sábado, 15 de noviembre de 2014

Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María



Escrito por San Luis María Grignion de Montfort


Este libro fué escrito a principios de 1700, pero el manuscrito fue prácticamente ignorado hasta que, casi por casualidad, en 1842 fue descubierto y publicado un año más tarde.

Esta obra «destinada a convertirse en un clásico de la espiritualidad mariana» --dijo el Beato Juan Pablo II -- «tuvo un éxito inmediato». De hecho, releída a la luz del Concilio Vaticano II, la doctrina monfortina conserva «su sustancial validez».

«Como es sabido, en mi escudo episcopal (...), el lema Totus tuus está inspirado en la doctrina de San Luis María Grignion de Montfort explica Beato Juan Pablo II--. Estas dos palabras expresan la pertenencia total a Jesús por medio de María».

«Totus tuus ego sum, et omnia mea tua sunt, escribe San Luis María; y traduce: Soy todo tuyo, y todo lo mío te pertenece, mi amado Jesús, por medio de María, tu santa Madre», recuerda el Papa admitiendo la gran influencia que la doctrina de este santo ha tenido «en la vida de muchos fieles y en mi propia vida».

Según el pensamiento del santo, de hecho María «nos acompaña en nuestra peregrinación de fe, esperanza y caridad hacia la unión cada vez más intensa con Cristo, único salvador y mediador de la salvación».

Para San Luis María, la verdadera devoción mariana es por lo tanto cristocéntrica y se convierte en un medio privilegiado «para encontrar a Jesucristo perfectamente, para amarlo tiernamente y servirlo fielmente» (Tratado, 62).

En este sentido, María se convierte en el eco fiel de Dios: «Cada vez que tú honras a María, María contigo alaba y honra a Dios», «si tú dices María, ella repite Dios», recoge el Papa en unos fragmentos que propone para «alimentar nuestra confianza en la mediación maternal de la Madre del Señor».

«San Luis María escribe el Santo Padre-- contempla todos los misterios a partir de la Encarnación, que se realiza en el momento de la Anunciación» de forma que en el Tratado «María aparece como el verdadero paraíso terrestre del Nuevo Adán, la tierra virgen e inmaculada de la que Él ha sido plasmado».

«Ella es también la Nueva Eva, asociada al Nuevo Adán en la obediencia que repara la desobediencia original del hombre y de la mujer. Por medio de esta obediencia, el Hijo de Dios entra en el mundo. La misma Cruz está ya misteriosamente presente en el instante de la Encarnación», continúa.

San Luis María escribe: «Toda nuestra perfección consiste en estar conformes, unidos y consagrados a Jesucristo (...). Ahora, siendo María la criatura más conforme a Jesucristo, se desprende que, entre todas las devociones, la que consagra y conforma más un alma a Nuestro Señor es la devoción a María, su santa Madre, y que cuanto más un alma se consagre a María, más consagrada estará a Jesucristo».

San Luis María explica además los «efectos maravillosos» de la perfecta devoción mariana que conduce a una fe pura y contemplativa que, renunciando a las cosas sensibles o extraordinarias, penetra en las misteriosas profundidades de Cristo.

La Cruz concluye el Papa es el momento culminante de la fe de María: «Mediante esta fe, María está perfectamente unida a Cristo en su expoliación... Es ésta tal vez la más profunda kénosis de la fe en la historia de la humanidad».

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