jueves, 17 de noviembre de 2011

El poder del Nombre


«la Oración es un dejar a un lado los pensamientos.» Evagrio Póntico

Fragmentos:

¿Qué debe hacerse? ¿Cómo aprenderemos a vivir en el presente, en el eterno Ahora? ¿Cómo podemos asir el kairos, el momento decisivo, el momento de la oportunidad?

Es precisamente en este punto en el que la Oración de Jesús puede ayudar. La Invocación repetida del Nombre nos lleva, por la gracia de Dios, de la división a la unidad, de la dispersión y la multiplicidad a la concentración.

«Para parar el continuo empuje de tus pensamientos -dice el Obispo Teófano- debes atar la mente con un único pensamiento, o el pensamiento del Único solamente.»

Los Padres ascetas, en particular Barsanuphius y Juan, distinguen dos formas de combatir los pensamientos. El primer método es para el «fuerte» o el «perfecto». Éstos pueden «contradecir» sus pensamientos, es decir, hacerles frente cara a cara y repelerlos en lucha directa.

Pero para la mayoría de nosotros este método es demasiado difícil y puede conducir, de hecho, a un verdadero daño. La confrontación directa, el intento de arrancar y expulsar los pensamientos por un esfuerzo de la voluntad, sólo sirve a menudo para dar mayor fuerza a nuestra imaginación. Suprimidas violentamente, nuestras fantasías tienden a volver con fuerza renovada.

En vez de combatir nuestros pensamientos directamente y tratar de eliminarlos por un esfuerzo de la voluntad, es más juicioso desviar y fijar nuestra atención en otra parte. Más que fijar nuestra mirada hacia abajo dentro de nuestra turbulenta imaginación y concentrarnos en cómo oponernos a nuestros pensamientos, deberíamos mirar hacia arriba al Señor Jesús y confiarnos a Sus manos invocando Su Nombre; y la gracia que actúa por medio de Su Nombre vencerá a los pensamientos que no podemos destruir por nuestras propias fuerzas.

Nuestra estrategia espiritual debería ser positiva y no negativa: en vez de tratar de vaciar nuestra mente de lo que es malo, deberíamos llenarla con el pensamiento de lo que es bueno. «No contradigáis los pensamientos sugeridos por vuestros enemigos -advierten Barsanuphius y Juan-, porque eso es exactamente lo que ellos quieren y no dejarán de molestaros.

Por contra, volved al Señor para que os ayude contra ellos, poniendo ante Él vuestra propia debilidad; porque Él es capaz de expulsarlos y reducirlos a la nada.»

La Oración de Jesús, por tanto, es un modo de desviar y de mirar a otro sitio. Los pensamientos y las imágenes se nos ocurrirán inevitablemente durante la oración. No podemos pararlos por un simple esfuerzo de nuestra voluntad. No podemos apagar sencillamente el aparato interno de televisión. Es de poco o ningún valor decirnos a nosotros mismos «Deja de pensar»; podríamos decir también «Deja de respirar».

«La mente racional no puede estar ociosa -dice San Marcos el Monje- porque los pensamientos continúan llenándola con un parloteo incesante. Pero mientras que esté más allá de nuestro poder el hacer que este parloteo desaparezca de repente, lo que podemos hacer es apartarnos de él «uniendo» nuestra mente siempre-activa «con un único pensamiento, o con el pensamiento sólo en el Único» -el Nombre de Jesús.

Según Evagrio Póntico (+399), «la Oración es un dejar a un lado los pensamientos.» Un dejar a un lado: no un conflicto salvaje, no una represión violenta, sino un suave aunque persistente acto de indiferencia. Por medio de la repetición del Nombre, se nos ayuda a «dejar a un lado», a «dejar ir», nuestras imaginaciones insignificantes o perniciosas, y a reemplazarlas con el pensamiento de Jesús…

Extraído de “El poder del Nombre” de Kallistos Ware Ob bajar aquí.


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