viernes, 31 de marzo de 2017

LLAMADOS A SER APÓSTOLES



Llamados a ser apóstoles


Aquel que quiere ser apóstol hasta las raíces, ha de alcanzar el grado más alto posible de autosantificación


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y homilías del Padre Nicolás Schwizer 




La santificación es el fundamento del apostolado. El grado de autosantificación debe corresponder al grado de la actividad apostólica y viceversa. Entonces, “aquel que quiere ser apóstol hasta las raíces, ha de alcanzar el grado más alto posible de autosantificación” (Principios Generales, pág. 91). Y este es el caso de los miembros de Schoenstatt.

Pero no se trata solamente de educarnos y santificarnos para el apostolado universal, sino también de educarnos y santificarnos a través del apostolado. Es decir: el apostolado es también un medio poderoso en el camino hacia la santidad. En conclusión podemos decir que el mejor apóstol y el mejor preparado para el apostolado, es el más santo.

Como miembros de Schoenstatt, todos estamos llamados a ser apóstoles y a tener un espíritu marcadamente apostólico. Es nuestra vocación al apostolado universal.

En el año 1928, el Padre dio una definición del hombre apostólico. Decía: “El apóstol es un hombre que, partiendo de una profunda vinculación a Dios, se empeña permanentemente y con todos los medios, por la salvación de las almas inmortales” (Principios Generales, pág. 86).

Dios, fuente de nuestro apostolado
En esta definición hay algo esencial para el apostolado cristiano y schoenstattiano: la vinculación con Dios. Todo apostolado debe tener su fuente en el amor a Dios. El amor al prójimo debe encenderse en el amor a Dios, es proyección, es prolongación del amor a Dios.

Esto me recuerda un suceso que he leído alguna vez: El abad Pierre, famoso sacerdote francés, que había fundado una organización para ayudar a los más pobres - los traperos de Emaús - visitó la Argentina en los años 60. Y sucedió que viajando desde Buenos Aires a Montevideo se hundió su barco en un gran accidente. Él consiguió salvarse porque una señora le tendió un palo que flotaba, y permaneció así unas horas a la deriva. Al día siguiente, los periodistas le preguntaron que había pensado ante la inminente posibilidad de la muerte:

“Miren - les dijo - yo creo haber pasado mi vida con una mano tendida hacia los demás y yo estaba seguro que teniendo una mano tendida a los demás, la otra mano me la sostenía Dios”.
Me parece una respuesta maravillosa de parte de uno de los grandes apóstoles de nuestro tiempo. Y a la vez es como un símbolo de lo que estamos hablando: el verdadero apóstol tiene una mano tendida hacia Dios y la otra hacia los hermanos.
Debemos preguntarnos si la fuente de nuestro apostolado es realmente Dios. O si hacemos apostolado más bien por una tendencia natural a la actividad, o por un afán de lucir, o tal vez por puro activismo. En tales casos estaríamos construyendo sobre arena, y no sobre fundamento firme.

La salvación de las almas inmortales
El apóstol se empeña por la salvación de las almas inmortales. Este celo por las almas caracterizaba a los grandes apóstoles de todos los tiempos. San Ignacio decía: “Si pudiera morir mil veces al día, moriría con gusto por salvar una sola alma”. Y también su gran discípulo, San Francisco Javier, cuando una vez bautizó a un niño moribundo, comentaba: “Esto ya me recompensa del largo y penoso viaje que tuve que hacer para llegar a las Indias”. Santa Catalina de Siena, que por su actividad apostólica hizo un bien extraordinario para el Reino de Dios, decía de sí misma: “Mi naturaleza es de fuego”.

Eso me recuerda unas palabras que el Padre solía decirnos en este contexto: “Con un pedazo de hielo no es posible hacer fuego”. ¿Llevamos nosotros un fuego adentro que quiere encender a otros corazones? El Padre Kentenich tenía, sin duda, esta naturaleza de fuego. Una vez aseguraba: “Durante toda mi vida me ha guiado un único gran ideal: Dios y las almas. Todo lo demás es secundario para mí, es subordinado consecuentemente a esta única gran idea de mi vida…Día y noche - así se puede decir con razón - he vivido y trabajado en mi taller secreto exclusivamente para las almas…”

Preguntas para la reflexión
1. ¿Soy una persona apostólica?
2. ¿Puedo enumerar mis apostolados?

DIBUJABA A DIOS



Dibujaba a Dios



Un poeta escribió que “los niños vienen a la tierra con todo el cielo enredado en los ojos”. Sin duda quiso expresar que tienen unos ojos tan inocentes y puros que nos hacen pensar en la santidad de ese Dios que es todo luz y pureza, “en quien no hay tiniebla alguna” (1 Jn 1,5). Lee la anécdota de una niña que parecía traer a Dios prendido en la diafanidad de sus recuerdos…

Una maestra de Jardín observaba a sus alumnos mientras hacían un dibujo libre que les había pedido. Al llegar al lado de una niñita que muy concentrada hacía su trabajo, la maestra le preguntó qué era aquello que dibujaba. La niña le respondió: “Estoy dibujando a Dios”. La maestra le replicó: “Pero es que nadie sabe cómo es Dios, porque nadie lo ha visto”. Sin levantar siquiera la vista del dibujo, la niñita añadió muy segura: “Lo verán dentro de un minuto”.

“Si no vuelven ustedes a ser como niños, no entrarán en el Reino de los cielos”, dijo Jesús. Los niños son puros, inocentes, sencillos, sinceros, humildes, confiados. Pidamos al Señor con insistencia que estas cualidades vayan configurando nuestro corazón para poder ver ese divino rostro que sólo se revelará a los puros de corazón.

UNA MUJER ESCRIBIRÁ MEDITACIONES DEL VÍA CRUCIS DEL PAPA FRANCISCO EN VIERNES SANTO



Una mujer escribirá meditaciones del Vía Crucis del Papa Francisco en Viernes Santo
 Foto: Alexey Gotovsky (ACI Prensa)





VATICANO, 31 Mar. 17 / 09:05 am (ACI).- La biblista francesa Anne-Marie Pelletier será la encargada de escribir los textos de las meditaciones para el Vía Crucis que el Papa Francisco presidirá en el Coliseo de Roma el próximo Viernes Santo, 14 de abril, según ha anunciado el Vaticano.

