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miércoles, 30 de abril de 2014

SAN JOSÉ OBRERO


Se celebra el 1 de Mayo
San José ObreroEl origen  de la fiesta litúrgica de San José Obrero se remonta al 1 de Mayo de 1955. Ese día, Roma era un hervidero de gentes venidas de muchas partes del orbe, y en la Ciudad Eterna parecía correr un aire nuevo, recién estrenado. Era un encuentro multitudinario y gozoso de más de 200.000 obreros con el Papa Pío XII. Ese mismo día, 1 de Mayo de 1955, en el incomparable marco de la plaza de San Pedro repleta de trabajadores, el Papa proclamaba la Fiesta del Trabajo, y en el calendario de la Iglesia universal nacía la fiesta de San José Obrero, patrono de los trabajadores.

Los textos de la liturgia del día constituyen una catequesis del significado del trabajo humano a través de la fe.

Al menos, desde 1891, en que León XIII abordó el tema del trabajo y la situación de los trabajadores con su importantísima encíclica Rerum Novarum, la Iglesia ha sido pródiga en la publicación de documentos sobre la llamada "cuestión social". Entre estos documentos, se puede destacar Quadragesimo Anno, de Pío XI; Mater et magistra, del Beato Juan XXIII; la Gaudium et spes, del Concilio Vaticano II; Populorum Progressio, de Pablo VI, y la Laborem exercens, de Juan Pablo II, en la que se profundiza sobre la espiritualidad del trabajo.

A continuación, podrán leer la oración con la que el papa Juan XXIII terminaba su alocución en esta fiesta el año 1959:

" ¡Oh glorioso San José, que velaste tu incomparable y real dignidad de guardián de Jesús y de la Virgen María bajo la humilde apariencia de artesano, y con tu trabajo sustentaste sus vidas, protege con amable poder a los hijos que te están especialmente confiados!

"Tú conoces sus angustias y sus sufrimientos porque tú mismo los probaste al lado de Jesús y de su Madre. No permitas que, oprimidos por tantas preocupaciones, olviden el fin para el que fueron creados por Dios; no dejes que los gérmenes de la desconfianza se adueñen de sus almas inmortales. Recuerda a todos los trabajadores que en los campos, en las oficinas, en las minas, en los laboratorios de la ciencia no están solos para trabajar, gozar y servir, sino que junto a ellos está Jesús con María, Madre suya y nuestra, para sostenerlos, para enjugar el sudor, para mitigar sus fatigas. Enséñales a hacer del trabajo, como hiciste tú, un instrumento altísimo de santificación".

El Papa Francisco I y el Sínodo de la familia: "He visto la mano de Dios"

La Iglesia Hoy

 “He visto la mano de Dios”. Con estas palabras se refirió el Santo Padre a los cardenales reunidos en el consistorio en el mes de febrero al explicarles cómo eligió el tema de los próximos dos Sínodos sobre la familia. Así se lo ha explicado el cardenal Philipe Barbarin, arzobispo de Lyon, a los participantes del IX Seminario Profesional sobre Oficinas de Comunicación de la Iglesia, organizado por la Facultad de Comunicación Institucional de la Universidad de la Santa Cruz.

"No es para nada sorprendente que el Papa haya confiado los trabajos de los Sínodos sobre la familia a la intercesión de los dos nuevos pontífices santos, para ser conducidos en la docilidad del Espíritu Santo", ha explicado Barbarin. Es más, ha precisado, en estas temáticos es inevitable "unirse en oración, porque la puesta en juego es muy alta".
El purpurado ha hablado de su realidad particular en un país en el que el proceso de secularización ha llevado a "considerar como derechos fundamentales de la persona", la aprobación de leyes contra el matrimonio y la vida".
Al respecto, el cardenal Barbain destacó el “testimonio significativo dado por los católicos franceses”, que en los últimos tiempos se ha expresado a través de manifestaciones de gran importancia, donde el elemento central ha sido precisamente a oración.
 “Hay verdades que no se establecen por la mayoría en el Parlamento. Si hay un fundamento antropológico definitivo, éste dura para siempre”, ha afirmado el arzobispo de Lyon.

La esperanza y el gozo de los dos papas santos

La misericordia divina siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama.
 
La esperanza y el gozo de los dos papas santos
Homilía del Papa Francisco en la misa de canonización del Papa Juan XXIII y Juan pablo II


En el centro de este domingo, con el que se termina la octava de pascua, y que san Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de Cristo resucitado.

Él ya las enseñó la primera vez que se apareció a los apóstoles la misma tarde del primer día de la semana, el día de la resurrección. Pero Tomás aquella tarde, como hemos escuchado, no estaba; y, cuando los demás le dijeron que habían visto al Señor, respondió que, mientras no viera y tocara aquellas llagas, no lo creería. Ocho días después, Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos: Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló delante de Jesús y dijo: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20,28).

Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: «Sus heridas nos han curado» (1 P 2,24; cf. Is 53,5).

San Juan XXIII y san Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano (cf. Is 58,7), porque en cada persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia.

Fueron sacerdotes y obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte, la cercanía materna de María.

En estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había «una esperanza viva», junto a un «gozo inefable y radiante» (1 P 1,3.8). La esperanza y el gozo que Cristo resucitado da a sus discípulos, y de los que nada ni nadie les podrá privar. La esperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de la humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz. Ésta es la esperanza y el gozo que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno.

Esta esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén, de la que hablan los Hechos de los Apóstoles (cf. 2,42-47), como hemos escuchado en la segunda Lectura. Es una comunidad en la que se vive la esencia del Evangelio, esto es, el amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad.

Y ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante sí. Juan XXIII yJuan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia. En la convocatoria del Concilio, san Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado, guiado por el Espíritu. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; por eso me gusta pensar en él como el Papa de la docilidad al Espíritu santo.

En este servicio al Pueblo de Dios, san Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene.

Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama. 

