martes, 19 de noviembre de 2013

Misticismo

 

 
    
 
El Juicio final según Miguel Ángel en la Capilla Sixtina del Vaticano.
La mística (del verbo griego myein, "encerrar", de donde mystikós, "cerrado, arcano o misterioso") designa un tipo de experiencia muy difícil de alcanzar en que se llega al grado máximo de unión del alma humana a lo Sagrado durante la existencia terrenal. Se da en las religiones monoteístas (zoroastrismo, judaísmo, cristianismo, islamismo), así como en algunas politeístas (hinduismo); algo parecido también se muestra en religiones que más bien son filosofías, como el budismo, donde se identifica con un grado máximo de perfección y conocimiento.
Según la teología, la mística se diferencia de la ascética en que ésta ejercita el espíritu humano para la perfección, a manera de una propedéutica para la mística, mediante dos vías o métodos, la purgativa y la iluminativa, mientras que la mística, a la cual sólo pueden acceder unos pocos, añade a un alma perfeccionada por la gracia o por el ejercicio ascético la experiencia de la unión directa y momentánea con Dios, que sólo se consigue por la vía unitiva, mediante un tipo de experiencias denominadas visiones o éxtasis místicos, de los que son propios una plenitud y conocimiento tales que son repetidamente caracterizados como inefables por quienes acceden a ellos.
El misticismo está generalmente relacionado con la santidad, y en el caso del Cristianismo puede ir acompañado de manifestaciones físicas sobrenaturales denominadas milagros, como por ejemplo los estigmas y los discutidos fenómenos parapsicológicos de bilocación y percepción extrasensorial, entre otros. Por extensión, mística designa además el conjunto de las obras literarias escritas sobre este tipo de experiencias espirituales, en cualquiera de las religiones que poseen escritura.
El misticismo, común a las tres grandes religiones monoteístas, pero no restringido a ellas (hubo también una mística pagana, por ejemplo), pretende salvar ese abismo que separa al hombre de la divinidad para reunificarlos y acabar con la alienación que produce una realidad considerada injusta, para traer en términos cristianos el Reino de los Cielos a la Tierra. Los mecanismos son variados: bien mediante una lucha meditativa y activa contra el Ego (Budismo) o nafs como en el caso del sufismo musulmán, bien mediante la oración y el ascetismo en el caso cristiano, o bien a través del uso de la Cábala en las corrientes más extendidas del judaísmo.

 

 

Mística no religiosa o filosófica

Lo que Michel Hulin denomina "mística salvaje" (La mystique sauvage, Paris: PUF, 1993) es un tipo de "experiencia mística espontánea", al margen de la hierofanía religiosa y de sistemas muy elaborados de creencias e ideas, aun cuando puede identificarse con ella, producido por revelaciones que se hace a sí mismo el ser humano, algunas veces utilizando sustancias psicotrópicas como el LSD u hongos alucinógenos como el cornezuelo de centeno en culturas animistas en las cuales no hay religión, puesto que vida y naturaleza son para ellas la religión: se trata de una repentina sensación de comunión espiritual con la naturaleza, la entrada en una realidad atemporal provocada por un recuerdo de la infancia en principio tal vez intranscendente, la fugaz percepción de un olor o un sabor... modalidades diversas de enfrentamiento inesperado con una realidad numinosa que procura la vivencia de un «sentimiento oceánico» ajena al universo religioso y que nos sitúa fuera de las coordenadas habituales de la realidad cotidiana.

Mística pagana

Las religiones de origen europeo antiguo, llamadas despectivamente "paganas" o paganismo, son aquellas creencias y religiones anteriores o distintas al judaísmo, cristianismo e islamismo y a menudo caracterizadas por el animismo o el politeísmo. En el seno de estas religiones, los Misterios de Eleusis o eleusinos y el Neopitagorismo, todavía mal conocidos, llegaron a tener creyentes que se manifestaban de forma mística.
Las religiones celtas agrupan diversas creencias. Estas religiones mantenían un politeísmo conectado en gran medida con fuerzas de la naturaleza (animismo) que deificaban todo lo viviente o activo. A falta de extensas referencias escritas, por los hallazgos arqueológicos y funerarios se puede deducir que eran religiones muy marcadas por la magia y el ritual. Se han encontrado vasijas de procedencia celta con personajes en posturas yógicas que con toda probablidad representan a sacerdotes. Esto lleva a pensar en algún tipo de misticismo religioso emparentado con las creencias en dioses asociados a fuerzas naturales.[1]
El filósofo neoplatónico Plotino (siglo III d.C.) nacido en Egipto, representa una mística natural, que, no obstante, describe el éxtasis con "una perfección tal que ha sido después imitada por los místicos cristianos" quienes siguieron sus mismas fórmulas.[2]

Mística cristiana

 
Jardín con estatua representando a San Francisco de Asís rodeado de pájaros.
En el caso de la mística cristiana el acto místico de unión con Dios, conocido como éxtasis, no depende del individuo, sino solamente de Dios, que por motivos que sólo Él conoce otorga como gracia privada un breve tiempo de comunicación sensible ultraterrena a algunas almas a las que se acerca bien directamente o bien para su posterior transmisión a un grupo específico o al conjunto social. Puede ir acompañado de las manifestaciones llamadas estigmas o llagas: heridas que reproducen algunas de las heridas de Cristo en la cruz, así como de bilocación (suceso que consiste en que el santo o místico es visto en dos o más sitios al mismo tiempo) y manifestaciones proféticas. Se cree que el éxtasis es otorgado, en el caso del Catolicismo, pero esto no es necesario, a personas que han seguido una dura disciplina ascética de ayuno, soledad, oración, humildad, trabajo, penitencia, mortificación e introspección mediante el seguimiento de una regla de conducta monástica (clero regular masculino y femenino) para purificarse ante los ojos de Dios mediante los caminos o vías llamados vía purgativa y vía iluminativa. Los místicos carmelitanos hablan de noche oscura, así como de dar un ciego y oscuro salto de fe con la esperanza de que Dios se apiade y recoja el alma de sus siervos. Si Dios quiere, habrá una unión mística o éxtasis, experiencia más divina que humana que resulta de un placer inefable, esto es, intransmisible por entero, sino sólo en una parte muy pequeña, por medio de la palabra o cualquier otro medio de expresión. Así la describe por ejemplo Santa Teresa de Jesús:
Y es tanto lo que se emplea el alma en el gozo de lo que el Señor la representa, que parece que se olvida de animar el cuerpo. (...) No se pierde el uso de ningún sentido ni potencia, pero todo está entero para emplearse en Dios solo. De este recogimiento viene algunas veces una quietud y paz interior muy regalada, que está el alma que le parece que no le falta nada.
También, sin embargo, existe una mística protestante que representan, por ejemplo, escritores como Emanuel Swedenborg y sus Arcanos celestes o Joseph Smith, fundador de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días o Mormonismo, o incluso el poeta William Blake, así como una mística heterodoxa representada, en la forma más antigua, por los cristianos gnósticos y en la Edad Media y Renacimiento por los alumbrados, los dejados o por los seguidores del quietismo preconizado por Miguel de Molinos, una mística en ciertos sentidos muy cercana al Budismo.
La tradición mística cristiana arranca en realidad de Pablo de Tarso y del Evangelio según San Juan, así como de los posteriores Padres de la Iglesia, en particular los Padres del yermo o de la Tebaida. San Agustín de Hipona fue una figura muy influyente, así como Santo Tomás de Aquino. Carácter místico tienen algunas obras muy leídas del desconocido Pseudo Dionisio Areopagita, que algunos quieren indentificar erróneamente con el desconocido griego convertido por Pablo de Tarso en el Areópago de Atenas; su teología negativa fue un avance que se incorporó a la mística cristiana y se encuentra, por ejemplo, en San Juan de la Cruz. Siguen después las escuelas místicas de distintas órdenes monásticas, entre las cuales destacan las distintas ramas de la mística franciscana, la mística agustina, la mística carmelita y la mística trinitaria. Tuvo mucha importancia y fue no poco influyente la mística germánica, representada por Jan van Ruysbroeck, el maestro Eckart, Tomás de Kempis y, ya en el Barroco, por Angelus Silesius y su Peregrino querubínico.

Mística germánica

Cabe resaltar dentro de la Mística germánica una figura de gran importancia: la abadesa, líder monástica, mística, profetisa, médica, compositora y escritora alemana Hildegard de Bingen; también en la Edad Media creó escuela el Meister Eckhart y sus discípulos Enrique Suso y Juan Taulero. Y, en el siglo XVII, Jakob Böhme y sobre todo Johann Scheffler, más conocido como Angelus Silesius, autor de los paradójicos epigramas religiosos contenidos en Peregrino querubínico.

Mística italiana

La mística italiana cuenta con las figuras del poverello San Francisco de Asís, autor del famosísimo Cántico, una de los primeros textos de la literatura italiana y sin duda alguna uno de los más hermosos. [cita requerida]

Mística española

 
Vidriera del Convento de Santa Teresa.
La mística española se desarrolló principalmente en Castilla, Andalucía y Cataluña. Brota fuertemente en el siglo XVI a causa de la tensión existente con el Protestantismo. Existen los precedentes medievales de Raimundo Lulio, que marca fuertemente la tradición española con el contacto de la cultura árabe y la mística sufí, y con la tradición semítica de la Cábala (en España se compiló su libro más importante, el Zohar, y muchos escritores sefardíes emigrados ampliaron las enseñanzas cabalísticas, como por ejemplo Moisés Cordovero o Isaac Luria). Se trata, además, cronológicamente, de una de las últimas místicas aparecidas y en cierto modo representa la culminación de la tradición mística cristiana. [cita requerida]
La característica más acusada de la mística española es su carácter ecléctico, armonizador entre tendencias extremas; un ejemplo, podemos encontrar en San Juan de la Cruz al demonio nombrado en árabe Aminadab o un mismo verso repetido al estilo de la poesía árabe. Un segundo rasgo es que en la literatura religiosa hispana predomina lo ascético sobre lo místico. El tercero sería su gran elaboración formal: presenta un excelente estilo literario, de forma que muchas de sus obras se cuentan como obras maestras de la literatura en lengua española.
Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.
Tema de atribución discutida, usado por Santa Teresa de Jesús y con alguna variación (y de tal manera espero) por San Juan de la Cruz.[3]

Como corriente literaria, utiliza la creación de obras escritas como medio para expresar la religiosidad y lo que supone para sus autores la unión del alma con Dios, reservada a muy pocos elegidos.

Vías purgativa, iluminativa y unitiva

Para la unión del alma con Dios se establecía el seguimiento de tres vías, procedimientos, pasos o fases, según el Tratado espiritual de las tres vías, purgativa, iluminativa y unitiva de Bernardo Fontova (Valencia, 1390-1460), cartujo en Vall de Crist;[4] y que repetiría Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla, en Varón de deseos en que se declaran las tres vías de la vida espiritual, purgativa, iluminativa y unitiva (1642):[5]
  • Vía purgativa: el alma se purifica de sus vicios y sus pecados mediante la penitencia y la oración. Las atracciones por sí mismas no tienen por qué ser malas pero sí lo es el apego o gusto que provocan en la memoria, porque la impide orientarse plenamente hacia Dios. La privación corporal y la oración son los principales medios purgativos.
  • Vía iluminativa: una vez purificada, el alma se ilumina al someterse total, única y completamente a la voluntad de Dios. El alma se halla ya limpia y en un desamparo y angustia interior inmensos, arrojada a lo que es por sí sola sin el contacto de Dios. El demonio tienta entonces y el alma debe soportar todo tipo de tentaciones y seguir la luz de la fe confiando en ella y sin engañarse mediante una continua introspección en busca de Dios. Pero ha de ser humilde, ya que si Dios no quiere, es imposible la unión mística, pues la decisión corresponde a Él.
  • Vía unitiva: el alma se une a Dios, produciéndose el éxtasis que anula los sentidos. A este punto sólo pueden llegar los elegidos y es muy difícil describirlo con palabras porque el pobre instrumento de la lengua humana, ni siquiera en forma poética, puede describir una experiencia tan intensa: se trata de una experiencia inefable. El hecho de haber alcanzado la vía unitiva puede manifestarse con los llamados estigmas o llagas sagradas (las heridas que sufrió Cristo en la cruz), con fenómenos de levitación del santo y con episodios de bilocación (es decir, encontrarse en varios lugares al mismo tiempo). El santo, porque ya lo es al sufrir este tipo de unión, no puede describir sino sólo aproximadamente lo que le ha pasado.

Periodos

Pedro Sainz Rodríquez señala cuatro periodos en la historia de la mística española:[6]
  • Período de importación e iniciación, que comprende desde los orígenes medievales hasta 1500, durante el cual se traducen y difunden las obras de la mística extranjera.

Escuelas

Marcelino Menéndez Pelayo hizo una clasificación por escuelas según las órdenes religiosas de los místicos:[7]
Esta clasificación, en la que cada orden religiosa posee su propia tradición teológica y doctrinal, se puede simplificar aun más en tres corrientes:
  • Afectiva (predomina lo sentimental sobre lo intelectual), que tiene siempre presente el Cristocentrismo o la imitación de Cristo hombre como vía por donde el cristiano puede llegar a la divinidad (franciscanos y agustinos).
  • Intelectualista o escolástica, que busca el conocimiento de Dios mismo por la elaboración de una doctrina metafísica (dominicos y jesuitas).
  • Ecléctica o genuinamente española, representada por la mística carmelita.
Helmut Hatzfeld[8] ha elaborado una clasificación de las teorías de interpretación de la mística española muy influyente; en la que son cinco las escuelas principales:
  • Escuela Ahistórica, propuesta por Jean Baruzzi, en un estudio francés sobre San Juan de la Cruz: sostiene la originalidad de los místicos españoles que descubren sus símbolos decisivos independientemente de las condiciones históricas.
  • Escuela Sintética, cuyo teorizador principal es Gaston Etchegoyen a través de un estudio francés sobre Santa Teresa; supone que la mística española puede explicarse y entenderse como una fusión sintética de diferentes formas más antiguas, todas exclusivamente occidentales.
  • Escuela Secular, obra de Dámaso Alonso; según ella numerosos elementos simbólicoso de los místicos españoles derivan de la poesía profana, popular o culta, sobre todo de la poesía de Garcilaso (a través de las versiones a lo divino de sus poemas que hizo Sebastián de Córdoba), el Romancero, la lírica popular y la lírica cancioneril.
  • Escuela Arabista, integrada por Julián Ribera y sobre todo por Miguel Asín Palacios, que contempla afinidades entre los escritos de San Juan de la Cruz y los del místico mahometano Abenarabí, de la primera mitad del siglo XIII; por otra parte, nadie ha podido negar la influencia del misticismo musulmán en el catalán Raimundo Lulio.
  • Escuela Germánica, que alega que el influjo mayor recibido por los místicos españoles proviene de los místicos flamencos y alemanes como Meister Eckart, o el flamenco Jan van Ruysbroeck, o Thomas de Kempis.
Hatzfeld se inclina por considerar que tanto Oriente como Occidente han contribuido a la formación del lenguaje de los místicos españoles.
La mística española cuenta con figuras señeras en el Siglo de Oro y sobre todo en Castilla, como Bernardino de Laredo, Francisco de Osuna; Santa Teresa de Jesús compuso importantes obras místicas en prosa, como Las moradas y Camino de perfección; a San Juan de Ávila se le debe tal vez el famoso soneto místico "No me mueve mi Dios para quererte", y San Juan de la Cruz compuso con sus experiencias místicas unos poemas que son quizá la cumbre de la lírica española de todos los tiempos, el Cántico espiritual y la Noche oscura del alma, comentados por él mismo en prosa, entre otros varios poemas no menos importantes. Destacan también otros místicos, como Santo Tomás de Villanueva, San Juan Bautista de la Concepción, Cristóbal de Fonseca, el beato Alonso de Orozco, fray Pedro Malón de Chaide, fray Luis de Granada o fray Juan de los Ángeles. En el País Vasco destaca la figura de San Ignacio de Loyola. En Cataluña fue importante en la Edad Media Ramón Llull, también conocido como Raimundo Lulio, cuyo Libro del amigo y el amado es el principal testimonio de la literatura mística en catalán. Tras el Siglo de Oro, la mística española entró en decadencia.