No es la primera mujer que escribe las meditaciones de Viernes Santo, ya que en el año 2012, una pareja de esposos que estaban por cumplir 60 años de casados, Danilo y Ana María Zanzucchi, fue elegida por Benedicto XVI para la tarea. Estos cónyuges pertenecían al movimiento de los Focolares.


Asimismo, en el año 2011, Benedicto XVI encomendó escribir las meditaciones a Sor Maria Rita Piccione, Presidenta de la Federación de Monasterios Agustinos de Italia “Nuestra Señora del Buen Consejo”.

La biblista elegida por Francisco para elaborar las meditaciones en esta ocasión, Anne-Marie Pelletier es conocida, entre otras cosas, por haber ganado el prestigioso Premio Joseph Ratzinger en 2014.

Nacida en 1946, Pelletier –que con sus trabajos investigó también el lugar de la mujer en el cristianismo y en la Iglesia– enseñó lingüística general y literatura comparada en la Universidad de París X, teología del matrimonio en el Institut catholique de París y, desde 1993, Sagrada Escritura y Hermenéutica bíblica en el “Studio” de la Facultad Notre Dame del seminario de París.

Ha sido profesora de Biblia en el Instituto europeo de ciencias de las religiones, en el ámbito de la École pratique des hautes études de París.

Entre sus obras figuran: Lectures du Cantique des Cantiques. De l’énigme du sens aux figures du lecteur (1988), Lectures bibliques. Aux sources de la culture occidentale (1995), Le christianisme et les femmes. Vingt siècles d’histoire (2001)

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DEL ACÓLITO



Los diez mandamientos del Acólito



1.- Es puntual en todos los actos: reuniones y celebraciones litúrgicas.

2.- Se presenta siempre aseado, tanto en la propia persona como en el vestido y en el calzado. Un acólito se lava las manos antes de la celebración, no se presenta al altar despeinado ni sucio.

3.- Es amable y cortés con todos.

4.- Guarda orden riguroso respecto a los objetos del culto.

5.- Observa silencio en el templo. Evita risas y bromas en lugares y momentos de silencio.

6.- Mantiene limpia su alba y la guarda ordenadamente.

7.- No descuida la oración diaria, la Misa Dominical, la Comunión frecuente y el sacramento de la Reconciliación.

8.- Hace bien su trabajo, con atención, concentración y devoción: no curiosea en el templo ni mira hacia los lados; es prudente y cuidadoso con los utensilios; no hace ruido innecesario con vinajeras u otros objetos y está siempre atento a lo que necesita el sacerdote que preside la Eucaristía.

9.- Estudia y conoce la liturgia de la iglesia: sus signos, ritos y significado. Y así se da cuenta de dónde y cuándo lo necesitan.

ORACIÓN DEL ACÓLITO




Oración del Acólito


Señor Jesús,
gracias por que te fijaste en mí
y me haz llamado para ser tu servidor
en la liturgia de la Iglesia.


Quiero ser tu amigo,
y entregarme siempre
con alegría y responsabilidad.
Quiero alabarte con mi entrega generosa y fiel.


Enséñame, Señor, a amarte cada día
y a dar testimonio de tu amor.
Ayúdame a ser un buen estudiante,
a ser servicial en la Iglesia,
con mi familiay en todo lugar.


Virgen María,
haz que sea un buen Acólito;
humilde, auténtico y puntual.
Enséñame a rezar
y a parecerme a tu hijo Jesús.


Amén

LOS CINCO MINUTOS DE MARÍA, 31 DE MARZO



Los cinco minutos de María
Marzo 31



Madre, no permitas que me desoriente en mi camino; no dejes que el cansancio se apodere de mí con exceso, de suerte que me detenga, sin adelantar.

Que tampoco me deslumbre el paisaje del camino y me haga olvidar el término y la meta a donde me dirijo.

Madre, que camine siempre con la vista levantada y clavada en la meta final, que es la posesión de tu Hijo Jesús, sin desviarme a derecha o izquierda, respondiendo siempre a las exigencias del amor de Dios y del amor a los hermanos.

Y que en ese camino te lleve siempre a ti, Madre mía, como la más cálida y tranquilizante compañía.

“Madre, perseveras de manera admirable en el misterio de Jesucristo, porque estás siempre donde quiera están los hombres, tus hermanos, donde quiera está la iglesia” (san Juan Pablo II). Por eso te pedimos que alientes nuestro caminar a lo largo de la vida.

San Zacarías Profeta






San Zacarías, santo del AT
Conmemoración de san Zacarías, profeta, vaticinador de la vuelta del pueblo desterrado a la tierra de promisión. Anunció al mismo tiempo que un rey pacífico, Cristo el Señor, iba a entrar triunfante en la Ciudad Santa de Jerusalén, lo que se llevó a cumplimiento.
La noticia que nos trae el Martirologio Romano sobre el profeta Zacarías está redactada con bastante descuido, al menos en su versión castellana: «vaticinador de la vuelta del pueblo desterrado a la tierra de promisión», nos dice, pero el propio libro de Zacarías comienza con estas palabras: «En el octavo mes del año segundo de Darío fue dirigida la palabra de Yahveh al profeta Zacarías», es decir, en el año 520... cuando el pueblo desterrado ya había vuelto a la tierra de promisión: nada más fácil que vaticinar lo que ya pasó. Bromas aparte, el problema sólo lo tiene el Martirologio, porque el libro de Zacarías no engaña, ni siquiera como ficción literaria, respecto de la época en que fue escrito: el pueblo ya ha ido volviendo de Babilonia, y se enfrenta al desafío de reconstruir la vida comunitaria luego de la amarga -pero muy fecunda- experiencia del destierro. Tanto Zacarías como su contemporáneo Ageo, con su predicación buscarán interpretar para el pueblo el sentido de los acontecimientos que están viviendo, la importancia de reconstruir el templo, la profundización en la fidelidad a la Ley, en definitiva, la consolidación de los rasgos que van a ir creando, en el término de poco más de un siglo, lo que conoceremos luego como el judaísmo clásico.
Dentro de «Los Doce», es decir el conjunto de doce pequeños libros proféticos que en la Biblia hebrea forman una unidad, Zacarías es uno de los extensos, junto con Oseas y Amós. Y no sólo es mediano en longitud, sino tan rico en imágenes, que nos lo encontraremos citado o aludido abundantemente en el Nuevo Testamento, sobre todo en Apocalipsis. El elogio del Martirologio Romano evoca una de esas citas: «Anunció al mismo tiempo que un rey pacífico, Cristo el Señor, iba a entrar triunfante en la Ciudad Santa de Jerusalén, lo que se llevó a cumplimiento», se refiere a Zacarías 9,9: «¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna.» Gracias a los relatos de la Pasión, es posiblemente uno de los versículos de los profetas que más se conocen popularmente. Sin embargo el libro no se agota en esa imagen.
Respecto de la persona del profeta, poco sabemos: en 1,1 dice que es «hijo de Berekías, hijo de Iddó»; esto permite identificarlo con el profeta Zacarías «hijo de Iddó» del que habla Esdras 5,1, que menciona a Zacarias y a Ageo como profetas de la reconstrucción del templo:
«Los profetas Ageo y Zacarías, hijo de Iddó, empezaron a profetizar a los judíos de Judá y de Jerusalén, en nombre del Dios de Israel que velaba sobre ellos. Con esto, Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo de Yosadaq, se decidieron a reanudar la construcción de la Casa de Dios en Jerusalén: los profetas de Dios estaban con ellos, apoyándoles.» (Esd 5,1) la identificación está fuera de toda duda, aunque lamentablemente el versículo 1,1 de Zac no dice «hijo de Iddó» sino «hijo de Berekías, hijo de Iddó», lo que en general se entiende en la actualidad como error de algún copista, que se le ha mezclado este Zacarías profeta, hijo de Iddó, con el «Zacarías, hijo de Beraquías» que menciona Isaías 8,1, y que nada tiene que ver con el nuestro. «Zacarías, hijo de Iddó» es, entonces, lo correcto, y de hecho las ediciones críticas de la Biblia ponen la expresión «hijo de Beraquías» entre paréntesis.
Una segunda identificación podría hacerse, aunque es menos segura: en la lista de sacerdotes de Nehemías 12,1ss, en el versículo 16, se habla de un sacerdote llamado también Zacarías, hijo de Iddó. Si se trata del mismo, entonces sabemos que además de profeta era sacerdote. Lamentablemente, carecemos de más noticias como para poder afirmarlo con certeza; es verdad que el libro de Nehemías pertenece al mismo contexto, pero precisamente por eso, es posible que si hubiera querido mencionar al profeta, suficientemente conocido, lo habria señalado. En todo caso, no todos aceptan que Zacarías haya sido, además de profeta, sacerdote. Ningún otro dato poseemos, no sabemos, por ejemplo, si era joven o viejo, aunque sí podemos saber que su ministerio lo ejerció por dos años: del año segundo de Darío, al año cuarto, esto es, desde el 520 aC hasta el 518. Por tanto no sabemos si llegó a ver el templo terminado y su consagración, en el 515.
En cuanto al libro, los especialistas están de acuerdo en que hay una marcada diferencia entre la primera parte del escrito, los capítulos 1 a 8, y la segunda parte, del 9 al 14. Hasta tal punto que se suele hablra, como en el caso del libro de Isaías, de dos profetas distintos: el Zacarías de la vuelta del destierro, que ya hemos presentado sumariamente, y un profeta (o una escuela) anónimo posterior, que desarrolla el pensamiento de Zacarías, pero no con su estilo, y que a falta de otro nombre simplemente se denomina Déutero-Zacarías, o Segundo Zacarías. Stuhlmüller señala así las diferencias entre el primero y el segundo Zacarías:
1-8


Claras alusiones históricas. Fechas exactas.
Preocupación por la reconstrucción del templo por Josué y Zorobabel.
Prosaico, redundante, confuso.
Influido indirectamente por el pensamiento de Ezequiel.
Mesianismo centrado en Jerusalén y resurgimiento de la dinastía davídica.

 9-14


Alusiones oscuras o no históricas. Falta de fechas.
No se menciona la reconstrucción del templo, ni a Josué ni Zorobabel.
Poético, directo, sencillo.
Citas o alusiones directas a Os, Is, Dt, Jr, Ez, Joel, Job.
Mesianismo centrado en Judá, con alusiones secundarias a Jerusalén y a la dinastía davídica.

Aunque podemos, entonces, hablar de un desarrollo doctrinario entre una y otra parte, al leer Zacarías debemos tener en cuenta este dato de que estamos leyendo realmente dos libros. De todos modos, todo el conjunto está dominado por el surgimiento de un nuevo tipo de profecía, que de a poco se va a ir imponiendo: la profecía "apocalíptica". No es casual que precisamente sean el libro y los fragmentos apocalípticos del Nuevo Testamento los que más imágenes hayan tomado prestadas de Zacarías; es que realmente podemos considerar a Zacarías omo uno de los precursores de ese estilo que se va a hacer tan habitual en la vida del pueblo bíblico en los siglos inmediatamente anteriores a Jesús, que incluso pasará a confundirse la profecía con la «futurología» apocalíptica, confusión que permanece popularmente hasta hoy.
Una excelente introducción, separada en dos partes, una a Zac 1-8 y otra a 9-14, en Los Profetas, tomo II, pp. 1141ss y 1176ss, respectivamente, del P. Alonso Schökel, con análisis del texto en su perspectiva narratológica; Carroll Stuhlmueller tiene una interesante introducción, además del análisis del texto en perspectiva histórico-crítica, en C.B. San Jerónimo, tomo II, pp 142ss. Una buena introducción, menos técnica que las anteriores, pero muy sólida: Los ultimos profetas, de Samuel Amsler, cuaderno bíblico nº 90 de la serie de Verbo Divino, 1996. En el artículo correspondiente a Ageo, en este mismo santoral, se encuentra una introducción un poco más detallada a la situación histórica de ese profeta, pero que es completamente válida para Zacarías. 
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En la S. Biblia se llama profeta al que trae mensajes de Dios. Muchas veces los profetas avisan cosas que van a suceder en el futuro, y el Libro Sagrado insiste en que hay que averiguar si lo que anuncian se cumple o no. Si se cumple es buena señal, pero si lo que profetizan no se cumple, es señal de que son falsos profetas. El oficio principal de un verdadero profeta es llamar al pueblo a la conversión y anunciar los males que llegarán si la gente no se convierte.
Otra de las señales para diferenciar un verdadero profeta de uno falso es que el profeta verdadero no acepta sino un solo Dios, el Dios creador de cielos y tierra y no rinde culto ni cree en ningún otro Dios. Además el verdadero profeta se conoce porque lleva una vida virtuosa, mientras que los falsos profetas puede ser que por fuera aparezcan hipócritamente como buenas personas pero en su vida íntima no son nada virtuosos.
Los profetas se dividen en dos clases: Profetas Mayores: los que escribieron obras de bastantes páginas. Son cuatro: Isaías y Jeremías, Ezequiel y Daniel. Y Profetas Menores, o sea, aquellos cuyos escritos son de muy pocas páginas.

Conmemoración de san Zacarías, profeta, vaticinador de la vuelta del pueblo desterrado a la tierra de promisión, anunciando al mismo tiempo que un rey pacífico, Cristo el Señor, entraría triunfante en la Ciudad Santa de Jerusalén, lo que se llevó a cumplimiento.
 La fama de estos dos santos se debe a que fueron los papás de San Juan Bautista. El nombre de Zacaamado Zacarías, casado con Isabel, una mujer descendiente del hermano de Moisés, el sumo sacerdote Aarón".
De estos dos esposos hace el evangelio un elogio formidable. Dice así: "Los dos     llevaban una vida santa, eran justos ante Dios, y observaban con exactitud todos los  mandamientos y preceptos del Señor". Ojalá de cada uno de nuestros hogares se     pudiera decir algo semejante. Sería maravilloso.
Dice San Lucas: "Zacarías e Isabel no tenían hijos, porque ella era estéril. Además ya los dos eran de avanzada edad".Y un día, cuando a Zacarías le correspondió el turno de subir al altar (detrás del velo) a ofrecer incienso, toda la multitud estaba afuera rezando.
Y se le apareció el Ángel del Señor, y Zacarías al verlo se llenó de temor y un gran terror se apoderó de él. El ángel le dijo: "No tema Zacarías, porque su petición ha sido escuchada. Isabel su mujer, dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Juan. Él será para ustedes gozo y alegría, y muchos se alegrarán por su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá licores; estará lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos hacia Dios, y tendrá el espíritu del profeta Elías, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto".
Zacarías le dijo al ángel: "¿Cómo puedo saber que esto que me dice sí es cierto? Porque yo soy muy viejo e Isabel mi esposa es estéril". El ángel le dijo:"Yo soy Gabriel, uno de los que están en la presencia del Dios, y he sido enviado para comunicarle esta buena noticia. Pero por no haber creído a las palabras que le he     dicho, se quedará mudo y no podrá hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, que se cumplirán todas a su tiempo".
El pueblo estaba esperando a que saliera Zacarías y se extrañaban de que demorara  tanto en aparecer. Cuando apareció no podía hablarles, y se dieron cuenta de que había tenido alguna visión. Él les hablaba por señas y estaba mudo.
"Después Isabel concibió un hijo y estuvo oculta durante cinco meses (sin contar a los vecinos que iba a tener un niño)". Y decía: "Dios ha querido quitarme mi     humillación y se ha acordado de mí".
El ángel Gabriel contó a María Santísima en el día de la anunciación, que Isabel iba a tener un hijo. Ella se fue corriendo a casa de Isabel y allí estuvo tres meses     acompañándola y ayudándole en todo, hasta que nació el niño Juan, cuyo nacimiento fue un verdadero acontecimiento (como se narra en el 24 de junio).
Que Dios conceda a los padres de familia el imitar a Zacarías e Isabel, llevando como ellos una vida santa; siendo justos ante el Señor, y observando con exactitud todos los mandamientos y preceptos de Dios.
Nada es imposible para Dios (palabras del ángel a Zacarías).

Beata Juana de Toulouse, virgen

En Toulouse, en Francia, beata Juana, virgen, de la Orden de las Carmelitas.
A principios del año 1240, los Hermanos Carmelitas de Palestina se establecieron en Toulouse. Veinticinco años después, cuando san Simón Stock cruzó Toulouse camino de Burdeos, se le aproximó una mujer llamada Juana, que le suplicó que la admitiera en su orden. El prior Juan la admitió, la cubrió con el hábito carmelita y le permitió hacer el voto de perpetua castidad. En lo que fue posible, Juana observó estrictamente la regla de san Alberto de Jerusalén y fue venerada, no sólo como la primera terciaria carmelita, sino como la fundadora de las terciarias. Diariamente frecuentaba la iglesia de los padres y combinaba la penitencia con el amor, privándose casi de las cosas necesarias de la vida para ayudar a los pobres y enfermos. Acostumbraba también dirigir a los jóvenes en las prácticas de la santidad para prepararlos a entrar en la orden carmelita. Solía llevar consigo una imagen del Redentor crucificado, que ella estudiaba como si hubiese sido un libro.

La beata Juana fue sepultada en la iglesia de los carmelitas de Toulouse y a su tumba acudían en gran número todos aquellos que buscaban su intercesión. Fue venerada durante 600 años y su cuerpo fue varias veces custodiado como reliquia, especialmente en 1805, cuando un pequeño libro de oraciones manuscrito fue encontrado a su lado.

Lo anterior es un resumen de la historia de la beata Juana, cuyo culto fue confirmado en 1895, según se relata en las lecciones de su fiesta, en el suplemento carmelita del breviario romano, pero ha habido aparentemente considerable confusión, en especial con la época en que vivió. Es verdad que para el siglo XV el culto de la beata ya estaba difundido, y hubo un traslado de reliquias hacia el 1450, lo que permite mantener para su vida la fecha tradicional del siglo XIII; sin embargo, en la lista de santos carmelitas de la provincia de Toulouse redactada por Juan Grassi, que murió en 1437, la beata no aparece, lo que ayuda a pensar que, o el culto no había surgido aun, o simplemente no había vivido todavía. La crítica actual se inclina por dar por cierta la vida en finales del siglo XIV, e incluso comienzos del XV, más que en finales del siglo XIII, de donde, naturalmente, no pudo haber tenido contacto con san Simón Stock. Parece que tampoco fue terciaria, sino enclaustrada.

Ver las lecciones del breviario referentes a lo anterior, y Fr. Bonifatius, Die sel. Johanna van Toulouse, (1897); Fr. B. Zimmerman Monumenta historica Carmelitana p. 369, y Les Saints déserts des Carmes dechaussés (1927), pp. 17-18, donde el problema se examina. Acta de beatificación (con las fechas tradicionales), en Acta Sanctae Sedis 27 (1895), pág. 510. Artículo del Butler ligeramente reformado.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Papa Francisco advierte: El clericalismo es un grave peligro para la Iglesia


El Papa Francisco. Foto: Bohumil Petrik / ACI Prensa




VATICANO, 30 Mar. 17 / 09:37 am (ACI).- En una audiencia a los participantes del 238° Capítulo General de la Orden de los Padres Somascos. también conocida como Compañía de los Siervos de los Pobres, el Papa Francisco advirtió de que el clericalismo es un grave peligro para la Iglesia.
“Uno de los peligros más graves, más fuertes de la Iglesia de hoy es el clericalismo” dijo a los religiosos. Así, los animó a trabajar “con los laicos”: que sean ellos los que vayan adelante, los que tengan la valentía de ir adelante, y vosotros sostenedles y ayudadles como sacerdotes, como religiosos”.

“Les animo a permanecer fieles a la inspiración originaria y a ‘poneros en salida’ para ir hacia la humanidad herida y descartada”, dijo en relación a su fundador, San Girolamo Emiliani.
Francisco les exhortó también a mirar “con los ojos de Cristo” a “la juventud abandonada”. “Esos inmigrantes, chicos, niños que vienen solos a nuestras tierras y tienen necesidad de encontrar paternidad y maternidad. Querría subrayar esto: muchos llegan solos en patera y tienen necesidad de esto”.
El Santo Padre los invitó a “estar atentos a las diferentes formas de marginalidad en las periferias geográficas y existenciales” y transformar “las estructuras donde resulte útil”.
“Las estructuras, en ciertos casos, dan falsa protección y frenan el dinamismo de la caridad y del servicio al Reino de Dios”, agregó.
Otro de los temas de los que habló fue la inculturación, una “condición necesaria para el enraizamiento de la Iglesia en el mundo”.

Evangelio del Día viernes 31 Marzo 2017

Viernes de la cuarta semana de Cuaresma

San Amós (Profeta) , Beata Juana de Toulouse
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Leer el comentario del Evangelio por
San Agustín : “Su hora no había llegado todavía”

Sabiduría 2,1a.12-22.

Los impíos se dicen entre sí, razonando equivocadamente:
«Tendamos trampas al justo, porque nos molesta y se opone a nuestra manera de obrar; nos echa en cara las transgresiones a la Ley y nos reprocha las faltas contra la enseñanza recibida.
El se gloría de poseer el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor.
Es un vivo reproche contra nuestra manera de pensar y su sola presencia nos resulta insoportable,
porque lleva una vida distinta de los demás y va por caminos muy diferentes.
Nos considera como algo viciado y se aparta de nuestros caminos como de las inmundicias. El proclama dichosa la suerte final de los justos y se jacta de tener por padre a Dios.
Veamos si sus palabras son verdaderas y comprobemos lo que le pasará al final.
Porque si el justo es hijo de Dios, él lo protegerá y lo librará de las manos de sus enemigos.
Pongámoslo a prueba con ultrajes y tormentos, para conocer su temple y probar su paciencia.
Condenémoslo a una muerte infame, ya que él asegura que Dios lo visitará.»
Así razonan ellos, pero se equivocan, porque su malicia los ha enceguecido.
No conocen los secretos de Dios, no esperan retribución por la santidad, ni valoran la recompensa de las almas puras.

Salmo 34(33),17-18.19-20.21.23.

El Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.
Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.

El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.
El justo padece muchos males,
pero el Señor lo libra de ellos.

El cuida todos sus huesos,
no se quebrará ni uno solo.
Pero el Señor rescata a sus servidores,
y los que se refugian en El no serán castigados.




Juan 7,1-2.10.25-30.

Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo.
Se acercaba la fiesta judía de las Chozas,
Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver.
Algunos de Jerusalén decían: "¿No es este aquel a quien querían matar?
¡Y miren cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías?
Pero nosotros sabemos de dónde es este; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es".
Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: "¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen.
Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió".
Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Homilía sobre San Juan, nº 28

“Su hora no había llegado todavía”


“Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Los hermanos de Jesús le dijeron: No te quedes aquí en Judea para que tus discípulos de allí vean también las obras que haces… Jesús les dijo: Mi tiempo no ha llegado todavía, mientras que vuestro tiempo es siempre bueno para vosotros.” (Jn 7,2-6)… Jesús responde de esta manera a los que le aconsejan que busque su gloria: “El tiempo de mi gloria no ha llegado todavía”. Fijaos en la profundidad de este pensamiento: ellos le empujan a buscar la gloria, pero él quiere que la humillación preceda a la elevación; es a través de la humildad que quiere trazarse un camino hacia la gloria. Los discípulos que querían estar sentados uno a su derecha y el otro a su izquierda (Mc 10,37) buscaban también ellos la gloria humana: no veían sino el término del camino sin pararse a pensar en qué camino era el que conduce a ella. El Señor, pues, otra vez les ha llamado al verdadero camino, a fin de que lleguen a la patria por el camino adecuado. La patria es elevada, pero el camino es humilde. La patria es la vida de Cristo; el camino es la muerte. La patria es la morada de Cristo, el camino que conduce a ella es su Pasión…

Tengamos, pues, un corazón recto; el tiempo de nuestra gloria no ha llegado todavía. Escuchemos lo que dice a los que aman este mundo, como los hermanos del Señor: “Vuestro tiempo es siempre bueno para vosotros, el nuestro no ha llegado todavía” Atrevámonos también nosotros a decir lo mismo. Nosotros que somos el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, que somos sus miembros, que con gozo le reconocemos como a nuestro jefe, repitamos estas palabras, puesto que es por nosotros que él se dignó decirlas el primero. Cuando los que aman el mundo insultan nuestra fe, digámosles: “Vuestro tiempo es siempre bueno para vosotros, el nuestro no ha llegado todavía”. El apóstol Pablo nos dice, en efecto: “Estabais muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. ¿Cuándo vendrá nuestro tiempo? “Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria” (Col 3,3).

“Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. Durante el invierno podemos muy bien decir: este árbol está muerto; por ejemplo una higuera, un peral o cualquier otro árbol frutal; durante todo el invierno parece que no tiene vida. Pero el verano sirve para probar y permitir juzgar si realmente tiene o no vida. Nuestro tiempo de verano es la revelación de Cristo.



Contemplar el Evangelio de hoy

Día litúrgico: Viernes IV de Cuaresma
Texto del Evangelio (Jn 7,1-2.10.14.25-30): En aquel tiempo, Jesús estaba en Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito.

Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es». Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado». Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.
Comentario: Fr. Matthew J. ALBRIGHT (Andover, Ohio, Estados Unidos)
«Nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora»
Hoy, el Evangelio nos permite contemplar la confusión que surgió sobre la identidad y la misión de Jesucristo. Cuando la gente es puesta cara a cara ante Jesús, hay malentendidos y presunciones acerca de quién es Él, cómo en Él se cumplen o no las profecías del Antiguo Testamento y sobre lo que Él realizará. Las suposiciones y los prejuicios conducen a la frustración y a la ira. Esto ha sido así siempre: la confusión alrededor de Cristo y de la enseñanza de la Iglesia despierta controversia y división religiosa. ¡El rebaño se dispersa si las ovejas no reconocen a su pastor!

La gente dice: «Éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es» (Jn 7,27), y concluyen que Jesús no puede ser el Mesías porque Él no responde a la imagen del “Mesías” en la que ellos habían sido instruidos. Por otra parte, saben que los Príncipes de los Sacerdotes quieren matarle, pero al mismo tiempo ven que Él se mueve libremente sin ser arrestado. De manera que se preguntan si quizá las autoridades «habrán reconocido de veras que éste es el Cristo» (Jn 7,26).

Jesús ataja la confusión identificándose Él mismo como el enviado por el que es “veraz” (cf. Jn 7,28). Cristo es consciente de la situación, tal como lo retrata Juan, y nadie le echa mano porque todavía no le ha llegado la hora de revelar plenamente su identidad y misión. Jesús desafía las expectativas al mostrarse, no como un líder conquistador para derrocar la opresión romana, sino como el “Siervo Sufriente” de Isaías.

El Papa Francisco escribió: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús». Es urgente que nosotros ayudemos a cada uno a ir más allá de las suposiciones y prejuicios sobre quién es Jesús y qué es la Iglesia, y a la vez facilitarles el encuentro con Jesús. Cuando una persona llega a saber quién es realmente Jesús, entonces abundan la alegría y la paz.

SAN BENJAMÍN




DIACONO Y MÁRTIR






PALABRA DE DIOS DIARIA

En el lugar de Argol, en Persia, san Benjamín, diácono, que al predicar insistentemente la palabra de Dios, consumó su martirio con cañas agudas entre sus uñas, en tiempo del rey Vararane V (c. 420). 

Etimológicamente: Benjamín = Aquel que es el último nacido o Hijo de dicha, es de origen hebreo.El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II puso fin a la cruel persecución de los cristianos que había sido llevado al cabo en Persia durante el reinado de su padre. Sin embargo, el obispo Abdas con un celo mal entendido incendio el Pireo o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas. 

El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que el obispo reconstruyera el templo, pero éste se rehusó a hacerlo; el rey lo mandó a matar e inició una persecución general que duró 40 años. 



Uno de los primeros mártires fue Benjamín, diácono. Después de que fuera golpeado, estuvo encarcelado durante un año. 



Benjamín era un joven de un gran celo apostólico en bien de los demás. Hablaba con fluida elocuencia. 

Incluso había logrado muchas conversiones entre los sacerdotes de Zaratustra. Los meses que pasó en la cárcel le sirvieron para pensar, orar, meditar y escribir. 

En estas circunstancias llegó a la ciudad un embajador del emperador bizantino y lo puso en libertad. Y le dijo el rey Yezdigerd: "Te digo que tú no has tenido culpa alguna en el incendio del templo y no tienes que lamentarte de nada". 

¿No me harán nada los magos?, preguntó el rey al embajador. No, tranquilo. No convertirá a nadie, añadió el embajador. 

Sin embargo, desde que lo pusieron en libertad, Benjamín comenzó con mayor brío e ímpetu su trabajo apostólico y convirtió a muchos magos haciéndoles ver que algún día brillará en sus ojos y en su alma la luz verdadera. 

De no ser así –decía – yo mismo sufriré el castigo que el Señor reserva a los seguidores que no sacan a relucir los talentos que él les ha dado. 

Esta vez no quiso intervenir el embajador. Pero poco después, el rey lo encarceló de nuevo y mandó que le dieran castigos hasta la muerte,siendo luego decapitado 

Murió alrededor del año 420.

31 de marzo, día de Santa Balbina de Roma


Hoy, 31 de marzo, conmemoramos a Santa BALBINA de ROMA, Mártir.

SANTA BALBINA DE ROMA (¿?-¿115?) habría sido hija del tribuno Quirino, de una noble y acaudalada familia romana.

La tradición de la vida de Santa Balbina proviene de un par de obras de teatro eclesiástico del siglo VI, y también de la confusión generada por un cementerio en Roma que lleva su nombre.

El cargo público de Quirino era el de jefe de las cárceles de Roma. En una de ellas yacía prisionero el papa Alejandro I.

Balbina, la bella hija de Quirino, había enfermado súbitamente de escrófula, y se vio cubierta de llagas y con su hermoso rostro desfigurado. Con desesperación, el tribuno acudió con el papa pidiéndole la intercesión divina para sanarla.

Alejandro le encomendó entonces que buscara las cadenas de San Pedro. Él las encuentra, y se dice que cuando Balbina besó las benditas cadenas, quedó curada en el acto.

Balbina y su padre fueron bautizados entonces por el papa Alejandro. A pesar de los múltiples pretendientes que tuvo, la joven siempre los rechazó, pues había consagrado su cuerpo al Señor.

Sin embargo, un mal día, junto con su padre fue arrestada por orden del emperador Adriano. Después de ser sometida a indecibles tormentos, Santa Balbina murió decapitada.

La iconografía la representa por lo general con una cruz y un ángel que le indica el camino al Cielo, o bien sosteniendo en las manos las cadenas que la curaron milagrosamente.

SANTA BALBINA DE ROMA es un claro ejemplo de las tribulaciones de los mártires en los primeros tiempos del cristianismo.

jueves, 30 de marzo de 2017

LOS CAMINOS DE DIOS NO SON LOS NUESTROS



Los caminos de Dios no son los nuestros
 Vivir junto a Dios es vivir en zozobra, es vivir en interrogantes: ¿Qué quieres de mi, Señor?.


“Ahora sé que no hay más Dios que el de Israel”. Esta frase con la que el general asirio confiesa su fe después de haber sido curado, es la frase con la que todos nosotros podríamos también resumir nuestra existencia. Ésta tendría que ser la experiencia a la que todos llegásemos en el camino de nuestra vida. Un Dios que a veces llega a nuestra vida de formas y por caminos desconcertantes, un Dios que a veces llega a nuestra vida a través de situaciones que, según nuestros criterios humanos, no serían los normales, no serían los lógicos, no serían los racionales; un Dios que aparece en nuestra vida para santificarnos y para llenarnos de su luz y de su verdad, aunque nosotros no entendamos cómo. Porque esto es lo que hace Dios nuestro Señor con todas las vidas humanas: las lleva por sus caminos, aunque ellas no sepan cómo.

Los caminos de Dios no son nuestros caminos. A veces no son ni siquiera los caminos de las personas que han sido elegidas. A veces para las mismas personas elegidas, los caminos de Dios son sumamente obscuros, son sumamente extraños, no son siempre comprensibles. Esto es muy importante para nosotros, porque a veces podríamos pensar que las personas que han sido elegidas por Dios para hacer una grandísima obra en su vida, tienen realizados y escritos todos los puntos y comas de los planes de Dios; y no es así. También las personas elegidas por Dios para realizar una gran obra en su Iglesia tienen que ir, constantemente, aprendiendo a leer lo que Dios nuestro Señor les va diciendo.

En la primera lectura se nos habla de este general asirio que quiere ser curado, y para él, el ser curado tiene que ser una especie de gran majestad, de gran poderío, y por eso se va con el rey. Cuando se da cuenta de que el camino de Dios es distinto, no lo hace por su propio juicio, sino que es uno de sus esclavos quien le va a decir: “Padre mío, si el profeta te hubiera mandado una cosa muy difícil, ciertamente la habrías hecho. ¡Cuánto más, si sólo te dijo que te bañaras y quedarías sano!”.

La pregunta fundamental es si nosotros estamos aprendiendo a leer los caminos de Dios sobre nuestra vida. Si nosotros estamos aprendiendo a entender esas páginas que a veces son borrosas, a veces son extrañas. Si nosotros estamos aprendiendo a conocer a Dios nuestro Señor o siempre queremos que todos los planes estén escritos, que todos los planes estén hechos.

Vivir junto a Dios es vivir en zozobra, es vivir en interrogantes. Vivir junto a Dios es vivir en continua pregunta. La pregunta es: ¿Qué quieres Señor? Si así es nuestro Señor, ¿por qué entonces, tiene que extrañarnos que la vida de aquellos sobre los que Dios tiene unos planes tan concretos, tan claros, sea difícil? Si para ellos es costoso leer, ¿no lo va a ser para nosotros? ¿Podemos nosotros pensar que no nos va a costar leer los planes de Dios, que no nos va a costar ir entendiendo exactamente qué es lo que Dios me quiere decir? Constantemente, para todos nosotros, la vida se abre como una especie de obscuridad en la que tenemos que ir realizando y caminando.

“No hay más Dios que el de Israel”. ¿Sabemos nosotros que Él es el único Dios y que por lo tanto, Él es el único que nos va llevando a lo largo de nuestra existencia por sus caminos, que no son los nuestros? Estos caminos a veces coinciden, a veces pueden llegarse a entender, pero no siempre es así. Cada uno de nosotros, en su vocación cristiana, tiene un camino distinto. Si pensamos cómo hemos llegado cada uno de nosotros al conocimiento de Cristo, nos daremos cuenta que cada uno tuvo una historia totalmente diferente; cada uno tuvo una historia muy particular. Y aun después de nuestro encuentro con Cristo, incluso después de que hemos llegado a conocerlo, la historia sigue una aventura. Y si nuestra historia no es una aventura, quiere decir que hemos hecho lo que estaba a punto de hacer el general asirio: marcharse. Marcharnos porque no entendimos los planes de Dios y preferimos manejarnos a nuestro antojo, manejarnos según nuestra comodidad. Nos marchamos pensando que a este Señor no hay quien lo entienda y perdemos la oportunidad de experimentar y saber que el único Dios, es el Dios de Israel.

Jesús, en el Evangelio, viene a recalcarnos precisamente que es Dios quien elige, quien se fija, quien llama y que es Él quien sabe porqué permite los caminos por los cuales nuestra vida se va desarrollando. Es Dios quien lo hace, no nosotros.

El ejemplo de las muchas viudas que había en Israel y Dios se fijó en una y el ejemplo de los muchos leprosos que había en Israel y Dios escogió precisamente a uno que ni era de Israel, nos deja muy claro que es Cristo el que manda. Nosotros tenemos que atrevernos a ponernos ante Dios con una sola condición: la condición de estar totalmente abiertos a su voluntad. De nada nos serviría conocer grandes hombres, de nada nos serviría conocer grandes personajes si no aprendemos la lección fundamental que estos grandes hombres vienen a dejarnos: la lección de estar siempre dispuestos a leer la letra de Dios, de estar siempre dispuestos a entender el camino por el cual Dios nos va llevando. Recordemos que Él sabe cuál es.

Los que vivían en el mismo pueblo de Jesús rechazan el modo de ser de Cristo y lo que hacen es alejarse de su vida. Solamente se puede tener a Cristo cerca cuando se tiene el alma abierta. Cada vez que nuestra alma se cierra a la generosidad, a la entrega, a la fidelidad, a la disponibilidad, en ese mismo momento, nuestra alma está alejando a Cristo de nosotros.

¡Qué serio es que pudiéramos ser nosotros los responsables de que Cristo no estuviese verdaderamente en nuestra vida! ¡Qué serio es que pudiéramos ser nosotros los causantes de que nuestra vida estuviese vacía de Cristo! Hay que ser muy exigentes con uno mismo. Hay que tener una gran disciplina interior, que a veces nos puede faltar. La disciplina que nos hace, en todo momento, seguir el camino concreto con el cual Dios nuestro Señor va marcando nuestra vida.

¿Estamos dispuestos a entenderlo? Solamente vamos a estar dispuestos a entenderlo si hay en nuestra vida la característica que hay en todos los hombres que quieren verdaderamente encontrarse con Dios: estar sediento de Dios, que da la vida. Estar sedientos de Él es el único modo que va a haber para que nuestra alma encuentre siempre, y en todo momento -a través de las circunstancias, de las personas, de los ambientes, de las dudas, de las caídas, de nuestras debilidades— a Dios; si realmente somos, tal y como lo dice el salmo: “Como un venado que busca el agua de los ríos, así cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío”.

El alma que tiene sed de Dios pasará por lo que sea: estará en obscuridades, tendrá dificultades, caídas, miserias, pero encontrará a Dios y Dios no se apartará de él. Podrá encontrarse con el Señor, no importa por qué caminos, pues esos son los caminos del Señor y Él sabe por dónde nos lleva. Lo único que importa es tener sed de Dios. Una sed que es lo que nos autentifica como personas de cara a nuestros hermanos los hombres, de cara a nuestra familia, de cara a nuestro ambiente, de cara a nosotros mismos.

No es cuestión de entender las cosas. No es cuestión de saber que mi vida tiene que estar realizada, manejada y ordenada de determinada manera, sino que es cuestión de tener sed de Dios. El alma que tiene sed de Dios va a permitir que sea Dios quien le realice la vida. Y el alma que va a realizarse apartada de Dios, significa que no tiene, verdaderamente, sed de Dios. Podrá ser muchas cosas —podrá ser un magnífico organizador en la Iglesia, podrá ser un excelente conferencista, podrá ser un hombre de un gran consejo espiritual—, pero si no tiene sed de Dios, no estará realizando la obra de Dios.

Ahora veámonos a nosotros mismos en nuestra organización, en nuestro trabajo, en nuestro esfuerzo, en nuestra vocación cristiana y rasquemos un poco, a ver si en nuestro corazón hay verdaderamente sed de Dios. Si la hay, podemos estar tranquilos de que estamos en el camino en el que hay que estar. Podemos estar tranquilos de que estamos en la ruta en la cual hay que ir. Podemos estar tranquilos porque tenemos en el corazón lo que hay que tener. No tendremos que tener miedo porque esa sed de Dios irá haciendo que la luz y la verdad de Dios se conviertan en nuestra guía hasta el Monte del Señor. Es un camino que requiere estar dispuestos, en todo momento, a querer entender lo que Dios nos pide. Estar dispuestos, en todo momento, a no apartar jamás de nuestro corazón a Jesucristo y mantener siempre viva en nuestro corazón la fe del Dios que da la vida.

ENCUENTRO CON DIOS



Encuentro con Dios



Nada hay más decisivo en la vida del hombre que el encuentro con Dios. No hay bienes materiales en este mundo que puedan sofocar en tu interior la nostalgia de Dios. Escucha esas voces profundas de vida más plena, desbordante de sentido. Enfréntate con ese anhelo de Dios que no podrán acallar todos los ruidos del mundo.

El conocido escritor ruso, León Tolstoi, describía así su reencuentro con la fe: “Hace cinco años la fe vino a mí. Creí en la enseñanza de Jesús y toda mi vida experimentó una repentina transformación. Lo que antes había deseado, ya no lo deseé más y comencé a desear lo que nunca había deseado. Lo que antes me parecía verdadero ahora era falso, y lo falso del pasado lo reconocí como verdadero. Claro y preciso testimonio de lo que acontece cuando uno se encuentra con Jesús.

Jesús es capaz de cambiar nuestra vida y darle la alegría que anhelamos. Tú también puedes tener una experiencia similar, una vivencia transformante llena de luz, de energía y felicidad. Busca al Señor de corazón, escucha su voz, y decídete valientemente encontrarlo y quedarte con él. Ponte ahora mismo en camino. “Habla, Señor, que tu servidor escucha”.