Audiencia General – Dones del Espíritu Santo – El entendimiento



Papa Francisco audiencia generalQueridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber examinado la sabiduría, como el primero de los siete dones del Espíritu Santo, hoy quisiera centrar la atención sobre el segundo don, es decir, el entendimiento. No se trata aquí de la inteligencia humana, de la capacidad intelectual de la cual podemos ser más o menos dotados. Es, en cambio, una gracia que sólo el Espíritu Santo puede infundir y que suscita en el cristiano la capacidad de ir más allá del aspecto externo de la realidad y escrutar las profundidades del pensamiento de Dios y de su designio de salvación.
El apóstol Pablo, dirigiéndose a la comunidad de Corinto, describe bien los efectos de este don, es decir, qué cosa hace este don del entendimiento en nosotros. Y Pablo dice esto: “lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman. Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu…” (1Cor, 2,9-10). Esto obviamente no significa que un cristiano pueda comprender cada cosa y tener un conocimiento pleno de los designios de Dios: todo esto queda en espera de manifestarse en toda su limpidez cuando nos encontraremos ante la presencia de Dios y seremos de verdad una cosa sola con Él. Pero como sugiere la palabra misma, el entendimiento permite “intus legere”, es decir, “leer dentro” y este don nos hace entender las cosas como las entendió Dios, como las entiende Dios, con la inteligencia de Dios. Porque uno puede entender una situación con la inteligencia humana, con prudencia, y está bien. Pero, entender una situación en profundidad como la entiende Dios es el efecto de este don. Y Jesús ha querido enviarnos el Espíritu Santo para que nosotros tengamos este don, para que todos nosotros podamos entender las cosas como Dios las entiende, con la inteligencia de Dios. Es un hermoso regalo que el Señor nos ha hecho a todos nosotros. Es el don con el cual el Espíritu Santo nos introduce en la intimidad con Dios y nos hace partícipes del designio de amor que Él tiene con nosotros.
Es claro, entonces, que el don del entendimiento está estrechamente relacionado con la fe. Cuando el Espíritu Santo habita en nuestro corazón e ilumina nuestra mente, nos hace crecer día a día en la comprensión de lo que el Señor ha dicho y hecho. El mismo Jesús ha dicho a sus discípulos: yo les enviaré el Espíritu Santo y él les hará entender todo lo que yo les he enseñado. Entender las enseñanzas de Jesús, entender su Palabra, entender el Evangelio, entender la Palabra de Dios. Uno puede leer el Evangelio y entender algo, pero si nosotros leemos el Evangelio con este don del Espíritu Santo, podemos entender la profundidad de las palabras de Dios. Y este es un gran don, un gran don que todos nosotros debemos pedir y pedirlo juntos: ¡Danos Señor el don del entendimiento!
Hay un episodio del Evangelio de Lucas, que expresa muy bien la profundidad y la fuerza de este don. Después de ser testigos de la muerte en la cruz y la sepultura de Jesús, dos de sus discípulos, decepcionados y tristes, se van de Jerusalén y vuelven a su aldea llamada Emaús. Mientras están en camino, Jesús resucitado se une a ellos y empieza a hablarles, pero sus ojos, velados por la tristeza y la desesperación, no son capaces de reconocerlo. Jesús camina con ellos, pero ellos estaban tan tristes, tan desesperados que no lo reconocen. Pero cuando el Señor les explica las Escrituras, para que entiendan que Él debía sufrir y morir para luego resucitar, sus mentes se abren y en sus corazones se reaviva la esperanza (cf. Lc 24,13-27 ). Y esto es lo que hace el Espíritu Santo con nosotros: nos abre la mente, nos abre para entender mejor, para entender mejor las cosas de Dios, las cosas humanas, las situaciones, todas las cosas.
¡Es importante el don del entendimiento para nuestra vida cristiana! Pidámoslo al Señor, que nos dé, que nos dé a todos nosotros este don para entender cómo entiende Él las cosas que suceden, y para entender, sobre todo, la palabra de Dios en el Evangelio. Gracias.

Papa Francisco: Pidamos el don de entendimiento para comprender las enseñanzas de Jesús


Papa Francisco / Foto: ACI Prensa
Papa Francisco / Foto: ACI Prensa
VATICANO, 30 Abr. 14 / 09:32 am (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Francisco presidió este miércoles la Audiencia General en la Plaza de San Pedro, donde exhortó a los católicos a pedir al Espíritu Santo el don de entendimiento, el cual no es una capacidad intelectual, sino la gracia que ayuda a comprender las enseñanzas de Cristo y “escrutar las profundidades del pensamiento de Dios y de su designio de salvación”.
En su catequesis, el Pontífice abordó el pasaje evangélico de los discípulos de Emaús, quienes después de ser testigos de la muerte en la cruz y la sepultura de Jesús, se van tristes y decepcionados de Jerusalén. Pero cuando Cristo se les une y les explica las escrituras, “sus mentes se abren y en sus corazones se reaviva la esperanza”, afirmó el Papa.
A continuación la catequesis completa gracias a la traducción de Radio Vaticana:
Los dones del Espíritu: el Entendimiento
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber examinado la sabiduría, como el primero de los siete dones del Espíritu Santo, hoy quisiera centrar la atención sobre el segundo don, es decir, el entendimiento. No se trata aquí de la inteligencia humana, de la capacidad intelectual de la cual podemos ser más o menos dotados. Es, en cambio, una gracia que sólo el Espíritu Santo puede infundir y que suscita en el cristiano la capacidad de ir más allá del aspecto externo de la realidad y escrutar las profundidades del pensamiento de Dios y de su designio de salvación.
El apóstol Pablo, dirigiéndose a la comunidad de Corinto, describe bien los efectos de este don, es decir, qué cosa hace este don del entendimiento en nosotros. Y Pablo dice esto: “lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman. Dios nos reveló todo esto por medio del Espíritu…”.
Esto obviamente no significa que un cristiano pueda comprender cada cosa y tener un conocimiento pleno de los designios de Dios: todo esto queda en espera de manifestarse en toda su limpidez cuando nos encontraremos ante la presencia de Dios y seremos de verdad una cosa sola con Él. Pero como sugiere la palabra misma, el entendimiento permite “intus legere”, es decir, “leer dentro” y este don nos hace entender las cosas como las entendió Dios, como las entiende Dios, con la inteligencia de Dios. Porque uno puede entender una situación con la inteligencia humana, con prudencia, y está bien. Pero, entender una situación en profundidad como la entiende Dios es el efecto de este don.
Y Jesús ha querido enviarnos el Espíritu Santo para que nosotros tengamos este don, para que todos nosotros podamos entender las cosas como Dios las entiende, con la inteligencia de Dios. Es un hermoso regalo que el Señor nos ha hecho a todos nosotros. Es el don con el cual el Espíritu Santo nos introduce en la intimidad con Dios y nos hace partícipes del designio de amor que Él tiene con nosotros.
Es claro, entonces, que el don del entendimiento está estrechamente relacionado con la fe. Cuando el Espíritu Santo habita en nuestro corazón e ilumina nuestra mente, nos hace crecer día a día en la comprensión de lo que el Señor ha dicho y hecho. El mismo Jesús ha dicho a sus discípulos: yo les enviaré el Espíritu Santo y él les hará entender todo lo que yo les he enseñado.
Entender las enseñanzas de Jesús, entender su Palabra, entender el Evangelio, entender la Palabra de Dios. Uno puede leer el Evangelio y entender algo, pero si nosotros leemos el Evangelio con este don del Espíritu Santo, podemos entender la profundidad de las palabras de Dios. Y este es un gran don, un gran don que todos nosotros debemos pedir y pedirlo juntos: ¡Danos Señor el don del entendimiento!
Hay un episodio del Evangelio de Lucas, que expresa muy bien la profundidad y la fuerza de este don. Después de ser testigos de la muerte en la cruz y la sepultura de Jesús, dos de sus discípulos, decepcionados y tristes, se van de Jerusalén y vuelven a su aldea llamada Emaús.
Mientras están en camino, Jesús resucitado se une a ellos y empieza a hablarles, pero sus ojos, velados por la tristeza y la desesperación, no son capaces de reconocerlo. Jesús camina con ellos, pero ellos estaban tan tristes, tan desesperados que no lo reconocen. Pero cuando el Señor les explica las Escrituras, para que entiendan que Él debía sufrir y morir para luego resucitar, sus mentes se abren y en sus corazones se reaviva la esperanza.
Y esto es lo que hace el Espíritu Santo con nosotros: nos abre la mente, nos abre para entender mejor, para entender mejor las cosas de Dios, las cosas humanas, las situaciones, todas las cosas.
¡Es importante el don del entendimiento para nuestra vida cristiana! Pidámoslo al Señor, que nos dé, que nos dé a todos nosotros este don para entender cómo entiende Él las cosas que suceden, y para entender, sobre todo, la palabra de Dios en el Evangelio. Gracias.

SANTA GIANNA BERETTA MOLLA.




SANTA GIANNA BERETTA MOLLA
ABRIL, 28

Juan Pablo II canonizó el 16 de Mayo del 2004 a la cirujana y pediatra Gianna Beretta Molla, quién entregó libremente su propia vida a los 39 años de edad, el 28 de abril de 1962, para salvar a su cuarto hijo, Gianna Emanuela, que estaba por nacer. Optó por no someterse a un tratamiento de cáncer que hubiese matado a la criatura.

