viernes, 18 de octubre de 2013

Alonso Rodríguez, Santo

Viudo y Portero, 30 Octubre
 
Alonso Rodríguez, Santo
Alonso Rodríguez, Santo
Estaba un día enfermo y le llevó el enfermero la comida a la cama con un mandato de parte del Padre Superior: «que se coma todo el plato». Cuando regresa el enfermero, le encuentra deshaciendo el plato y comiéndolo pulverizado. El santo se impuso a sí mismo una obediencia ciega; se exigió a sí mismo tanto que uno de los padres le dijo un buen día «que obedecía a lo asno».

Nació en Segovia en el año 1533, segundo de los once hijos del matrimonio formado por Diego Rodríguez y María Gómez que vivían del comercio de paños.

Su niñez y juventud estuvieron ligadas a la Compañía de Jesús.

A la muerte de su padre se encarga de sacar adelante el negocio familiar, pero su incompetencia es notable para el negocio de los paños.

Contrae matrimonio con María Juárez con quien tiene dos hijos. Pero la mala fortuna parece que le persigue: muere uno de sus hijos y su mujer y el negocio va de mal en peor; luego fallece su otro hijo y su madre. Alonso se ha quedado solo.

Se produce entonces una crisis fuerte que resuelve con confesión general y con el deseo de comenzar una nueva vida tomando un impresionante ritmo interior de trato con Dios y que mantiene por seis años. Cede a sus hermanos sus bienes y marcha a Valencia en 1569 con el propósito de ingresar en la Compañía; pero no contaba con insalvables obstáculos: su edad, la falta de estudios y escasa salud.

Trabaja entonces en comercio y de ayo.

Por fin es admitido en el Colegio Monte Sión en el año 1571; desde el año 1572 ocupa el cargo de portero hasta el 1610 que hacen casi cuarenta años.

Es considerado en la Compañía como modelo para los hermanos legos por su ejercicio permanente para lograr auténtica familiaridad con Dios, por su obediencia absoluta y por su amor y deseo de tribulación.

Este humilde y santo portero fue durante su vida un foco radiante de espiritualidad de la que se beneficiaron tanto los superiores que le trataron como los novicios con los que tuvo contacto; un ejemplo representativo está en San Pedro Claver, el apóstol de los esclavos.

Con sus cartas ejerce un verdadero magisterio. Su lenguaje es sencillo y el popular de la época, pero logra páginas de singular belleza al tratar temas de mayor entusiasmo. La santidad que describe en sus escritos no es aprendida en los libros, es fruto de su experiencia espiritual.

Alonso Rodríguez

 
San Alonso Rodríguez S.J.
Alphonse Rodriguez, After Anton Wierix II (ca 1552 - ca 1624).jpg
Santo confesor
NombreAlonso Rodríguez Gómez
Nacimiento25 de julio de 1532
Segovia
Fallecimiento31 de octubre de 1617
Palma de Mallorca
Beatificación15 de enero de 1825, por León XII
Canonización15 de enero de 1888, por León XIII
Festividad31 de octubre
 
La visión de Alonso Rodríguez, por Francisco de Zurbarán
San Alonso Rodríguez S.J., a veces llamado Alfonso Rodríguez (Segovia; 25 de julio de 1532 – Palma de Mallorca, 31 de octubre de 1617) es un santo español.

Biografía

Hijo de Diego Rodríguez y María Gómez. Segundo de once hermanos. A los doce años fueron alojados en su casa Pedro Fabro y otro jesuita, cuyas enseñanzas atesoró. Estudió en el Colegio de los jesuitas de Alcalá de Henares. Diego Rodríguez, un mercader de lana, se arruinó cuando Alonso era todavía joven, dejándole el negocio cuándo tenía veintitrés años. Tres años después, se casó con María Suárez, con quien vivió felizmente. A los treinta y un años, sin embargo, quedó viudo; de los tres hijos que habían tenido, dos habían muerto poco antes.
Alonso empezó entonces una vida dedicada a la plegaria y la mortificación. La muerte de su tercer hijo, no mucho después, lo decidió a abandonar el mundo e ingresar en una orden religiosa. Ya había tenido contactos en esa línea con la Compañía de Jesús, fundada hacía poco tiempo. Su falta de formación académica y su edad, treinta y nueve años, impedía sin embargo que fuera aceptado a la orden. A los 39 años, empezó a estudiar en el Colegio de Cordelles de Barcelona, regentado por los jesuitas, pero no acabó los estudios, ya que las penitencias que se había impuesto debilitaron su salud y no pudo continuar el curso. Finalmente, fue admitido a la Compañía de Jesús como hermano laico, el 31 de enero de 1571.
 
Estatua de san Alonso Rodríguez en la Santa Cueva de Manresa.
Realizó su periodo de prueba en la casa de la orden de Valencia o Gandía (no se sabe a ciencia cierta) y seis meses después fue enviado a la casa que se acababa de fundar en Mallorca, el Colegio de Montesión, o Montission (en mallorquín). Permaneció durante treinta dos años, ocupando el cargo de portero. En 1573 hizo los votos simples y en 1585 los votos de hermano coadjutor. Su vida fue ejemplar e influyó decisivamente en la vida de los otros miembros de la fundación y de los fieles de la ciudad, que sabedores de su santidad, iban a pedirle consejo y orientación espiritual. en su honor una de las casas de los Jesuitas en Bogotá, Colombia, se llama: "Comunidad San Alonso Rodríguez".
Aconsejó a san Pedro Claver, que vivió un tiempo en Mallorca, a que fuera en misión a Sudamérica. Se hicieron famosas la austeridad y rigor de su vida, su entrega a la plegaria, la obediencia absoluta y la absorción por los asuntos espirituales. Difundió y popularizó el Oficio Pequeño de Immaculada Concepción.
Murió el 31 de octubre de 1617 y fue enterrado a la iglesia de Monte Sion de Mallorca. Es considerado símbolo de la espiritualidad de los Hermanos Coadjutores jesuitas.
Fue declarado venerable en 1626. En 1633, el Consejo General de Mallorca lo escogió como uno de los patronos de la ciudad y la isla. En 1760, Clemente XIII decretó que "las virtudes del venerable Alonso se habían probado que eran de un grado heroico", pero la supresión de la orden jesuita en España en 1773 retrasó su beatificación hasta 1825, el 15 de enero, por el papa León XII. Fue canonizado el 15 de enero de 1888 por el papa León XIII.

Obras

Dejó un número considerable de manuscritos, que no fueron publicados hasta 1885 como Obras espirituales del B. Alonso Rodriguez (Barcelona, 1885, 8 tomos.). No son escritos pensados para la publicación, sino escritos o dictados a instancia de sus superiores.

Enlaces externos


 
alonsoRodriguezSJ.jpg (5229 bytes)
San Alonso Rodríguez
Iglesia de Manresa, España
SAN ALONSO RODRÍGUEZ S.J.Viudo, religioso (1533-1617)Fiesta: 30 de Octubre
Alonso significa: "pronto para hacer el bien"
(del germano al: el bien.  Ons: prontitud)
Humilde portero de la escuela Jesuita en Mayorca por 45 años,
comunicó a
San Pedro Claver S.J. en 1605 un mensaje del Nuestro Señor llamando a este a ser misionero en el continente Americano

Hay dos santos jesuitas llamados Alonso Rodriguez: el de esta historia y el mártir del Paraguay compañero de San Roque
Alonso, nacido en 1533, fue el tercer hijo de la numerosa familia de Diego Rodríguez, un comerciante acomodado de Segovia, España. 
El Beato Pedro Fabro y otros jesuitas, llegaron a predicar una misión en Segovia y se hospedaron en la casa de Diego.  Al terminar la misión, el huésped les propuso que fuesen a descansar unos días en su casa de campo.  Alonso, que tenía entonces unos diez años, partió con ellos y el Beato Pedro Fabro se encargó de prepararle para la primera comunión.  A los catorce años, Alonso partió con su hermano mayor a estudiar en el colegio de los jesuitas de Alcalá, pero su padre murió menos de un año después y Alonso tuvo que volver, para ayudar a su madre en la administración de los negocios.  Cuando Alonso tenía veintitrés años, su madre se retiró de la administración y le dejó encargado de ella. Tres años más tarde, Alonso contrajo matrimonio con María Suárez.
 Los negocios iban mal, y la dote de la mujer de Alonso no era suficiente para mejorarlos. El joven no era mal comerciante, pero la situación no le ayudaba. La hijita de Alonso murió poco después de nacer; su esposa la siguió al sepulcro, después de dar a luz a un niño. Dos años más tarde, murió también la madre de Alonso.  El dolor de la muerte de sus seres queridos se convirtió en una oportunidad de abrirse a la gracia para hacer en todo la voluntad de Dios. Hasta entonces, había cumplido como cristiano pero ahora Dios le llamaba a más. Vendió su negocio a fin de obtener lo suficiente para sostenerse y se fue a vivir, con su hijito, a la casa de sus dos hermanas solteras, Antonia y Juliana, que eran muy piadosas. Ellas se ocuparon de enseñarle a meditar, de suerte que, al poco tiempo, Alonso oraba dos horas cada mañana y, por la tarde, reflexionaba sobre los misterios del rosario. De esta manera Dios le pudo demostrar la pobreza de su vida pasada a la luz de Cristo. 
A raíz de una visión de la felicidad del cielo, hizo una confesión general. Desde entonces, empezó a practicar duras mortificaciones y a confesarse y comulgar una vez por semana. Algunos años más tarde, murió su hijo y Alonso, que se encontraba muy adolorido, experimentó un gran consuelo al comprender que su hijo se había librado del peligro de ofender a Dios.
Volvió entonces con más fuerza la idea de abrazar la vida religiosa, y pidió su admisión a los jesuitas de Segovia.  Estos le disuadieron dado a que tenía ya casi cuarenta años, su salud era bastante mala y su educación no era suficiente para el sacerdocio. Sin perder ánimo, Alonso fue a Valencia, a su antiguo amigo, el P. Luis Santander, S.J., quien le recomendó que empezase a aprender el latín para ordenarse cuanto antes.  Le servía de consuelo que el fundador de los jesuitas, San Ignacio de Loyola, también había entrado tarde en la vida religiosa.
Alonso empezó a asistir a la escuela con los niños, lo cual constituía no poca mortificación. Como había dado a sus hermanas y a los pobres casi todo el dinero que tenía, hubo de entrar a servir como criado y aun se vio obligado a pedir limosna, de cuando en cuando.  En la escuela conoció a un hombre de su edad y de aspiraciones semejantes a las suyas, el cual trató de persuadirle a que renunciase a ser jesuita y se fuese con él a vivir como ermitaño. Alonso le hizo una visita en su ermita de la montaña, pero súbitamente cayó en la cuenta de que se trataba de una tentación contra su verdadera vocación y volvió enseguida a Valencia, donde dijo al P. Santander: "Os prometo que jamás en mi vida volveré a hacer mi propia voluntad. Haced de mí lo que queráis". 
El 31 de enero de 1571, el provincial de los jesuitas, desoyendo el parecer de sus subordinados, aceptó a Alonso Rodríguez como hermano lego. Permaneció en Valencia seis meses para terminar el noviciado, y luego fue enviado al colegio de Monte Sión en Palma de Mallorca donde pronto fue nombrado portero.  San Alonso desempeñó ese oficio hasta que la edad y los achaques se lo impidieron.  
El P. Miguel Julián resumió, en una frase, la fama de santidad que alcanzó el hermanito en ese puesto: "Este hermano no es un hombre, sino un ángel".  San Alonso consagraba a la oración todos los instantes que le dejaba  libre su oficio.  Aunque llegó a vivir en constante unión con Dios, su camino espiritual estuvo muy lejos de ser fácil.  Sobre todo en sus últimos años, el santo atravesó por largos períodos de desolación y aridez y se veía afligido de graves dolores en cuanto hacía el menor esfuerzo por meditar.  Como si eso no bastase, le asaltaron las más violentas tentaciones, como si tantos años de mortificación no hubiesen servido de nada.  La respuesta de Alonso fue intensificar aun más la penitencia, sin desesperar jamás. Siguió en el cuidadoso cumplimiento de sus obligaciones, convencido de que, llegado el momento escogido por Dios, volvería a gozar de las dulzuras y éxtasis de la oración.  Y así fue. Llegó a tener entonces consolaciones "tan intensas, que no podía levantar los ojos del alma a Jesús y María sin verles como si estuviesen presente"
Inspiración para todos
Algunos sacerdotes que le conocieron durante varios años, declararon que jamás le habían visto hacer ni decir nada que no estuviese bien.  En 1585, cuando tenía cincuenta y cuatro años, hizo los últimos votos, los que renovó en la misa todos los días de su vida. La existencia de un portero no tiene nada de envidiable y, menos tratándose de la portería de un colegio, donde se necesita una dosis muy especial de paciencia.  Sin embargo, el oficio tiene sus compensaciones, ya que el portero conoce a muchas personas y es una especie de eslabón entre el exterior y el interior.  En el colegio de Monte Sión, además de los estudiantes, había un ir y venir continuo de sacerdotes, nobles, profesionistas y empleados que debían tratar asuntos con los padres. También acudían mendigos en busca de limosna y los comerciantes que iban a vender sus productos. Todos conocieron, respetaron y veneraron al hermano Alonso. En busca de cuyo consejo acudían los sabios y los sencillos y su reputación se extendió mucho más allá de los muros del colegio. El más famoso de sus "discípulos" fue San Pedro Claver que, en 1605, estudiaba en el colegio. Durante tres años, se puso bajo la dirección de San Alonso, el cual, iluminado por Dios, le entusiasmó y alentó para trabajar en América. Ahí fue donde San Pedro Claver ganó el título de "el apóstol de los negros".
San Alonso profesó siempre una profunda devoción a la Inmaculada Concepción.  El Beato Raimundo Lulio había defendido ese privilegio mariano en Mallorca, 300 años antes.  En una época, se creyó que San Alonso había compuesto el Oficio Parvo de la Inmaculada.  El santo practicaba y propagaba ardientemente esa devoción y ello dio origen a ese error.  
Escritos 
San Alonso dejó varias obras, que escribió por orden de sus superiores, entre ellas las Memorias autobiográficas, escritas desde 1604 hasta 1616 y algunos escritos que tratan argumentos de ascética con profunda penetración, fruto de una sabiduría que no sacó de los libros. Su doctrina es sólida y sencilla, sus exhortaciones tienen el fervor que se podía esperar de un santo de su talla, y el contenido de esos libros prueba que San Alonso era un alma mística. 
No fue el autor del "Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas", que se debe a la pluma de otro jesuita del mismo nombre y apellido, pero no canonizado.
Entrega incondicional
Cuando tenía ya más de setenta años y estaba muy enfermo, el rector del colegio, para probar su virtud, le ordenó que partiese a las Indias.  San Alonso se dirigió inmediatamente a la puerta y pidió al portero que le abriese, diciendo: "Tengo orden de partir a las Indias".  Así lo habría hecho si el rector no le hubiese mandado llamar de nuevo. 
En mayo de 1617, el P. Julián, rector de Monte Sión, que sufría de una fiebre reumática, rogó a San Alonso que orase por él.  El santo pasó la noche en oración y, a la mañana siguiente, el rector pudo celebrar la Misa.  En octubre de ese año, sintiendo aproximarse su fin, el santo recibió la comunión y, al punto, cesaron todos sus sufrimientos espirituales y corporales.  Del 29 al 31 de octubre estuvo en éxtasis y después comenzó su terrible agonía.  Media hora antes del fin, recobró el conocimiento, miró amablemente a sus hermanos, besó el crucifijo, pronunció en voz alta el nombre de Jesús y expiró.  El virrey y toda la nobleza de Mallorca asistieron a sus funerales, así como el obispo y una multitud de pobres y enfermos, cuyo amor y cuya fe premió el cielo con milagros.  
San Alonso fue canonizado junto con San Pedro Claver el 15 de enero de 1888

