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viernes, 28 de octubre de 2011

La oración en la comunidad cristiana



La verdadera pastoral, el ejercicio de la pastoral, pasa sin lugar a dudas por edificar comunidades parroquiales y monásticas que sean orantes y fervorosas. La oración rehuye el intimismo, nada sabe de evasión de la realidad, ni es un refugio sentimental. La oración es encuentro con Cristo, y como todo encuentro con Él, es transformador e impulso de apostolicidad, de obras, de catolicismo.

La pastoral -palabra tan empleada hoy...- debe cimentarse en la oración y debe conducir a la oración, a generar comunidades cristianas con un trato hondo y asiduo con el Señor. Entonces brotarán los verdaderos contemplativos en la acción y los monasterios serán veneros santos que alienten la vida espiritual de todos en la Iglesia. El freno contra la secularización es la vida de oración tanto personal como comunitaria.

"Cuando los creyentes oran, conmueven el corazón de Dios, para el que nada es imposible. Por eso, como escribí en la Novo millennio ineunte, es preciso que se distingan "en el arte de la oración" (n. 32), de modo que todas las comunidades cristianas lleguen a ser "auténticas escuelas de oración" (n. 33).

2. Por desgracia, asistimos con frecuencia a situaciones y hechos dramáticos que siembran en la opinión pública desconcierto y angustia. El hombre moderno se muestra seguro de sí y, sin embargo, especialmente en ocasiones cruciales, debe reconocer su impotencia: experimenta la incapacidad de intervenir y, en consecuencia, vive en la incertidumbre y en el miedo. En la oración, impregnada de fe, reside el secreto para afrontar, no sólo en las emergencias, sino también día a día, los esfuerzos y los problemas personales y sociales. Quien ora no se desanima ni siquiera ante las dificultades más serias, porque siente a Dios a su lado y encuentra refugio, serenidad y paz entre sus brazos paternos. Además, quien se abre con confianza a Dios, se abre con mayor generosidad al prójimo y es capaz de construir la historia según el proyecto divino.

Amadísimos hermanos y hermanas, "que enseñar a orar se convierta de alguna manera en un punto determinante de toda programación pastoral" (ib., n. 34). Es muy importante orar cada día, personalmente y en familia. Que orar, y orar juntos, sea el aliento diario de las familias, de las parroquias y de toda comunidad" (Juan Pablo II, Ángelus, 8-septiembre-2002).

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