Mística islámica o sufismo

La voz sufí deriva de la raíz sûf, (lana), aludiendo al hábito con que vestían los sufíes como muestra de desapego del mundo. A los ascetas errantes árabes se los llamaba también faquires ("pobres", en árabe faqîr, pl. fuqarâ), y en persa derviches (darvîsh). Mirados con cierta precaución a veces por algunos sectores de la ortodoxia islámica, el respeto que demostró a sus enseñanzas Algazel, denominado por algunos orientalistas occidentales como "el San Agustín árabe", y más conocido entre los musulmanes como Hujjatul Islam o la Prueba del Islam, hizo que a partir de grupos sunnitas ubicados Irak en el siglo VIII, y de Bagdad y El Cairo en el siglo IX, se extendiese la presencia del sufismo por todo el mundo islámico, desde Irán hasta India, y desde el Magreb hasta Anatolia y Al Ándalus.
La ascética y mística sufí o sufismo se explica a sí misma como una vía que parte esencialmente del ejemplo establecido por el Profeta del Islam, el Profeta Mahoma, y por gente de entre sus Compañeros dedicados intensamente a la oración y el desapego, conocidos algunos de ellos como Ahl as Suffa o la Gente del Banco.
La espiritualidad del sufismo hace énfasis a la vez en la acción, la contemplación y la oración, buscándose:
- un estado de acción de sinceridad perfecta, modelado sobre la base del Corán y el ejemplo del Profeta del Islam;
- un estado de contemplación por el cual no se vea en todo sino la huella de Dios o las luces reflejas de Dios;
- un estado de oración o más propiamente 'Recuerdo de Dios' (dhikr) perpetuo. Este estado atraviesa grados empezando por el dhikr de la lengua, el dhikr del corazón, dhikr del secreto, dhikr del secreto del secreto y así hasta varios niveles cada vez más profundos hasta el dhikr más allá de toda categoría y conceptualización, en lo que sería la zona más honda de la huella eterna del espíritu en estado de contemplación de Dios.
Los ejemplos de espiritualidad islámica fueron esparciéndose a lo largo del mundo musulmán y, con el correr del tiempo, frente a un universo de población musulmana con muy distinto grado de compromiso en la práctica de la religión. A este grupo de personas empezó a conocérsele como sufís. Una de sus grandes figuras iniciales sunnitas radicó en Basora (Hassan al-Basrî, muerto el 728), otros vivieron en Medina y en la Meca, preconizando el amor y la bondad de Dios (Al-láh) y el sometimiento completo (externo e interno) a la voluntad divina, lo que lleva, afirma la tradición sufí, en los casos de pureza modélica, a experimentar la cercanía 'más cercana que la vena yugular ' (según una frase del Corán) de la Presencia Infinita de Dios, frente a la cual el ser humano quedaría aniquilado como la nada frente al Uno.
La organización de los sufíes en cofradías o fraternidades (tariqas) de personas que frecuentaban las enseñanzas de un maestro sufí alcanzó un punto de desarrollo institucional notable en el siglo XII. El sufismo alcanzó su exposición doctrinal ortodoxa más lograda en la obra de Al-Ghazali (Algacel).
En la actualidad, las vías (tariqas) u 'órdenes' sufis más expandidas en todo el mundo son la qadiri y la naqshbandi, así como también la shadhilli y la chisti.
Es indispensable la guía de un maestro, o "director espiritual" (muršid), quien ya ha recorrido las estaciones espirituales y ha llegado a la realización espiritual, a fin de guiar al discípulo por el largo sendero de la lucha contra el ego (nafs).
Las experiencias de los grandes maestros sufíes han inspirado una buena parte de la lírica y la narrativa islámicas.

Dichos y hechos propios de los sufís

Los santos sufís narran haber recibido, por gracia de Dios, estaciones espirituales más allá de nuestra comprensión ordinaria de las cosas; y a la vez afirman que buscar las estaciones en sí mismo es alejarse de ellas, pues la única búsqueda debe ser la complacencia de Dios. Son conocidas en la literatura sufí las narraciones de milagros (karamat) que ocurrieron a maestros sufís, si bien la enseñanza sufí al respecto es que la búsqueda de milagros es un obstáculo en la vía, y si ellos ocurren debe ser únicamente sin intervención de una voluntad activa o de ostentación al respecto.
Los maestros distinguen dos clases de conocimiento de la religión del Islam, el Corán y la vida del profeta: el erudito, de carácter mental-discursivo y el del corazón o de naturaleza gnóstico-espiritual, señalando que si bien ambos conocimientos son necesariamente complementarios, sólo el siervo puro puede acceder al conocimiento interno.
A su vez, si bien las cofradías sufís se han sumado a los demás musulmanes en el seguimiento del respeto a los gobernantes, son conocidos los casos en que un gobernante ha ejercido persecuciones sobre sufís (Mustafa Kemal Atatürk, en Turquía, o el régimen comunista en Rusia, por citar sólo dos casos) y el concepto del verdadero rango que tienen el santo y el rey frente a Dios por parte de los sufís.
Un ejemplo de esto último puede encontrarse en la siguiente anécdota de Shah Bahauddin Naqshband (1317-1388), según narración de otro maestro sufí, Sheij Fariuddin al-Attar:
"En una oportunidad el rey de Transoxiana, Sultan Abd Allah Kazgan, vino a Bukhara. Decidió ir de caza alrededor de Bukhara y mucha gente lo acompañó. Shah Bahauddin Naqshband estaba en una aldea cercana. Cuando la gente se fue de caza Shah Naqshband fue a la cúspide de una colina y permaneció allí sentado. Mientras estaba allí sentado entró a su corazón el pensamiento de que Dios había dado un gran honor a los santos. A causa de ese honor, todos los reyes de este mundo deberían inclinarse ante ellos. El pensamiento aún no se le había ido del corazón, cuando un caballero con una corona en la cabeza como la de un rey, se acercó a él y desmontó su caballo. Con gran humildad saludó a Shah Naqshband y permaneció en su presencia de la manera más amable. Se inclinó ante el shaykh pero el shaykh no lo miró. Lo mantuvo de pie durante una hora. Finalmente Shah Naqshband lo miró y le dijo: '¿Qué haces aquí?.' El dijo: 'Soy el rey Sultan Kazgan. Salí a cazar y olí un aroma hermoso, lo seguí hasta aquí y te encontré sentado en medio de una poderosa luz.' El hecho de haber pensado 'todos los reyes de este mundo deberían inclinarse ante los santos' se había vuelto realidad. Es así como Dios honra los pensamientos de Sus santos".
Siguiendo la "vía" (tarîqa) de un maestro (xeic, Shéij), el sufismo afirma que se puede llegar a una estación espiritual donde el 'ojo' contempla al Ser Supremo, frente al cual toda la Creación se convertiría en 'menos de una mota de polvo suspendida en la nada', lo que técnicamente se ha denominado en el lenguaje del sufismo como "el aniquilamiento de sí mismo en Dios" (fanâ).

