subodinacionismo, a diferentes formas de Arianismo y en particular al Macedonismo. Los mismos argumentos sacados de las Escrituras y la Tradición, pueden ser usados generalmente para probar cualquiera de las afirmaciones. Sin embargo, nosotros mostraremos las pruebas de las dos verdades juntas, pero primero daremos atención especial a algunos pasajes que demuestran más explícitamente la distinción de personalidad.
  1. En el Nuevo Testamento, la palabra espíritu y, tal vez, incluso la expresión espíritu de Dios, significan en ciertos momentos, el alma o el hombre mismo, en tanto está bajo la influencia de Dios y aspira a cosas superiores; especialmente en San Pablo, más frecuentemente significa Dios actuando en el hombre; aunque son usados, además, para designar no solo una acción de Dios en general, sino a la Persona Divina, Quien no es ni el Padre, ni el Hijo. Aquel que es llamado junto con el Padre, o el Hijo, o con ambos, sin el contexto que los mencionan como identificados. Aquí serán dadas alguna instancias. Hemos leído en Juan XIV, 16, 17: "Y Yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes, el Espíritu de Verdad a quien el mundo no puede recibir"...; y en Juan xv, 26: "Cuando venga el Protector que les enviaré desde el Padre, por ser El el Espíritu de verdad que procede del Padre dará testimonio de mi". San Pedro dirige su primera epístola, i, 1-2, "a los que viven fuera de su patria...a los elegidos, a quienes Dios Padre conoció de antemano y santificó por el Espíritu para acoger la fe y ser purificados por la sangre de Cristo Jesús". El Espíritu de consolación y de verdad está también claramente distinguido en Juan XVI, 7, 13-15 del Hijo por Quien El recibe todo lo que El enseña a los Apóstoles, y del Padre, quien no tiene nada que el Hijo no posea. Ambos lo envían cuando El desciende dentro de nuestras almas (Juan XIV, 23)
  2. Muchos otros textos declaran bastante claramente que el Espíritu Santo es una Persona, una Persona distinta del Padre y del Hijo, y sin embargo, Un solo Dios con Ellos. En varios lugares, San Pablo habla de El como si estuviera hablando de Dios. En los Hechos, xxviii, 25, le dice a los Judíos: "Es muy acertado lo que dijo el Espíritu Santo cuando hablaba a sus padres por boca del profeta Isaías"; ahora bien, la profecía contenida en los dos versos siguientes son tomados de Isaías, vi, 9,10 donde es puesta en boca del "Rey el Señor de multitudes". En otros lugares usa las palabras Dios y Espíritu Santo como simple y llanamente sinónimos. De este modo, escribe I Cor., iii,16: "�No saben que son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?" y en vi, 19: "�No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y que está en ustedes?" San Pedro afirma la misma identidad cuando el habla con Ananías (Hechos v, 3-4): "�Porqué haz dejado que Satan se apodere de tu corazón?...�porqué intentas engañar al Espíritu Santo?...No haz mentido a los hombres, sino a Dios." Los escritores sagrados atribuyen al Espíritu Santo todos las obras características del poder Divino. Es en Su nombre, como en el nombre del Padre y del Hijo, que es dado el bautismo (Mateo xxviii, 19). Es a través de Su operación que es realizado el mayor de los misterios Divinos, la Encarnación del Verbo, (Mateo., i, 18-20; Lucas, i,35). Es también en Su nombre y por Su poder que los pecados son perdonados y las almas santificadas: "Reciban el Espíritu Santo: a quienes descarguen de su pecados, serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos" (Juan, xx, 22, 23); "Pero han sido lavados, han sido santificados y rehabilitados por el Nombre de Cristo Jesús, el Señor, y por el Espíritu de nuestro Dios" (I Cor., vi, 11); " la cual no quedará frustrada, pues ya se nos ha dado el Espíritu Santo y por El el amor de Dios se va derramando en nuestros corazones" (Rom., v, 5). El es, esencialmente el Espíritu de verdad (Juan, XIV, 16-17; xv, 26). Aquel cuya obra es el fortalecimiento de la fé (Hechos, vi,5), que confiere sabiduría (Hechos, vi,3), quien dá testimonio de Cristo, lo cual equivale a decir que confirma Sus enseñanzas internamente (Juan xv, 26) y que enseña a los Apóstoles el completo significado de ellas (Juan, xiv,26; xvi,13). Con estos Apóstoles, se quedará por siempre (Juan, xiv,16) Habiendo descendido a ellos en Pentecostés, los guiará en su trabajo (Hechos, viii, 29), El inspirará a los nuevos profetas (Hechos xi, 28; xiii,9) como El inspiró a los profetas del Antiguo Testamento (Hechos, vii,51). El es la fuente de gracias y dones (I Cor., xii, 3-11). En particular, El otorga don de lenguas (Hechos, ii, 4;x, 44-47). Y en tanto habita en nuestros cuerpos, los santifica (I. Cor., iii, 16; vi, 19) y de esta manera los levantará nuevamente, un día, de la muerte (Rom., viii,11). Aunque El obra especialmente en el alma, dándole nueva vida (Rom., viii, 14-16; II. Cor., i,22; v,5; Gal., iv,6). El es el Espíritu de Dios, y, al mismo tiempo, el Espíritu de Cristo (Rom., viii,9); porque El está en Dios, El conoce los misterios mas profundos de Dios (I.Cor., ii, 10-11) y posee todo el conocimiento. San Pablo termina su segunda carta a los Corintios (xiii,13) con su fórmula de bendición la cual, puede ser llamada una bendición de la Trinidad: "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, y la caridad de Dios y la comunicación del Espíritu Santo estén con todos Uds." - ct. Tixeront "Histoire des dogmes", Paris, 1905, I, 80,89,90,100,101.
