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lunes, 27 de febrero de 2012

ESFUÉRZATE Y SE VALIENTE SE VALIENTE Y ESFUÉRZATE

Sí, levántate, esfuérzate, sé valiente. Son actitudes, acciones que tienen que correspondencia bi-direccional. Para esforzarse, hay que ser valiente, ya que se necesita tener valor para la acción y para tomar decisiones. Pero para ser valientes, hay que esforzarse, esto es, hacerse fuerza, obligarse a actuar sin miedo y sin temores.

El mandato de Dios a Josué revela la importancia de una relación consciente entre el hombre y Dios. Pero antes de ese mandato directo, encontramos en la Biblia varios episodios que nos ayudarán a entender qué quería Jehová de Josué, y qué deberá hacer Josué para que se lograra el propósito.

Recordemos a Noé. Jehová lo llamó a hacer un arca que serviría de refugio para los seres que Dios preservaría cuando destruyera la vida pecaminosa del hombre. Posiblemente Noé se preguntaría el por qué y el para qué de la orden. Ni él mismo podía entender pero lleno de valor, se esforzó en complacer a Dios y en obediencia, construyó el arca. Y llegó el diluvio, y sólo los hombres que estaban dentro del arca se salvaron. ¡Feliz obediencia la de Noé! Este es un elemento esencial en el ejercicio del valor y del esfuerzo personal: la obediencia.

Otro ejemplo es el de José, hijo de Jacob, a quien sus hermanos llenos de envidia y celos, vendieron como esclavo a unos egipcios. Estos lo vendieron a Potifar, un alto miembro del gobierno. José iba siendo bendecido por Dios en ese lugar y su amo lo estimaba, hasta que la esposa de Potifar trató insistentemente de seducirlo. Pero José resistió la tentación. Es pues, la resistencia para no ceder al mal, otro elemento que entra en el concepto esfuerzo-valor.

Hay muchas historias sobre el concepto, pero vamos al capítulo uno de Josué.

Moisés, el gran líder israelita, el que usó Dios para sacar a su pueblo esclavo de Egipto y llevarlos a la libertad de una tierra aprobada, separada por El, había muerto. Se necesitaba un líder capaz de completar el viaje a través del desierto hasta la tierra. Y Jehová llamó a Josué para continuar su obra. Josué estaba capacitado para convertirse en líder de su pueblo. Como discípulo de Moisés, había experimentado el gozo y el dolor del caudillo, la desilusión al ver la dureza del pueblo, y la maravilla de la relación de Dios y Moisés. Y dice la palabra en Exodo 33: 11 que aún cuando Moisés salía del campamento y volvía a entrar (en sus encuentros a solas con Dios), "el joven Josué, hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo". Fue fiel, perseverante. Nunca salió de la casa del Señor. Y nosotros, ¿estamos perseverando en la presencia del Señor? EL nos llevó a las alturas reales. Allí vivimos. Nos hizo ciudadanos del reino de los cielos. ¿Perseveramos fieles? ¿No entramos y salimos atraídos por el mundo? ¿Estamos como pámpanos pegados a Su vid? "El que permanece en mí, y YO en él, éste lleva mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer" [Jn. 15: 5].

Hemos encontrado otros elementos más dentro del mandato de Dios a Josué: fidelidad, perseverancia, y relación íntima con Dios.

En los primeros nueve versos del capítulo 1 de Josué, el discurso de Dios revela el propósito y el método para llegar a la tierra prometida. "Mi siervo Moisés ha muerto; ahora pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que YO les doy a los hijos de Israel. YO os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie"

Ese es el propósito: usar a Josué como instrumento para llevar al pueblo hasta la tierra. Y le llama a levantarse y a realizarlo. Sin rodeos, sin confusión. Eso es lo que Josué tenía que hacer. ¡Tamaña tarea! ¡Difícil tarea! ¡Continuar la obra que Moisés había comenzado y por la cual había sufrido tanto!

Estoy segura que Josué no anticipó este llamado. Se asustaría... Se sentiría impotente para realizarlo. Miraría al Señor Dios "como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores" [Sal. 123: 1], como se mira, anonadado, a los ojos de Dios hasta descubrir Su voluntad.