Características del sufismo

 
Shaij Nazim al-Qubrusi, maestro de la orden naqshbandi, ha sido criticado fuertemente por el wahabismo en el Islam, y representa, como otros casos contemporáneos, el fenómeno actual de la pugna entre la comprensión sufí y la comprensión literalista o externalista del mismo.
Un elemento tipológico que diferencia al sufismo del 'misticismo' a secas es que el cultivo de la vía se considera y asume en el sufismo como una ciencia o 'ílm', la ciencia de las estaciones del corazón y de la lucha contra el nafs, cuyos maestros dominan con las correspondientes técnicas espirituales para permitir que el discípulo avance en el proceso.
Asimismo, otro elemento tipológico es que, a diferencia de los esfuerzos o ascesis individuales, quien tiene en definitiva 'la llave' del discípulo es el Maestro, el cual se considera en el sufismo que para ser verdaderamente tal debe mantener conexión espiritual viva e ininterrumpida con el Profeta Muhammad mismo, considerado así como la fuente primera y permanente del sufismo. A esta conexión de transmisión del conocimiento espiritual desde el Profeta mismo se la denomina 'silsila' o vía de transmisión.
En el sufismo se encuentran obras y visiones de naturaleza metafísica, elemento sapiencial o gnóstico (en sentido etimológico) del sufismo.
Afirman los maestros sufís tales como Ibn Arabi o Sheij Abdelqader al Jilani que la gnosis de Dios implica asimismo recibir un conocimiento de la religión de naturaleza privilegiada. De modo que los sheisj sufís, tal como eran considerados en el califato otomano, pasan a representar la función de garantes de la ortodoxia a la vez que de conocedores del misterio.
Es frecuente encontrar en la literatura sufí afirmaciones de que el estado de pureza permite comprender más en el Corán que lo que los ojos o la mente común podrían hallar.
Grandshaykh Abdullah al-Faizi ad-Daghestani (1891-1973), maestro anterior de la tariqa naqshbandi, sucedido por Shaij Nazim al-Qubrusi, refirió por ejemplo lo siguiente:
"Ellos [los más grandes de entre los santos de Dios, nueve en particular en la historia del Islam] recitan el Corán no como lo hacemos nosotros que lo leemos de principio a fin sino que lo recitan con todos sus secretos y realidades internas. Porque Dios ha dicho: 'wa la ratbin wa la yabisin illa fa kitabin mubin [Sagrado Corán 6:59]'. 'No hay nada húmedo o seco que no esté inscrito en un libro claro'. No hay ninguna de las creaciones de Dios en todos los universos creados que no haya sido ya mencionado, con todos sus secretos, en un Libro Claro, el Corán ... Allah ha puesto en cada letra del Corán doce mil conocimientos distintos.
Hoy en día se percibe la existencia de una corriente en Occidente de 'sufismo sin Islam', auto-denominada a veces sufismo universal, de modo análogo a lo que sería, en otro orden de ideas, el yoga sin hinduismo. Este fenómeno es considerado espiritualidad New Age, sin embargo, los sheijs de las tariqas tradicionales rechazan esta aproximación.

Mística judaica, o Cábala

 
Portada de la primera edición del Zohar, Mantua, 1558 (Biblioteca del Congreso, Washington).
La principal corriente mística hebrea (que no debe confundirse con el judaísmo ortodoxo propiamente dicho) se denomina Cábala (también Qabbalá, del hebreo קבלה qabbalá, "recepción", o más popularmente aceptado como «tradición») y se produjo y difundió fundamentalmente durante la Alta Edad Media hasta alcanzar su esplendor con la aparición del זהר Zóhar en la península Ibérica en el siglo XIII y las posteriores interpretaciones jasídicas. En el siglo XVIII, después del colapso del movimiento sabático mesiánico, la Cábala fue relegada y considerada nociva para la comunidad. Desde entonces, muchos estudiosos judíos de Occidente han rehuido las discusiones teológicas que pudieran revivir el pensamiento místico. Así quedaron en el olvido valiosos manuscritos cabalísticos y las discusiones e interpretaciones que sobre ellos hacían los místicos judíos.
En la definición del historiador y teólogo agnóstico judío Gershom Scholem (Grandes tendencias de la mística judía, Barcelona: Ediciones Siruela, 1996, editado originalmente en 1941), el misticismo es el estadio posterior a la religión. Al sentir el hombre post-primitivo una alienación respecto al mundo que habita, se desarrolla debido a este hueco un sentimiento religioso en el que Dios se percibe como algo alejado, al otro lado del abismo que separa lo divino de lo humano. Es ésta la definición que se plantea de religión, en que Dios es algo alejado de ser adorado u obedecido.
Según Scholem, el misticismo judío posee tres características fundamentales que le dan su particular personalidad:
  1. En primer lugar, reticencia hacia la confesión personal, por la reserva hacia todo lo relacionado con la experiencia mística y por la ausencia de elementos autobiográficos.
  2. En segundo lugar, el misticismo judío muestra una actitud metafísica positiva en relación al lenguaje, considerado instrumento propio de Dios, y como lenguaje creador, se refleja en el hablar común del hombre.
  3. En tercer lugar, la mística judía se caracteriza por una continuada deferencia hacia la tradición: así, cuanto más pura es la mística, más cerca está de la verdadera tradición entendida como «conocimiento original de la humanidad.
 
El Árbol de la vida.
Acaso el mayor de los místicos judíos fuera el malagueño Shlomo ben Yehudah Ibn Gabirol, también conocido como Avicebrón (c. 1021-c. 1058), autor de una Fuente de la vida (Mekor Hayim) que fue conocida por los filósofos cristianos medievales a través de su traducción latina (Fons vitae); por otra parte, el gran erudito y teólogo Rambam, que conocemos habitualmente como Maimónides (1135-1204), aportó la idea de la ausencia de atributos en Dios, que pesó mucho en la configuración cabalística de Dios como En-Sof.
Una de las fuentes más importantes de la Cabalá es el Zóhar o Libro del Esplendor se trata de una compilación de diversos textos cuya elaboración se atribuye tradicionalmente a Moisés de León, judío español, (fallecido en 1305), aunque algunos de sus elementos parecen ser mucho más antiguos. Algunas de sus ideas se parecen superficialmente a las de los filósofos griegos, de los panteístas egipcios y de los gnósticos. La idea básica allí expuesta es que, del seno mismo de la Divinidad oculta o Infinito (el Ein-Sof), surgió un rayo de luz que dio origen a la Nada (Ain), identificada con una esfera (Sfirá) o región, que recibe el nombre de Kéter (Corona). A partir de esta corona suprema de Dios emanan otras nueve esferas (las sfiroth). Estas diez esferas constituyen los distintos aspectos de Dios mediante los cuales éste se automanifiesta.
Según la cábala el verdadero Mesías nacerá al fin del tiempo y entonces el mundo regresará a su fuente. Entonces se acabará el infierno y empezará un tiempo de gran felicidad. La redención humana se logra por la rígida observancia de la ley, y la salvación se alcanza a través de un conocimiento "esotérico" especial. Cada persona es agente de su propia salvación y a través de conocimientos secretos, puede alcanzar la divinidad.
Los cabalistas suelen interpretar las combinaciones de letras de palabras clave en los textos sagrados, así como su valor numérico, con un sentido trascendente. Dos son principalmente los métodos utilizados para unificar las doctrinas cabalísticas: el de Moisés Cordovero y el de su discípulo Isaac Luria.