  3. Al corrobrar y explicar el testimonio de las Escrituras, la Tradición nos arroja más luz sobre los distintos estadios de la evolución de esta doctrina. Tan tempranamente como el siglo primero, San Clemente de Roma nos dá una importante enseñanza sobre el Espíritu Santo. En su "Epístola a los Corintios" no solo nos dice que el Espíritu ha inspirado y guiado a los santos escritores (viii,1; xiv,2); que El es la voz de Jesucristo hablándonos en en Antiguo Testamento (xxii, 1 sig.) aunque contiene mucho más, dos declaraciones muy explícitas sobre la Trinidad. En el Capítulo xlvi, 6 (Funk "Patres apostolici" 2da edicación, I, 158) se lee que "tenemos un solo Dios, un Cristo un solo Espíritu de gracia dentro de nosotros, una misma vocación en Cristo". En lviii,2 (Funk, ibid., 172) el autor realiza una solemne afirmación; zo gar ho theos, kai zo ho kyrios Iesous Christos kai to pneuma to hagion, he te pistis kai he elpis ton eklekton, oti . . . la cual podemos comparar con la tan frecuente fórmula encontrada en el Antiguo Testamento: zo kyrios. De esto se sigue que, bajo la perspectiva de Clements, kyrios era igualmente aplicable a ho theos (el Padre) ho kyrios Iesous Christos, y to pneuma to hagion; y tenemos tres testigos con igual autoridad, cuya Trinidad, más aún, es el fundamento de la fe y esperanza Cristiana. La misma doctrina es declarada, en los siglos segundo y tercero, de labios de los mártires y encontrada en los escritos de los Padres. En sus tormentos San Policarpo (V 155) profesó su fe en las Tres Adorables Personas ("Martyrium sancti Polycarpi" en Funk op.cit., I, 330): "Señor Dios Todopoderoso, Padre de tu santísimo y bien amado Hijo, Cristo Jesús... alabado en todo, bendecido, y glorificado por el eterno y celestial pontífice Cristo Jesús, tu bien amado Hijo, por Quien a Ti con El y con el Espíritu Santo, gloria hoy y por siempre". San Apipodius habló aún más distintivamente (Ruinart, "Acta mart." Edición Verona, p. 65): "Confieso que Cristo es Dios con el Padre y el Espíritu Santo, y está escrito que deberé devolver mi alma a El Quien es mi Creador y Redentor". Entre los apologetas, Atenágoras menciona el Espíritu Santo junto con, y en un mismo plano, como el Padre y el Hijo. "Quien no quedaría impactado" dice (Legat. Pro christian., n10, en P.G., vi,col. 909)" de oir llamarnos ateos, nosotros quienes hemos confesado Dios el Padre, Dios el Hijo y el Espíritu Santo, y conservándolos en un poder y sin embargo distintos en orden [...ten en te henosei dynamin, hai ten en te taxei diairesin]?". Teófilo de Antioquía, quien a veces da al Espíritu Santo, como al Hijo, el nombre de Sabiduría (sophia) menciona además (Ad Autol., lib. I, n. 7, y II, n. 18, en P.G., VI, col. 1035, 1081) los tres términos theos, logos, sophia y, siendo el primero en usar la palabra característica que luego fuera adoptada, dice expresamente (ibid., II, 15) que ellas forman una trinidad (trias). Ireneo consideró al Espíritu Santo como eterno (Adv. Hær., V, xii, n. 2, in P.G., VII, 1153), existiendo en Dios ante omnem constitutionem, y producido por el al comienzo de Sus caminos (ibid., IV, xx,3). Considerado en relación al Padre, el Espíritu Santo es Su Sabiduría (IV, xx,3); el Hijo y El son las "dos manos" por las cuales Dios creó al hombre (IV, prae., n 4; IV, xx,20; V,vi,1) Considerado en relación a la Iglesia, el mismo Espíritu es verdad, gracia, una señal de inmortalidad, un principio de unión con Dios; íntimamente unido a la Iglesia, El dá a los sacramentos su eficacia y virtud (III, xvii, 2, xxiv, 1; IV, xxxiii, 7; V, viii,1). San Hipólito, aunque no habla tan claramente del Espíritu Santo como una persona distinta, le supone, sin embargo, ser Dios, así como el Padre y el Hijo (Contra Noët., viii, xii, in P.G., X, 816, 820). Tertuliano es uno de los escritores de esta época cuya tendencia al Subordinacionismo es más bien aparente, a pesar de haber sido el autor de la fórmula definitiva: "Tres Personas, una Sustancia" y sin embargo, sus enseñanzas sobre el Espíritu Santo son en todo sentido notables. Parece haber sido el primero entre los Padres en afirmar Su Divinidad de manera clara y absolutamente precisa. En su trabajo "Adversus Praxean" deja largamente clara la grandeza del Consolador. El Espíritu Santo, dice, es Dios (c.xiii en P.L., II, 193); de la sustancia del Padre (iii,iv en P.L., II, 181-2); uno y el mismo Dios con el Padre y el Hijo (ii en P.L., II, 180); procedente del Padre a través del Hijo (iv, viii en P.L., II, 182, 187); quien enseña toda la verdad (ii en P.L., II, 179). San Gregorio Thaumaturgus, o al menos el Ekthesis tes pisteos, el cual es comúnmente atribuido a él data del período entre 260 - 270, nos entrega este notable pasaje: "Uno es Dios, Padre del Verbo vivo, de Sabiduría subsistente...Uno el Señor, uno de uno, Dios de Dios, invisible de invisible...Uno el Espíritu Santo, Quien subsiste de Dios...Trinidad Perfecta, la cual en eternidad, gloria y poder, ni se divide ni se separa...Trinidad sin cambio e inmutable". En el año 304, el mártir San Vicente dijo (Ruinart, op.cit., 325) "Creo en el Señor Jesucristo, Hijo del Padre, el Supremo, uno de uno; lo reconozco a El como un Dios con el Padre y el Espíritu Santo".

