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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Letanías de la Humildad








AL REZAR esta letanía, tú estas pidiendo la gracia para vivir una vida cristiana genuina. Estas son las gracias


de echar a un lado tus intentos de sentirte bien contigo mismo;



de vencer la repugnancia que sientes de ser herido emocionalmente por los demás;



procurar el bien de los demás en todas las cosas, echando toda la competencia, incluso a expensas tuyas.


De todas maneras, vamos a cuidarnos para que se haga en una forma saludable psicológicamente.

Es bueno cuando a nuestro trabajo se le da reconocimiento y es apreciado; el punto espiritual es que no debemos apetecer esa admiración como un aspecto de la identidad, personal, sino que debemos de aceptar todos los beneficios de nuestros trabajos en alabanza a Cristo, quien se vació a si mismo por nuestro bien, quien sufrió por nuestra causa, quien murió en la cruz por nosotros, y por quien, por servicio a Él, hacemos nuestros trabajos. En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo . . . ! (Gálatas 6: 14).

Todos, de manera similar, nos sentimos heridos cuando alguien nos insulta; de todos modos, el punto espiritual es que no debemos levantar las defensas para protegernos a nosotros mismos del dolor de ser insultados, sino que siempre debemos, aun en nuestro dolor más intenso, confiar en Cristo, pues únicamente Él nos cuidará de todo peligro. No tengáis miedo, como dice Jesús repetidamente a través de los Evangelios.

Finalmente, el “poner a los demás primero” fluye en contra la auto-preservación natural; de todos modos, el punto espiritual es que no debemos competir con los demás para satisfacer nuestro orgullo, sino poner a un lado nuestro orgullo en la esperanza de que otros puedan salvarse de la condenación por causa de nuestra propia obsesión desesperada con la auto-preservación. Más aún, no debemos poner a un lado nuestro orgullo como una forma de masoquismo o de auto-desprecio; en toda nuestra caridad hacia los demás nunca debemos abandonar la responsabilidad de desarrollar nuestros talentos al máximo, para que podamos servirle a Cristo eficazmente y gozosamente, en amor puro.

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

JESUS manso y humilde de Corazón,

Óyeme.



DEL deseo de ser lisonjeado,


Líbrame Jesús.



Del deseo de ser alabado,


"



Del deseo de ser honrado,


"



Del deseo de ser aplaudido,


"



Del deseo de ser preferido a otros,


"



Del deseo de ser consultado,


"



Del deseo de ser aceptado,


"



DEL temor de ser humillado,


"



Del temor de ser despreciado,


"



Del temor de ser reprendido,


"



Del temor de ser calumniado,


"



Del temor de ser olvidado,


"



Del temor de ser puesto en ridículo,


"



Del temor de ser injuriado,


"



Del temor de ser juzgado con malicia,


"



QUE otros sean más estimados


Jesús dame la gracia

que yo,


de desearlo.



Que otros crezcan en la opinión
del mundo y yo me eclipse,


"



Que otros sean alabados
y de mí no se haga caso,


"



Que otros sean empleados en cargos
y a mí se me juzgue inútil,


"



Que otros sean preferidos a mí
en todo,


"



Que los demás sean más santos que yo
con tal que yo sea todo lo santo
que pueda,


"



Oración: Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.


—del Cardenal Merry del Val
(1865-1930)

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