Mística budista

 
Mandala del Buda Sakyamuni, pintura tibetana.
La mística budista consiste en alcanzar el estado de Buda o nirvana, llamado Samādhi en el yoga; en el budismo Zen se realiza mediante un súbito acto de conocimiento integral denominado satori. Hay varios métodos, incluyendo mantras (recitaciones) y una meditación sobre la realidad. Con frecuencia el monje budista zen recurre a algunos ejercicios denominados kōans o problemas o cuestiones tan irresolubles cómo fáciles de resolver que sirven para desintegrar la apariencia lógica de la realidad.

Fenómenos místicos

Explicaciones científicas a los fenómenos místicos

En la filosofía de Victor Cousin, el misticismo es uno de los cuatro grandes estadios filosóficos que periódicamente se suceden en el pensamiento humano y que sigue a épocas fuertemente racionalistas. Otros dicen que el misticismo podría ser sólo síntomas de defectos médicos de una persona. Por ejemplo, se dice que Santa Teresa de Jesús era muy enfermiza y que pudiera haber padecido de problemas psicológicos productos de la misma. También se ha usado como explicación científica por investigadores e historiadores del misticismo el que algunas visiones pudiesen haber sido provocadas por una intoxicación debida al hongo conocido como cornezuelo de centeno, potente psicotrópico.

En la cultura popular

En la música se puede encontrar una excelente adaptación de Noche oscura del alma de San Juan de la Cruz hecha por la cantante Loreena McKennit en su disco The mask and mirror.
También la cantante Madonna, en 1989, lanzó un disco titulado Like a prayer, donde la letra de la canción que daba nombre al álbum estaba impregnada de misticismo del estilo de San Juan de la Cruz. En el video musical se pueden apreciar varios simbolos que remiten a algunos de sus poemas, por ejemplo Llama de amor viva. Por este video la Iglesia Católica declaró a Madonna blasfema. También en el video de su tema Bedtime story (año 1994) se puede apreciar un ritual derviche y diferentes elementos de la mística sufí, aunque ella profesa la Cábala judía.

Véase también[editar · editar código]

Referencias

  1. Historia de las religiones en la Europa antigua. Madrid: Ed. Cátedra, 1994.
  2. Ismael Quiles, Prólogo a Plotino, El alma, la belleza y la contemplación Buenos Aires: Espasa Calpe, 1950
  3. Coplas del alma que pena por ver a Dios, en cvc. Sáenz, Hilario, «Notas a la glosa Vivo sin vivir en mí de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz», en Modern Language Quaterly, 13 (1952). Usado como bibliografía en cvc.
  4. Ildefonso M. Gómez, Escritores cartujanos españoles, pg. 64.
  5. Edición de 1786 accesible en Google books.
  6. Introducción a la historia de la literatura mística en España (Madrid, 1927)
  7. La poesía mística en España
  8. Estudios literarios sobre mística española (Madrid, 1955)

Bibliografía

  • Abumalham, Montserrat (coordinadora) (2005). Textos fundamentales de la tradición religiosa musulmana. Colaboradores: Juan Pedro Monferrer, Cristina de la Puente, Fernando Rodríguez Mediano, Delfina Serrano, Amalia Zomeño, Mercedes García-Arenal, Maribel Fierro, Emilio González Ferrín. Madrid: Editorial Trotta. ISBN 978-84-8164-749-5. 
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Enlaces externos

Mística católica

Mística islámica

  • Estudios sobre Sufismo Sitio dedicado al Tasawwuf (Sufismo), con material acerca de las diversas turuq (cofradías sufíes).

Mística judía



Misticismo
El estado sobrenatural del alma en que Dios es conocido mas allá de lo que alcanzan los méritos y técnicas humanas. Los místicos experimentan a Dios de manera personal e inmediata. Siempre es fruto de una gracia divina, especial y completamente inmerecida. Dios no se impone sino que espera nuestra apertura a sus invitaciones.
Dios desea la union mística para todos pero son pocos los que le abren el corazón y están dispuestos a las purificaciones y compromisos que el amor requiere.
Misticismo Cristiano vs. Misticismo oriental.
 El misticismo cristiano se diferencia esencialmente del no cristiano. Reconoce que la realidad a la que asciende transciende al alma y al cosmos. No confunde el "yo" con el "tu" ni el alma con Dios. Mantiene una profunda humildad ante la infinita Majestad de Dios. En el misticismo cristiano toda unión entre Dios y el alma es una unión moral de amor, dedicada a su voluntad a cualquier costo personal. La persona no se diluye en Dios, no desaparece.  (Meditación Trascendental>)
Verdaderos y falsos místicos No es fácil descubrir a los verdaderos místicos. Son personas muy normales que no buscan reconocimiento ni impresionar con apariencias externas. Se les conoce mas bien por su equilibrio en su persona humana, sus frutos al servicio del Señor y sus virtudes. Son personas Destacan por su obediencia total a sus superiores y a la Iglesia en medio de las pruebas, humildad, sacrificio, caridad, servicio, capacidad de abrazar la cruz en la vida diaria... El místico no vive siempre en la consolación. Mas bien sabe mantenerse fiel en grandes pruebas, a veces rechazado por todos, incluso sintiéndose en la oscuridad, rechazados por Dios. La máxima experiencia mística es precisamente la de Jesús en la Cruz. La mística auténtica nunca es evasión de la realidad sino al contrario.
Los falsos místicos aparentan gran santidad y experiencias sobrenaturales para buscar atención. Caen en la trampa del demonio y arrastran a otros. Algunos son enfermos mentales. Es por eso que la Iglesia nos pide mucha prudencia en relación a los reportes de místicos y mensajes recibidos del cielo.
Pero la prudencia y el discernimiento no significan parálisis o rechazo indiscriminado. Los místicos verdaderos algunas veces no se les descubre hasta después de muertos, pero otros son llamados por Dios a formar familias espirituales (Sta. Teresa, San Juan de la Cruz, San Juan Bosco, San Pío de Pietrelcina, Teresa de Calcuta,...). Ellos recibieron duras críticas pero su autenticidad se probó con el tiempo. Pero si sus seguidores hubiesen esperado la confirmación final de la Iglesia para comenzar la obra, nunca se hubiese formado la familia espiritual ni se hubiese enriquecido la Iglesia con sus enseñanzas, carismas y apostolados. El discernimiento mas bien se da en el camino, mientras que desde el comienzo se camine humildemente, a la luz de la fe, con fundamentos sólidos de doctrina y moral y con plena obediencia a la Iglesia. Bibliografía: Hardon, John S.J.; Modern Catholic Diccionary; Eternal Life, Kentucky, 1999.
UNION MISTICA
La unión del alma con Dios en contemplación profunda. Se caracteriza por una profunda conciencia de la presencia divina. Tiene una variedad de grados, que no necesariamente ocurren en sucesión: Las dos noches del alma (noche de los sentidos y noche del espíritu) que anteceden a la unión mística, la oración de silencio, la unión plena, éxtasis y matrimonio espiritual.
Bibliografía: Hardon, John S.J.; Modern Catholic Diccionary; Eternal Life, Kentucky, 1999.
 
 
Atentos a este cuadro de José Benlliure y Gil (1855 - 1937) en el que sale San Francisco de Asís y Santa Clara, meditando con posturas iguales a las que usan los monjes tibetanos y budistas.



Y aquí tenéis un poema del éxtasis de San Juan de la Cruz, muy parecido a lo que expresan los yoguis y budistas que han experimentado el estado de samadhi o nirvana:

"Entreme donde no supe
y quedéme no sabiendo
toda ciencia trascendiendo.