Pero debemos regresar al año 360 para encontrar la doctrina sobre el Espíritu Santo explicada clara y totalmente. Es San Atanasio quien lo explica en sus "Cartas a Serapion" (P.G., XXVI, col. 525 sg). El ha sido informado que ciertos Cristianos sostenían que la Tercera Persona de la Santísima Trinidad es una creatura. Para refutar aquello, consultó las Escrituras y de ellas se formularon argumentos tan sólidos como numerosos. En particular, ellas dicen que el Espíritu Santo está unido al Hijo por relaciones tales como aquellas que existen entre el Hijo y el Padre; que El es enviado por el Hijo; que El es su portavoz y lo glorifica; que, por el contrario a las creaturas, El no ha sido hecho de la nada, sino que viene de Dios; que realiza obras santificadoras entre los hombres de lo cual ninguna creatura es capaz; que al poseerlo, poseemos a Dios; que Dios creó todo por El; que, en fin, El es inmutable, tiene los atributos de inmensidad, unicidad y tiene el derecho a todos los apelativos y expresiones que son usados para expresar la dignidad del Hijo. La mayoría de estas conclusiones son apoyadas en textos de las Escrituras, unas pocas de ellas fueron dadas más arriba. Pero el escritor otorga especial dedicación en lo que se lee en Mateo., xxviii, 19: "El Señor" - escribe (Ad. Serp., III, n6 en PG., XXVI 633 sg) "fundó la fé de la Iglesia en la Trinidad cuando Dijo a Sus Apóstoles: "Vayan por todos lados y enseñen a todas las naciones; bautizenlos en el nombre del Pedre y del Hijo y del Espíritu Santo". Si el Espíritu Santo fuera una creatura, Cristo no lo hubiera asociados con el Padre; hubiera evitado hacer una Trinidad heterogénea, compuesta de elementos discímiles. � Qué es lo que Dios necesita? Acaso El necesita unirse a Sí mismo con un ser de diferente naturaleza?... No, la Trinidad no está compuesta por el Creador y la creatura". Poco más tarde, San Basilio, Dydimus de Alejandría, San Epiphanius, San Gregorio de Nizianzus, San Ambrosio y San Gregorio de Niza tomaron la misma tésis ex professo, apoyándola en su mayor parte con las mismas pruebas. Todos estos escritos prepararon el camino del Concilio de Constantinopla el cual, en el año 381 condenó a los Pneumatomaquianos y solemnemente proclamó la verdadera doctrina. Estas enseñanzas forman parte del Credo de Constantinopla como era llamado, donde el símbolo se refería al Espíritu Santo. "Quien es también nuestro Señor y Quien dá vida; Aquel procede del Padre, Quien es adorado y glorificado junto con el Padre y el Hijo; Quien habló a través de los profetas. �Fué este credo, con sus particulares palabras, aprobado por el Concilio de 381?. Anteriormente esa era la opinión común e incluso en tiempos recientes había sido sostenido por las autoridades como Hefele, Gergenrother y Funk; otros historiados entre los que se encuentran Harnack al Duchesne, son de opinión contraria; pero todos concuerdan al admitir que el credo del cual estamos hablando fué recibido y aprobado por el Concilio de Chalcedon, el año 451 y que, al menos desde aquel tiempo, fué la fórmula oficial del Catolicismo ortodojo.

IV. PROCESION DEL ESPÍRITU SANTO
No nos detendremos mucho en el significado preciso de Procesión en Dios. (Ver Santísima Trinidad). Aquí será suficiente observar que entendemos por esta palabra la relación de orígen que existe entre una de las Personas Divinas y la otra, o entre una y las otras dos como su principio de origen. El Hijo procede del Padre; el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. La última de las verdades será especialmente tratada aquí.
  1. Todos los Cristianos han admitido que el Espíritu Santo procede del Padre; esta verdad está expresamente dicha en Juan XV, 26. Pero, los Griegos después de Photius, negaron que El procediera del Hijo. Y, sin embargo, tal es manifiestamente enseñado por las Sagradas Escrituras y por los Padres.
    1. En el Nuevo Testamento
      1. El Espíritu Santo es llamado el Espíritu de Cristo (Rom. Viii,9), el Espíritu del Hijo (Gal., iv, 6), el Espíritu de Jesús (Hechos, xvi, 7). Estos términos implican una relación del Espíritu con el Hijo, la cual sólo puede ser una relación de orígen. Esta conclusión es la mas indiscutible, dado que todos admiten el argumento similar para explicar porqué el Espíritu Santo es llamado el Espíritu del Padre. Es así como San Agustín argumenta (En Juan., tr. Xcix, 6, 7 en P.L., XXXV, 1888): "Escucha al mismo Señor declarar: ' no eres tu quien habla, sino el Espíritu de su Padre que habla en ti'. Asimismo, escucha al Apóstol declarar: ' Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a vuestros corazones. �Puede entonces haber dos espíritus, uno, el espíritu del Padre y otro el espíritu del Hijo?. Ciertamente no. Así como hay un solo Padre, así como hay un solo Señor o un Hijo, así también hay un sólo Espíritu, Quien es, consecuentemente, el Espíritu de ambos...� Porqué entonces rehusas creer que El procede también del Hijo, siendo que El es también el Espíritu del Hijo? Si El no procediese de El, Jesús, cuando se aparece a Sus discípulos luego de la Resurrección, pudo haberles inspirado diciendoles: 'Reciban Uds. el Espíritu Santo'. Lo que, sin dudas, significa este aliento no es sino que �el Espíritu procede también de El?". San Atanasio había argumentando exactamente del mismo modo (De Trin. Et Spir. S., n19, en P.G., XXIV, 1212) y concluye : � Decimos que el Hijo de Dios también es la fuente del Espíritu".
      2. El Espíritu Santo recibe del Hijo. De acuerdo a Juan xvi, 13-15: "Y cuando venga él, el Espíritu de Verdad, los guiará en todos los caminos de la verdad. El no viene con un mensaje propio, sino que les dirá lo que escuchó y les anunciará lo que ha de venir. El tomará de lo mío para revelárselo a ustedes, y yo seré glorificado por él. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío para revelárselo a Uds.". Ahora bien, una Persona Divina puede recibir de otra sólo por Procesión, relacionándose al otro como a un principio. Lo que el Consolador recibirá del Hijo es conocimiento immanente, el cual El manifestará luego exteriormente. Pero este conocimiento immanente es la misma esencia del Espíritu Santo. Este último tiene, por lo tanto, Su origen en el Hijo, el Espíritu Santo procede del Hijo. "no tendrá mensaje propio" dice San Agsutín (En Joan., tr. Xcix, 4 en PL., XXXV, 1887) "porque El no es de Sí mismo, sino que El les hablará todo lo que ha escuchado. El escuchará de Aquel de quien El procede. En Su caso, escuchar es saber y saber es ser. Deriva su conocimiento de El por Quien El deriva Su esencia". San Cirilo de Alejandría observa que las palabras: "tomará de lo mío" significa "la naturaleza" la cual el Espíritu Santo tiene del Hijo, así como el Hijo la tiene de Su Padre (De Trin., dialog. Vi en PG., LXXV, 1011). Por otro lado, Jesús dá la siguiente razón a Su afirmación : "tomará de lo mío": "Todo lo que tiene el Padre es mío", Ahora, desde que el Padre tiene en relación al Espíritu Santo una relación que llamamos Activa Espiración, el Hijo también la tiene; y en el Espíritu Santo ella existe, consecuentemente, en relación a ambos, una Pasiva Espiración o Procesión.
