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domingo, 25 de diciembre de 2011

¡Jesús ha nacido!


Juan 1, 1-18. Navidad. Hoy es un día de gozo, en que Dios se ha manifestado al mundo como un Niño necesitado de todo, para que nosotros le acojamos.
¡Jesús ha nacido!
Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18

Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo». De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.

Oración introductoria

Señor, sabes que no soy el mejor, conoces toda mi miseria, pero por esto mismo vengo ante ti con la confianza de que me escucharás y me enseñarás el camino. Señor, ayúdame a creer. Quiero confiar plenamente en ti. Dame la gracia de esperarlo todo de ti y en ti. Enséñame a amar a los demás, para mostrarte el amor que te tengo.

Petición

Señor, que me dé cuenta del amor que me tienes y que me has mostrado al hacerte como uno de nosotros.

Meditación del Papa

(...) "En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios" (Jn 1, 1); he aquí la novedad inaudita y humanamente inconcebible: "El Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros" (Jn 1, 14 a). No es una figura retórica, sino una experiencia vivida. La refiere san Juan, testigo ocular: "Hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 14 b). No es la palabra erudita de un rabino o de un doctor de la ley, sino el testimonio apasionado de un humilde pescador que, atraído en su juventud por Jesús de Nazaret, en los tres años de vida común con él y con los demás Apóstoles, experimentó su amor -hasta el punto de definirse a sí mismo "el discípulo al que Jesús amaba"-, lo vio morir en la cruz y aparecerse resucitado, y junto con los demás recibió su Espíritu. De toda esta experiencia, meditada en su corazón, san Juan sacó una certeza íntima: Jesús es la Sabiduría de Dios encarnada, es su Palabra eterna, que se hizo hombre mortal.

Cada hombre y cada mujer, necesita encontrar un sentido profundo para su propia existencia. Y para esto no bastan los libros, ni siquiera las Sagradas Escrituras. El Niño de Belén nos revela y nos comunica el verdadero "rostro" de Dios, bueno y fiel, que nos ama y no nos abandona ni siquiera en la muerte. "A Dios nadie lo ha visto jamás -concluye el Prólogo de san Juan-: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado" (Jn 1, 18). (Benedicto XVI, Ángelus, domingo 4 de enero de 2009)

Reflexión

¡Dios me ama! Cada uno de nosotros, podemos partir de esta breve frase para comenzar a hablar con Dios. Cuántas veces hemos escuchado tantos reclamos hacia Dios de por qué en el mundo hay tanto mal, por qué Dios permite esto o aquello y por qué no hace nada. Y Dios, en su silencio taladrador, nos dice: "Te he hecho a ti". Dios ha querido que estemos aquí porque nos ama, porque es el Amor con mayúsculas. Y sabiendo que somos débiles, que a veces no respondemos con el mismo amor, Dios nos recuerda, a través de la liturgia y de manera cíclica, que se ha hecho carne, se ha hecho hombre.

Este Hombre-Dios, que nos enseña el camino que debemos seguir, que nos invita a participar de su vida divina, que no muestra que el camino de cruz, es quien más nos hace felices: no por el dolor, sino por lo que hay detrás de la cruz.

Hoy es un día de gozo, en que Dios mismo se ha manifestado al mundo como un Niño necesitado de todo, para que nosotros le acojamos de verdad en nuestro corazón. Viene indefenso, para que podamos defenderle y ayudarle a mitigar el frio de la indiferencia. Y nos muestra que Él, siendo Dios, ha querido estar con la humanidad herida por el pecado, para levantarnos como a la mujer pecadora; para invitarnos a cambiar de vida y vivir de manera plena como lo hizo Él con los primeros cristianos. Por esto, en este día de navidad, podemos sentirnos amados por Él, porque no se ha olvidado de nosotros. No te olvides de Él. Gracias Señor por tanto amor.

Propósito

Este día de Navidad ayudaré a mi prójimo en la necesidad que le surja. Mostraré la alegría que el Señor me dado y la compartiré con los demás, para comunicarles ese amor de Dios.

Diálogo con Cristo

Señor, te doy gracias por el don de la vida y de la fe. También te agradezco por el amor que nos tienes, por la inmensa e inmerecida gracia de ser tu apóstol en la tierra. Muéstrame el camino para agradarte. Ayúdame a compartir tu amor con los demás, amor verdadero y profundo como el tuyo. Dame la fuerza para luchar cada día contra la inconciencia de vivir apartado de ti. Gracias, Señor, por todo lo que me has dado.



"Tú eres la última y la única razón de mi amor. No tengo otras. ¿Cómo tendría alguna esperanza sin ti? ¿En qué se apoyaría mi alegría si nos faltases tú? ¿En qué vino insípido se tornarían todos mis amores si no fueran reflejo de tu amor? Eres tú quien da fuerza y vigor a todo. Y yo sé sobradamente que toda mi tarea de hombre es repetir y repetir tu nombre. Y retirarme"

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