sábado, 16 de noviembre de 2013

Juan Casiano y los cuatro pasos para una oración perfecta


Vida

Monje y escritor ascético del sur de la Galia, fue el primero en introducir las reglas del monacato oriental en Occidente. Nació, probablemente, en Provenza hacia el 360 y murió alrededor de 435, probablemente cerca de Marsella (Francia). Hijo de padres ricos, recibió una buena educación, y cuando aún era joven visitó Tierra Santa. En Belén Casiano asumió junto con un amigo las obligaciones de la vida monástica, pero como ocurre con muchos de sus contemporáneos, el deseo de adquirir la ciencia de la santidad directamente de sus más eminentes maestros, pronto los llevó de sus celdas en Belén a los desiertos egipcios. Antes de abandonar su primera casa monástica, ambos amigos prometieron volver lo antes posible, pero esta cláusula la interpretaron muy ampliamente, puesto que no volvieron a ver Belén hasta siete años después.
Durante su ausencia, visitaron a los solitarios más famosos de Egipto por su santidad y se sintieron tan atraídos por sus grandes virtudes que después de conseguir en Belén una extensión de su permiso de ausencia, volvieron a Egipto donde permanecieron siete años más. Fue durante este período de su vida que Casiano recopiló los materiales para sus dos principales obras, “Institutos “y “Conferencias”. Ambos pasaron de Egipto a Constantinopla, donde Casiano se convirtió en el discípulo preferido de San Juan Crisóstomo. El famoso obispo de la capital oriental elevó a Casiano al diaconato y le encomendó los tesoros de su catedral. Después de la segunda expulsión de Crisóstomo de su sede constantinopolitana, Casiano fue enviado a Roma por el clero de dicha ciudad para interesar al Papa San Inocencio I a favor de su obispo. Fue probablemente en Roma donde Casiano fue ordenado sacerdote. Desde este momento de Casiano mismo no se conoce nada de su vida hasta la próxima década.
Hacia el 415 estaba en Marsella, Francia, donde fundó dos monasterios, uno para hombres, sobre la tumba de San Víctor (un mártir de la última persecución cristiana de la época), y el otro para mujeres. El resto de sus días los pasó en o cerca de Marsella.
Su influencia personal y sus escritos contribuyeron mucho a la difusión del monacato en occidente. Aunque nunca fue formalmente canonizado, San Gregorio I Magno lo consideraba un santo, y se cuenta que el Papa Urbano V (1362-1370), quien había sido abad de San Víctor, hizo que se grabaran las palabras “San Casiano” en el relicario de plata que contenía su cabeza. Su fiesta se celebra en Marsella el 23 de julio y su nombre se halla entre los santos del calendario griego.

Aportación para la oración

Es el gran compilador de todas las enseñanzas de los monjes del desierto en Oriente. De sus años en contacto con la sabiduría de esos hombres sacó diversas enseñanzas sobre la oración.
Para Casiano, en la oración es en donde mejor se manifiesta la acción de Dios sobre el hombre, junto con el esfuerzo del hombre por encontrar a Dios. Los dones que Dios da complementan y perfeccionan la obra esbozada por el esfuerzo del hombre ayudado por la gracia de cada día. La oración es tan importante, que ninguna virtud puede alcanzar si no es con la perfección de la oración.
Ahora bien, esta perfección en la oración requiere un camino que todo cristiano debe seguir. Un camino que Casiano nos presenta en cuatro peldaños de una escalera, que, a su vez, son cuatro formas de oración:
 
a. La petición de perdón por los pecados cometidos: ésta conviene a los que están iniciando un camino de oración, pues aún se siente a flor de piel el remordimiento por las propias faltas.
 
b. La ofrenda de buenas resoluciones a Dios: es cuando ya se ha avanzado en el camino espiritual y se le ofrece a Dios propósitos diarios de enriquecimiento interior, sobre todo buscando imitarlo a Él.
 
c. La oración de petición, fruto del celo por la salvación de las almas: cuando uno cumple las promesas que arriba ha propuesto a Dios, el alma se siente atraída, por su propia caridad, a pedir por los demás, de manera que puedan acercarse a Dios.
 
d. La acción de gracias por los beneficios presentes, pasados y futuros: una vez que uno ha arrancado de su corazón todo lo que pueda alejarle de los dictámenes de su conciencia, se quedan contemplando todas las gracias que Dios le ha dado y se abandonan a los impulsos que esta contemplación les lanza, dirigiéndolos a Dios.
 
Es a través de estos cuatro pasos -de estos cuatro modos de oración- que el alma alcanza esa perfección: una perfección que no es sino unirse con Dios y vivir con amor lo que Él nos va pidiendo cada día.

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