sábado, 19 de noviembre de 2011

Somos custodios de la santidad conyugal




La tradición cristiana siempre ha defendido la unión del hombre y la mujer bajo el sacramento del Matrimonio, como piedra angular de la familia y por ende de la sociedad, según la voluntad de Dios.

“Varón y hembra los creó”, “el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a su esposa y llegan a ser una sola persona” y “lo que Dios une que no lo separe el hombre” son frases bíblicas que sustentan el designio divino respecto de la indisolubilidad del matrimonio.

En momentos en que esta institución es trivializada por sectores de la sociedad y es foco de ofensivas legislativas que buscan socavar su fundamento divino, es preciso fomentar una reflexión que lleve al ser humano a redescubrir el valor de esta íntima comunidad de vida establecida por el Creador.

El hombre y la mujer se dan, definitiva y totalmente, el uno al otro convirtiéndose en una sola carne. La fidelidad será la expresión constante del amor que juraron ante Dios un día.

Sin embargo, existen comportamientos que no sólo destruyen la santidad del matrimonio sino que nos distancian de Dios, permiten la entrada del dolor y laceran la dignidad de la unión perpetua de los esposos. Actos que ponen en riesgo la finalidad del matrimonio de ser fiel, unido, total e indisoluble.

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) enumera varias de estas ofensas. Veamos.

El adulterio

Es un pecado contra la fidelidad. Está catalogado como una injusticia ya que lesiona el signo de la alianza que es el vínculo matrimonial, quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio.

“Es una grave falta a la promesa de lealtad y de entrega total que hacen los esposos cuando deciden unir sus vidas para siempre. Significa rechazar y despreciar a la persona que está a mi lado para sustituirla por otra. Faltas a tu promesa de hombre o mujer e hieres la dignidad de la otra persona”, explicó Padre Jorge Ambert, director espiritual del movimiento católico Renovación Conyugal, que se dedica a ofrecer talleres y charlas para que las parejas aprendan a comunicarse y sanar su relación.

Poligamia

El régimen en el que se admiten los matrimonios múltiples, un hombre con dos o más mujeres o una mujer con dos o más hombres, contradice la comunión conyugal. Según el documento oficial de la Iglesia “niega directamente el designio de Dios, tal como es revelado desde los orígenes, porque es contrario a la igual dignidad personal del hombre y de la mujer, que en el matrimonio se dan con un amor total y por lo mismo único y exclusivo”.

El divorcio

La disolución del vínculo matrimonial es otra “ofensa grave” a la ley natural, que intenta romper el compromiso sacramental, de ambos esposos, de permanecer juntos hasta la muerte.

“Definitivamente va en contra de los fines para los que está llamado el matrimonio. Se destruye la confianza, la relación y se pierde la comunión, la fidelidad y el amor de los casados”, comentó Padre Ambert.

Incesto

La relación carnal entre parientes dentro de los grados en que está prohibido el matrimonio, es considerada, igualmente, un agravio por corromper las relaciones familiares y representar una regresión a la animalidad.

“Esta falta adquiere una mayor gravedad por atentar escandalosamente contra la integridad física y moral de los jóvenes que quedarán así marcados para toda la vida, y por ser una violación de la responsabilidad educativa” (CIC 2389).

Unión libre

El Magisterio de la Iglesia establece que hay unión libre cuando el hombre y la mujer se niegan dar forma legal y pública a una unión que implica la intimidad sexual. Envuelve conductas que son contrarias a la ley moral como el concubinato, el rechazo al matrimonio y la incapacidad de unirse mediante compromisos a largo plazo.

El Catecismo señala también otras ofensas como la masturbación, fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales.

No hay comentarios: