Páginas

jueves, 1 de septiembre de 2011

¿APOSTASÍAS? DIOS SIGUE SIEMPRE FIEL

APOSTASÍA ¿QUÉ ES?

La apostasía viene de la palabra griega "apostasia" que significa "abandono, desafección".

La apostasía es el rechazo total de la fe cristiana.
Un apóstata es la persona bautizada que repudia la propia fe cristiana.

El el canon 751 del Derecho Canónico se dice:

"Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos."

El c. 1364 dice:
" 1- El apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latae sententiae, quedando firme los prescrito en el c.194 1,2º; el clérigo puede ser castigado además con las penas enumeradas en el c. 1336 1,1º,2º y 3º..."

¿Por qué se alejan de la Iglesia algunos cristianos?
Que sucede cuando un católico deja la iglesia y se va a un grupo separado.

¿Por qué se alejan de la Iglesia algunos cristianos?
¿Por qué se alejan de la Iglesia algunos cristianos?


Que sucede cuando un católico deja la iglesia y se va a un grupo separado.
Cuales son las causas, siendo que mostraba un amor por la iglesia y de pronto la deja, inmadurez y o falta de compromiso?

Formas de apartarse de la fe católica

1. Hay tres formas de apartarse de la fe católica: herejía, apostasía y cisma. “La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. ‘Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos’ (cf. CIC, can. 751)” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2089).

2. Un caso de apostasía es el de las personas que siendo católicas, se pasan a alguna secta (por ejemplo, Testigos de Jehová, Mormones) o a grupos evangélicos o a alguno de los llamados “nuevos movimientos religiosos” (como los pertenecientes a la New Age).

En efecto, “la palabra apostasía significa, en general, apartamiento o abandono. De suyo puede referirse a cualquier otra cosa, pero desde el punto de vista eclesiástico se restringe su sentido al apartamiento o abandono de Dios” (A. R. Marín, Teología Moral para Seglares, t. I, B.A.C. Madrid 1996, p. 295).

3. La apostasía de la fe es el abandono total de la fe cristiana recibida en el Bautismo. Cuando se trata de apostasía formal manifestada externamente, es pecado gravísimo y sancionado por la Iglesia con pena de excomunión (cf. Código de Derecho Canónico, canon 1364 § 1).

Algunos, sólo se acercan a las sectas y grupos por la curiosidad; pero también pueden llegar a un verdadero acto de apostasía, es decir, de abandono formal de la fe católica.

Causas del abandono de la fe católica

¿Cuáles son las causas de abandono de la fe católica? Luis de Moya establece las causas siguientes (cf. www.unav.es):

a) La búsqueda religiosa: el hombre tiene “necesidad” de lo religioso, de Dios, que le es connatural. Cuando las religiones tradicionales no satisfacen, con causa razonable o sin ella, las sectas, el placer, el poder, etc., suplen la ausencia de Dios.

b) El secularismo o el laicismo: -clima dominante-, por reacción, provoca la huida hacia el “aire libre”, que, para algunos, es la secta.

c) Las deficiencias en las respuestas pastorales de las iglesias tradicionales: Los documentos del Magisterio de la Iglesia invitan a ver en las sectas retos o incitaciones que deben lanzarnos a nuestra verdadera conversión individual y a la renovación pastoral: la caída en la masificación, en la rutina, en la burocratización, en el apagamiento del dinamismo apostólico, en la obsesión por lo material, en la opción preferencial centrada más en los pobres de recursos económicos que en los pecadores, como si Jesucristo no se hubiera encarnado y muerto en cruz para que tengan vida (sobrenatural) y la tengan abundante (Jn 10, 10).

d) Las carencias familiares y sociales: el activismo moderno, la fascinación de los medios de comunicación social, etc.: la persona se aísla, pero el individuo necesita “saberse querido”. Es una necesidad psicológica y también teologal. Eso son las sectas para todos o casi todos sus adeptos, al menos en sus inicios.

e) El afán de novedad y la fascinación de lo novedoso, de la moda: los cristianos hemos desprestigiado el viejo cristianismo. En cambio, las sectas son la novedad, que el historicismo pone más de actualidad, y, además, carecen de antecedentes negativos.