Se le había recomendado un aborto. Al negarse, murió al desarrollar una peritonitis séptica muy dolorosa. Como médico, ella sabía muy bien la realidad de su condición, pero prefirió morir para dar vida a su hija.

Pablo VI describió a Gianna como "una madre que, para dar a luz a su bebé, sacrificó la suya propia en una inmolación deliberada".

Gianna Molla, de la Arquidiócesis de Milán, era miembro de la Acción Católica. Ella dijo de su trabajo: "Como el sacerdote toca a Jesús, así nosotros los médicos tocamos a Jesús en los cuerpos de nuestros pacientes."

Le gustaba esquiar, tocar el piano y escuchar conciertos. Su esposo Pietro Molla, ingeniero, vive en Milán, describió a su esposa como una persona completamente normal que constantemente decía que sus hijos eran su gozo, su orgullo y su tesoro. El Cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos dijo: "Ella vivió su matrimonio y maternidad con gozo, generosidad y absoluta fidelidad a su misión"

En el libro "Primo Piano: Gianna" (Gianna de cerca), Molla cita a su esposa: - "No se puede amar sin sufrir o sufrir sin amor". -"¡Miren a las madres que verdaderamente aman a sus hijos, cuantos sacrificios hacen! Están prestas para cualquier cosa, aun hasta dar sus propias vidas."

El cuerpo mortal reposa en el cementerio de Mésero, a 4 kilómetros de Magenta, Italia.

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Confío en vos, dulce Madre 
Gianna nació el 4 de octubre de 1922, en Magenta, ciudad vecina a Milán. Sus padres –rectos, justos y temorosos de Dios– junto con su hermana Amalia, la formaron espiritualmen te. A partir de su Primera Comunión, en Abril de 1928, Gianna acompañaba a su madre a Misa todos los días.

De carácter ameno y semblante sonriente, su rostro irradiaba equilibrio, amenidad, pureza y un corazón generoso, con una fe contagiante que atraía a todos a la Iglesia.

A los 15 años participó de un retiro espiritual según el método de San Ignacio de Loyola, que la llevó a hacer un firme propósito: “mil veces morir antes que cometer un pecado mortal”.

Al fallecer su madre, Gianna se encomendó a María Santísima con estas palabras: “Confío en vos, dulce Madre, y tengo la certeza de que nunca me abandonaréis”.

Santa Gianna Beretta Molla fue siempre muy devota de la Virgen. Prueba de ello son las constantes referencias que ella hace sobre la Virgen en los encuentros con las muchachas de la Acción Católica y en las cartas a su novio y más tarde esposo. Quiso prepararse para su matrimonio con Pietro con un triduo de oración: ella se dirigiría al Santuario de la Asunción en Magenta, él, Pietro, al de la Virgen del Buen Consejo en Ponte Nuovo. Así le escribió a Pietro el 4 de septiembre de 1955: «La Virgen unirá nuestras oraciones y deseos y, dado que la unión hace la fuerza, Jesús no podrá dejar de escucharnos y ayudarnos».

Durante el verano de 1957, mientras esperaba a Mariolina, la segunda hija, le escribió al marido: «Gracias, Pietro queridísimo, por tus oraciones. La Virgen te escuchará y tendremos así otra bella criatura como nuestro querido Pierluigi». Dos años después, mientras esperaba a Laura y estaba cansada por el embarazo, le escribía también a Pietro: “Confío en la Virgen y estoy segura de que también esta vez me ayudará”.

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Misión de médica, salud del cuerpo, salud del alma
En 1942, Gianna se matriculó en la Facultad de Medicina. Tenía un concepto preciso y sublime de esta profesión. Más que un trabajo, la medicina era para ella una misión: “No olvidemos que en el cuerpo de nuestro paciente existe un alma inmortal. Seamos honestos y médicos de fe”. A sus pacientes, la Dra. Gianna daba no solamente asistencia médica, sino también una verdadera ayuda espiritual, y muchas veces les auxiliaba para que recibieran el sacramento de la Confesión. Alentó a muchas madres próximas al parto transmitiéndoles la alegría de recibir al hijo como un don de Dios y a rechazar o desistir del aborto.

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La vocación del matrimonio
Persuadida de la importancia del apostolado, durante algunos años alimentó el deseo de ser misionera laica consagrándose a Dios en el servicio de la Evangelización. Vivió un tiempo en la incertidumbre del camino a elegir. Para decidir bien, rezaba mucho, pedía oraciones y consejos, pero también pasó por una gran perturbación interior con respecto a su proyecto de vida. En vez de ofuscarse, intensificó las oraciones para conocer mejor la voluntad del Creador. Cuando comprendió que la voluntad de Dios era que constituyera una familia, se orientó decididamente hacia el matrimonio consciente que “nuestra felicidad terrena y la eterna depende de vivir bien nuestra vocación”.

Un encuentro no casual, bendecido por Dios En la fiesta de la Inmaculada Concepción de 1954, se celebraba en Mesero la fiesta de la ordenación sacerdotal de Fray Lino Gara-vaglia, hoy obispo de las diócesis de Cesena e Sarsina (Italia). Tanto Pedro, el futuro novio, como Gianna fueron invitados a la Misa y el almuerzo. Al día siguiente, Pedro Molla escribía a Gianna “Me acuerdo de ti cuando, con tu sonrisa larga y gentil, saludabas a Fray Lino y a sus parientes. Me acuerdo de ti cuando hacías devotamente la Señal de la Cruz antes del café. Me acuerdo de ti todavía cuando estabas en oración durante la bendición del Santísimo Sacramento”. Gianna, que también tenía la certeza de haber tenido ese día un “óptimo encuentro”, le respondió “deseo hacerte feliz y ser la buena esposa que tu deseas: comprensiva y dispuesta a los sacrificios que la vida nos pedirá. Pienso en darme totalmente para formar una familia verdaderamente cristiana. Es verdad que tendremos que enfrentar dolores y sacrificios, pero si deseamos siempre uno el bien al otro, con la ayuda de Dios venceremos todos los obstáculos”.

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Heroíco amor maternal por amor de Dios 
Después de tres embarazos dolorosos, al comienzo del cuarto se hizo indispensable una cirugía debido a un tumor en el útero. Fidelísima a sus principios morales y religiosos, decidió, sin dudar, que el médico se preocupase, en primer lugar, no en la operación que salvaría su vida, sino en la salvación de la vida de la criatura. Así relata su marido esos momentos: “Con una incomparable fuerza de voluntad y con inmutable empeño, continuó su misión de madre hasta los últimos días de su embarazo. Rezaba o meditaba.

La sonrisa y la serenidad que infundían la belleza, la vivacidad y la salud de sus tres 'tesoros' eran casi siempre velados con una inquietud interior. Temía que su criatura naciese con sufrimientos. Rezaba para que no fuese así. Muchas y muchas veces, me pedía disculpas si me causaba preocupaciones. Me decía que nunca había tenido necesidad de tanta amabilidad y comprensión como ahora. Mientras se aproximaba el período del parto, afirmó explícitamente, con tono firme y al mismo tiempo sereno, con una mirada profunda que jamás olvidaré: “Si deben decidir entre la criatura y yo, no duden: prefieran a la criatura, yo lo exijo, ¡sálvenla! Yo hago la voluntad de Dios y Dios providenciará lo necesario para mis hijos”.

En septiembre de 1961, al cumplirse el segundo mes de embarazo, es presa del sufrimiento. El diagnóstico: un tumor en el útero. Se hace necesaria una intervención quirúrgica. Antes de ser intervenida, suplica al cirujano que salve, a toda costa, la vida que lleva en su seno, y se confía a la oración y a la Providencia. Se salva la vida de la criatura. Ella da gracias al Señor y pasa los siete meses antes del parto con incomparable fuerza de ánimo y con plena dedicación a sus deberes de madre y de médico. Se estremece al pensar que la criatura pueda nacer enferma, y pide al Señor que no suceda tal cosa. Algunos días antes del parto, confiando siempre en la Providencia, está dispuesta a dar su vida para salvar la de la criatura: «Si hay que decidir entre mi vida y la del niño, no dudéis; elegid -lo exijo- la suya. Salvadlo». La mañana del 21 de abril de 1962 da a luz a Gianna Emanuela.

