jueves, 13 de noviembre de 2014

DIOS ESTÁ CON NOSOTROS




Recuerdo hace unos años una campaña publicitaria en autobuses urbanos, la cual decía “probablemente Dios no existe, deja de preocuparte y disfruta la vida”. No me gusto esa campaña. No, porque cuando una persona tiene una creencia o una convicción determinada y la vive desde la responsabilidad y el respeto al otro, no necesitamos que nadie venga a abrirnos los ojos hacia otra realidad distinta que puede no ser mejor. 

Tenemos claro que esta campaña apostaba por la laicidad en sentido de negación hacia el “Teísmo”, hacia la religión sea la que sea. Quiero aclarar que la negación de la religión en demasiadas ocasiones se ha confundido con la palabra Laico o laicidad. A veces incluso se habla de sana laicidad, bueno. La laicidad no es ni mala ni buena, si se ignora. Pero hay que tener claro que lo laico es lo relativo al pueblo, lo propio del pueblo, lo que se refiere al pueblo. 
Es por eso que en el catolicismo los laicos somos los no ordenados, el pueblo al fin y al cabo. Y yo soy laico y pertenezco al pueblo. Considero que todos los privilegios de este mundo deben ser suprimidos pues Jesús siempre quiso igualdad de oportunidades, sobre todo para las clases desfavorecidas. Y por encima de todo soy creyente y un hombre de fe. 
Puede que en muchos casos me aparte de la ortodoxia católica. Puede incluso que esté más fuera que dentro, pero creo en Dios como dador de vida, en Jesús que nos revela en su vida al Padre y en el Espíritu Santo que nos hace percibir la realidad misma de Dios. No quiero caer en la intransigencia, pero jamás consentiré que nadie me coloque en la disyuntiva de si Dios existe o no existe. 
Es imposible para un creyente dirimir esta cuestión. Quizás lo sea solamente, porque Dios no puede ser demostrable sino es desde la propia vida, viviéndolo y respirándolo. Decía Albert Camus que “juzgar si al vida vale o no la pena de ser vivida es responder a la cuestión fundamental de la filosofía”. Y si la persona es creyente y tiene su fe fundamentada, opino que siempre tiene que apostar por la vida en un sentido esperanzado si es posible. 
Y si pierde la esperanza, los que vivimos en fraternidad y comunidad debemos ser sensibles a las realidades presentes para paliar las causas del desaliento. Todas estas actitudes merecen ser vividas considerando a Dios como Padre que nos ama con ternura, desde el sentido más profundo de la palabra “abba”, papaíto (Rom 8,15). 
En demasiadas ocasiones hemos convertido a Dios en Dios cebolla cubriéndolo de multitud de obstáculos, sacralizando elementos y situaciones donde es imposible que Dios se haga presente. Y por ello, ignorando la realidad primigenia donde Dios se nos hace “Presencia” y se nos hace realidad. 
Siempre me ha llamado la atención el episodio de Ex 3,5b; “descalza tus pies, porque el lugar que pisas es suelo sagrado”, le dice Dios a Moisés. Moisés acude a la cumbre Sinaítica a resolver una duda sobre un fuego que no se apaga. El fuego que no se apaga es la propia situación interior que Moisés vive y por la cual sufre, al saber de la injusticia de sus hermanos oprimidos en Egipto. Anda el camino hacia la cumbre hacia Él mismo, y allí se encuentra con Dios. 
Es el momento de la presencia de ambos el que Dios –digamos que- hace sagrado y por el cual le invita a desprenderse del calzado, porque es en la tierra, en la vida de cada uno y en su propia realidad donde Dios se nos revela de una manera más impresionante y magnifica. La tierra, la vida, la existencia…etc; todo es Presencia de Dios si en el nos apoyamos para llevar adelante nuestra vida, nuestro proyecto y la construcción sencilla y sin demasiadas historias del Reino de Dios cuyas bases nos muestra en tantas ocasiones Jesús de Nazaret. 
Recuerdo hoy a Pedro Casaldáliga y ese largometraje sobre su vida titulado “Descalzo sobre la tierra roja”. Allí tuvo Pedro su misión y allí la tiene. Le pudo costar la vida pero le costó mucho más, la vida de los suyos y de quienes por su sufrimiento se hicieron suyos. Es cierto que no somos Pedro, pero tenemos una tierra con unas personas conocidas o no y unas causas por las que luchar. 
El evangelio siempre nos anima a tomar el arado, el rumbo con determinación y hacerlo descalzo si es posible. Descalzo por muchos motivos. En primer lugar por sentido del desprendimiento, en segundo lugar quizás porque descalzo no se duerme uno y consigue atemperar la cabeza y actuar con responsabilidad. Descalzos para como Moisés, ser conscientes de que es en ese momento inesperado donde Dios se revela, como fuego que no se apaga. Y nos invita a vivir la vida desde “Su” propia vida y/o existencia. 

Creo en Dios porque creo en la vida. Una vida a la que nací hace treinta y siete años tal día como hoy. Dios se bendiga así mismo por la oportunidad que me dio y a mis padres por amarse hasta el extremo y traer otra vida al mundo. Permita la vida que todas las ocasiones de mi vida sean ocasiones de Presencia ante Dios. Que al estar con las personas –con la gente- aprenda a estar con Dios, su Hijo y su Espíritu, pues cada humano es Templo del Espíritu. 
El Señor ilumine a todos aquellos que tenemos la osadía de ponernos en su Presencia.
El Señor nos ilumine para saber "Ser Presencia" entre los hermanos. Con Clara de Asís proclamo. “¡¡Gracias Señor, porque me creaste!!”. Paz y bien.

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