    2. La misma verdad, ha sido constantemente sostenida por los Padres.
    Este hecho es indiscutible en lo que a los Padres Occidentales se refiere; aunque los Griegos lo negaron por el Este. Citaremos, por lo tanto, algunos testigos entre éstos últimos. El testimonio de San Atanasio ha sido citado mas arriba, en efecto que "El Hijo es la fuente del Espíritu" y la declaración de Cirilo de Alejandría que el Espíritu Santo tiene Su "naturaleza" del Hijo. Este último santo después afirma (Thesau., afirm. Xxxiv en PG., LXXV, 585); "Cuando el Espíritu Santo llega a nuestros corazones, nos hace semejantes a Dios, porque El procede del Padre y del Hijo"; y nuevamente (Epist., xvii, Ad Nestorium, de excommunicatione en PG., LXXVII, 117): "El Espíritu Santo no está desconectado con el Hijo, porque El es llamado el Espíritu de Verdad, y Cristo es la Verdad; de tal que El procede de El así como también de Dios el Padre". San Basilio (De Spirit.S., xviii en P.G., XXXII, 147) no desea que nos apartemos del orden tradicional al mencionar las Tres Personas Divinas porque "así como el Hijo es al Padre, así es el Espíritu al Hijo, de acuerdo con el antiguo orden de los nombres en la fórmula del bautismo". San Apiphanius escribe (Ancor., viii, en PG., XLIII, 29, 30) que el Consolador no puede considerarse como desconectado con el Padre y el Hijo, porque El es con Ellos uno en sustancia y divinidad" y declara que "El es del Padre y del Hijo"; aún más, agrega (op.cit.xi, en P.G., XLIII, 35): "Nadie conoce el Espíritu salvo el Padre, y excepto el Hijo, del cual El procede y de Quien El recibe". Finalmente, un concilio sostenido en Seleucia el año 410 proclamó su fe "en el Espíritu Santo Viviente, el Santo Consolador Viviente, Quien procede del Padre y del Hijo" (Lamy, "Concilium Seleuciae", Louvin, 1868). Sin embargo, al comparar los escritores latinos como un cuerpo, con los escritores orientales, notamos una diferencia de lenguaje: mientras los primeros casi unánimamente afirman que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, los últimos generalmente dicen que El procede del Padre a través del Hijo. En realidad, el pensamiento expresado tanto por Griegos como por Latinos es uno y el mismo, sólo la manera de expresarlos tiene una pequeña diferencia: la fórmula griega ek tou patros dia tou ouiou expresa directamente el orden de acuerdo al cual el Padre y el Hijo son el principio del Espíritu Santo, e implica su igualdad como principio; la fórmula latina expresa directamente esa igualdad e implica el órden. Así como el Hijo mismo procede del Padre, es del Padre que El recibe, junto con todo lo demás, la virtud que lo hace a El el principio del Espíritu Santo. De este modo, el Padre sólo es principium obsque principio, aitia anarchos prokatarktike, y, comparativamente, el Hijo es un principio intermediario. El uso preciso de las dos preposiciones, ek (de) y dia (a través) no implican nada más. En los siglos 13 y 14, los teólogos griegos Blemmidus, Beccus, Calecas y Bessarion llamaron la atención a esto, explicando que las dos partículas tienen la misma significación, pero el de se ajusta mejor a la Primera Persona, Quien es la fuente de las otras, y a través, a la Segunda Persona, Quien viene del Padre. Mucho antes de su tiempo,. San Basilio había escrito (De Spir. S., viii, 21 en P.G., LIX, 56): " la expresión di ou expresa reconocimiento del principio primordial [ tes prokatarktikes aitias]"; y San Crisóstomo (Hom. V en Ijuan., n.2 en P.G., LIX, 56):"Si se ha dicho a través de El, se ha dicho sólo para que nadie pueda imaginar que el Hijo no es generado": Podemos agregar que la terminología usada por los escritores orientales y occidentales, respectivamente, para expresar la idea, está lejos de ser invariable. Así como Cirilo, Epiphanius y otros Griegos afirman la Procesión ex utroque, así también varios escritores latinos, no consideraban que partieron de la enseñanza de su Iglesia al expresarse ellos mismos como Griegos. Es así como Tertuliano (Contra Prax., iv, en P.L., II, 182): "Spiritum non aliunde puto quam a Patre per Filium"; y San Hilario (De Trinit., lib., XII, n. 57, en P.L., X, 472), dirigiéndose al Padre, protesta que desea adorar, con El y al Hijo "a Su Espíritu Santo, Quien viene de El a través de Su único Hijo".Y, sin embargo, el mismo escritor había dicho en tono más alto (op. Cot., lib. II, 29, en P.L., X, 69), "que debemos confesar al Espíritu Santo viniendo del Padre y del Hijo", clara prueba que las dos fórmulas fueron vistas como sustancialmente equivalentes.
  2. El Espíritu Santo que procede de ambos, el Padre y el Hijo, sin embargo, procede de Ellos como de un principio único. Esta verdad es, al menos insinuada en el pasaje de Juan, cap. Xvi, 15 (citado más arriba) donde Cristo establece una conexión necesaria entre Su propio compartir en todo lo que el Padre tiene y la Procesión del Espíritu Santo. Por lo tanto, se sigue, sin dudas, que el Espíritu Santo procede de las otras dos Personas, no en tanto Son distintas, sino en tanto Su Divina perfección es numéricamente una. Por lo demás, tal es la enseñanza explícita de la tradición eclesiástica, la cual fué establecida concisamente por San Agustín (De Trin., lib V, c.xiv, en P.L., XLII, 921): "Como el Padre y el Hijo son Un solo Dios y, relativamente a la creatura, un solo Creador y un Señor, así también, relativamente al Espíritu Santo, Son solo un principio". Esta doctrina fué definida en las siguientes palabras por el Segundo Concilio Ecuménico de Lyons [Denzinger, "Enchiridion" (1908), n. 460]: "Confesamos que el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo, no como dos principios, sino como un principio, no por dos espiraciones, sino por una sola espiración". La enseñanza fué nuevamente planteada por el Concilio de Florencia (ibid., n. 691), y por Eugenio IV en su Bula "Cantate Domino" (ibid., n. 703 sqs).