El día 28 de abril, también por la mañana, entre indecibles dolores y repitiendo la jaculatoria «Jesús, te amo; Jesús, te amo», muere santamente. Tenía 39 años. Sus funerales fueron una gran manifestación llena de emoción profunda, de fe y de oración. La Sierva de Dios reposa en el cementerio de Mésero, a 4 kilómetros de Magenta.

El amor disipa todos los miedos
Gianna Beretta Molla es una señal del tiempo presente, una invitación a defender la vida, a respetarla con todas sus consecuencias.

Juan Pablo II el día de su canonización la llamó mensajera sencilla, pero muy significativa, del amor divino. Pocos días antes de su matrimonio, en una carta a su futuro esposo, escribió: "El amor es el sentimiento más hermoso que el Señor ha puesto en el alma de los hombres". A ejemplo de Cristo, que "habiendo amado a los suyos (…), los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1), esta santa madre de familia se mantuvo heroicamente fiel al compromiso asumido el día de su matrimonio. El sacrificio extremo que coronó su vida testimonia que sólo se realiza a sí mismo quien tiene la valentía de entregarse totalmente a Dios y a los hermanos. Ojalá que nuestra época redescubra, a través del ejemplo de Gianna Beretta Molla, la belleza pura, casta y fecunda del amor conyugal, vivido como respuesta a la llamada divina.

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El milagro 
La protagonista del milagro, ocurrido el 9 de noviembre de 1977 en un hospital brasileño, fue una joven parturienta quien se curó de septicemia infección generalizada del organismo. Las religiosas del hospital habían pasado la noche encomendando su curación a la intercesión de Gianna, cuya figura les era conocida porque el promotor del hospital era un hermano de la beata, médico y misionero capuchino en ese país. El Papa aprobó el decreto que reconocía sus virtudes heroicas y la beatificó.

Beatificada 
En 1994, año de la familia, por Juan Pablo II, quien la propuso como modelo para todas las madres. El Papa elogió a Gianna, quién no eludió el sacrificio, confirmando así su virtud heroica.

Si hubiese estado aun en el mundo en el año en que fue beatificada, Gianna hubiese tenido setenta y dos años.

Canonización
El milagro atribuido a la intercesión de Gianna Molla que abrió paso a la canonización: Elisabete Arcolino Comparini, con tres meses de embarazo, perdió todo el líquido amniótico. Ella y su esposo le pidieron a la beata Molla y la niña nació bien en mayo del 2000. El nacimiento es científicamente inexplicable. La llamaron Gianna Maria.

Santa Gianna, ruega por nosotros y por las madres e hijos que corren peligro en este momento

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Sus Escritos

“Esta vez será un alumbramiento difícil, y tendrán que salvar a una o al otro – quiero que salven a mi bebé”.

Hoy hay mucha superficialidad en nuestro trabajo (médico). Nos ocupamos de cuerpos, y muchas veces incompetentemente… Debemos hacer bien nuestra parte. Estudiar nuestra ciencia. Debemos ser médicos honestos, llenos de fe. Debemos cuidar de nuestros pacientes con bondad y dulzura, recordando que éstos son nuestros hermanos y hermanas; tener delicadeza y respeto. No olvidar que también hay que servir al alma de la persona enferma.

"¡Si supieras que diferente se juzgan las cosas a la hora de la muerte!... Que vanas parecen ciertas cosas a las que les dábamos tanta importancia en el mundo"

Nosotros [los médicos] tenemos la ocasión que el sacerdote no tiene. Nuestra misión no acaba cuando la medicina no sirve ya de nada. Hay que llevar el alma a Dios y entonces nuestra palabra adquiere autoridad. Cada médico tiene que entregarlo [al enfermo] al Sacerdote. ¡Cuántos médicos católicos así son necesarios!

Cuanto más se siente el deseo de dar mucho, tanto más a menudo se necesita recurrir al manantial que es Dios.

El Señor me quiso mucho. Vos sos el hombre que deseaba encontrar, pero no te niego que más de una vez me pregunto: “¿seré yo digna de él?”. Si, de vos Pietro, porque me siento lisa y llanamente nada, tan incapaz que a pesar de desear enormemente hacerte feliz, temo no poder lograrlo. Y entonces rezo así al Señor: “Señor, vos que ves mis sentimientos y mi buena voluntad, socorreme y ayudame para que pueda ser la esposa y madre que Vos deseás que sea y que yo pienso que también Pietro desea”.DE LA CARTA A SU NOVIO (11 DE MARZO DE 1955)

Encarnarse, ¿qué quiere decir? Quiere decir hacer que la verdad sea visible en la propia persona, hacer que la verdad sea afable, ofreciendo en nosotras mismas un ejemplo atrayente y de ser posible heroico. Para el hombre es siempre necesario ver, palpar, sentir, no se deja fácilmente conquistar por una palabra. El decir algo, solamente, no arrastra, mostrar si. Si Jesús hubiera invitado a practicar la pobreza solo con su discurso de la montaña «Bienaventurados los pobres…» pocos habrían buscado la felicidad en la pobreza. Pero él nació pobre, vivió pobre y murió pobre, así su ejemplo atrajo a Francisco de Asís y a todo ese ejército de almas que quiso seguirlo en la pobreza. […] Encarnarse quiere decir hacer que la verdad se torne visible en nuestra persona, es decir manifestar mediante vuestra humanidad a Jesucristo y a la belleza de la vida vivida según el Evangelio. Debemos ser las testigos vivientes de la grandeza y de la belleza del cristianismo. DE UNA REUNIÓN DEL CENÁCULO DE LAS ASPIRANTES DE LA ACCIÓN CATÓLICA (12 DE DICIEMBRE DE 1946)

Una madre o una esposa que lleva en su corazón las siete espadas de los dolores morales, a los que agrega la cruz de una salud débil o de la miseria, en una familia numerosa, ¡esa mujer es una mártir, una santa, sin que deba sufrir otro tormento, solamente si sabe amar como puede amar! […] «Amemos la cruz» y recordemos que para cargarla no estamos solas, está con nosotras Jesús que nos ayuda y, tal como dice San Pablo, en Él que nos conforta todo podemos. DE LOS APUNTES PARA LA CONFERENCIA DE SAN VICENTE (1947 – 1948)

No debemos en el apostolado ponernos nosotros en primer lugar, proclamarnos nosotros mismos, sino que debemos en cambio desaparecer y dar siempre el primer lugar a Jesucristo. Miren a San Juan Bautista. Los fariseos acuden a él para preguntarle si es el Mesías, pero él les responde: «No, no soy yo; yo no soy digno siquiera de desatarle las correas de las sandalias, más miren, allí está el Mesías» y señala a una persona envuelta en un manto. Y noten algo, a los mismos que lo escuchaban, a sus fieles, los manda para que vayan hacia Él y les dice: «Es necesario que Él, el Cristo, crezca, y que yo disminuya» ¡Qué humildad, qué desinterés! DE UNA REUNIÓN DEL CENÁCULO DE LAS ASPIRANTES DE LA ACCIÓN CATÓLICA (18 DE NOVIEMBRE DE 1946)

A uno le gustaría estar siempre bien, escapar del dolor, gozar… Para la salvación de las almas no basta la oración, la palabra, es necesario unir algo de nosotros, alguna gota de nuestra sangre, un poco de nosotros mismos. Que Jesús sea nuestro modelo. Llevar con alegría día a día la cruz que Jesús nos manda, con alegría. DE LAS CONFIDENCIAS HECHAS A SU HERMANA, SOR VIRGINIA, DURANTE LOS ÚLTIMOS DÍAS DE VIDA

«Sonreír a Dios, de quien nos viene todo don. Sonreír al Padre con las oraciones más perfectas, al Espíritu Santo. Sonreír a Jesús, acercándonos a la Santa Misa, a la Comunión, a la Visita al Santísimo. Sonreír a quien personifica a Cristo, el Papa. Sonreír a quien personifica a Dios, el confesor, incluso cuando nos exhorta a renuncias tajantes. Sonreír a la Virgen Santa, ejemplo al que debemos sujetar nuestra vida de manera tal que, a quien nos mire, podamos suscitarle solo santos pensamientos. Sonreír a nuestro ángel custodio, porque nos fue dado por Dios para conducirnos al Paraíso. Sonreír a los padres, hermanos, hermanas, porque debemos ser llamas de alegría, incluso cuando nos impongan deberes que vayan en contra de nuestra soberbia.Sonreír siempre, perdonando las ofensas. Sonreír en la sociedad, evitando toda crítica y murmuración. Sonreír a todos aquellos que el Señor nos manda durante la jornada. El mundo busca la alegría pero no la encuentra, porque está lejos de Dios. Nosotros, que comprendimos que la alegría viene de Jesús, con Jesús en el corazón llevemos la alegría. Él será la fuerza que nos ayudará». DEL CUADERNO DE APUNTES DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE 1938 (16-18 DE MARZO DE 1938)

Paraíso. No podemos imaginar cuán bello es, cuán grande es. En el Paraíso no sufriremos más; no habrá más personas antipáticas, enemigas; gozaremos inmensamente. En esta tierra estamos todos contentos cuando entra en nosotros una pequeña porción de gloria. En el Paraíso en cambio, la gloria nos rodeará, nos encontraremos en un mundo de paz, alegría y consolación. […] Propósito: pedirle al Señor que me conduzca al Paraíso. […] De esta manera rezaré y con la ayuda de Dios entraré en el Reino de los Cielos con todos los santos y las demás almas santas. DE LOS APUNTES DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE 1938 (16-18 DE MARZO DE 1938)

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Extracto de la Homilia de S.S. Juan Pablo II en su canonización

"Mi paz os doy" (Jn 14, 27). En el tiempo pascual escuchamos a menudo esta promesa de Jesús a sus discípulos. La verdadera paz es fruto de la victoria de Cristo sobre el poder del mal, del pecado y de la muerte. Los que lo siguen fielmente se convierten en testigos y constructores de su paz.

7. Gianna Beretta Molla fue mensajera sencilla, pero muy significativa, del amor divino. Pocos días antes de su matrimonio, en una carta a su futuro esposo, escribió: "El amor es el sentimiento más hermoso que el Señor ha puesto en el alma de los hombres". A ejemplo de Cristo, que "habiendo amado a los suyos (...), los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1), esta santa madre de familia se mantuvo heroicamente fiel al compromiso asumido el día de su matrimonio. El sacrificio extremo que coronó su vida testimonia que sólo se realiza a sí mismo quien tiene la valentía de entregarse totalmente a Dios y a los hermanos. Ojalá que nuestra época redescubra, a través del ejemplo de Gianna Beretta Molla, la belleza pura, casta y fecunda del amor conyugal, vivido como respuesta a la llamada divina. 8. "Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde" (Jn 14, 28). Las vicisitudes terrenas de estos seis nuevos santos nos estimulan a perseverar en nuestro camino, confiando en la ayuda de Dios y en la protección materna de María. Que desde el cielo velen ahora sobre nosotros y nos sostengan con su poderosa intercesión.



NOVENA A SANTA GIANNA MOLLA

Dios, Padre nuestro, 
te alabamos y te bendecimos 
porque en Santa Gianna Beretta Molla 
nos has concedido y dado a conocer 
a una mujer, testigo del Evangelio,
como joven, esposa, madre y médico. 
Te damos gracias también
porque por medio de la entrega de su vida 
nos enseñas a acoger y honrar a toda criatura humana.

Tú, Señor Jesús, 
has sido para ella referencia privilegiada: 
te ha sabido reconocer 
en la belleza de la naturaleza; 
cuando se preguntaba qué camino debía tomar en la vida, 
te buscaba y quería servirte del mejor modo posible; 
en el amor conyugal ha sido signo 
de tu amor por la Iglesia y por la humanidad; 
como tú, buen samaritano, se ha detenido 
junto a toda persona enferma, pequeña y débil; 
siguiendo tu ejemplo y por amor,
se ha dado totalmente, engendrando nueva vida.

Espíritu Santo, fuente de toda perfección, 
concédenos también a nosotros sabiduría, 
inteligencia y valor para que, 
siguiendo el ejemplo de santa Gianna y por su intercesión,
en la vida, personal, familiar y profesional, 
sepamos ponernos al servicio de todo hombre y de toda mujer 
para crecer así en el amor y en la santidad.

Amén.

Reflexión de Gato Sentado en este día del Niño… ¡Arroz!



Extrañamente en uno de esos momentos extraños de la extrañidad, me encontré pensando y hablando conmigo mismo sobre como podría hacer realidad en mi vida aquello que dice la Escritura y que hoy te comparto.
Y me dije. Mi mismo, la Biblia dice:
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: “¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?” Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Mateo 18:1-5
¿Pos como? ¿Pero como? ¿Juat de rito? Es decir, -Señor, ¿a que te refieres?- sinceramente como Nicodemo ante la cuestión de nacer de nuevo, me encontré en un rollo peor que cuando mi mirada se cruzo con la chica que me gustaba en la Prepa y se dio ella cuenta de que me traía arrastrando la cobija (Pero esa es otra historia).
¿Ser como niño? ¿A que se refiere Nuestro Señor?
¿Acaso me tendré que disfrazar de Power Ranger y esperar a que Godzilla me confronte mientras me amarro una toalla al cuello cual capa simulando ser algo así como un Batman en el complejo mundo de mi sobrino de cuatro años?
¿Acaso tendré que considerar seriamente el hacer berrinches, comer helados, vestir de marinerito, cantar canciones de Barney o ver a Dora la exploradora una y otra vez mientras brinco al ritmo de 1,2,3 y 4 en un solo pie para poder cumplir con lo que indica la Escritura?
Noooo!!! Jajaja, aunque suene un poco divertido ese grado de ñoñez, lo ideal es entender lo que nos quiere decir el Señor al pedirnos volver a ser como niños.
Es simple, el secreto esta en ver la vida con la profundidad de la simpleza, observar nuestro caminar comparado con la sombra de la hormiga que nos sorprende a cada atardecer mientras esperamos lo mejor de la vida aunque el viento sople encontra de todos nuestros planes, ¡osease! es sencillo ¡CONFIAR en el SEÑOR! de la misma forma en la que un niño viene a confiarse en el regazo de su Madre, de la misma forma en la que un niño mira en su padre a Batman, Iron Man e inclusive a Barney (por aquello de lo chonchito).
Hacerse de nuevo niños es tener el super frabuloso combustible de la FE que nos permita afrontar la vida como si esta fuera un juego maravilloso en el que nuestro Padre que esta en los cielos nos mira amorosamente con una sonrisa a flor de labios que nos dice, “hakuna Matata” es decir, no hay problema, “Estoy a tu lado, no tengas miedo” y que esto nos permita seguir adelante cumpliendo aquello que nos dice San Pablo en su carta a los Filipenses, “Estén siempre alegres”.
Así que no nos compliquemos la existencia al reflexionar este texto del Evangelio de San Mateo, ser como niños es adueñarnos de la simplicidad profunda de la vida, es hacer realidad en nosotros el precioso deposito de la FE, dejando nuestra confianza en ÉL, no se trata tampoco de ir por el mundo irresponsablemente o evitando el compromiso y la necesidad de dar importancia a lo que realmente requiere de nuestra atención. Se trata de comprender que la felicidad se encuentra dentro de nuestro corazón, no en lo que nos rodea. ¿Te haz fijado en como un niño desde su corazón imagina que es un superheroe o un gran deportista y esto lo hace plenamente feliz? Supongo que si lo haz visto, pues de la misma forma en nuestro hoy, seremos como niños cuando comprendamos que Dios habita en nuestro corazón y que desde ahí se puede convertir en nuestra plena realidad y felicidad, siempre y cuando le demos cabida en nuestro diario y cotidiano SER.
Así que animo y a ser como niños, dejemos que la infancia espiritual invada nuestro haber y nos permita caminar por ahí con una gran sonrisa al comprendernos y sabernos, dignos HIJOS DE DIOS

