Gracias a la mudanza encontré entre papeles viejos el boceto del primer Sermón que dí en mi vida, el dia de mi ordenación diaconal: el 18 de marzo de 2000. No lo recordaba. Hablaba de la cruz...
"Hay veces en la vida que nos acontecen cosas que no entendemos… ¿Por qué pasa esto? ¿Cómo Dios lo permite? Cosas que nos parecen tan terribles y que hasta nos hacen dudar de si Dios bueno, de si es realmente poderoso, de si nos quiere… Todas las veces que no comprendemos a Dios.
Algo así le paso al viejo Abraham: recibió una promesa de Dios: “tu descendencia será numerosa” y él pese a ser un anciano, a estar casado con una anciana estéril, sin embargo le creyó. Y así nació Isaac, el hijo de la promesa de Dios.
Pero en este texto del Genesis que escuchamos hoy todo estalla: Dios le pide que sacrifique a su hijo muy querido, que es además la garantía de esa promesa de Dios. Es el vivo testimonio que Dios es fiel, que es poderoso, que está de parte de los que lo aman…
Abraham, otra vez, no entiende nada, nada de nada… pero cree otra vez… “Dios proveerá” dice partido de dolor cuando sube con su hijo a la montaña del Sacrificio…
Los hombres no entendemos el dolor, nos resistimos al dolor, al sufrimiento. Por eso Jesús, ante el inminente escándalo de la pasión y muerte hubo de dar anticipo de Gloria, de Vida.
¿Cómo se podrían convencer los discípulos de que al fin todo terminaría bien? ¿Cómo…?
Porque nosotros los discípulos somos muy frágiles ante la cruz. Es que a la cruz no se la “gambetea”, o se la abraza o nos aplasta…
¿Cómo abrazar la cruz? Mirando en profundidad todo lo que nos sucede, buscando un sentido trascendente a todo lo que se ve.
Jesús se transfiguró para que cuando llegue la cruz podamos conservar la esperanza. Porque la fuerza del hombre sólo puede vivir de la esperanza.
Pidamos a la Virgen, la madre de la espera y la confianza, que siempre podamos reconocer en todo la amorosa y providente mano de Dios.
TODO TERMINA BIEN… Al final, todo termina bien…"
*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
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