f) Otras causas: hoy estamos en la época del irracionalismo, del afán por sentir algo, también en lo religioso, actitud no muy compatible con la fe, con la cruz. Y las sectas satisfacen esa “necesidad”, como las sectas satánicas y luciféricas, especialmente para personas hartas ya de lo sexual, del alcohol, de las drogas, y ansiosas de experiencias fuertes. La mayoría de las sectas vienen desde EE.UU., o a través de EE.UU. (las originarias del Oriente). A veces, son un medio de mantener el imperialismo de algunos grupos ideológicos, económicos, etc., sobre todo en Iberoamérica.
No podremos nunca obligar a Dios a renunciar a su Amor.

Muchos corazones han llegado a una especie de apostasía silenciosa”. La fórmula aparece en la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa”, publicada por Juan Pablo II el año 2003, dedicada a analizar la situación de la Iglesia en Europa.

¿En qué consiste la apostasía? En un rechazo global, completo, de la fe católica. Consiste en un esfuerzo por cortar raíces, por decir no a todo lo que uno ha recibido a través de la familia, de la parroquia, quizá también de la escuela. Consiste en optar por vivir de espaldas a la religión católica que se rechaza y de la que no se quiere saber absolutamente nada. Algunos, para hacer más patente esta apostasía, para hacerla ruidosa, promueven certificados y actos públicos de renuncia a la fe, de rechazo del propio bautismo.

Quieren que conste claramente su posición de ruptura, porque desean vivir, según dicen, con una mayor libertad. Decir no a Dios, al Dios que nos enseñó Jesucristo y que nos reunió como Iglesia, es posible porque tenemos el gran don de la libertad. Como también es posible, desde la misma libertad, dar un sí lleno de alegría y esperanza. El bautismo que recibe cada católico significó un pacto de libertades: la libertad de Dios y la libertad del hombre.

Quienes fuimos bautizados de niños recibimos este sacramento por deseo de nuestros padres. Llegados a la edad adulta, cada uno tiene la suficiente madurez para ratificar el pacto o para romperlo. Pero se da un fenómeno extraño, para muchos incomprensible. En los acuerdos humanos si una de las partes rompe el pacto, la otra parte queda libre de todos los compromisos asumidos. Con Dios, en cambio, no ocurre lo mismo. ¿Por qué? Porque Dios mantiene su palabra, mantiene su Amor, no se echa para atrás, a pesar de que algunos de sus hijos renieguen y rechacen la fe recibida. En su libertad (también Dios es libre), Dios decide dejar la mano tendida a quien decide retirarse de la Iglesia. No se impone, no obliga al hombre a quedarse dentro del redil, a ser católico contra su voluntad. Pero tampoco quiere renunciar a su Amor. Prefiere seguir amando a quien declara no querer saber nada de Dios.

Cada uno tiene plena libertad de escoger aquello que más desee. Por eso mismo, también Dios tiene plena libertad para decir: Tú rompes el pacto, pero yo mantengo mi promesa de Amor. Te quiero aunque tú no quieras. Te espero aunque prefieras seguir por tus caminos. Te llamo aunque cierres los oídos a mis ruegos. Respeto tu libertad, respeto tus opciones. Pero déjame a mí también ser libre. Quiero tener los brazos abiertos y la mesa preparada. Para cuando tú quieras, para cuando tú decidas, para cuando necesites volver a casa, descansar en mi regazo, encontrar en Mí eso que ahora buscas en cisternas rotas y amargas.

Dios es fiel, siempre, siempre, a su Alianza de Amor. Podemos olvidar su nombre, podemos vivir de espaldas a sus ruegos, podemos rechazar su Iglesia, podemos firmar certificados de apostasía llenos de sellos y timbres oficiales. Pero no podremos nunca obligar a Dios a renunciar a su Amor. Por eso, en cualquier momento, en cualquier lugar, a pesar de todo nuestro pasado, podremos optar por volver a vivir como hijos suyos. Que es lo que Él más desea. Que es, quizá, lo que deseamos en lo más oculto de nuestro corazón inquieto, hecho para el amor y la alegría, necesitado de esperanzas y consuelos más que humanos...

Autor: P. Fernando Pascual L.C

No hay comentarios:

Publicar un comentario