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viernes, 23 de septiembre de 2011

«¡Quiero esto y lo quiero ahora!»: por qué se convierten en pequeños tiranos



Descubrimos cuáles son las tres fases para criar niños déspotas y los cinco límites para evitarlo.


Los niños y los jóvenes siempre han tenido conductas rebeldes propias de su edad. Pero últimamente, las noticias de sucesos han alcanzado un protagonismo alarmante. Muchos padres han pasado a ser las víctimas de las conductas agresivas de sus hijos.

En un artículo de la revista XarxaFarma, Laura García Agustín, psicóloga directora del Centro Psicológico Clavesalud de Madrid nos explica cuáles son las conductas más indicativas que llevan a un niño a convertirse en un tirano. Por otro lado, nos desvela cuáles podrían ser las soluciones para evitarlo.

Volviendo a los sucesos que ocurren hoy en día, los datos extraídos en las Jornadas sobre violencia interfamiliar nos indican que las denuncias impuestas por padres, supuestamente agredidos por sus hijos, se han multiplicado por tres en los últimos años en la Comunidad Valenciana y por ocho, en los últimos cuatro años en Cataluña y en el País Vasco.

Asimismo, los casos de bullying en las escuelas son cada vez más frecuentes y todo nos hace apuntar a que cabría preguntarse que está pasando alguna cosa con nuestros jóvenes.

La voz de los expertos


La mayoría de expertos en el tema coinciden en la idea de que los factores desencadenantes de esta situación son: la educación hedonista, la falta de tiempo compartido con los padres, la influencia de los medios de comunicación y sobretodo, la falta de límites ante los intereses personales de los jóvenes.
«Es obvio que se ha pasado de una situación de respeto, casi de miedo, hacia el padre o la autoridad a una falta de límites en la cual los jóvenes quieren imponer su ley de exigencia», explica Javier Urra en su libro El pequeño dictador. Cuando los padres son las víctimas.

La psicóloga Laura García divide en tres fases las conductas que indican el desarrollo de un niño que puede llegar a convertirse en un agresor.

1. La cultura de la inmediatez


La primera de ellas es: el niño caprichoso. Se convierte en amo de su casa en el sentido de que o se hace lo que él quiere, o su conducta cambia y la convivencia se convierte en algo muy difícil de llevar. La casa se convierte en un auténtico campo de batalla.

Son niños caprichosos, con una autoestima exagerada y un ego colosal como resultado de una sobreprotección excesiva y perniciosa de sus padres. Lo que quieren, lo quieren al momento y no admiten un «no» como respuesta. Han aprendido a chantajear para conseguir aquello que quieren, incluso a exigir y a amenazar. Son niños fruto de la cultura de la inmediatez que no han podido aprender el valor de las cosas.

2. Yo, soy el rey


La segunda fase la denominan síndrome del emperador. Según el profesor de la Universidad de Valencia, Vicente Garrido, esta fase se caracteriza por una violencia persistente y global y de carácter evolutivo.

El experto explica que esta conducta suele empezar con el abandono del esfuerzo para los estudios, sigue con amenazas a los padres y pasa a los abusos psicológicos. Alerta también que en algunos casos puede llegar a las agresiones físicas.

Este síndrome está caracterizado por factores como el poco miedo a ser castigados o la insensibilidad emocional, factor en que la educación ejerce un papel fundamental. «Cuanto más insensible sea el menor, menos efectiva será su educación», dice Garrido.

Es muy importante hacer un esfuerzo para identificar a los jóvenes violentos y ayudar a los padres en su educación antes de que sea demasiado tarde, concluye el experto.

3. La dictadura agresiva


Con la tercera fase llega el grado máximo de «capricho tiránico». La agresión a los padres es una situación que cada vez se ve más en los juzgados. La situación empieza con insultos, gritos, chantajes emocionales y amenazas y en el peor de los casos, llegan las agresiones físicas.

«Es un error», explica Urra, justificar su conducta por su fuerte carácter o porque aguanta mucha presión en la escuela.

Los padres inmaduros, con miedo y fácilmente manipulables sienten vergüenza hacia los demás y no cuentan su situación. «Ven a su hijo como una pesadilla», dice Javier Urra.

Las presiones pueden llegar en edades muy tempranas, a veces a los 8 u 9 años, pero es más adelante cuando el hijo puede convertirse en un dictador.

El estudio de la violencia de los jóvenes en la familia: una aproximación a los menores denunciados por su padres constata que el 14% de los casos denunciados por violencia doméstica están protagonizados por menores.

Para los especialistas en esta materia la mejor prevención para todas estas actitudes es la de establecer limitaciones con eficacia.

La prevención de una pesadilla tiene cinco soluciones


1. Coger las riendas: los padres han de educar y han de actuar como modelos competentes para sus hijos. Su trabajo es establecer los límites y las normas y hacer que se cumplan, enseñarles los valores adecuados, la disciplina y el valor del esfuerzo. Hay que acostumbrarles a la espera, no hay que acudir inmediatamente cuando ellos lo digan, así aprenderán también a poner sus propias soluciones ante los problemas.

2. Pautas y órdenes claras: para que una orden o instrucción sea eficaz tiene que seguir una serie de pautas. La orden hay que decirla una sola vez, especificando la conducta que se quiere de manera clara. Tiene que hacerse en el momento óptimo y tiene que ir acorde con la edad del niño, sin amenazas pero con mano dura. Es muy importante, comenta Javier Urra, establecer las consecuencias para una posible desobediencia.

3. Restituir el papel del «no»: en los últimos años, muchas teorías insisten sobre la cantidad inmensa de negaciones que puede tener una criatura desde pequeña, y cómo esto se refleja en inseguridad y desconfianza cuando es mayor. Pero también se pasa muchas veces de la negociación a la aprobación total. «Hay muchas situaciones en las que hace falta decir «no» simplemente porque la necesidad de otro es más importante», dice Betsy Hart, experta en educación infantil en su libro Sin miedo a educar.
4. Mantenerse fuerte delante de los enfados: según un estudio realizado en la Universidad de Pensilvana, Estados Unidos, los niños que presentan una tendencia más importante a los enfados temperamentales tienen más posibilidades de sufrir problemas emocionales cuando crecen. Los resultados reflejaban que estos niños presentan unos niveles más bajos de satisfacción vital, felicidad y autoestima en su vida adulta. Además, tienen menos comunicación con sus familiares, relaciones más pobres con sus padres y, en general, dificultad para intimar con los demás.
5. Mostrarse seguros: «la respuesta del niño es directamente proporcional a la seguridad más o menos grande con la que se muestran sus padres delante de él», señala Javier Urra. Los niños tienen una especie de radar para identificar el estado emocional de los padres y según esto, actuarán con mayor o menor insistencia para conseguir lo que se plantean. Por eso es tan importante mostrarse seguros ante los hijos, porque así, verán que no tienen nada que hacer.

Los niños tiranos no nacen, se hacen. Por eso es tan importante plantearse cómo será su educación «antes de que el niño nazca», concluye Javier Urra. Sólo así sabrán cómo actuar y afrontar los problemas ante las situaciones adversas que se les presenten.

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