Yo no supe dónde entraba
pero cuando allí me vi
sin saber dónde me estaba
grandes cosas entendí
no diré lo que sentí
que me quedé no sabiendo
toda ciencia trascendiendo.

De paz y de piedad
era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida vía recta
era cosa tan secreta
que me quedé balbuciendo
toda ciencia trascendiendo.

Estaba tan embebido
tan absorto y ajenado
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo
toda ciencia trascendiendo.

El que allí llega de vero
de sí mismo desfallece
cuanto sabía primero
mucho bajo le parece
y su ciencia tanto crece
que se queda no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

Cuanto más alto se sube
tanto menos se entendía
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

Este saber no sabiendo
es de tan alto poder
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer
que no llega su saber
a no entender entendiendo
toda ciencia trascendiendo.

Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber
que no hay facultad ni ciencia
que le puedan emprender
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

Y si lo queréis oír
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal esencia
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo
toda ciencia trascendiendo."
El Misticismo Cristiano Moderno
El Misticismo medieval, ha logrado sobrevivir dentro de pequeñas bolsas de la religión católica durante siglos, pero ha pasado desapercibida en gran medida por los evangélicos. Es cierto que algunos grupos, como los cuáqueros, siempre han mantenido algunos aspectos del misticismo dentro de los límites de la conciencia evangélica, y los elementos de las prácticas místicas han prosperado en los círculos carismáticos justo hacia las filas del fundamentalismo. Pero el misticismo clásico fue prácticamente desconocido en los círculos evangélicos hasta 1978, cuando el ministro cuáquero Richard J. Foster publicó Celebración de la Disciplina: el Camino hacia el Crecimiento Espiritual. Elogiado por Christianity Today como uno de los diez mejores libros del siglo XX y votado por los lectores de esa revista como el tercer libro más influyente después de la Biblia, Celebración de la Disciplina ha volado las puertas del entendimiento evangélico de la espiritualidad. Lo que Foster ha hecho, en esencia, es reintroducir a la iglesia a los llamados “maestros de la vida interior”, como él gusta llamar a los místicos medievales.
Asimismo, declara que sólo ellos han descubierto la clave de la verdadera vida espiritual y lentamente, a lo largo de los últimos años, convencen a multitudes de él esta en lo correcto. Me parece que la receta de Foster de la vida cristiana ha sido cocida a fuego lento durante más de dos décadas, pero últimamente se ha estado quemando. Nuevas fuerzas y nuevos actores han popularizado las ideas de Foster para un nuevo grupo de cristianos, y parece que se consolida con rapidez. Esto se debe a los esfuerzos de organizaciones tales como Youth Specialties, numerosos colegios bíblicos, y una serie de libros y oradores, todos introduciendo teología y prácticas místicas a nuestra juventud y a nuestros jóvenes ministros. Muchos de estos, después de haber crecido en iglesias donde ya no era importante la enseñanza de las Escrituras y, por tanto, carecen de discernimiento bíblico, son presa fácil de las técnicas de sondeo espiritual, sobre todo los que prometen tales cambios en la vida personal y encuentros con Dios. Antes de mirar a los discípulos de Foster, deberíamos tener una buena visión general sobre las principales enseñanzas de Foster.
En General
Celebración de la Disciplina por sí sola, ni siquiera las referencias de otros escritos y enseñanzas y ministerios de Foster, es una enciclopedia virtual de error teológico. Nos sería difícil encontrar un solo llamado volumen evangélico compuesto de falsa enseñanza. Estas fallas incluyen puntos de vista sobre la dirección subjetiva de Dios (págs. 10, 16-17, 18, 50, 95, 98, 108-109, 128, 139-140, 149-150, 162, 167, 182); la aprobación de los maestros de la Nueva Era (Thomas Merton véase más abajo); el uso oculto de la imaginación (págs. 25-26, 40-43, 163, 198); un teísmo abierto (p. 35); la mala interpretación de la voluntad de Dios en la oración (p. 37 ), la promoción de visiones, revelaciones y dones carismáticos (pp. 108, 165, 168-169, 171, 193); aprobación del rosario y el uso de la rueda de oración (pág. 64); la incomprensión de la Ley del Antiguo Testamento para el día de hoy (págs. 82, 87); el diario místico (pág. 108), que abarca la psicología popular (págs. 113-120), la promoción de las prácticas católicas tales como el uso de “directores espirituales”, la confesión y la penitencia (págs. 146-150, 156, 185), y la afirmación de prácticas carismáticas aberrantes (págs. 158-174, 198).
Sin embargo, todas estas son menores en comparación con los dos principales objetivos del libro y ministerio de Foster que vamos a obtener en un momento, pero en primer lugar ¿quienes son algunos de los campeones místicos de Foster?
Algunos Héroes Místicos
Foster introduce al lector incauto, literalmente, docenas de místicos, algunos de ellos procedentes de la tradición cristiana, y otros no. Muchos de estos, nos asegura, han viajado a las profundidades de la experiencia espiritual que nosotros los modernos no podemos ni siquiera imaginar. Foster quiere sepamos que estas personas conocían los secretos para un encuentro con Dios. Si sólo queremos seguir su patrón también nosotros podemos disfrutar de lo que ellos disfrutaron. Pero ¿Quiénes son estos místicos? Permítanme darles un esbozo de tres de los favoritos de Foster.
Meister Eckhart
Eckhart, un monje dominico que vivió en los siglos XIII y XIV, es uno de los grandes místicos católicos, como Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, y Julián de Norwich. Hacia el final de su vida Eckhart fue acusado (y declarado culpable después de su muerte en 1327), de la herejía de sus afirmaciones místicas de que la Iglesia católica determinó haberse diluido dentro del panteísmo. Eckhart “cree que en cada alma humana hay algo de la naturaleza misma de Dios. Allí es donde el alma humana se encuentra con Dios…. [Su] doctrina del alma humana ha durado hasta el presente, y se reafirma cada vez que se habla de una chispa divina dentro de cada uno de nosotros”. [1] Eckhart hizo declaraciones como éstas: “de ahora en delante no hablaré del alma, porque ella ha perdido su nombre allá en la unidad de la esencia divina. Allí ya es llamada más ‘alma’: ella se llama el ser infinito.” Y, “Ella se sumerge en el fondo y de la naturaleza divina y se convierte en uno con Dios, para que ella misma diga que es Dios.” Estas declaraciones no sólo molestaron a la Iglesia medieval, sino que algunos más de los modernos investigadores han encontrado en los acuerdos en la filosofía de Eckhart con todos los principales puntos de los místicos hindúes. [2] Otros investigadores no están tan seguros del panteísmo de Eckhart, pero sus declaraciones entonces dejan la puerta abierta a las interpretaciones. Sin embargo, Eckhart se considera uno de los más importantes místicos cristianos de la Edad Media y tanto el misticismo antiguo como el moderno reflejan sus opiniones. La Chispa Divina de Eckhart corresponde casi directamente con las enseñanzas del misticismo oriental, con la diferencia de que la chispa divina en el misticismo cristiano se define como el Dios que reside en cada ser humano.
Thomas Merton
Foster cita y/o alude a Merton al menos nueve ocasiones diferentes en Celebración de la Disciplina, sin embargo, Merton no era un cristiano en la medida de lo que podemos decir. Fue un católico del siglo XX que se había sumergido tanto en el budismo que afirmaba que no veía ninguna contradicción entre el budismo y el cristianismo y pretendió convertirse en un buen budista como pudo. [3] Pero a pesar de sus puntos de vista doctrinales y tendencias de la Nueva Era, Merton considera a la Oración Contemplativa de Foster: “Un libro que debe tenerse,” [4] y de Merton dice, “[Él], ha hecho quizás más que ninguna otra figura del siglo XX que la vida de oración sea ampliamente conocida y comprendida.” [5] Merton escribió: “Si tan sólo el [pueblo] pudiera verse a sí mismo como realmente es. Si sólo pudieramos vernos uno al otro de esa manera todo el tiempo. No habría más guerra, ni más odio, ni más crueldad, ni más… avaricia. Supongo que el gran problema sería que cayéramos y nos adorásemos uno al otro.”[6]
Ignacio de Loyola
Sabemos de Loyola hoy debido principalmente por fundar la Sociedad de Jesús, o el orden de los jesuitas en 1534. Una de las misiones de los jesuitas fue luchar en las batallas de la iglesia contra los infieles y herejes, en lo que ahora se denomina la “contra-Reforma.” Para nuestros propósitos la contribución de Ignacio radica en la creación de sus Ejercicios Espirituales, los cuales proveen especificaciones para el auto-examen espiritual y el condicionamiento mental y espiritual de los jesuitas. Las disciplinas de Foster parecen basarse en gran medida de Ignacio.
San Juan de la Cruz y Teresa de Ávila son también místicos de nota, que participaron en la contra-Reforma del siglo XVI buscando volcar la Reforma. Estos místicos creían que la contemplación a través de una unión con Dios se podría obtener la cual erradicaría las acciones y tendencias pecaminosas.
Principales Enseñanzas
Como en relación a las muchas enseñanzas u mentores de Richard Foster que son, mucho más inquietantes son los dos ejes principales de su sistema de formación espiritual. La primera es su uso de lo que él llama las “Disciplinas Espirituales”. La segunda está estrechamente relacionada, pero se merece su propio artículo. Hablo de lo que se llama la oración contemplativa, que se está convirtiendo rápidamente en rabia en gran parte del evangelicalismo, especialmente entre los jóvenes.
Disciplinas Espirituales como Medios de Gracia
Tal vez sería mejor comenzar esta sección transmitiendo una experiencia que Foster comparte en Celebración de la Disciplina. Habiendo llegado a la conclusión de que debe haber “más recursos espirituales de los que yo estaba experimentando”, él oró: “Señor, ¿hay algo más que quieras poner en mi vida? Quiero ser conquistado y gobernado por ti. Si hay algo que bloquea el flujo de tu poder, revélamelo a mí.”[7] Dios parecía responder a esta oración a través de una creciente impresión de que algo en su pasado era un impedimento para el fluir de la vida por lo el apartó bloques de tiempo en tres días consecutivos para escuchar a Dios en silencio absoluto, a través de la utilización de un diario, un proceso por el cual Dios se supone que revela Su mente al silencioso participante. Después del tercer día Foster entrega su lista a un amigo, que se ofreció a servir como su confesor, que oró por la sanidad de todos los dolores y heridas del pasado de Foster como presuntamente fue revelado por Dios. A raíz de esta experiencia de un diario, una experiencia que no se enseña en la Biblia, pero común en el mundo ocultista, que le pareció que “fue puesto en libertad para explorar lo que para mí eran nuevas y regiones inexploradas del Espíritu. A raíz de este caso, empecé a moverme en las diversas Disciplinas descritas en este libro que nunca había experimentado antes”. [8] Es más preocupante el hecho de que el opus mágnum de Foster’s se deriva de un cuestionable encuentro Divino de dudosa naturaleza. Pero también es importante darse cuenta de que el sistema de Foster, para la formación espiritual no es extraído de las Escrituras, sino de experiencias subjetivas que involucran participaciones de metodologías anti-bíblicas y reforzadas por las prácticas místicas católico romanas. Por lo menos esto debe dar pausa a cualquier buscador de la verdad. No se debe suponer automáticamente, como muchos parecen hacer, que Foster ha redescubierto las joyas perdidas de la espiritualidad. Ó como Eugene Peterson, lo describe en el vigésimo quinto aniversario de la edición de Celebración de la Disciplina: “Como un niño explora el desván de una casa antigua en un día lluvioso, descubre un baúl lleno de tesoros y, luego llamar a todos sus hermanos y hermanas para compartir el hallazgo, Richard J. Foster ha ‘encontrado’ las disciplinas espirituales que el mundo moderno había almacenado y olvidado, y nos llama emocionadamente a celebrarlas. Ya que son, como nos muestra, los instrumentos del gozo, el camino hacia la espiritualidad cristiana madura y la vida abundante” (p. 206). Aún más pertinente, la cubierta de esta edición nos asegura “que es sólo a través de estas prácticas que el verdadero camino hacia el crecimiento espiritual se puede encontrar” (el subrayado es mío). Si el crecimiento espiritual depende de las disciplinas espirituales descritas en el libro de Foster, ¿no deberíamos esperar encontrar esta verdad en las Escrituras? ¿Por qué Dios revela, no a los apóstoles, sino a místicos apóstatas católicos romanos y, luego, a Richard Fister al estudiar a los místicos y utilizar técnicas ocultistas de meditación? Tenemos que pisar con mucho cuidado a través de este campo espiritual de minas. Si esto es, de hecho, uno de los diez mejores libros del siglo XX, no estoy demasiado ansioso por leer los otros nueve.
El Disciplinas Espirituales
Pero, ¿Cuáles son las disciplinas espirituales que son absolutamente esenciales para nuestro desarrollo espiritual? Foster las divide en tres categorías: interna, externa y corporal. Las dos primeras disciplinas internas, tratan con la oración y serán objeto de nuestro próximo artículo. El ayuno es la tercera y como era de esperar sus instrucciones sobre el ayuno son puramente extra-bíblicas. El objetivo detrás del ayuno, el valor del mismo, y la metodología son interesantes, pero puramente subjetivas y sin autoridad. La última disciplina interna es estudiar. El nuevo lector de Foster podría esperar que nos fuera a dirigir al estudio de la Escritura como el principal medio de crecimiento espiritual. Pero Foster tiene ideas más amplias. En realidad hay dos “libros” para ser estudiados: el verbal y el no verbal. Los libros verbales incluyen cualquier literatura y uno de los medios importantes de estudio es la repetición. Aquí él ve el uso de un rosario y/o un tipo de rueda oración hindú como eficaces (p. 64). Después de una serie de sugerencias sobre la lectura de libros, Foster finalmente analiza el tipo de libros a leer para mejorar el crecimiento espiritual. Por último, creemos que se volverá a la Palabra, y lo hace – por dos párrafos, antes se precipita en recomendar la lectura de los clásicos de la mística medieval. El libro no verbal, es principalmente la “lectura” de la naturaleza. Aquí junto con San Francisco alienta a “hacer amistad con las flores y los árboles y las pequeñas criaturas que se arrastran sobre la tierra” (p. 74). También debemos ser estudiantes de las personas y de nosotros mismos, y si bien es de indudable valor esto, muchos de ellos han dedicado su vida el estudio de la naturaleza, las personas y de ellos mismos y no tienen ninguna idea acerca de Dios. En repetidas ocasiones encontramos en Foster que él no solo que esté interesado en el estudio de las Escrituras, excepto cuando le sirva a su propósito para la meditación contemplativa.
Las disciplinas internas comienzan con sencillez, a partir de la simple vida como es modelada por el culto herético conocido como Agitadores. El místico extremista Thomas Kelly nos dice que la sencillez nos permite vivir fuera de “El Centro Divino” (cualquiera que sea) y el existencialista Kierkegaard alegó que conducía a la santidad. Al tratar de encontrar una base bíblica para esta perspectiva Foster hace de las leyes civiles del Antiguo Testamento un patrón para el cristianismo Neptestamentario, y se las arregla para malinterpretar las Escrituras casi en cada pasaje que usa, aunque se anota puntos en la búsqueda del reino de Dios primero. Después está la soledad. Lo que sigue no es un buen capítulo sobre la importancia de escapar del ruido y las distracciones de nuestro mundo y concentrarse en Dios y en Su Palabra. En lugar de entrar en el místico mundo del catolicismo medieval, el cuaquerismo y los místicos orientales. Las citas fluyen de Merton, Teresa de Ávila, Juan Woolman, George Fox, y San Juan de la Cruz. Términos tales como “El Centro Divino”, “La Apertura Divina” y “la noche oscura del alma” dominan. Es aquí donde se les enseña a llevar un diario al “escuchar el trueno del silencio de Dios” (p. 108). La siguiente disciplina es la de “sumisión” y es en este capítulo que recibimos nuestra dosis de mayor jerga psicológica incluyendo: “auto-realización”, “auto-actualización”, “amarse así mismo”, y la sumisión mutua dentro del matrimonio. Para ser justos, también explora con precisión algunos de lo que la Biblia enseña sobre la grandeza y la sumisión. La última disciplina es el servicio, y al igual que con las demás esta es también basada mayormente en los escritos de los místicos que en las Escrituras. Esto sólo se espera de Foster, ya que el coloca más importancia a las experiencias místicas que sobre la Palabra. Por ejemplo, él escribe: “el servicio verdadero proviene de una relación con el Otro interior divino. Servimos de impulsos susurrados, estímulos divinos” (p. 128). Pero advierte: “El hecho de que Dios nos habla no garantiza que comprendamos el mensaje con toda razón. A menudo mezclamos nuestra palabra con la palabra de Dios” (el subrayado es suyo) (pág. 140). Foster no sólo eleva constantemente estas experiencias subjetivas sobre las Escrituras, sino que en este capítulo sobre el servicio Foster recomienda la auto-degradación: “La más estricta disciplina diaria es necesaria para tener estas pasiones bajo control. La carne debe aprender la dolorosa lección de que no tiene derechos propios. Es el trabajo del servicio oculto que logra este auto-degradación” (p. 131, cf. P. 133). Esto está en contradicción directa con la enseñanza de Pablo en Colosenses 2:20-23, que nos dice que la auto-degradación no tiene efecto sobre las pasiones de la carne.
La última categoría de las disciplinas es la corporativa – y aquí Foster no lo hace mejor. La primera disciplina corporativa es la de la confesión, y no nos sorprende descubrir que Foster apoya la posición de la Iglesia Católica Romana, la penitencia y la absolución (págs. 146-149). ¿Y por qué no? Puesto que Dietrich Bonhoeffer nos asegura que “cuando voy hacia mi hermano para confesar, me dirijo hacia Dios” (p. 146), y Foster quiere que sepamos: “La garantía del perdón está sellada en el Espíritu cuando se habla mediante nuestro hermano o hermana en el nombre de Cristo” (p. 148). Dado que nada de esto está sacado de la Escritura ¿cómo puede Foster estar tan seguro? Bueno, no sólo sus místicos favoritos respaldan de nuevo su punto de vista, sino también lo hace la experiencia personal. Una vez cuando se recibe la confesión de una dama ella: “me ve y ‘vio’ sobrepuesto en mis ojos, los ojos de otro que le transmitió su amor y aceptación que la liberó para desahogar su corazón” (p. 155). Aunque nada en la Biblia remotamente implica este tipo de experiencia nos deja suponer que los ojos que ella vio eran los ojos de Dios. No estoy tan seguro.
En cuanto a la disciplina de la adoración, nos encontramos con que la adoración “es una ruptura dentro de la Shekinah de Dios, o mejor aún, ser invadidos por la Shekinah de Dios… No hemos adorado al Señor hasta que el Espíritu toca el espíritu…. [Y] todo comienza al entrar en el corazón de la Shekinah” (págs. 158-162). Esta comprensión enroscada de adoración es incrementada con un fuerte sabor carismático. De hecho “si Jesús es nuestro líder, los milagros se deben esperar producir en el culto. La sanidad, tanto interna como externa, será la regla y no la excepción” (p. 165). Estos servicios tendrán profecías y palabras de conocimiento (p. 165) y que se debe a que: “La agitación más poderosa de alabanza en el siglo XX ha sido el movimiento carismático. A través de ella Dios ha infundido nueva vida y vitalidad a millones” (p. 168). Pero aún más inquietante es la idea de que en la adoración a Dios: “Nuestras facultades racionales no son suficientes por sí solas…. Esa es una de las razones del don espiritual de las lenguas. Nos ayuda a ir más allá del simple culto racional hacia una comunión interna mayor con el Padre. Nuestra mente externa puede no saber lo que se dice, pero nuestro espíritu lo comprende. El Espíritu toca al espíritu” (p. 169). Recuerde ante todo que no hemos adorado hasta que el Espíritu toca al espíritu – ahora vemos el proceso. Es al ir más allá de la mente y entrar en experiencias místicas subjetivas, que la verdadera adoración se lleva a cabo.
Con todo lo que ya Foster ha comunicado, la disciplina de la orientación es predecible. “Muchos”, nos dice, “están teniendo una profunda experiencia de un Emmanuel de Espíritu – Dios con nosotros, un conocimiento que en el poder del Espíritu de Jesús ha venido a guiar a su pueblo hacia sí mismo, una experiencia de su dirección que es tan definitiva como inmediato como la nube del día y la columna de noche” (p. 175). El modelo, por supuesto, de este tipo de orientación es la mística. También somos introducidos en este punto a la concepción católica de los Directores Espirituales (págs. 185-187), algo que Foster cree que solo los monjes católicos conocen mucho en la actualidad.
Foster trae su última disciplina, la de la celebración. Aquí estamos para expresar el gozo en todo lo que hemos aprendido hasta ahora sobre el libro, incluso la participación en “la risa santa” en ocasiones (p. 198).
Robert Webber, profesor de teología en Wheaton College resume bien el impacto de Foster: “En las últimas dos décadas mi propio peregrinaje espiritual me ha llevado lejos desde la mentalidad proposicional y racionalista de que proclama una fe intelectualizada orientada a la prueba hacia un cristianismo de práctica y experiencia” (p. 208). Webber está, por supuesto, levantando un hombre de paja. Nadie está pidiendo una fe puramente intelectualizada que carece de práctica y experiencia. Lo que aquellos que obtienen su búsqueda de la Biblia y no de los místicos están pidiendo es una fe cristiana, experiencia y práctica que es racional, intelectual y tiene sentido, y más importante es que está sólidamente basada en la Palabra de Dios. Foster y compañía han llevado muy lejos la búsqueda de experiencias místicas que conducen a un pseudo-cristianismo que tiene el aspecto de espiritualidad, pero no de sustancia.
________________________
[1] Georgia Harkness, Mysticism, (Nashville, Tennessee: Abingdon Press, 1973), p. 106.
[2] Véase Winfried Corduan, Mysticism: an Evangelical Option?, (Grand Rapids: Zondervan, 1991), págs. 106-107.
[3] Véase Ray Yungen, ATime of Departing, (Silverton, Oregon: Lighthouse Trails Publishing Company, 2002), p. 75.
[4] Richard Foster y Emilie Griffen, Spiritual Classics, (San Francisco: Harper, 2000), p. 17.
[5] Como Yungen cita en la p. 75.
[6] Thomas Merton, Conjectures of a Guilty Bystander, Image Edition of 1989, (Garden City, NY: Doubleday, 1966), págs. 157, 158.
[7] Richard Foster, Celebration of Discipline, Tercera edición, (San Francisco: Harper, 1978), p. 149.
[8] Ibid., P. 150.

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