Pero llega la promesa en el verso 5: "Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé" ¡Que alivio! No necesitaba otro seguro. Dios estaría con él. Al fin de cuentas, el Pastor que conduciría esas ovejas hasta el redil era Dios. EL le había dicho a Moisés allá en Horeb, (capítulo 3 de Exodo), que "EL había descendido para librarlos de la mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena". EL es el Hacedor. Esa es la acción de Dios. Y ahora fija la responsabilidad de Josué en el verso 9.

"Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas" [Josue1: 9].

YO voy contigo. Confía en MI, YO lo haré. Así dice el Salmo37:5: "Encomienda a Jehová tu camino, y confía en EL, y EL hará." Ya hablaba la experiencia. Ya el salmista conocía la hazaña de Dios por medio de Josué; y ya había establecido una saludable, espiritualmente hablando, relación con Dios. Esta es la lección: creer que la promesa de Dios para sus hijos es verdadera y real, que se cumple en el tiempo del Soberano Señor.

En los versos 7 y 8 hay una exposición de requisitos. "Sé muy valiente para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él para que guardes y hagas conforme en todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien."

Dios reitera esa promesa en el capítulo 8: 28 del libro a los Romanos:

"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados."

Si nos consagramos a servirle, si nos rendimos verdaderamente a EL con auténtica y firme decisión, seremos prosperados en aquello que EL nos manda a hacer. Pero no en la prosperidad de la que algunos predican y han convertido en doctrina. No, esa es falsa de toda falsedad. Escoge unos textos bíblicos, los saca fuera de contexto, y los acomoda al modo de pensar de los autores. Pretende estar basada en la doctrina de la fe. Plantea que lo que creemos y confesamos determina lo que obtendremos de Dios. Engaño doloroso como es la liberación de la pobreza y el poder de liberar a otros. Enseña que Dios estableció leyes espirituales y físicas en el mundo que hasta EL mismo tiene que obedecer y de ellas es que todos debemos prosperar [citan a Génesis 1]. Ese no es el concepto de la soberanía de Dios establecida en la Biblia.

Mencionan la promesa de Dios a Abraham como evidencia de que Dios quiere prosperar a todo el pueblo en lo material, dándole riquezas en abundancia. Eso es tergiversar el propósito de Dios con los hombres. Cuando Dios envió a Jesucristo para redimir a los hombres, el propósito es que la "bendición de Abraham alcanzara a los gentiles a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu Santo" [Ga. 3: 14]. Eso es prosperidad. . . Espiritual.

La Biblia presenta la fe como una rendición iluminadora ya que es creer en y ella sin reservas, y confiar en Dios. Es una fe que cree en que Dios quiere lo mejor para sus hijos, esto es, los que aceptan su soberanía y su llamado. EL quiere que sus hijos estén sanos del espíritu, del alma y del cuerpo, pero que no se rindan a la voluntad de los hombres. Estos han de rendirse a la suya.

Ante toda esa falsedad, la iglesia está llamada a proclamar la verdad con palabras y hechos. Es necesario que ejerzan el ministerio de la sanidad como lo ordena Dios y en su voluntad, sabiendo que EL oye la oración de sus hijos. Dios sana. En la cruz Cristo llevó nuestras enfermedades. Dios está con nosotros en todo momento. EL es la solución a nuestros problemas. Jesús dijo: "En el mundo tendréis aflicciones, pero confiad, YO he vencido al mundo" [Juan16: 33]. Nos exhorta a permanecer en la fe porque "es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios" [Hechos14: 22]. Nos habló de entrar "por la puerta estrecha y por el camino angosto que lleva a la vida porque la puerta ancha y el camino espacioso llevan a la perdición" [Mateo 7: 13-14].

Como vemos, la prosperidad de bienes materiales no es lo que Dios promete, pues nos dijo que no hiciéramos tesoros en la tierra, si no en el cielo [Mt. 6: 19-20]. Todo lo que tenemos lo recibimos de EL y hemos de recibirlo con acción de gracias.

EL manda, nosotros obedecemos. EL lo hace a través de nosotros sus instrumentos. Si seguimos su dirección seremos prosperados y tendremos victoria.

