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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Mes de María




, María, hoy Chile te saluda”. Con este saludo nos preparamos a celebrar, a partir del 8 de noviembre, un nuevo Mes de María. Lo hacemos con alegría, agradecidos por su cuidado maternal, respondiendo al llamado de nuestros Obispos a vivir la "comunión misionera".

María, como la discípula misionera del Señor, nos llevó el Evangelio de Chile, palabra de vida que nos hermana y hace de esta tierra una “mesa para todos”. Ella recorrió el norte y el sur, visitó a pescadores y mineros, agricultores y militares, a todos llevó el gozo y la alegría del Señor de la Vida.

Pidamos a la Madre de Jesucristo que en este mes podamos cantar para Chile un Magníficat. “Alégrense y regocíjense” (Mt 5,12) pues, mirando al Señor, como Iglesia misionera, podemos decir con valentía: “Madre, he aquí a tu pueblo chileno”.



La verdadera historia del mes de María


mater.jpgYa comenzó el mes de María, una de las experiencias religiosas más bellas y profundas de nuestro país ¿pero conoce usted su verdadera historia? El mes de María nació probablemente en Italia y luego se expandió por Francia y Europa. Se celebra allí en mayo, el mes de la primavera. Es este estallido de la fuerza de la naturaleza y de la belleza de las flores que nos invita a que despierte lo mejor de nosotros, en la cercanía de la “Bendita entre todas las mujeres”, para orientar nuestras vida, fuerza y tarea en el seguimiento de Jesús.

Pero en nosotros operó una genialidad pastoral. Monseñor Joaquín Larraín Gandarillas, Rector del Seminario Pontificio, conoció y palpó esta tradición europea y quiso colocarla entre el 8 de noviembre y el 8 de diciembre de 1854 para preparar el del dogma de la Inmaculada Concepción, hace ya justamente 150 años.

Ello hizo que considera con nuestra primavera y tuviera una enorme acogida, no sólo el seminario, sino que muy pronto en muchas de las casas y a los templos.

Desde allí marca el año pastoral chileno, como una época de profunda renovación de la vida cristiana tomados de las manos de María.

A ello se le suma un segundo regalo. Un gran amigo sacerdote de él: Monseñor Rodolfo Vergara Antúnez compuso esa preciosa oración, cuya fantástica métrica y un profundo fondo contenido hacen que se rece con gusto y se transmita de generación en generación.

Este año celebramos 150 años del dogma de la Inmaculada Concepción y del inicio del Mes de María. Ella, la mujer “Llena de gracias” desde el Cerro nos señala que en Cristo Jesús podemos ser personas nobles y buenas. Que Ella nos ayude a reconquistar nuestra armonía interior mientras rezamos y vivimos lo que nos dice la oración del mes.

“Oh María, durante el bello mes Dios que se os está consagrado,
todo resuenan con vuestro nombre y alabanza…”




En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Oración inicial del Mes de María.


Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
¡oh, Virgen gloriosa y bendita!


En este día, en que se inicia el Mes de María, se sugiere colocar la imagen de la Virgen más cercana y querida en un lugar de honor en la casa o lugar de trabajo. Se le prepara un lugar especial, limpio, con flores y velas para vivir allí en forma especial este Mes de María.

Oremos, hermanas y hermanos, al Señor presentándole nuestras necesidades y uniendo nuestro corazón al de la Virgen Santísima.

Cada petición concluye diciendo “Con María, oremos al Señor” y respondemos “Escúchanos, Señor, te rogamos”.

Este momento de oración termina con el Padre Nuestro y la Oración Final del mes de María.



ORACIÓN INICIAL DEL MES DE MARÍA

¡Oh María!, durante el bello mes a Ti consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza.
Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de
gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.

Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas
y coronas. Mas, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores
cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Éstas son las que Tú
esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos,
y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que Tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos,
pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar
nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y
miradas aun la sombra misma del mal.

La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos.
Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre
eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal.

En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta
flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos,
pacientes y esperanzados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes;
que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos
hijos de la más Santa y la mejor de las Madres, Amén.



ORACIÓN FINAL DEL MES DE MARÍA

¡Oh María, Madre de Jesús, nuestro Salvador y nuestra buena Madre! Nosotros venimos a
ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de
serte agradable, y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.

Dígnate a presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su
Santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud. Que haga lucir con nuevo
esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las
tinieblas del error. Que vuelvan hacia Él, y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia
regocijará su corazón y el tuyo. Que convierta a los enemigos de su Iglesia y que en
fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad, que nos colme de alegría en
medio de las tribulaciones de esta vida y dé esperanzas para el porvenir. Amén.

El Señor nos bendiga

nos guarde de todo mal

y nos lleve a la vida eterna.

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