jueves, 20 de noviembre de 2014

Orar


20110123051100-juan-pablo-ii-y-madre-teresa.jpgTiempo de Oración
Deberíamos rezar por lo menos media hora por la mañana y una hora por la noche. No es necesario estar exclusivamente en la oración podemos rezar mientras trabajamos. El trabajo no detiene la oración, y la oración no molesta al trabajo.
Con sólo elevar la mente a Dios, en una breve plegaria, estamos realizando una hermosa oración, poniendo nuestros días en sus manos, para que El lo use como mejor le parezca.
Orar no significa sólo que podemos decir a Dios todo lo que nos agobia. Orar significa también callar y escuchar lo que Dios nos quiere decir.
La oración debe ir antes que todo: quien no lo entienda así, quien no lo practique, no puede excusarse de la falta de tiempo: lo que le falta es amor. La oración máxima es la Santa Misa, porque en la Santa Misa es el mismo Jesús, realmente presente, quien renueva el sacrificio de la cruz.
El silencio es lo más importante para orar. Las almas de oración son almas de profundo silencio. Y lo necesitamos para poder ponernos verdaderamente en presencia de Dios y escuchar lo que nos quiere decir. Este silencio debe ser tanto exterior como interior, dejando de lado nuestras preocupaciones. Debemos acostumbrarnos al silencio del corazón, de los ojos y de la lengua.
El silencio de la lengua nos ayuda a hablarle a Dios. El de los ojos, a ver a Dios. Y el silencio del corazón, como el de la Virgen, a conservar todo en nuestro corazón. Dios es amigo del silencio, que nos da una visión nueva de las cosas. No es esencial lo que nosotros decimos, sino lo que Dios nos dice y dice a través de nosotros.
Acción y oración se complementan. Si la acción quiere ser productiva, deberá primero estar enriquecida por la oración profunda, y esta, a su vez, se vera luego enriquecida por los frutos de la acción. Por eso, al rezar, pidamos la fuerza para poder dar hasta el sufrimiento. Y ¿cómo vamos a poder realizarlo? Por amor, mediante actos,.  

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