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jueves, 27 de octubre de 2011

Abrazo Eucarístico


Hay tanto que decir sobre el abrazo, su significado, sus frutos, lo que transmite, lo que entrega. Pero todo su valor se ve incrementado cuando ese abrazo une a dos personas que se aman. Es un instante en el que sus dos corazones casi se unen y hasta pueden sincronizar los latidos. No cabe duda que es una excelente manifestación de la comunión entre dos seres.

Ni que decir si ese abrazo nos lo diera el mismo Jesús. Creo que todos o casi todos nos hemos imaginado ese momento. Llegar a las puertas del Cielo y que el Señor te reciba con sus brazos abiertos, para luego cerrarlos sobre tí, con toda la fuerza de su amor. Toda una vida de sacrificios y renuncias valdría la pena sólo para poder disfrutar de ese momento. Pero por ahora nos queda esperar hasta que llegue.

Ciertamente que mientras nos llega el día del anhelado encuentro, Jesús, que nos ama tanto, nos ha querido dejar un abrazo, que bien puede ser cotidiano. Si el abrazo es una manifestación de amor, la Eucaristía es la más grande muestra del amor eterno. Es más que tenerlo cerca, es poder llevarlo dentro, recibirlo en comunión, hacernos un solo ser con Dios.

Pero esto no lo puede entender quien no tiene fe, quien no es aún capaz de ver a Jesús en el Sacramento. El vive en el Sagrario y te espera con sus brazos abiertos en cruz, listo para abrazarte cada día, cuando tú quieras. Es ya un adelanto de ese abrazo celestial que nos espera en la vida eterna.
Hasta el Cielo.

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