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domingo, 30 de octubre de 2011

“Ciegos, sordos, mudos...”





Homilia del DOMINGO XXIII -Tiempo Ordinario Ciclo B
+ Pero Jesús viene a curarnos de todos nuestros males... No hay peor ciego... que el que no quiere ver a Dios. No hay peor sordo... que el que no quiere escuchar la Palabra de Dios. No hay peor mudo... que el que no quiere dar una respuesta a Dios que
“Ciegos, sordos, mudos...”

(Domingo XXIII - Ciclo "B" )



+ Contexto del Evangelio: “Tiro, Sidón, Decápolis” (territorio pagano).

Para los judíos, los paganos eran seres impuros, separados de la historia de la Salvación porque no conocían al Dios verdadero, no cumplían los mandamientos, adoraban a otros “dioses”, y se los consideraba como llenos de vicios, errores y supersticiones.

Y he aquí que Jesús cura a uno de estos...

El Evangelio de hoy concluye con una alabanza a Dios por parte de la multitud, con palabras de Isaías referidas a los tiempos de la Salvación (Iº Lect.): “Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, cantará la lengua del mudo...” La multitud aclama a Jesús porque ha hecho estas cosas, y por lo tanto está dando cumplimiento a las profecías.

+ Pero Jesús viene a curarnos de todos nuestros males...
No hay peor ciego... que el que no quiere ver a Dios.
No hay peor sordo... que el que no quiere escuchar la Palabra de Dios.
No hay peor mudo... que el que no quiere dar una respuesta a Dios que interpela nuestra vida, que nos llama y nos espera...

Éste es sin dudas el peor modo de ser ciego, sordo y mudo...
Y Jesús, Dios Salvador, viene a curar definitivamente estos males espirituales.

+ Generalmente, Jesús realiza sus milagros a través de su palabra poderosa (vg.: “lo quiero, queda purificado de la lepra...” [Mt 8,3])...

Pero en el milagro de hoy abundan los gestos: Jesús introduce los dedos en el oído, pone saliva sobre la lengua, suspira, dice una palabra en su propio idioma...

¿Qué significa todo esto?
Un verdadero contacto de Jesús con el enfermo, para curarlo como sólo Dios sabe hacer las cosas: para redimirnos y salvarnos no da directivas desde el Cielo, sino que baja hasta nosotros, se mete en nuestra historia, asume nuestro “barro” mortal en todo (excepto en el pecado, del cual el viene precisamente a curarnos). No sintió repugnancia de nosotros, sino que se hizo hombre igual a nosotros, uno de nosotros, para salvarnos...

+ Preguntémonos hoy como estamos nosotros frente a Dios.

Porque Él nos habla... pero podemos estar “sordos”...
Él espera nuestra respuesta... pero podemos estar “mudos”...
Él nos muestra su Amor... pero podemos estar “ciegos”...

Jesús quiere entrar efectivamente en contacto con nosotros. Y por eso nos toca con sus sacramentos: nos lava con el agua bautismal; nos vuelve a limpiar con su Palabra de perdón en la Confesión; nos alimenta con su Cuerpo y con su Sangre: así nos redime, nos salva, nos vivifica, así restaura en nosotros la imagen y semejanza de Dios que nosotros deterioramos con nuestros pecados, y nos transforma en templos de su gloria.

+ El Evangelio de hoy debe hacernos pensar en lo que ocurrió en nuestro Bautismo, cuando en el rito llamado precisamente “Efeta”, el sacerdote, tocándonos el oído y la boca, nos invitó a escuchar la palabra y a profesar la Fe...

+ María habla poco en el Evangelio. Y cuando lo hace, es para alabar: Magnificat.

Es un buen estímulo para que nosotros no enmudezcamos a la hora de alabar... y para que recordemos que la otra cara de la alabanza es la ALEGRÍA.

Amén.

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