  3. Así también es un artículo de fe que el Espíritu Santo no procede, como la Segunda Persona de la Trinidad, por medio de generación. No solamente es a la Segunda Persona sola a quien las Escrituras llaman Hijo, no sólo El solamente es considerado causado, sino que es también llamado el único Hijo de Dios; el antiguo símbolo que muestra el nombre de San Atanasio declara expresamente que "el Espíritu Santo viene del Padre y del Hijo, no hecho ni creado, no generado sino procedente". Dado que somos totalmente incapaces de señalar de otro modo el significado del misterioso modo que afecta esta relación de origen, le aplicamos el nombre de espiración, significación la cual es principalmente negativa y por medio de contraste, en el sentido que afirma una peculiar Procesión al Espíritu Santo y exclusiva de filiación. Pero, aunque distinguimos absoluta y esencialmente entre generación y espiración, es una tarea muy delicada y difícil decir cuál es la diferencia. Santo Tomás (I,Q. Xxvii), siguiendo a San Agustín (De. Trin., XV, xxvii) encuentra una explicación y, como si fuera el epítome de la doctrina en principio que, en Dios, el Hijo procede a través del Intelecto y el Espíritu Santo, a través de la Voluntad. El Hijo es, en lenguaje de las Escrituras, la imagen del Dios Invisible, Su Palabra, Su sabiduría no creada. Dios se contempla a Sí mismo y se conoce a Sí mismo desde toda la eternidad y, al conocerse a Sí mismo, El forma dentro de Sí una idea sustancial de Sí y éste pensamiento sustancial es Su Palabra. Ahora cada acto de conocimiento es logrado por la producción en el intelecto de una representación del objeto conocido; Desde aquí, entonces el proceso ofrece una cierta analogía con la generación, la cual es la producción por un ser vivo de un ser participante de la misma naturaleza; y la analogía es mucho más sorprendente cuando es asunto de este acto de conocimiento Divino, el término eterno del cual es un ser sustancial, cosustancial dentro del tema conocido. En relación al Espíritu Santo, de acuerdo a la doctrina común de los teólogos, El procede a través de la voluntad. El Espíritu Santo, como lo indica Su nombre, es Santo en virtud de Su origen, Su espiración; Por lo tanto, el viene de un principio santo; ahora bien, la santidad reside en la voluntad así como la sabiduría está en el intelecto. Esta es también la razón porque El es llamado a menudo par excellence, en los escritos de los Padres, como Amor y Caridad. El Padre y el Hijo se aman desde toda la eternidad con un amor perfecto e inefable; el término de este amor infinito y fértil es Su Espíritu Quien es co eterno y co-sustancial con Ellos. El Espíritu Santo no está en deuda con la forma de Su Procesión, precisamente por esta perfecta resemblanza a Su principio, en otras palabras, por Su consustancialidad; dado que querer o amar un objeto no implica formalmente la producción de su imagen immanente en el alma que ama, sino una tendencia, un movimiento de la voluntad hacia la cosa amada para estar unido a él y disfrutarlo. Así, teniendo en cuenta la debilidad de nuestro intelectos al conocer, y la inadecuación de nuestras palabras para expresar los misterios de la vida Divina, si pudieramos asir cómo la palabra generación, liberada de todas las imperfecciones del orden material, pudiera ser aplicada por analogía a la Procesión de la Palabra, veremos que el término no puede, de ningún modo ser aplicado apropiadamente a la Procesión del Espíritu Santo.

V. LA FILIACIÓN (FILIOQUE)

Habiendose tratado la parte que toma el Hijo en la Procesión del Espíritu Santo, estamos próximos a considerar la introducción de la expressión Filioque, dentro del Credo de Constantinopla. El autor del agregado es desconocido, aunque la primera huella se encuentra en España. El Filioque, fué sucesivamente introducido dentro del Símbolo del Concilio de Toledo en el año 447, entonces, en cumplimiento de una orden de otro sínodo sostenido en el mismo lugar en el año 589, fué incluído en el Credo Niceno-Constantinopla. Admitido también dentro del Símbolo Quicumque, comenzó a aparecer en Francia en el siglo octavo. Fué cantado el año 767 en la capilla de Carlomagno en Gentilly, donde fué oído por embajadores de Constantino Corponimnus. Los Griegos estaban impactados y protestaron. Las explicaciones fueron dadas por los Latinos, y le siguieron muchas discusiones. El Arzobispo de Aquileia, Paulinus, defendió el agregado en el Concilio de Friuli el año 796. Fué luego aceptado por el conciclio en Aachen, el año 809. Sin embargo, como probó ser un obstáculo para los Griegos, el Papa Leo III, lo desaprobó

Y, aunque corcordaba enteramente con los Francos sobre la cuestión de la doctrina, aconsejó omitir la nueva palabra. El mismo dió origen a dos grandes planchas de plata, sobre las cuales el credo, con la expresión disputada omitida, fué grabado para ser eregidas en San Pedro. Su consejo fué desatendido por los Francos; y, como la conducta y el cisma de Potius parecía jutificar a los occidentales en no dar mas crédito a los sentimientos de los Griegos, el agregado de las palabras fué aceptado por la Iglesia Romana bajo Benedicto VIII (ct. Funk, "Kirchengeschichte", Paderborn, 1902, p. 243). Los Griegos siempre habían acusado a los Latinos del agregado. Consideraban que, bastante aparte de la cuestión doctrinal involucrada en la expresión, la inserción fué hecha violando el decreto del Concilio de Efeso que prohibía a cualquiera "producir, escribir o componer una confesión de fe otra que la definida por los Padres de Nicea". Tal razón no resistiría análisis. Suponiendo la verdad del dogma (establecido mas arriba), es inadmisible que la Iglesia pueda o pudiera haberse privado del derecho a mencionarlo en el símbolo. Si la opinón adherida, y que posee fuertes argumentos que la apoyan, considera que el desarrollo del Credo en lo que respecta al Espíritu Santo fueron aprobados por el Concilio de Constantinopla (381), de inmediato puede establecerse que los obispos en Efeso (431) ciertamente no estaban pensando en condenar o culpar aquellas de Constantinopla. Pero, dado el hecho que la expresión disputada fué autorizada por el Concilio de Chalcedon en el año 451, concluímos que la prohibición del Concilio de Efeso nunca fué comprendida y no debe entenderse en un sentido absoluto. Podría ser considerada ya sea como doctrinal, o como un mero pronunciamiento disciplinario. En el primer caso, podría excluír cualquier agregado o modificación opuesta, o discrepante con el depósito de la Revelación; y tal parece ser su importancia histórica porque fué propuesta y aceptada por los Padres en oposición a la formula manchada con Nestorianismo. Considerado el segundo caso como una medida disciplinaria, pudo vincular solo a aquellos que no eran depositarios del poder supremo en la Iglesia. Los últimos, en tanto es su deber enseñar la verdad revelada y preservarla del error, poseen autoridad Divina, el poder y el derecho de extender y proponer a la fe tales confesiones de fe como las circunstancias puedan demandar. Este derecho es ilimitable como asimismo inalinable.