Anécdotas sobre San Alonso Rodríguez
El fundamento de su trato con todos
Alonso Rodríguez se propuso ver a Jesús en cada visitante que llegaba, y tratar muy bien a Jesús que llegaba disfrazado de prójimo.  Cuando alguien le preguntaba por qué no era más duro y áspero con ciertos tipos inoportunos, le respondía: "Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación".  Seguramente que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá repetido aquello que en el evangelio prometió que dirá a quienes tratan bien a los demás: "Ven siervo bueno y fiel.  Entra en el gozo de tu Señor, porque cuando me disfracé de huésped me trataste sumamente bien.  El buen trato que le diste a los demás, aún a los más humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí en persona" (Cf. Mt. 25, 40)
Ayuda oportuna de la Virgen. 
Un día cuando sus tentaciones impuras se le habían vuelto casi enloquecedoras, al pasar por frente a una imagen de la Sma. Virgen le gritó en latín: "Sancta Maria, Mater Dei, memento mei" (Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) e inmediatamente sintió que las tentaciones desaparecían.  Desde entonces se convenció de que la Santísima Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus impuros, y se dedicó a encomendarse a Ella con mayor fervor.  Le rezaba varios rosarios cada día y en honor de la Madre de Dios rezaba 9 salmos diarios.  Y la Virgen María fue su gran Protectora y defensora hasta la hora de su muerte y se le apareció varias veces, llenándolo de increíble felicidad.
San Alonso sufrió muchas penas en su vida y recibió de Dios muchos carismas (visiones, milagros).  Se destacó por su humildad, su gran amor a la Virgen Santísima y sus sabios consejos para seguir a Jesucristo.  
BIBLIOGRAFÍA
Butler; Vida de los Santos
Salesman, P. Eliezer;
Vida de Santos #4
Sgarbossa, Mario; Luigi Giovannini; Un santo para cada día.
Velas
30 de Octubre
 San Alonso RodríguezViudo y portero
Año 1617
Gracias Señor por estos modelos admirables que nos presentas en tus santos.
Haz que queramos imitarlos y que seamos capaces de seguir sus buenos ejemplos.
Jesús carga con la CruzAlonso significa: "pronto para hacer el bien" (del germano al: el bien. Ons: prontitud).
El santo de hoy es un caso típico. Viudo, comerciante, portero por 45 años de un colegio. Poco instruido en las ciencias del mundo, pero un verdadero místico.
San Alonso nació en Segovia (España) en 1533, hijo de un comerciante acaudalado.
Cuando nuestro santo aún era un niño, tuvo la suerte de que llegó a su ciudad a predicar el Beato Pedro Fabro (discípulo muy amado de San Ignacio de Loyola) y se hospedó en la casa de los padres de Alonso y luego en compañía del jovencito se fue a una finca que poseía la familia Rodríguez, y allá lo preparó a la Primera Comunión. Esta amistad con un gran apóstol le fue de enorme provecho para su santificación.
Alonso fue después a estudiar en un colegio de los Padres Jesuitas, pero al morir su padre tuvo que volverse a casa para administrar los negocios. Sin embargo el destino que Dios le tenía preparado no era el de negociante y como no poseía las suficientes cualidades para ese oficio, sus negocios fueron decayendo poco a poco. Era como una llamada que Dios le hacía para que se dedicara a otra labor donde sí iba a conseguir la santidad.
Alonso se casó con una mujer muy buena y piadosa y tuvieron un hijo. Pero luego cuando iba a nacer el segundo niño, la esposa murió, dejándolo viudo y con un hijito muy pequeño. En seguida murió también su madre y los negocios empezaron a quebrar. Esta serie de infortunios hizo pensar a Alonso si no sería que Dios quería de él otro modo de vivir. Hasta entonces había sido un honrado comerciante, pero le faltaba todavía ser un creyente fervoroso y heroico
Vendió entonces los pocos bienes que le quedaban y se fue con su hijito a vivir junto a dos hermanas suyas que eran extraordinariamente piadosas, las cuales le enseñaron el arte de rezar bien, y de hacer meditación y oración mental. Las enseñanzas de estas dos sencillas mujeres le fueron de inmensa importancia para su vida. Alonso meditaba dos horas diarias por la mañana, y por la tarde rezaba el rosario pensando en los misterios. Pronto empezó a descubrir la imperfección de su vida pasada, viéndola a la luz de las enseñanzas de Jesucristo. En un momento de meditación alcanzó a contemplar un poco los goces que nos esperan en el cielo, y en esos días hizo una confesión general de toda su vida y empezó una existencia totalmente dedicada a la oración, a la mortificación, a la meditación y a obras de caridad a favor de los pobres.
Luego murió su único hijo. Alonso sintió una agonía de muerte, pero en seguida Nuestro Señor le iluminó con la lectura de una página del Libro de la Sabiduría en la S. Biblia (Capítulo 4) que dice que a muchos jóvenes se los lleva Dios a la otra vida para evitarles terribles peligros que les podían llegar en esta vida contra su santidad y su salvación. Con esto Alonso se consoló inmensamente porque comprendía que su hijito tan amado, al morir tan joven se había librado de muchos peligros de ofender a Dios. Y esa muerte tan dolorosa lo movió a renunciar a todo e irse de religioso.
Alonso pidió a los padres jesuitas que lo aceptaran en su comunidad, pero nadie quería recibirlo porque tenía ya casi 40 años, no había hecho estudios y además era viudo. No se acostumbraba recibir gente de esa clase. Pero de pronto el superior sin saber por qué, cambió de parecer, y lo aceptó como hermano lego. Esa iba a ser la profesión que lo iba a llevar a la santidad.
