Páginas

martes, 2 de agosto de 2011

Dimensión religiosa del hombre




Dimensión religiosa del hombre

Autor: Alejo Fernández Pérez


A las personas alejadas de la Iglesia no es fácil hablarles de Dios. Sus pensamientos y tendencias están ligados a su trabajo, a sus diversiones, a la tele, a sus lecturas, en una palabra, a su vida diaria, de donde Dios ha sido desalojado. ¿ Por qué no hablar de religión partiendo de tales problemas y trabajos? Todas las actividades del hombre tienen una dimensión divina; lo ideal sería buscar la conexión entre ambas. Si no bajamos del campo espiritual , malo; si no nos elevamos un poco del campo material y mundano, peor. Lo realmente difícil no es encontrar esa conexión, sino la disposición a buscarla. Conozco sacerdotes y escritores que consiguen espléndidos resultados hablando o escribiendo en este sentido.

Estoy releyendo el ensayo, que recomiendo, “Sobre el cristianismo” de Julián Marías, - Editorial PlanetaTestitomonio – 1ª edi.pág 80 y ss. En el se aborda el mismo problema de una forma original e interesante que merece la pena resumir. Las frases entre paréntesis son mías:

“ Cuando se plantea la cuestión de si la Iglesia debe ocuparse de las cosas del mundo- desde la economía hasta el pensamiento filosófico, pasando por la política, la estética o las relaciones personales-, suele deslizarse un insidioso error: olvidar que tiene que ocuparse de todo eso, porque la Religión afecta al hombre entero, pero “religiosamente” … toda referencia que afecte a los problemas temporales que los aísle de los espirituales, que hable del hombre eliminando a Dios, pierde todo derecho a invocar la religión, y en modo alguno puede cubrirse con la apelación al cristianismo. ( Lo mismo que toda referencia a los problemas espirituales que los aísle de los temporales. En ambos casos esas referencias quedan cojas) …

“Las preferencias políticas han de justificarse políticamente; las filosóficas, filosóficamente; las estéticas, por motivos estéticos. Si la religión cristiana tiene algo que decir será sólo algo religioso (que desborde no que elimine la puramente humano). El cristianismo será inconciliable con aquello que destruya el núcleo del cristianismo: la libertad y personalidad del hombre, su derecho a ser tratado como persona y no como cosa, su capacidad de pecado y arrepentimiento,; su fraternidad, basada en la paternidad divina; su proyección esperanzada hacia otra vía perdurable , apoyada en la resurrección de Cristo….”

Perfecto. Pero el católico de a pié, el alejado, tras oír un sermón o leer los Evangelios debe quedar en condiciones de poder aplicar lo oído o escrito entre sus familiares, en su trabajo, entre sus amigos y vecinos, en sus diversiones; de forma, que le ayude a ser él, y a través de él los que le rodean un poco mejores. Si nó, habremos perdido el tiempo.

Dimensión Religiosa de la educación en la Escuela Católica
Autor: Congregación para la educación Católica

Capítulo 1: Los jóvenes de hoy ante la dimensión religiosa de la vida


1. La juventud en un mundo que cambia

7. El Concilio propuso un análisis realista de la situación religiosa de nuestro tiempo; (9) incluso hizo expresa referencia a la condición juvenil. (10) Otro tanto deben hacer los educadores. Cualquiera que sea el método que se use, procúrese aprovechar los resultados obtenidos en la encuesta sobre los jóvenes en su propio ambiente, sin olvidar que las nuevas generaciones, en ciertos aspectos, son diferentes de aquéllas a las que se refería el Concilio.

8. Gran número de escuelas católicas se encuentran en aquellas partes del mundo donde se producen actualmente profundos cambios de mentalidad y de vida. Se trata de grandes áreas urbanizadas, industrializadas, que progresan en la llamada economía terciaria. Se caracterizan por la amplia disponibilidad de bienes de consumo, múltiples oportunidades de estudio, complejos sistemas de comunicación. Los jóvenes están en contacto con los «mass-media» desde los primeros años de su vida. Escuchan opiniones de todo género. Se les informa precozmente de todo.

9. Por todos los medios posibles, entre ellos la escuela, reciben informaciones muy diversas, sin estar capacitados para ordenarlas sintetizarlas. De hecho no tienen todavía o no siempre, capacidad crítica para distinguir lo que es verdadero y bueno de lo que no lo es, ni siempre disponen de puntos de referencia religiosa y moral, para asumir una postura independiente y recta frente a las mentalidades y a las costumbres dominantes. El perfil de lo verdadero, de lo bueno y de lo bello ha quedado tan difuso, que los jóvenes no saben qué dirección seguir; y si aún creen en algunos valores, son incapaces de sistematizarlos, inclinándose, con frecuencia, a seguir su propia filosofía a tenor del gusto dominante.