Ser como niños…



siempre alegres
Hay dos modos muy distintos de ver la niñez. Según algunos, el niño está en una etapa “de paso”. Su meta consiste en llegar a ser grande. Todo debe quedar orientado a conseguir este objetivo, mediante una buena educación. Así prepararemos al que mañana será ciudadano, trabajador, padre o madre de familia.
Para otros, la niñez es una etapa muy particular y hermosa, en la que la vida adquiere un matiz mágico y alegre, lúdico y misterioso. Una etapa tan bella que todos, en el fondo, desearíamos vivir, nuevamente, como cuando éramos niños.
Entre estas dos visiones extremas, desde luego, existen muchas otras posibles interpretaciones. Queremos ahora, simplemente, mirar hacia Jesucristo, hacia el fundador de la Iglesia, y preguntarle: Tú, ¿qué piensas de los niños?
En el Evangelio descubrimos tres pistas para la respuesta. La primera: Jesús fue niño. Vivió con sus padres, supo obedecerles, aprendió con ellos a rezar, a trabajar, a interpretar las nubes del cielo y a tener cuidado al encontrar una víbora o un escorpión. Jugó sobre las piernas de María, corrió por los caminos de Nazaret, y se cansó cuando, cada año, subía a pie, con sus padres, las pendientes de Jerusalén.
La segunda pista: Jesús, cuando fue grande, resultó muy simpático a los niños. Los pequeños tienen un “olfato” especial para ver quién los quiere de verdad y quién los ve como un estorbo o una molestia. Y los niños iban con mucha confianza y con mucha alegría para estar un rato con Jesús. A veces no se daban cuenta del tiempo que pasaba, y por eso en una ocasión los discípulos, quizá cansados, quisieron apartarlos del maestro. Jesús no dudó en defender a sus amigos “de pantalón cortito”: “Dejad que los niños vengan a mí…”
La tercera pista es, quizá, la más difícil de comprender. En una ocasión en la que los discípulos habían discutido sobre quién era el más importante, Jesús tuvo que acercar a un niño, ponerlo en medio, y presentarlo como modelo: “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos”. Así de claro: el niño no es sólo un “hombre en pequeño”. Más bien cada adulto debería ser un “niño en grande”. Ser como niños es la condición indispensable para el triunfo, es el camino recto y seguro para llegar al cielo, para ser felices de verdad.
Nuestro queridísimo Papa Juan Pablo II, en 1994, escribió una “Carta a los niños”. En ella se atrevió a llamar al mensaje de Jesús con la fórmula “el Evangelio del niño”. Juan Pablo II tuvo que explicar esta fórmula audaz y misteriosa: “En efecto, ¿qué quiere decir: «Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos»? ¿Acaso no pone Jesús al niño como modelo incluso para los adultos? En el niño hay algo que nunca puede faltar a quien quiere entrar en el Reino de los cielos. Al cielo van los que son sencillos como los niños, los que como ellos están llenos de entrega confiada y son ricos de bondad y puros. Sólo éstos pueden encontrar en Dios un Padre y llegar a ser, a su vez, gracias a Jesús, hijos de Dios”.
El Evangelio del niño vale de modo especial para un mundo que busca continuamente nuevas fórmulas para la felicidad y el progreso. No seremos felices si tenemos más dinero, si llenamos los graneros con cereales, si vemos más televisión o si viajamos por todos los océanos y países de la tierra.
En cambio, podemos ser felices si, con los ojos limpios y frescos de un niño, damos un beso de cariño a nuestros padres antes de dormir; si recordamos, de vez en cuando, a nuestro ángel de la guardia; y si buscamos, entre las estrellas, si alguna tiene escrito nuestro nombre o el de nuestros amigos y conocidos. Seremos felices si aprendemos a confiar y a ser puros y generosos, como los niños. Seremos felices, finalmente, si nos comprometemos a defender, cuidar y escuchar, con el mismo amor de Jesucristo, a esos niños cuyos ángeles contemplan, en el silencio bullicioso de lo invisible, el rostro de un Dios que nos quiere demasiado, y que un día fue, como nosotros, simplemente eso: un Niño…

Verdades olvidadas



Resurrección de la carne: argumentos. 
En primer lugar hay un argumento ontológico, de alta envergadura metafísica: por ser el alma la forma sustancial del cuerpo.
Señores: El alma es una sustancia incompleta, y el cuerpo también. Han sido creados y formados la una para el otro, para completarse mutuamente constituyendo la persona humana. El alma dice una relación trascendental hacia su propio cuerpo, una especie de exigencia del mismo, y el cuerpo encuentra en su propia alma el complemento adecuado que necesita para vivir. Son dos sustancias incompletas, repito, que al juntarse y unirse vitalmente constituyen la persona humana. Al separarse se produce un estado de violencia, un estado antinatural o, por lo menos, no natural, como decimos en filosofía. Hay una tendencia del alma hacia el cuerpo, y, en cierto modo, del cuerpo hacia el alma, porque se necesitan y complementan mutuamente. El cuerpo separado del alma no es una persona humana, es un cadáver, y el alma separada del cuerpo tampoco es persona humana. La persona humana resulta de la unión sustancial del alma y del cuerpo, de suerte que, al separarse el alma del cuerpo, queda rota nuestra personalidad. El alma sin el cuerpo está incompleta, le falta algo. Por consiguiente, la sabiduría infinita de Dios, que ha puesto en el alma esta tendencia trascendental a su propio cuerpo, debe reunir otra vez esos elementos que Él ha creado para que vivan juntos. He ahí una razón estrictamente filosófica, ontológica, natural. En virtud de la relación trascendental del alma hacia su propio cuerpo es convenientísimo que sobrevenga la resurrección de la carne. Una vez más, la razón confirma el dato de fe.
El segundo argumento es de tipo moral. El cuerpo ha sido instrumento del alma para la práctica de la virtud o del vicio. ¡Cuánta mortificación exige la práctica del Evangelio, la auténtica vida cristiana! El cuerpo tiene tendencias que tiran hacia abajo; la virtud, exigencias que tiran hacia arriba. Y ese contraste, ese antagonismo de las dos tendencias, produce una lucha terrible, que describe dramáticamente el apóstol san Pablo. Para practicar la virtud hay que hacer un gran esfuerzo. Hay que mortificar continuamente las tendencias malsanas del cuerpo. Y es muy justo que el cuerpo que en la práctica de la virtud ha tenido que mortificarse tanto resucite para recibir el premio que le corresponde. En realidad fue el alma la que luchó y triunfó con la práctica de la virtud, pero el cuerpo fue el instrumento del que ella se valió para practicar sus actos más heroicos. Es justo que también el instrumento reciba su premio correspondiente.
El mismo argumento vale para reclamar y justificar la resurrección del cuerpo de los condenados, ese cuerpo que fue instrumento de tantos placeres prohibidos por Dios. La inmensa mayoría de los pecados que cometen los hombres tienen por objeto satisfacer las exigencias de su carne, gozar de los placeres prohibidos. En realidad fue el alma la que cometió formalmente el pecado, pero lo hizo empujada, y casi obligada, por las exigencias desordenadas del cuerpo. Justo es que, a la hora de la cuenta definitiva, resucite el cuerpo pecador para que reciba también su correspondiente castigo. No puede ser más lógico ni natural.
Hay, finalmente, un argumento teológico de gran envergadura. Está revelado por Dios que Cristo triunfó plenamente de la muerte (1 Cor 15, 55). Triunfó de ella, en primer lugar, resucitándose a Sí mismo, gloriosamente, al tercer día después de su crucifixión y muerte. Y tiene que triunfar de ella también en todos sus redimidos, buenos y malos. Porque es de fe, señores, que Cristo murió por todos, no solamente por los predestinados. Y como la muerte es una consecuencia del pecado, y Cristo vino a destruir ese pecado, es preciso que la muerte sea vencida en todos sus redimidos, buenos o malos, ya que este triunfo sobre la muerte corresponde a Cristo como Redentor de todo el género humano, independientemente de los méritos o deméritos de cada hombre en particular.
Estos argumentos, como se ve, manifiestan la alta conveniencia de la resurrección de la carne a la luz de la simple razón natural, pero nuestra fe no se apoya en estos argumentos de razón, aunque sean tan claros, tan profundos y tan convincentes, sino en la palabra de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos. El cielo y la tierra pasarán, pero la palabra de Dios no pasará jamás. Podemos estar bien seguros de ello.