Para poder realizar la difícil tarea que Dios ordenó, Josué tenía que echar mano de la promesa. Tenía que ser valiente porque Dios estaba con él. Se necesita ser valiente, de acuerdo con la definición divina. Tenía que esforzarse conforme al mandato, a la voluntad de Dios. Y Josué puso manos a la obra. En este momento vemos otro componente de los términos. Josué empezó a cumplir: lo vemos planificando acción, y marchando al frente del pueblo a poseer la tierra.

Había pasado años capacitándose para la obra a los pies de Dios y de Moisés. Ahora había recibido el poder para trabajar. Ese poder le fue dado directamente por Jehová.

Capacitación: poder espiritual, manos a la obra.

En el mismo libro de Josué [capítulo 10: 25] le encontramos arengando a su pueblo, impartiéndole lo que él había recibido: "No temáis, ni os atemoricéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis." ¡Que certidumbre de fe!

Entre los consejos que David dio a Salomón su hijo, sobre su futuro como rey, le dijo: "Anímate y esfuérzate y manos a la obra; no temas ni desmayes, porque Jehová Dios, mi Dios, estará contigo; EL no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes con toda la obra para el servicio de la casa de Jehová" [1 Cr. 28: 20]. Me gusta el "hasta que" porque encierra la acción en los límites de Dios.

Anímate - Sí, toma ánimo. No te rindas. No te confundas, no caigas, no te atemorices, no te desanimes por lo que veas... ¡Anímate! Está alerta, firme, fuerte. Mete tus metas en la meta de Dios. Estabiliza tus pensamientos para que se traduzcan en acción edificante. Todo esto es esforzaos. Esfuérzate y sé hombre. Sí, sé hombre, y eso nos incluye a nosotros. Hombre en el sentido del humano, a diferencia de lo divino.

Pero hombre, hombre que es aquel en la voluntad y propósito de Dios. Y repite que guardes los mandamientos de Dios, y que andes en sus caminos. [1 R. 2: ]

Este Mandamiento crece y se mantiene vivo para los creyentes de hoy. En el Salmo 31: 24 el Señor nos dice: "Esforzaos todos vosotros los que esperáis a Jehová, y tome aliento vuestro corazón." De veras, sólo los que esperamos en Dios tenemos la llave de la victoria. Hemos de ser valientes, respirar profundo en el espíritu y cobrar conciencia de que tenemos el aliento que Dios sopló en el hombre y lo convirtió en alma en alma viviente, y que se revive cuando Jesucristo sopló de su vida en nosotros, dándonos el Espíritu Santo.

Esperar. ... el que creyere, no se apresure [Is. 28: 16]. Hemos de recordar que Dios es el Señor del tiempo. Pongamos, como hizo David [Salmo 31: 15], nuestro tiempo en sus manos... y esperemos hasta que EL de la orden de marchar.

Esperar. Detenerse. Mantengamos vivo ese aliento. Esperemos hasta que... En Hechos 1: 4 después de tres años de discipularlos, después de haberlos llevado a presenciar y a entender Su Resurrección, después de haberles dado orden de ir, testificar, proclamar Su Palabra, Jesús les ordena juntarse a orar y esperar hasta que fuesen llenos del Espíritu Santo.

Esperar hasta que... Es que con recursos humanos no se ganan las batallas. Dice el Salmo 33: 16: "El rey no se salva por la multitud del ejército ni escapa el valiente por la mucha fuerza..." Repite en Zacarías 4: 6: "No con ejército ni con fuerzas sino con mi Espíritu..." ¡Qué seguridad! ¿Por qué vacilamos cuando recibimos órdenes? No soy yo, es Dios en mí. . . EL es quien lo hace. "EL preparó las buenas obras de antemano para que anduviésemos en ellas" [Ef. 2: 10]. A mi me ministra ese aspecto, ya que sólo tengo que obligarme, que esforzarme, que ser valiente y entrar a hacer los obras que Dios ya ha preparado. EL es la certeza de la victoria.

Recordemos cómo se conquistó Jericó, cómo se derribaron sus muros. Si no supiéramos que la mano de Dios estaba allí, jamás podríamos creer lo que sucedió. ¿Se gana una batalla dando vueltas y gritos? Imposible.

Pero como los caminos de Dios no son como los nuestros, y Sus pensamientos son más altos que los nuestros, y es Soberano, tuvo como propósito el probar la fe y la obediencia del pueblo y dejar sentado que EL es quien lo hace.

El hombre ha de reconocer su impotencia para batallar. Como dice Amós: "... el ligero no podrá huir, y al fuerte no le ayudará su fuerza, ni el valiente librará su vida" [Am. 2: 14]. Hay un caso precioso. En Crónicas 20 se narra la historia de una batalla. Josafat, rey de Judá, se entera que una multitud de moabitas y amonitas están en camino para atacarles. Josafat tuvo temor y "humilló su rostro para consultar a Jehová". Oró fervorosamente, recordó todo lo que Dios les había ayudado, y en un arranque genuino de sinceridad y angustia, ora: "en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos que hacer, y a Ti volvemos nuestros ojos" [2 Cr. 20: 12].

Dios, no podemos ni sabemos, pero Tú sabes y Tú puedes. ¡Ayúdanos!

Dios le oyó y contestó sus plegarias diciéndoles: "No habrá para que peléis vosotros en este caso; paraos, estad quietos y ved la salvación de Jehová con vosotros. No temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos porque Jehová estará con vosotros" [2 Cr. 20: 17].

Y el rey y todo su pueblo se postraron ante Jehová y le adoraron. Creyeron y le dieron gracias a Dios, lo adoraron... y sucedió el milagro. Los enemigos murieron y "el reino de Josafat tuvo paz, porque su Dios le dio paz por todas partes" [2 Cr. 20: 29].

En el libro de Hageo se ve al profeta animando al sumo sacerdote en relación con la restauración del templo. "Cobrad ánimo y trabajad". El ánimo produce acción, trabajo. Esforzarse quiere decir poner manos a la obra. Si creemos, si tenemos certidumbre de fe, confiaremos y esperaremos en el Señor; nos levantaremos, nos pondremos a Su servicio y la victoria nos sonreirá.

Somos soldados del ejército de Dios. Pablo le recomienda a Timoteo que pelee la buena batalla de la fe, "echa mano de la vida eterna" [1 Ti. 6: 12]. Pablo sabía de lo que hablaba. El había comenzado a librar batallas desde que se encontró con Dios camino a Damasco y se enlistó en el ejército del Señor. A eso le había llamado: a que después que conociera Su voluntad, le viera y lo oyera, fuera a predicar el evangelio. "Levántate y pónte sobre tus pies, porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto"

[Hch. 26: 16]. Dios no quiere vagos ni testigos pusilánimes en su reino. Nos llevó a morar con EL en las alturas reales. Nos llama a ser valientes porque "el reino de los cielos sufre violencia y sólo los valientes lo arrebatan"[Mt. 11: 12]

Y recordemos a Pedro. Jesús lo llamó para hacerlo pescador de hombres: "Venid en pos de mí y YO os haré ... pescadores de hombres" [Mt. 4: 19]. Los tres puntos suspensivos son míos ya que antes de que pudiera Pedro pescar hombres, tenía que dejarse hacer en un proceso que le tomó varios años, renunciación a todo, aprender humildad, y recibir el poder del Espíritu Santo. Entró en la escuela de Jesús asustadizo, miedoso; a veces arrogante y palabrero; no sabía nada, nada comprendía pero perseveraba en seguir al Maestro. Y un día, cuando ya Cristo había resucitado y ascendido a los cielos, Pedro recibió el poder del Espíritu Santo. Y desapareció su cobardía y adquirió el valor, el verdadero valor, el divino valor. Predicaba el evangelio con seguridad, fue encarcelado, azotado, humillado, pero nada le importó. El era cristiano y su meta era resurrección... Fue hecho nueva criatura y sólo entonces pudo pescar hombres.

Valor. Se necesita valor para permanecer en el reino. Hay tantas tentaciones aquí, tantos atractivos, tantas invitaciones a disfrutarlos placeres de la carne que si nos acobardamos, pereceremos. Pero recordemos que "Dios no nos ha dado espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio" [2 Ti. 1: 7].