Los superiores lo enviaron a la isla de Mallorca como portero del colegio de los jesuitas de Montesión. Allí en ese cargo se ganará la gloria del cielo atendiendo durante 45 años con la más exquisita bondad a toda clase de huéspedes y transeúntes.
Ser portero en un gran colegio no es tarea fácil, y menos lo era en aquellos tiempos en los que no había ni teléfono, ni otros medios de fácil comunicación de que disponemos hoy en día. Y los que lo conocieron y trataron dejaron constancia de que jamás alguien recibió del hermano Alonso un trato hosco o maleducado o frío, sino que por el contrario, todos se sentían tratados como si fueran grandes personajes. Allí llegaban montones de alumnos (con su algarabía juvenil), padres de familia, proveedores del colegio, religiosos viajeros que venían a pedir hospedaje por unos días, visitantes, médicos, obispos, militares, empleados del gobierno, vendedores y multitud de pordioseros y cada cual se sentía tratado por el hermano Alonso con una amabilidad que no estaban acostumbrados a recibir en otras partes.
Alonso Rodríguez se propuso ver a Jesús en cada visitante que llegaba, y tratar muy bien a Jesús que llegaba disfrazado de prójimo. Cuando alguien le preguntaba por qué no era más duro y áspero con ciertos tipos inoportunos, le respondía: "Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación". Seguramente que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá repetido aquello que en el Evangelio prometió que dirá a quienes tratan bien a los demás: "Ven siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor, porque cuando me disfracé de huésped me tratase sumamente bien. El buen trato que les diste a los demás, aún a los más humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí en persona" (Mt. 25, 40).
Sus compañeros jesuitas dejaron escrita esta observación verdaderamente admirable: "Declaramos que jamás vimos en el hermano Alonso Rodríguez un comportamiento que no fuera el de un verdadero santo". Algo admirable en verdad.
De entre tantísimos amigos que Alonso trató en su oficio de portero en los 45 años en Montesión, el más santo e importante de todos fue San Pedro Claver. Este gran apóstol vivió tres años con Alonso en aquella casa, y una noche el fervoroso portero oyó en visión que le decían: "Pedro Claver está destinado a hacer un gran bien en Sudamérica". Desde entonces el santo portero se propuso animar a Pedro a que viajara como misionero a América, y lo logró. Pedro Claver bautizó a más de 300,000 negros en Cartagena, y nunca pudo olvidar los buenísimos consejos que le dio su fiel amigo Alonso, en Mallorca.
San Pablo decía que para que no se llenara de orgullo Dios le permitió ataques terribles en su carne. Y así le sucedió también al buen Alonso. De vez en cuando le llegaban sequedades tan espantosas en la oración que para él, rezar era un verdadero tormento. Todo lo que fuera piedad le producía repulsión. Pero así y con esas sequedades seguía rezando. Rezaba todo el día, viajando de un sitio a otro de la casa llevando razones y mensajes, o atendiendo en su portería a todo el que llegaba. Alonso rezaba siempre.
Un día cuando sus tentaciones impuras se le habían vuelto casi enloquecedoras, al pasar por frente a una imagen de la Sma. Virgen le gritó en latín: "Sancta Maria, Mater Dei, memento mei" (Santa María Madre de Dios, acuérdate de mí) e inmediatamente sintió que las tentaciones desaparecían. Desde entonces se convenció de que la Santísima Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus impuros, y se dedicó a encomendase a Ella con mayor fervor. Le rezaba varios rosarios cada día y en honor de la Madre de Dios rezaba salmos diarios. Y la Virgen María fue su gran Protectora y defensora hasta la hora de su muerte y se le apareció varias veces, llenándolo de increíble felicidad.
En sus dolorosas enfermedades se sentía asistido por Jesús y María y decía que había días en que los sentía tan presentes junto a él como si hubiera vivido en Nazaret cuando ellos los dos estaban viviendo allá. Esto le producía intensas alegrías espirituales.
Con autorización de sus superiores fue escribiendo todo lo que recordaba de sus experiencias espirituales, y en esa su autobiografía hay detalles que demuestran cómo este sencillo e ignorante porterito de un colegio llegó a altísimos grados en la vida mística. Con razón las gentes de toas las clases sociales iban al colegio a pedirle sus consejos, a consultarle sus dudas y a recibir consuelos para sus penas.
Cuando ya era muy anciano y estaba sumamente enfermo, un día el superior para ver qué tanta era su obediencia le dijo: "Le ordeno que se vaya de misionero a América del Sur". Inmediatamente Alonso empacó sus pocas ropas y salió por la portería, listo a embarcarse en el primer barco que llegara. El superior tuvo que mandarle otra vez que se volviera a su puesto.
Otro día el superior, que sufría de un reumatismo sumamente doloroso le dijo: " Hermano Alonso, pídale a Dios y a la Virgen que me curen de este mal tan molesto". El santo estuvo toda la noche rezando, y no dejó de rezar pidiendo aquel favor, sino cuando al amanecer supo que el Padre Superior había amanecido totalmente curado.
El 29 de octubre de 1617 sintiéndose sumamente lleno de dolores y de angustias, al recibir la Sagrada Comunión, inmediatamente se llenó de paz y de alegría, y quedó como en éxtasis. Dos días estuvo casi sin sentido y el 31 de octubre despertó, besó con toda emoción su crucifijo y diciendo en alta voz: "Jesús, Jesús, Jesús" expiró.