Los cambios no llegan a todas partes del mismo modo ni con el mismo ritmo. En todo caso, a la escuela le toca indagar «in situ» el comportamiento religioso de los jóvenes, para conocer que piensan, como viven, como reaccionan donde los cambios son profundos, donde se están iniciando y donde son rechazados por las culturas locales, pero que igualmente llegan a través de los medios de comunicación, para los que no existen fronteras.

2. La situación juvenil

10. A pesar de la gran diversidad de situaciones ambientales, los jóvenes manifiestan características comunes que merecen la atención de los educadores.

Muchos de ellos viven con gran inestabilidad. Por una parte se encuentran en un mundo unidimensional, en el que sólo cuenta lo que es útil y, sobre todo, lo que ofrece resultados prácticos y técnicos. Por otra, parece que han superado ya esta etapa; de algún modo se constata en todas partes voluntad de salir de ella.

11. Muchos jóvenes viven en un ambiente pobre en relaciones y sufren, por lo tanto, soledad y falta de afecto. Es un fenómeno universal, a pesar de las diferentes condiciones de vida en las situaciones de opresión, en el desarraigo de las «chabolas» y en las f rías viviendas del mundo moderno. Se nota, más que en otros tiempos, el abatimiento de los jóvenes, y esto atestigua sin duda la gran pobreza de relaciones en la familia y en la sociedad.

12. Una gran masa de jóvenes mira con intranquilidad su propio porvenir. Esto es debido a que fácilmente se deslizan hacia la anarquía de valores humanos, erradicados de Dios y convertidos en propiedad exclusiva del hombre. Esta situación crea en ellos cierto temor ligado, evidentemente, a los grandes problemas de nuestro tiempo, tales como: el peligro atómico, el desempleo, el alto porcentaje de separaciones y divorcios, la pobreza, etc. El temor y la inseguridad del porvenir implican, sobre todo, fuerte tendencia a la excesiva concentración en sí mismos y favorecen, al mismo tiempo, en muchas reuniones juveniles la violencia no sólo verbal.

13. No pocos jóvenes, al no saber dar un sentido a su vida, con tal de huir de la soledad, se refugian en el alcohol, la droga, el erotismo, en exóticas experiencias, etc.

La educación cristiana tiene, en este campo, una gran tarea que cumplir con relación a la juventud: ayudarla a dar un significado a la vida.

14. La volubilidad juvenil se acentúa con el paso del tiempo; a sus decisiones les falta firmeza: del «sí» de hoy pasan con suma facilidad al «no» de mañana.

Una vaga generosidad, en fin, caracteriza a muchos jóvenes. Surgen movimientos animados de gran entusiasmo, pero no siempre ordenados según una óptica bien definida, ni iluminados desde el interior. Es importante, pues, aprovechar esas energías potenciales y orientarlas oportunamente con la luz de la fe.

15. En alguna región, una encuesta particular podría referirse al fenómeno del alejamiento de la fe de muchos jóvenes. El fenómeno comienza frecuentemente por el gradual abandono de la práctica religiosa. Con el tiempo nace una hostilidad hacia las instituciones eclesiásticas y una crisis de aceptación de la fe y de los valores morales a ella vinculados, especialmente en aquellos países donde la educación general es laica o francamente atea. Este fenómeno parece darse más a menudo en zonas de fuerte desarrollo económico y de rápidos cambios culturales y sociales. Sin embargo, no es un fenómeno reciente. Habiéndose dado en los padres, pasa a las nuevas generaciones. No es ya crisis personal, sino crisis religiosa de una civilización. Se ha hablado de «ruptura entre Evangelio y Cultura» (11)

16. El alejamiento toma, a menudo, aspecto de total indiferencia religiosa. Los expertos se preguntan si ciertos comportamientos juveniles no pueden interpretarse como sustitutivos para rellenar el vacío religioso: culto pagano al cuerpo, evasión en la droga, gigantescos «ritos de masas» que pueden desembocar en formas de fanatismo o de alienación.

17. Los educadores no deben limitarse a observar los fenómenos, sino que deben buscar sus causas. Quizá haya carencias en el punto de partida, es decir, en el ambiente familiar. Tal vez es insuficiente la propuesta de la comunidad eclesial. La formación cristiana de la infancia y de la primera adolescencia no siempre resiste los choques del ambiente. Quizá deba buscarse la causa, alguna vez, en la propia escuela católica.