VI. DONES DEL ESPIRITU SANTO
Este título y la teoría conectada a el, así como la teoría de los frutos del Espíritu Santo y aquella de los pecados contra el Espíritu Santo, implican lo que los teólogos llaman apropiación. Se entiende por este término lo que es atribuído especialmente a las perfecciones de una Persona Divina y las obras exteriores que nos parecen más claramente e inmediatamente conectadas a El, cuando consideramos Sus características personales pero que en realidad son comunes a las Tres Personas. Es en este sentido que atribuimos al Padre, la perfección de onmipotencia con sus más impactantes manifestaciones, por ejemplo, la
Creación, porque El es el principio de las otras dos Personas; Al Hijo atribuimos la sabiduría y las obras de sabiduría, porque El procede del Padre por el Intelecto; al Espíritu Santo atribuimos las operaciones de gracia y santificación de las almas y en particular, dones y frutos, porque El procede del Padre y del Hijo como Su amor mutuo y es llamado en las Sagradas Escrituras, la bondad y caridad de Dios.
Los dones del Espíritu Santo son de dos tipos: los primeros son especialmente encaminados a la santificación de la persona que los recibe; los segundos, son llamados más propiamente charismata, son favores extraordinarios otorgados para ayudar a otros, favores también, los cuales no santifican por sí mismos, e incluso pueden estar separados de la gracia santificante. Aquellos del primer tipo son considerados 7 en número, como los enumeraba Isaías (xi,2,3) donde el profeta los ve y describe en el Mesías. Son los dones de sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, conocimiento y piedad (santidad) y temor del Señor. El don de sabiduría, al despegarnos del mundo, nos hace apetecer y amar solo las cosas del cielo. El don de entendimiento nos ayuda a atrapar las verdades de la religión en tanto sea necesario. El don de consejo salta desde la prudencia sobrenatural y nos permite ver y escoger correctamente aquello que ayudará más a la gloria de Dios y nuestra propia salvación. Por don de fortaleza recibimos el coraje para sobrellevar los obstáculos y dificultades que surgen en la prácticas de nuestros deberes religiosos. El don de conocimiento nos muestra el camino a seguir y los peligros a evitar para alcanzar el cielo. El don de piedad, al inspirarnos con una tierna y filial confianza en Dios, nos hace abrazar con gozo todo aquello que atañe a Su servicio. Finalmente, el don de temor nos llena de respeto soberano por Dios, y nos hace temer ofenderlo. En cuanto a la naturaleza interna de estos dones, los teólogos los consideran sobrenaturales y cualidades permanentes, los cuales nos hacen atentos a la voz de Dios, la cual nos hace susceptibles a las obras de gracia actual, la cual nos hace amar las cosas de Dios, y, consecuentemente, se traduce en más obediencia y docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo. �Pero, cómo difieren de las virtudes?. Algunos escritores piensan que realmente no se distinguen, que ellos son virtudes en tanto los primeros son dones gratuitos de Dios y están esencialmente identificados con la gracia, caridad y las virtudes. Esa opinión tiene el particular mérito de evitar una multiplicación de entidades infusas dentro del alma. Otros escritores ven los dones como perfecciones de un orden superior al de las virtudes; las últimas, dicen, nos disponen a seguir el impulso y guía de la razón; los primeros están funcionalmente encaminados a volver la voluntad obediente y dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo. Para saber más sobre la primera opinión, ver Bellevue, "L'uvre du Saint-Esprit" (Paris, 1902), 99 sq.; y para la última, ver Sto. Tomás, I-II, Q. lxviii, a. 1, y Froget, "De lhabitation du SaintEsprit dans les âmes justes" (Paris, 1900), 378 sq.
Los dones del segundo tipo o carismata, son conocidos por nosotros parcialmente por San Pablo y parcialmente de la Historia de la Iglesia primitiva, en el seno de la cual Dios las concedió plenamente. De estas "manifestaciones del Espíritu", "todas estas cosas [que] uno y el mismo Espíritu obró, separando a cada uno según su voluntad", los Apóstoles nos hablan, particularmente en I. Cor., xii, 6-11; I Cor., xii, 28-31; y Romanos xii, 6-8. En el primero de estos tres pasajes encontramos 9 carismatas mencionadas; el don de hablar con sabiduría, el don de hablar con conocimiento, fe y gracia de sanar, el don de milagros, el don de profecía, el don de discernir espíritus, el don de lenguas. A esta lista, debemos agregar, por lo menos, como se encuentra en los otros dos pasajes indicados, el don de gobierno, el don de ayuda y tal vez lo que Pablo llama distributio y misericordia. Sin embargo, no todos los exégetas concuerdan en el número de carismatas, o la naturaleza de cada una de ellas; tiempo atrás, San Crisóstomo y San Agustín habían señalado la oscuridad del tema. Adhiriendo a la visión mas probable sobre el tema, debemos inmediatamente clasificar la carismata y explicar el significado de la mayoría de ellas como sigue. Ellas forman cuatro grupos naturales:
  • Dos carismatas, que dicen relación a la enseñanza de las cosas Divinas: sermo sapientiae, sermo scientiae, la primera relativa a la exposición de los misterios superiores, la última al cuerpo de las verdades Cristianas.