San Alonso Rodríguez, religioso
fecha: 31 de octubre
n.: 1532 - †: 1617 - país: España
otras formas del nombre: Alfonso Rodríguez
canonización: B: León XII 1825 - C: León XIII 1888
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En la ciudad de Palma, en la isla de Mallorca, en España, san Alonso Rodríguez, que al perder a su esposa e hijos entró como religioso en la Orden de la Compañía de Jesús y estuvo como portero del colegio de aquella ciudad durante largos años, mostrando una gran humildad, obediencia y constancia en una vida penitente.
patronazgo: patrono de la isla de Mallorca y de la ciudad de Palma.
refieren a este santo: Beata Humiliana

Diego Rodríguez era un comerciante acomodado de Segovia, que tuvo una numerosa prole, de la que el tercero, nacido hacia 1533, fue Alonso. El beato Pedro Fabro y otro jesuita, llegaron a predicar una misión en Segovia y se hospedaron en la casa de Diego. Al terminar la misión, el huésped les propuso que fuesen a descansar unos días en su casa de campo y los misioneros aceptaron. Alonso, que tenía entonces unos diez años, partió con ellos, y el beato Pedro se encargó de prepararle para la primera comunión. A los catorce años, Alonso partió con su hermano mayor a estudiar en el colegio de los jesuitas de Alcalá, pero su padre murió menos de un año después y Alonso tuvo que volver, para ayudar a su madre en la administración de los negocios. Cuando Alonso tenía veintitrés años, su madre se retiró de la administración y le dejó encargado de ella. Tres años más tarde, Alonso contrajo matrimonio con María Suárez.