En el libro de Esdras se narra el momento en que éste lloraba postrado delante de Dios confesando el pecado del pueblo y sin saber qué hacer en relación con un problema muy serio. Un hombre llamado Secanías se le acercó y le habló: "Levántate porque esa es tu obligación, y nosotros estaremos contigo. Esfuérzate y pon manos a la obra" [Esdras 9: 4].

Otro ejemplo de valor digno de encomio es el de Amós. No era profeta reconocido; era un campesino. Pero el Señor nuestro Dios lo sacó de allí, de sus tierras, y la hizo su mensajero. Obediente, llegó al santuario real de Bethel a llevar el mensaje de Dios. Habló con valor terrible contra la corrupción y la injusticia de los ricos porque "vendieron por dinero al justo y al pobre por un par de zapatos" [Am. 2: 6]. Tronó contra los que se apartaron de los mandamientos de Dios, y contra todos los que profanaban el santuario. Les llamó al arrepentimiento, a buscar a Jehová, a buscar lo bueno, a aborrecer el mal y a establecer la justicia. Sólo así, vivirían y no serían destruidos.

Pero el sacerdote Amasías, el sacerdote de Israel, envió a decir a Jeroboam, rey de Israel, que Amós se había revelado, y conspiraba contra él. Le ordenaron a Amós que se fuera de Bethel y que no profetizara más allí. Hasta se atrevió a decirle que allá en Judá le pagarían por profetizar.

Amós le respondió que él no cobraba por sus profecías y que seguiría llevando el mensaje de Jehová. Su amonestación terminó con un mensaje de restauración. Expuso su vida y Dios lo protegió.

Como vemos, ese mandato se repite constantemente y vale para todos los siervos de Dios. Levántate. Esfuérzate. Ten valor. Y surge otra palabra: obligación.

Es necesario que estemos conscientes de nuestra obligación con Dios, con Su iglesia, con todo el género humano. Hoy más que nunca antes es nuestra obligación y nuestro compromiso movernos en el trabajo de la viña del Señor. Dios nos está llamando a ser valientes. Esforcémonos y peleemos porque esa es nuestra obligación.

Satanás está atareado, tratando con toda su astucia y con todas sus fuerzas, de bloquear la acción poderosa del Espíritu Santo en el hombre. Trata de hacerle perder el balance, de hacerlo vacilar y dudar. Trata de paralizarlo para que se salga del camino. Mas tenemos que entender con certidumbre que esa lucha contra el enemigo de la justicia tiene que darse en el contexto de la promesa de la victoria que el Señor ha hecho. La batalla es fuerte, pero EL peleará por nosotros. Y teniéndolo a EL en la guerra, ¿quién podrá enfrentársenos? Huirá el mal, Satanás está vencido. Los que seguimos a Jesús proclamamos la victoria.

¡Qué mucho pecado hay en el mundo! ¡Qué mucho dolor! ¡Cuánta necesidad de atención y ayuda! Los cientos de niños maltratados esperan porque los valientes los liberen de esa tortura. Los jóvenes, los adolescentes que matan y mueren asesinados esperan por ayuda. Las mujeres víctimas de violencia doméstica esperan por los valientes que les ayuden a salir de esa vida. Hay hambre y sed de justicia. Hambre que necesita pan natural para ser saciada. Hambre de pan espiritual que espera ser atendida. Sabemos que Cristo es el pan que nos alimentó. ¿Por qué no damos ese pan a los hambrientos? Todos esperan por la acción del pueblo de Dios. Para ello, para esa labor, para andar en esas obras que Dios preparó de antemano para que nosotros anduviésemos en ellas, es que nos dio valor y fuerza. Hemos mencionado los componentes de esa orden. Esfuérzate y sé valiente. Son requisitos para la obra, y son elementos que la constituyen o la cualifican.