18. Existen numerosos síntomas positivos y muy prometedores. En una escuela católica, como en cualquier otra escuela, se pueden encontrar jóvenes ejemplares por su comportamiento religioso, moral y escolar. Analizando las causas de esta ejemplaridad, a menudo aparece un óptimo ambiente familiar ayudado por la comunidad eclesial y por la misma escuela. Un conjunto de condiciones abierto a la acción interior de la gracia.

Hay jóvenes que, buscando una religiosidad más consciente, se preguntan por el sentido de la vida y encuentran en el Evangelio la respuesta a sus inquietudes. Otros, superando las crisis de indiferencia y duda, se acercan o retornan a la vida cristiana. Estas realidades positivas son motivo para esperar que la religiosidad de la juventud puede crecer en extensión y profundidad.

19. Pero hay también, jóvenes para los que su permanencia en la escuela católica influye poco en su vida religiosa; adoptan actitudes no positivas frente a las principales experiencias de las prácticas cristianas -oración, participación en la Santa Misa, frecuencia de sacramentos- o adoptan alguna forma de rechazo, sobre todo, respecto a la religión de la Iglesia.

Podríamos tener escuelas irreprochables en el aspecto didáctico, pero que son defectuosas en su testimonio y en la exposición clara de los auténticos valores. En estos casos es evidente, desde el punto de vista pedagógico-pastoral, la necesidad de revisar no sólo la metodología y los contenidos educativos religiosos, sino también el proyecto global en el que se desarrolla todo el proceso educativo de los alumnos.

20. Se debería conocer mejor la naturaleza de la demanda religiosa juvenil. No pocos se preguntan para qué vale tanta ciencia y tecnología, si todo puede acabar en una hecatombe nuclear; reflexionan sobre la civilización que ha inundado el mundo de «cosas», incluso bellas y útiles, y se preguntan si el fin del hombre consiste en tener muchas «cosas» y no en algo distinto que vale mucho más; y quedan desconcertados por la injusticia de que haya pueblos libres y ricos y pueblos pobres y sin libertad.

21. En muchos jóvenes, la posición crítica frente al mundo, llega a ser demanda crítica ante la religión para saber si ella puede responder a los problemas de la humanidad. En muchos, hay una exigencia de profundización en la fe y de vivir con coherencia. A ella se añade otra de compromiso responsable en la acción.

Los observadores valorarán el fenómeno de los grupos juveniles y de los movimientos de espiritualidad, apostolado y servicio. Señal de que los jóvenes no se contentan con palabras, sino que quieren hacer algo que valga para sí mismos y para los demás.

22. La escuela católica acoge a millones de jóvenes de todo el mundo, (12) hijos de su estirpe, de su nación, de sus tradiciones, de sus familias y, también, hijos de nuestro condiciones a las tiempo. Cada uno lleva en sí mismo las huellas de su origen y los rasgos de su individualidad. Esta escuela no se limita a impartir lecciones, sino que desarrolla un proyecto educativo iluminado por el mensaje evangélico y atento a las necesidades de los jóvenes de hoy. El conocimiento exacto de la realidad sugiere las mejores actuaciones educativas.

23. Según los casos, hay que volver a empezar desde los fundamentos, integrar aquello que los alumnos han asimilado, dar respuesta a las cuestiones que surgen en su espíritu curioso y crítico, destruir el muro de la indiferencia, ayudar a los ya bien educados a llegar a un «camino mejor» y darles una ciencia unida a la sabiduría cristiana. (13) Las formas y el avance gradual en el desarrollo del proyecto educativo están, pues, condicionados y guiados por el nivel de conocimiento de las situaciones personales de los alumnos. (14)


--------------------------------------------------------------------------------

Notas

9. Cf Gaudium et spes, 4-10.

10. Ib., 7: «El cambio de mentalidad y de estructuras somete con frecuencia a discusión las ideas recibidas ... particularmente entre los jóvenes».

11. Cf Evangelii nuntiandi, 20.

12. Cf Annuario Statistico della Chiesa, publicado por la Oficina Central de Estadística de la Iglesia, dependiente de la Secretaría de Estado, Ciudad del Vaticano. A título de ejemplo, el 31 de diciembre de 1985 eran 154.126 las escuelas católicas en el mundo, frecuentadas por 38.243.304 alumnos. [Regresar]

13. Cf 1 Cor 12, 31.

14. Varios aspectos de la religiosidad juvenil, considerados en este documento, han sido objeto del reciente magisterio pontificio. Para una fácil consulta de las frecuentes intervenciones, véase el libro editado por el «Consejo Pontificio para los laicos»: El Santo Padre habla a los jóvenes: 1980-1985, Ciudad del Vaticano. Está publicado en varias lenguas.


Documento

No hay comentarios:

Publicar un comentario