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miércoles, 9 de noviembre de 2011

“CORAZÓN DE PIEDRA”



Corazón de Piedra era un hombre muy raro. Vivía solo. Sin mujer y sin hijos. En medio del campo. Se comportaba como un oso salvaje. No necesitaba a nadie.

Un día cuando iba al pueblo a vender una cesta de huevos, se encontró con una viejecita por el camino que le pidió caridad.

¾ ¡Piensas que yo voy a alimentar a flojas de tu especie!, le dijo Corazón de Piedra.

¾ Yo no soy una floja… es que no puedo trabajar… estoy muy enferma…

¾ ¡Y a mí que me importa tu salud! Harto trabajo tengo con la mía.

¾ Dadme al menos uno de estos huevos.

¾ ¡No te daré ni un huevo, ni un solo peso!

Y aquel egoísta continúo el camino.

¾ Maldito sea aquel que tiene el corazón como un fruto seco, dijo la pobre viejecita.

Pero el hombre no lo oyó, pues ya se había alejado.

Corazón de Piedra llegó al mercado y se puso a vender la cesta de huevos. Los vendió como siempre, a trece la docena, a algunos habitantes del pueblo, los cuales poco después volvieron furiosos.

¾ ¡Ladrón!¡Embustero! En vez de huevos nos has vendido piedras.

¾ ¡Eh!, dijo el hombre. ¿Se están burlando de mí?

Pero él mismo pudo comprobar realmente que eran piedras. Y tuvo que devolverles el dinero.

¾ Seguramente que aquella vieja me habrá echado una maldición, dijo enfadado.

Volvió a su casa hambriento. Fue a la cocina; puso un trozo de pollo sobre la mesa; también un queso y un vaso de vino. Sacó un cuchillo…

¾ ¡Diablos! El pan está durísimo… ¡Oh!¡pero si es una piedra!

También el queso y el vino se habían convertido en piedras.

¾ ¡Desgraciado de mí!¡La he hecho buena!

Se fue al gallinero. Si al menos allí hubiese algún huevo… Pero nada. En los nidos no había más que piedras. Y el buen hombre se acabó de desesperar. No sabía qué hacer. Pasó tres días lamentándose, tirándose de los pelos. Mordiéndose las manos… Pero el estómago estaba cada vez más vacío. ¿Qué hacer?

Por fin se decidió. Se fue al pueblo. Pasó de largo hasta encontrar la cabaña de un carbonero. El carbonero y su mujer le acogieron amablemente. Corazón de Piedra les dijo que aún tenía que recorrer un largo camino y que las fuerzas le fallaban. Le sirvieron un plato de sopa y un trozo de pan. Luego, les preguntó cuánto les debía.

¾ ¿Qué?, les dijo el carbonero, ¿pagarme un plato de sopa y un vaso de vino? ¡De ninguna manera, hombre!

Corazón de piedra se despidió manifestándoles su agradecimiento. Continuó el camino de día y de noche. Cuando tuvo hambre, se fue a una granja y pidió una limosna. El amo le dio pan, tomates y agua fresca.

¾ Gracias. Me ha hecho un buen servicio. ¿Cuánto le debo?

¾ ¡No debe nada! Es lo menos que podíamos hacer.

Corazón de piedra prosiguió el camino. Estaba avergonzado de su conducta pasada. “Así, pensó él que hay gente que sabe compartir su pan con los demás…”

Mientras pensaba se le acercó un pobre.

¾ Ten compasión de mí, dijo el hombre.

Y por primera vez en su vida, Corazón de Piedra se emocionó. Puso espontáneamente la mano en el bolsillo, sacó unas monedas y se las dio al pobre.

¾ ¡Oh, gracias!¡Dios se lo pague!

Corazón de Piedra experimentó una alegría inmensa. ¡También era él capaz de ayudar a los demás!

Habiendo echado, por fin, el terrible egoísmo de su corazón, pudo reemprender su trabajo y todo volvió a ser normal: los huevos eran huevos, el vino, vino…

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