Enumeremos:

1- fe, confianza en Dios;

2- conciencia de que EL, Dios, lo hará;

3- valor, valor que viene de Dios;

4- aceptación del llamado;

5- poder espiritual;

6- perseverancia en el estudio de la Palabra y en guardarla;

7- esfuerzo, que es hacerse fuerza;

8- capacitación, preparación;

9- oración, clamor a Dios;

10- humillación, confesar que no se puede, no se sabe; dependencia total de Dios;

11- perseverancia, mantenerse en la viña del Señor;

12- ánimo, no rendirse, no conformarse;

13- ser hombre a la manera de Dios;

14- fidelidad;

15- obediencia;

16- relación íntima con Dios;

17- sometimiento a la voluntad de Dios;

18- continuidad;

19- disposición y disponibilidad para hacer lo que Dios le ha mandado.

Y manos a la obra. ¡A trabajar! ¡A pelear la buena batalla! ¡A sembrar!

Aquí está el cuerpo de Cristo. Ese cuerpo de cual Cristo es la cabeza,tiene manos, tiene pies, tiene ojos, tiene oídos, tiene boca, tiene nariz...

¿Quién soy en ese cuerpo?

¿Soy la mano? Pues a juntarse todas las manos y a trabajar. A tocar para saber cuáles son las necesidades. A tocar para consolar, para apoyar, para fortalecer. A acariciar suavemente a los niños maltratados. Seamos manos para alimentar a los hambrientos. Manos que sequen lágrimas. Manos que sostengan a los débiles. Hay obra, mucha obra para las manos.

¿Soy pie? Pues a juntarse los pies y a caminar llevando de buenas nuevas de salvación. Hay caminos que abrir; sendas que enderezar y conducir los perdidos al Camino que es Cristo. Hay que prestarle los pies a los cojos para que puedan andar. Hay lugares a los que hay que ir para liberar, para sanar.

¿Que soy boca? Pues a unirse las bocas para entonar alabanzas al Señor. Separemos lo precioso de lo vil, echemos fuera lo vil, y seremos como la boca de Dios [Jer. 15: 19]. Seamos Sus voceros; pregonemos la Palabra de verdad; proclamemos en alta voz que Jesucristo es el Señor y que sólo en EL hay salvación y vida eterna.

Nosotros no seríamos creyentes de no haber sido por los cristianos que con sacrificios y riesgos llevaron el evangelio por ciudades, por montes, por valles. Fueron boca de Dios para salvación. Murieron muchos, otros sufrieron azotes, prisiones, pero todos estaban seguros que al morir, irían directamente al trono del Señor. Nunca usaron armas ni recursos humanos para defenderse. Su valor divino se manifestaba en la obediencia a Dios.

También los miembros nariz son importantes, igualmente importantes. Huelen lo que está mal en la iglesia; tienen discernimiento para conocer la condición del cuerpo; y pueden orar para que se sane; son de veras miembros discretos, radares que detectan el peligro y posibilitan el que se pueda corregir.

Asimismo los ojos y los oídos. Todos los miembros del cuerpo bien concertado han de laborar como un solo hombre y una sola meta.

Hay caminos que recorrer. Hay mucho trabajo en la viña del Señor. Hay batallas que librar. Hay que salir a rescatar la institución de la familia que está en crisis contaminada con la revolución social guiada por las fuerzas malignas.

La iglesia está recibiendo también el impacto malsano del mundo. Se introducen estilos paganos y se recurre a modas y prácticas mundanales que no añaden a la práctica cristiana. Bajo el pretexto de atraer a los jóvenes y retener a los miembros, se trae al culto ritos tomados de otras religiones y de las fiestas mundanas. Se le da importancia a lo que no tiene y se minimiza la figura del Señor. Se aceptan interpretaciones ajenas a la verdad bíblica. El pecado crece dentro de la iglesia.

Hay que tocar trompeta; advertir a las ovejas que es tiempo de preguntar por las sendas antiguas que conducen al único camino que es Cristo y regresar a ellas. Para eso hay que tener fe y valor. Por esto, escuchemos la voz de Dios que nos dice:"Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera vayas, [Josué 1: 9], te mando a que te levantes, te esfuerces y seas valiente" [Josué 1: 2, 6].

Así le dijo Pablo a Timoteo en su segunda carta: "Tú, pues, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús... Tú pues sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a Aquél que lo tomó por soldado. Si somos muertos con EL, también viviremos con EL; si sufrimos, también reinaremos con EL [2 Timoteo 2: 3, 4, 11, 12].

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