Los negocios iban mal, y la dote de la mujer de Alonso no era suficiente para mejorarlos. El joven no era mal comerciante, pero la situación no le ayudaba. La hijita de Alonso murió a poco de nacer; su esposa la siguió al sepulcro, después de dar a luz a un niño. Dos años después, murió también la madre del futuro santo. Esa serie de pérdidas e infortunios hizo pensar a Alonso, seriamente, en lo que Dios quería de él en este mundo. Hasta entonces, había sido un cristiano bueno y devoto, pero empezó a caer en la cuenta de que era necesario distinguirse de los otros comerciantes de Segovia, que llevaban una vida ejemplar pero no heroica. Vendió, pues, su negocio a fin de obtener lo suficiente para sostenerse y se fue a vivir, con su hijito, a la casa de sus dos hermanas solteras, Antonia y Juliana, que eran muy piadosas. Enseñaron a su hermano los rudimentos de la oración mental, de suerte que, al poco tiempo, Alonso meditaba dos horas cada mañana y, por la tarde, reflexionaba sobre los misterios del rosario. Pronto empezó a descubrir la imperfección de su vida pasada, viéndola a la luz de Cristo. A raíz de una visión de la felicidad del cielo, hizo una confesión general. Desde entonces, empezó a practicar duras mortificaciones y a confesarse y comulgar una vez por semana. Algunos años más tarde, murió su hijo; Alonso, que se hallaba en el paroxismo del dolor, experimento un gran consuelo al comprender que su hijo se había librado del peligro de ofender a Dios.

Aunque no por primera vez, le vino entonces la idea de abrazar la vida religiosa, y pidió su admisión a los jesuitas de Segovia. Estos le disuadieron sin vacilar, pues tenía ya casi cuarenta años, su salud era bastante mala y su educación no era suficiente para el sacerdocio. Sin perder ánimo, Alonso fue a ver a Valencia, a su antiguo amigo, el P. Luis Santander, S.J., quien le recomendó que empezase a aprender el latín para ordenarse cuanto antes. Así pues, como lo había hecho san Ignacio de Loyola, Alonso empezó a asistir a la escuela con los niños, lo cual constituía no poca mortificación. Como había dado a sus hermanas y a los pobres casi todo el dinero que tenía, hubo de entrar a servir como criado y aun se vio obligado a pedir limosna, de cuando en cuando. En la escuela conoció a un hombre de su edad y de aspiraciones semejantes a las suyas, el cual trató de persuadirle a que renunciase a ser jesuita y se fuese con él a vivir como ermitaño. Alonso le hizo una visita en su ermita de la montaña, pero súbitamente cayó en la cuenta de que se trataba de una tentación contra su verdadera vocación y volvió en seguida a Valencia, donde dijo al P. Santander: «Os prometo que jamás en mi vida volveré a hacer mi propia voluntad. Haced de mí lo que queráis». En 1571, el provincial de los jesuitas, desoyendo el parecer de sus subordinados, aceptó a Alonso Rodríguez como hermano coadjutor. Seis meses más tarde, le envió al colegio de Montesión, en Mallorca, donde pronto fue nombrado portero.

San Alonso desempeñó ese oficio hasta que la edad y los achaques se lo impidieron. El P. Miguel Julián resumió, en una frase, la fama de santidad que alcanzó el hermanito en ese puesto: «Este hermano no es un hombre, sino un ángel». San Alonso consagraba a la oración todos los instantes que le dejaba libres su oficio. Aunque llegó a vivir en constante unión con Dios, su camino espiritual estuvo muy lejos de ser fácil. Sobre todo en sus últimos años, el santo atravesó por largos períodos de desolación y aridez y se veía afligido de graves dolores en cuanto hacía el menor esfuerzo por meditar. Como si eso no bastase, le asaltaron las más violentas tentaciones, como si tantos años de mortificación no hubiesen servido de nada. Alonso intensificó, todavía más la penitencia, sin desesperar jamás y siguió en el escrupuloso cumplimiento de sus obligaciones, convencido de que, llegado el momento escogido por Dios, volvería a gozar de las dulzuras y éxtasis de la oración. Algunos sacerdotes que le conocieron durante varios años, declararon que jamás le habían visto hacer ni decir nada que no estuviese bien. En 1585, cuando tenía cincuenta y cuatro años, hizo los últimos votos, los que renovó en la misa todos los días de su vida. La existencia de un portero no tiene nada de envidiable y, menos tratándose de la portería de un colegio, donde se necesita una dosis muy especial de paciencia. Sin embargo, el oficio tiene sus compensaciones, ya que el portero conoce a muchas personas y es una especie de eslabón entre el exterior y el interior. En el colegio de Montesión, además de los estudiantes, había un ir y venir continuo de sacerdotes, nobles, profesionistas y empleados que debían tratar asuntos con los padres, sin contar a los mendigos que acudían en busca de limosna y a los comerciantes de Palma que iban a vender sus productos. Todos conocieron, respetaron y veneraron al hermano Alonso, en busca de cuyo consejo acudían los sabios y los sencillos, y cuya reputación se extendió mucho más allá de los muros del colegio. El más famoso de sus «discípulos» fue san Pedro Claver que, en 1605, estudiaba en el colegio. Durante tres años se puso bajo la dirección de san Alonso, el cual, iluminado por Dios, le entusiasmó y alentó para trabajar en América. Allí fue donde san Pedro Claver ganó el título de «apóstol de los negros».