  • Tres carismatas que dicen, apoyan estas enseñanzas: fides, gratia sanitatum, operatio virtutem. La fe de la que aquí se habla es la fe en el sentido usado por Mateo xvii, 19: la que obra maravillas; así es, como era, una condición y parte de los dos dones mencionados con ella.
  • Cuatro carismatas que sirven para edificar, exhortar y fomentar la fe y para desconcertar a los no creyentes: prophetia, discreto spirituum, genera linguarum, interpretatio sermonum. Estas cuatro al parecer, caen lógicamente dentro de dos grupos; de profecía, la cual esencialmente es el pronunciamiento inspirado sobre distintos temas religiosos, la declaración del futuro solo de importancia secundaria, que encuentra su complemento y, como fuera, se verifica en el don de espíritu de discernimiento; y que, como regla, podría ser el uso de lossololia - el don de hablar en lenguas - si el don de interpretarlas fuera querido?
  • Finalmente la carismata restante parece tener por objeto la administración de asuntos temporales, ánimo a obras de caridad: gubernationes, opitulationes, distributiones. Juzgando por el contexto, estos dones, aunque son conferidos y útiles en la dirección y confort del prójimo, no neceariamente se encuentran en todos los superiores eclesiásticos.

Siendo la carismata un favor extraordinario y no es requisito para la santificacion del individuo, no fueron otorgados indiscriminadamente sobre todos los Cristianos. Sin embargo, en la Era Apostólica, eran comparativamente comunes, especialmente en las comunidades de Jerusalem, Roma y Corintios. La razón de esto, es aparente: durante la infancia de las Iglesias, las carismatas eran extremadamente utiles e incluso moralmente necesarias para fortalecer la fe de los creyentes, para confundir a los infieles, para hacerlos reflexionar y contrarestar los falsos milagros con los cuales a veces prevalecían. San Pablo eran cuidadoso (I Cor., xii,xiii,xiv) para restringir autoritariamente el uso de estas carismatas dentro de los dones para los cuales fueron entregadas, y por eso insistían en su subordinación al poder de la jerarquía. Ct Batiffol, "LEglise naissante et le catholicisme" (Paris, 1909), 36. (Ver CARISMATA.)

VII. FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO

Algunos escritores extienden este término a todas las virtudes sobrenaturales, o también, a los actos de todas estas virtudes, en tanto son resultados de la misteriosa obra del Espíritu Santo en nuestras almas por medio de Su gracia. Pero, con Santo Tomás, I-II, Q. 1xx,a.2, la palabra está ordinariamente restringida a significar solo aquellas obras sobrenaturales que son hechas con gozo y paz en el alma. Es, en este sentido, que muchas autoridades aplican el término a la lista mencionada por San Pablo (Gal., v, 22,23): " En cambio, el fruto del Espíritu Santo es caridad, alegría, paz, paciencia, benignidad comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, continencia y castidad". Más aún, no hay dudas que esta lista de doce - tres de las doce son omitidas en varios manuscritos Griegos y Latinos - no son para tomarse en un sentido estrictamente limitado, sino, de acuerdo a las reglas del lenguaje Escritural, como capaces de ser extendidos para incluir todos los actos de carácter similar. Es por eso que el Doctor Angélico dice: "Todo acto virtuoso que el hombre realiza con placer es un fruto". Los frutos del Espíritu Santo no son hábitos, cualidades permanentes, sino actos. Por lo tanto, no pueden ser confundidos las virtudes y los dones, de los cuales se distinguen como el efecto es a su causa, o del arroyo con su fuente. La caridad, paciencia, mansedumbre, etc., de las cuales hablan los Apóstoles en este pasaje, no son las virtudes mismas, si no sus actos u operaciones; porque, no obstante lo perfecta que las virtudes sean, no pueden ser consideradas como los mas importantes efectos de la gracia, siendo en sí mismas destinadas, en tanto ellas son principios activos, para producir otra cosa distinta. Ej. Sus actos. Aún más, para que el nombre metafórico de frutos de estos actos se justifique totalmente, deben pertenecer a aquella clase ( de actos) que son desempeñados con facilidad y placer; en otras palabras, la dificultad involucrada en desempeñarlos debe desaparecer en presencia del deleite y satisfacción que resulta del bien logrado.

VIII. PECADOS CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
El pecado de blasfemia contra el Espíritu Santo es mencionado en Mateo 12: 22-32; Marcos 3:22-30; Lucas 12: 10 (ct. 11:14-23); y en todas partes Cristo declara que no serán perdonados.�En qué consisten?. Si examinamos todos los pasajes aludidos, no hay muchas dudas. Por ejemplo, tomemos en cuenta lo dado por San Mateo el cual es mas completo que aquellos de otros Sinópticos. Fué traído a Cristo "a uno poseído por el demonio, ciego y mudo: y el lo sanó, para dar testimonio". Mientras, la muchedumbre admirada se preguntaba "�No es éste el Hijo de David?" los Fariseos, dando paso a su habitual celo y cerrando sus ojos a la luz de la evidencia, dijeron: "Este hombre expulsa a los demonios por obra de Beelzebub, príncipe de los demonios". Luego Jesús les prueba este absurdo y, consecuentemente, la malicia de su explicación; El les muestra que es por "el Espíritu de Dios" que El expulsa los demonios, y luego El concluye: "Por eso yo les digo: se perdonará a los hombres cualquier pecado y cualquier insulto contra Dios. Pero calumniar al Espíritu Santo es cosa que no tendrá perdón. Al que calumnie al Hijo del Hombre se le perdonará; pero al que calumnie al Espíritu Santo no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro". Por lo tanto, pecar contra el Espíritu Santo es confundirlo con el espíritu demoníaco, es negarle, por pura malicia, el carácter Divino a obras manifiestamente Divinas. Es este el sentido por el cual San Marcos también define el tema del pecado; por ello, luego de repetir las palabras del Maestro: "Pero el que blasfeme al Espíritu Santo, no tendrá jamás perdón" inmediatamente después agrega: "Y justamente ese era su pecado cuando decían: está poseído por un espíritu malo". Jesús contrasta con este pecado de pura y categórica malicia, el pecado "contra el Hijo del hombre" cual es el pecado cometido contra El mismo como hombre, el mal hecho a Su humanidad al juzgarlo por Su humilde y pobre apariencia. Esta falta, distinta a la primera, puede ser excusada como resultado de la ignorancia y malinterpretación.
Pero los Padres de la Iglesia, comentando los textos del Evangelio que hemos tratado, no se quedaron solo con los significados dados más arriba. Ya sea que desearan agrupar todos los casos objetivamente análogos, o ya sea que vacilaban y titubeaban al confrontados con este punto de la doctrina, que San Agustín declara (Serm. Ii de verbis Domini, c.v) una de las mas difíciles en las Escrituras, propusieron diferentes interpretaciones o explicaciones.

Santo Tomás, a quien podemos seguir confiados, entrega un buen resumen de opiniones en II-II, Q xiv. El plantea que la blasfemia contra el Espíritu Santo fué y puede ser explicado en tres formas.

  • A veces, y en su significado mas literal, ha sido tomado como significando el pronunciar un insulto contra el Espíritu Divino, aplicando la apelación ya sea al Espíritu Santo o a todas las Tres Personas Divinas. Este era el pecado de los Fariseos, quienes hablaron al principio contra "el Hijo del hombre" criticando las obras y formas humanas de Jesús, acusándolo de amar el regocijo y el vino, de asociarse con los publicanos y quienes, después, con indudable mala fe, calumniaron Su Divinas obras, los milagros que El realizó en virtud de Su propia Divinidad.
  • Por otro lado, San Agustín, frecuentemente explica la blasfemia contra el Espíritu Santo como impenitencia final, la perseverancia hasta la muerte en pecado mortal. Esta impenitencia es contra el Espíritu Santo en el sentido que frustra y es absolutamente opuesta al perdón de los pecados, y este perdón de apropiada al Espíritu Santo, el mutuo amor del Padre y el Hijo. En esta perspectiva, Jesús, en Mateo 12 y Marcos 3 realmente no acusan a los Fariseos de blasfemia contra el Espíritu Santo, El solo los advierte contra el peligro en que se encontraban al hacerlo.
  • Finalmente, varios Padres, y luego de ellos muchos teólogos escolásticos, aplican la expresión a todos los pecados que directamente se oponen a aquella cualidad que es, por apropiación, la cualidad característica de la Tercera Persona Divina. Caridad y bondad son especialmente atribuidas al Espíritu Santo, como el poder es al Padre y la sabiduría al Hijo. Solo entonces, así como llamaron pecados contra el Padre aquellos que resultan de la fragilidad, los pecados contra el Hijo aquellos que nacen de la ignorancia, así los pecados contra el Espíritu Santo son aquellos que son cometidos con absoluta malicia, ya sea por desprecio o rechazo de las inspiraciones e impulsos los cuales habiendo sido animados en el alma del hombre por el Espíritu Santo, pudieran haberlo desviado o librado del mal.
Es fácil ver cómo esta amplia explicación se ajusta a todas las circunstancias del caso donde Cristo dirige sus palabras a los Fariseos. Estos pecados son considerados comúnmente seis: desesperanza, presunción, impenitencia o una fija determinación a no arrepentirse, obtinación, resistencia a la verdad conocida y la envidia por el bienestar espiritual de otro.
Se dice que los pecados contra el Espíritu Santo son imperdonables, aunque el significado de esta afirmación variará bastante de acuerdo a cual de las tres explicaciones dadas mas arriba es aceptada.. En cuanto a la impenitencia final, esto es absoluto; y esto es fácilmente entendido, porque incluso Dios no puede perdonar donde no hay arrepentimiento y el momento de la muerte es el instante fatal después del cual ningún pecado mortal es perdonado. San Agustín, al considerar en las palabras de Cristo la implicancia de absoluta inperdonabilidad, que sostuvo que el pecado contra el Espíritu Santo es solamente el de la impenitencia final. En las otras dos explicaciones, de acuerdo a Santo Tomás, el pecado contra el Espíritu Santo es perdonable - no absolutamente y siempre, que (considerado en sí mismo) no sean extenuantes las demandas y las circunstancias, la inclinación hacia el perdon, puede ser solicitado en el caso de pecados de debilidad e ignorancia. Aquel que, por pura y deliberada malicia, rehusa reconocer la obra manifiesta de Dios o rechaza los medios necesarios de salvación, actúa exactamente igual al hombre enfermo que no solo rehusa toda medicina y alimento, sino que hacer todo lo que está en su poder para aumentar su enfermedad, y cuyo mal se torna incurable debido a su propia acción. Es verdad que, en cualquier caso, Dios podría, por un milagro, vencer el mal; El podría, por Su propia onmipotente intervención, ya sea anular las causas naturales de la muerte corporal, o radicalmente cambiar la voluntad del pecador porfiado, pero tal intervención no estaría de acuerdo con Su providencia ordinaria; y si el permite las causas secundarias para actuar, si El ofrece al hombre libre voluntad de gracia ordinaria pero suficiente � quién podría tener motivo de queja?. En una palabra, la imperdonabilidad de los pecados contra el Espíritu Santo es exclusivamente por el lado del pecador tomando en cuenta los actos del pecador.
Sobre el dogma ver:: STO. TOMAS, Summa Theol., I, Q. xxxvi-xliii; FRANZELIN, De Deo Trino (Rome, 1881); C. PESCH, Pælectiones dogmaticæ, II (Freiburg im Br., 1895) POHLE, Lehrbuch der Dogmatik, I (Paderborn, 1902); TANQUEREY, Synop. Theol. dogm. spec., I, II (Rome, 1907-8). Consideración de los argumentos del dogma en las Escrituras: WINSTANLEY, Spirit in the New Testament (Cambridge, 1908); LEMONNYER, Epîtres de S. Paul, I (Paris, 1905). Consideraciones de la tradición : PETAVIUS, De Deo Trino in his Dogmata theologica; SCHWANE, Dogmengeschichte, I (Freiburg im Br., 1892); DE REGNON, Etudes théologiques sur la Sainte Trinité (Paris, 1892); TIXERONT, Hist. Des dogmes, I (Paris, 1905); TURMEL, Hist. de la théol. positive (Paris, 1904).


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1 comentario:

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