Necesidad de oración


Nos dice la Reina de la Paz:
12-9-1983: "¡Orad! Cuando os doy este mensaje no os contentéis con sólo escucharlo. Aumentad la oración y ved lo felices que os hace... Todas las gracias están a vuestra disposición. Todo lo que tenéis que hacer es merecerlas. Para poder hacer eso, ¡orad!" 
21-10-1983: "Lo más importante es rezar al Espíritu Santo para que descienda sobre vosotros. Cuando uno lo posee, lo tiene todo".
28-11-1983: "Hijos míos, ¡orad, orad, orad! Recordad que lo más importante en nuestras vidas es la oración".
25-10-1984: "Sólo oren y Dios les concederá las gracias que ustedes buscan".
8-11-1984: "Oren al Espíritu Santo para que Él los ilumine. Si ustedes supieran cuántas gracias les concede Dios, orarían sin cesar".
30-7-1987: "Hijos, las tinieblas reinan en el mundo entero. Las personas son atraídas por muchas cosas y se olvidan de lo más importante... En la actualidad, muchas personas viven sin fe. Algunos no quieren ni oír hablar de Jesús. ¡Y todavía quieren tener paz y satisfacción! Hijos, esta es la razón por la que necesito vuestras oraciones: La oración es el único camino para salvar el género humano".



Mensaje sobre la oración 

Necesitamos ayuda. 
Sigue hablando el mismo San Agustín y dice: Sería temeraria insensatez pensar que por una parte nos impuso el Señor la observancia de su divina ley y por otra que fuera esa ley imposible de cumplir. Por eso añade: Cuando el Señor nos hace comprender que no somos capaces de guardar todos sus santos preceptos, nos mueve a hacer las cosas fáciles con la gracia ordinaria que pone siempre a nuestra disposición: para hacer las más difíciles nos ofrece una gracia mayor que podemos alcanzar con la oración. Y si alguno opusiere por qué nos manda el Señor cosas que están por encima de nuestras fuerzas, le responde el mismo Santo: Nos manda algunas cosas que no podemos para que por ahí sepamos qué cosas le tenemos que pedir. Y lo mismo dice en otro lugar con estas palabras: Nadie puede observar la ley sin la gracia de Dios, y por esto cabalmente nos dio la ley, para que le pidiéramos la gracia de guardarla. Y en otro pasaje viene a exponer igual doctrina el mismo San Agustín. He aquí sus palabras: Buena es la ley para aquel que debidamente usa de ella. Pero ¿qué es usar debidamente de la ley? A esta pregunta contesta: Conocer por medio de la ley las enfermedades de nuestra alma y buscar la ayuda divina para su remedio. Lo cual quiere decir que debemos servirnos de la ley ¿para qué?, para llegar a entender por medio de la ley (pues no tendríamos otro camino) la debilidad de nuestra alma y su impotencia para observarla. Y entonces pidamos en la oración la gracia divina que es lo único que puede curar nuestra flaqueza.
“El gran medio de la oración” - San Alfonso María de Ligorio. 
Comentario: 
Hay que cumplir los Diez Mandamientos. Pero para cumplirlos necesitaremos de la ayuda de Dios, porque algunos se nos hará imposible cumplirlos sin la gracia del Altísimo. Entonces tenemos que pedir la ayuda del Señor por medio de la oración, para poder cumplir los Mandamientos.
De aquí se deduce aquella verdad que dice: “Quien te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Es decir, que Dios nos ha creado sin nuestro consentimiento, por decirlo de alguna manera; pero para salvarnos espera que nosotros colaboremos con nuestra buena voluntad, de lo contrario no nos salvará a la fuerza.
Por eso es que Dios quiere que oremos. Y para hacer oración hay que esforzarse, porque la oración es como un combate, y muchas veces nos cuesta y entonces la dejamos de lado. Es ahí cuando flaqueamos, porque sin Dios y su ayuda, no podemos mantenernos por mucho tiempo en la justicia, y caemos lastimosamente.
Hay que rezar todos los días, perseverantemente, constantemente, porque en el camino de la vida espiritual no hay puntos muertos, sino que o bien se avanza, o se retrocede; y por medio de la oración tenemos que estar en un constante avance.

Si dejamos de rezar, podrá parecernos que todo sigue igual, o que incluso las cosas parecen ir mejor. Pero dejemos un tiempo la oración y veremos cómo es que el diablo esperaba el momento oportuno para asaltarnos y derrotarnos. Y entonces, ojalá que el Señor nos dé una nueva oportunidad para retomar la oración, porque si se nos termina la vida en ese estado, sin oración y en pecado mortal, nos espera el abismo infernal. Así que recemos mientras tenemos el tiempo a nuestra disposición.


Necesidad de oración 


13-05-1982: "Si no se consigue aún resolver los más graves problemas para la Iglesia y para el mundo, a pesar de todos los medios humanos puestos en práctica, es señal de que debéis poner ya ahora toda vuestra confianza en la fuerza de la oración".
27-10-1988: "Orad siempre; orad más; orad con el Santo Rosario.
Con la oración podéis alcanzar todo del Señor.
Con la oración hecha Conmigo, vuestra Madre Celeste, podéis obtener el gran don del cambio de los corazones y de la conversión.
Cada día, con la oración, podéis alejar de vosotros y de vuestra Patria muchos peligros y muchos males".

Palabras de Santa Faustina Kowalska:
A través de la oración el alma se arma para enfrentar cualquier batalla. En cualquier condición en que se encuentre un alma, debe orar. Tiene que rezar el alma pura y bella, porque de lo contrario perdería su belleza; tiene que implorar el alma que tiende a la pureza, porque de lo contrario no la alcanzaría; tiene que suplicar el alma recién convertida, porque de lo contrario caería nuevamente; tiene que orar el alma pecadora, sumergida en los pecados, para poder levantarse. Y no hay alma que no tenga el deber de orar, porque toda gracia fluye por medio de la oración. (Diario #146)

Dios mandó a su Hijo para salvar al mundo

Juan 3, 16-21. Pascua. No acabamos de darnos cuenta de lo que significa este amor de Dios, inmenso, gratuito, desinteresado, un amor hasta el extremo.
 
Dios mandó a su Hijo para salvar al mundo
Del santo Evangelio según san Juan 3, 16-21

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.»

Oración introductoria

Jesús, pongo toda mi libertad en tus manos para que Tú me guíes hacia esa luz que me aleje de las tinieblas. Dedico tiempo al radio, a la música, a la televisión, a los mensajes que me llegan por internet, etc., en vez de buscar con ahínco más y mejor tiempo para mi oración.

Petición

Dios mío, haz que me dé cuenta que lo primero que tengo que buscar en mi día y en mi corazón es tu luz, tu verdad, tu voz de suave y firme Pastor.

Meditación del Papa Francisco

Este es el camino de la historia del hombre: un camino para encontrar a Jesucristo, el Redentor, que da la vida por amor. En efecto, Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él. Este árbol de la Cruz nos salva, a todos nosotros, de las consecuencias de ese otro árbol, donde comenzó la autosuficiencia, el orgullo, la soberbia de querer conocer –nosotros-, todo, según nuestra mentalidad, de acuerdo con nuestros criterios, incluso de acuerdo a la presunción de ser y de llegar a ser los únicos jueces del mundo. Esta es la historia del hombre: desde un árbol a otro.
En la cruz está la historia de Dios, para que podamos decir que Dios tiene una historia. Es un hecho que Dios ha querido asumir nuestra historia y caminar con nosotros: se ha abajado haciéndose hombre, mientras nosotros queremos alzarnos, y tomó la condición de siervo, haciéndose obediente hasta la muerte en la Cruz, para levantarnos:
¡Dios hace este camino por amor! No hay otra explicación: solo el amor hace estas cosas... (Cf. S.S. Francisco, 14 de septiembre de 2013, homilía en capilla de Santa Marta).

Reflexión

La oscuridad nos inquieta. La luz, en cambio, nos da seguridad.

En la oscuridad no sabemos dónde estamos. En la luz podemos encontrar un camino. En pocas líneas, el Evangelio nos presenta los dos grandes misterios de nuestra historia.

Por un lado, "tanto amó Dios al mundo". Sin que lo mereciéramos, nos entregó lo más amado. Aún más, se entregó a sí mismo para darnos la vida. Cristo vino al mundo para iluminar nuestra existencia.

Y en contraste, "vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz". No acabamos de darnos cuenta de lo que significa este amor de Dios, inmenso, gratuito, desinteresado, un amor hasta el extremo.

El infinito amor de Dios se encuentra con el drama de nuestra libertad que a veces elige el mal, la oscuridad, aún a pesar de desear ardientemente estar en la luz. Pero precisamente, Cristo no ha venido para condenar sino para salvarnos. Viene a ser luz en un mundo entenebrecido por el pecado, quiere dar sentido a nuestro caminar.

Obrar en la verdad es la mejor manera de vivir en la luz. Y obrar en la verdad es vivir en el amor. Dejarnos penetrar por el amor de Dios "que entregó a su Hijo unigénito", y buscar corresponderle con nuestra entrega.

Propósito

Que mi testimonio de vida, coherente con la Palabra de Dios, ilumine el camino de los demás.

Diálogo con Cristo

Gracias, Señor, por darme la luz para saber tomar el camino que me lleve a la santidad. Ciertamente ese camino no es el más fácil, ni ante los ojos humanos el más bonito o agradable. Es más, hay un temor interno que no me deja abandonarme totalmente en tu providencia, un espíritu controlador que no logro dominar fácilmente. Pero qué maravilla saber que Tú, a pesar de mis apegos, me sigues amando, perdonando, realmente quiero corresponder a tanto amor. 

miércoles 30 Abril 2014

Miércoles de la segunda semana de Pascua

San José Benito de Cottolengo

Leer el comentario del Evangelio por
San Clemente de Alejandría : “La luz vino al mundo”

Hechos 5,17-26.
Intervino entonces el Sumo Sacerdote con todos sus partidarios, los de la secta de los saduceos. Llenos de envidia,
hicieron arrestar a los Apóstoles y los enviaron a la prisión pública.
Pero durante la noche, el Angel del Señor abrió las puertas de la prisión y los hizo salir. Luego les dijo:
"Vayan al Templo y anuncien al pueblo todo lo que se refiere a esta nueva Vida".
Los Apóstoles, obedecieron la orden, entraron en el Templo en las primeras horas del día, y se pusieron a enseñar. Entre tanto, llegaron el Sumo Sacerdote y sus partidarios, convocaron al Sanedrín y a todo el Senado del pueblo de Israel, y mandaron a buscarlos a la cárcel.
Cuando llegaron los guardias a la prisión, no los encontraron. Entonces volvieron y dijeron:
"Encontramos la prisión cuidadosamente cerrada y a los centinelas de guardia junto a las puertas, pero cuando las abrimos, no había nadie adentro".
Al oír esto, el jefe del Templo y los sumos sacerdotes quedaron perplejos y no podían explicarse qué había sucedido.
En ese momento llegó uno, diciendo: "Los hombres que ustedes arrestaron, están en el Templo y enseñan al pueblo".
El jefe de la guardia salió con sus hombres y trajeron a los Apóstoles, pero sin violencia, por temor de ser apedreados por el pueblo. 

Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9.
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren.

Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: él me respondió
y me libró de todos mis temores.

Miren hacia él y quedarán resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.

El Ángel del Señor acampa
en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en él se refugian!


Juan 3,16-21.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios. 


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Clemente de Alejandría (150-c. 215), teólogo
Exhortación a los Griegos, 11, 113; GCS 1, 79

“La luz vino al mundo”

"El mandato del Señor es límpido, y da luz a los ojos" (Sal. 18,9). Recibe a Cristo, recibe la capacidad de ver, recibe la luz, con el fin de conocer a Dios y al hombre … Recibamos la luz con el fin de recibir a Dios, recibamos la luz y hagamosnos discípulos del Señor, rechacemos la ignorancia y las tinieblas que nublan nuestra mirada, contemplemos al Dios verdadero … Mientras estuvimos sepultados en las tinieblas y presos de las sombras de muerte (Mt 4,16; Is 42,7), del cielo una luz más pura que el sol, más dulce que la vida terrena, resplandeció entre nosotros. Esta luz es la vida eterna, y todo el que participa de ella tiene la vida. La noche teme esta luz; por miedo, desaparece, y deja sitio al día del Señor; todo se hizo luz sin decadencia.


Occidente se cambió en oriente; es "la creación nueva" (Ga 6,15; Ap 21,1). Porque el "Sol de justicia" (Ml 3,20), que pasa por todas partes, visita a todo el género humano sin distinción. Imita a su Padre que “ hace salir su sol sobre todos los hombres" (Mt 5,45) y difunde en todos el rocío de la verdad… Crucificando a la muerte, la transformó en vida; arrancó al hombre de la perdición y lo colocó en los cielos; trasplantó lo que era perecedero para convertirlo en imperecedero; convirtió la tierra en cielo…


Da la vida de Dios a los hombres por su enseñanza divina, "poniendo sus leyes en su pensamiento e inscribiéndolas en su corazón: todos conocerán a Dios, desde los más pequeños hasta los más grandes, y perdonaré sus faltas, dice Dios, no recordaré más sus pecados" (Jr 31,33s). Acojamos pues las leyes de la vida, obedezcamos las enseñanzas de Dios, aprendamos a conocerlo.