miércoles, 9 de noviembre de 2011

EL ESPANTAPAJAROS.



En un lejano pueblo vivía un labrador muy avaro y era tanta su avaricia que cuando un pájaro comía un grano de trigo encontrando en el suelo, se ponía furioso, y pasaba los días vigilando que nadie tocara su huerto.

Un día tuvo una idea:

¾ Ya sé, construiré u espantapájaros, de este modo alejaré a los animales de mi huerto.

Cogió tres cañas y con ellas hizo los brazos y las piernas, luego con paja dio forma al cuerpo, un zapallo le sirvió de cabeza, dos granos de maíz de ojos, por nariz puso una zanahoria y la boca fue una hilera de granos de trigo.

Una vez el espantapájaros estuvo formado, le colocó unas ropas rotas y feas y de un golpe seco lo hincó en la tierra. Se percató de que le faltaba un corazón y cogió la mejor pera, la metió entre la paja y se fue a casa.

El espantapájaros se quedó moviéndose al ritmo del viento. Un gorrión voló despacio sobre el huerto buscando trigo. El espanta pájaro, al verle, quiso ahuyentarle dando gritos, pero el pájaro se posó en un árbol y le dijo:

¾ Déjame coger trigo para mis hijos.

¾ No puedo – contestó el espantapájaros, pero le dolía tanto ver al pobre gorrión pidiendo comida que añadió-: Puedes coger mis dientes, que son granos de trigo.

El gorrión los cogió y de alegría besó su frente de zapallo. El espantapájaros se quedó sin boca, pero satisfecho.

Una mañana un conejo entró en el huerto. Iba a las zanahorias, pero el espantapájaros le metió miedo. El conejo le dijo:

¾ Quiero una zanahoria, tengo hambre.

Tanto le dolía el espantapájaros ver un conejo hambriento que le ofreció su nariz de zanahoria. Cuando se marchó el conejo, el espantapájaros quiso cantar de alegría, pero no tenía boca ni nariz para oler las flores del campo; sin embargo estaba contento.

Un día apareció un gallo junto a él.

¾ Voy a decir a mi mujer, la gallina, que no ponga más huevos para el dueño de esta huerta. Es un avaro que casi no nos da comida.

¾ Esto no está bien, yo te daré comida, pero no digas nada a tu mujer. Coge mis ojos que son granos de maíz.

El gallo se fue agradecido.

Poco más tarde alguien se acercó a él y le dijo:

¾ Espantapájaros, el labrador me ha echado de su casa y tengo frío, ¿puedes ayudarme?

¾ ¿Quién eres?- preguntó el espantapájaros que no podía verle-.

¾ Soy un vagabundo.

¾ Coge mi vestido, es lo único que puedo ofrecerte.

¾ ¡Oh, gracias, espantapájaros!

Más tarde notó que alguien lloraba junto a él. Era un niño que buscaba comida para su madre y el dueño no se la daba.

¾ Pobre, te doy mi cabeza, que es un hermoso zapallo.

Cuando el labrador fue al huerto y vio el espantapájaros en aquel estado se enfadó mucho y le prendió fuego. Sus amigos, al ver cómo ardía, se acercaron y amenazaron al labrador, pero en aquel instante cayó al suelo algo que pertenecía aquel monigote: su corazón de pera. Entonces el hombre se lo comió riéndose.

¾ ¿Decís que os lo ha dado todo? Pues esto me lo como yo.

¾ Pero al morderla, notó un cambio en él y les dijo:

¾ Desde ahora os acogeré siempre.

Mientras, el espantapájaros se había convertido en cenizas y el humo llegaba hasta el sol transformándose en el más brillante de sus rayos.


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