San Alonso profesó siempre una profunda devoción a la Inmaculada Concepción. En una época, se creyó incluso que san Alonso había compuesto el «Oficio Parvo de la Inmaculada», por el fervor con que el santo practicaba y propagaba esa devoción. Tampoco fue el autor del «Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas», que se debe a la pluma de otro jesuita del mismo nombre y apellido, pero no canonizado. Sin embargo, san Alonso dejó varias obras, que escribió por orden de sus superiores. Su doctrina es sólida y sencilla, sus exhortaciones tienen el fervor que se podían esperar de un santo de su talla, y el contenido de esos libros prueba que san Alonso era un alma mística. Cuando tenía ya más de setenta años, y estaba muy enfermo, el rector del colegio, para probar su virtud, le ordenó que partiese a las Indias. San Alonso se dirigió inmediatamente a la puerta y pidió al portero que le abriese, diciendo: «Tengo orden de partir a las Indias». Así lo habría hecho si el rector no le hubiese mandado llamar de nuevo. Arriba indicamos que en sus últimos años sufrió grandes arideces espirituales y violentos ataques del demonio. A esto se añadieron las enfermedades y los sufrimientos físicos. Finalmente tuvo que guardar cama; pero su invencible paciencia y su perseverancia le merecieron entonces consolaciones «tan intensas, que no podía levantar los ojos del alma a Jesús y María sin verles como si estuviesen presentes».

En mayo de 1617, el P. Julián, rector de Montesión, que sufría de una fiebre reumática, rogó a san Alonso que orase por él. El santo pasó la noche en oración y, a la mañana siguiente, el rector pudo celebrar la misa. En octubre de ese año, sintiendo aproximarse su fin, el santo recibió la comunión y, al punto, cesaron todos sus sufrimientos espirituales y corporales. Del 29 al 31 de octubre estuvo en éxtasis y después comenzó su terrible agonía. Media hora antes del fin, recobró el conocimiento, miró amablemente a sus hermanos, besó el crucifijo, pronunció en voz alta el nombre de Jesús y expiró. El virrey y toda la nobleza de Mallorca asistieron a sus funerales, así como el obispo y una multitud de pobres y enfermos, cuyo amor y cuya fe premió el cielo con milagros. San Alonso fue canonizado junto con san Pedro Claver en 1888.

Los documentos publicados para la Sagrada Congregación de Ritos con miras a la beatificación son muy numerosos, debido a que el promotor fidei presentó numerosas objeciones, basadas en la primera parte de la vida y en los escritos del santo. Dichos documentos, así como las notas autobiográficas que san Alonso escribió, por obediencia, entre 1601 y 1616, constituyen los materiales más valiosos. Las notas autobiográficas forman la primera parte de sus Obras Espirituales, editadas por el P. J. Nonnell en Barcelona (1885-1887). El mismo autor escribió en español la mejor de las biografías del santo, titulada «Vida de San Alonso Rodríguez» (1888); el P. Coldie aprovechó mucho esa obra para la biografía que publicó en 1889. En Acta Sanctorarn, oct., vol. XIII, puede verse la biografía más antigua de san Alonso, publicada por el padre Janin en 1644, en latín. Sobre la relación del santo con el Oficio Parvo de la Inmaculada, véase Uriarte, Obras anónimas y seudónimas S.J., vol. I, pp. 512-515. Acerca de la doctrina ascética de san Alonso, cf. Villier, Dictionnaire de Spiritualité, vol. I (1933), cc. 395-402. Como biografía más reciente puede consultarse Saborido, J. L., San Alonso Rodriguez, Bilbao 1998. No debe confundirse este santo con el san Alonso Rodríguez evangelizador del Paraguay, también jesuita, que celebramos el 15 de noviembre.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 

No hay comentarios: