sábado, 20 de julio de 2013

Víctor, San


Mártir, Julio 21
 
Víctor, San
Víctor, San

Mártir

Martirologio Romano En Marsella, ciudad de la Provenza, en la Galia, san Víctor, mártir (c. 292).

Etimología: Víctor = vencedor, del latín

Al poco tiempo de haber mandado degollar a toda la legión Tebea, fue el emperador Maximiano a Marsella, donde había una iglesia numerosa y floreciente. A su llegada temblaron por su vida todos los fieles de la ciudad y se prepararon para el martirio.

Durante esta general consternación un oficial cristiano, llamado Víctor, iba todas las noches de casa en casa a visitar a sus hermanos en Jesucristo para exhortarles al desprecio de la muerte, e inspirarles el deseo de la vida eterna.

Habiendo sido sorprendido en una acción tan digna de un soldado de Cristo, fue conducido al tribunal de los prefectos Asterio y Eutiquio, que le representaron el peligro que corría, y cuán loco era de exponerse a perder el fruto de sus servicios y el favor del príncipe, por querer adorar a un hombre muerto. Contestó Víctor que renunciaba a todas las ventajas, que no podía servir mas que a Jesucristo, Hijo eterno de Dios, que se había dignado hacerse hombre y que había resucitado después de muerto. Semejante respuesta excitó furiosos gritos de indignación, pero como el prisionero era persona ilustre, lo enviaron al emperador Maximiano, el cual, para torcer la constancia de Víctor lo hizo atar de pies y manos y mandó que lo paseasen por todas las calles de la ciudad, exponiéndolo así a los insultos del populacho.

A la vuelta de este público desprecio, lo presentaron todo cubierto de sangre a los prefectos, y Asterio :mandó que lo extendiesen sobre el caballete, donde los verdugos le atormentaron por largo espacio. Encerránronle después en una lóbrega prisión, en la cual, a media noche, le visitó el Señor por el ministerio de sus ángeles. La cárcel se llenó de admirable claridad.

El santo mártir cantaba con los espíritus celestiales las alabanzas del Señor. Tres soldados encargados de custodiar le quedaron tan asombrados de lo que pasaba, que arrojándose a los pies de Víctor, le pidieron perdón y la gracia del bautismo. Llamábanse Longinos, Alejandro y Feliciano, los cuales fueron bautizados aquel día, y Víctor les sirvió de padrino.

Al día siguiente, supo todo esto el emperador, y montado en cólera hizo trasladar los cuatro santos a la plaza pública, donde fueron cargados de injurias por la plebe soez y cortadas las cabezas de los tres centinelas.

Tres días después llamó de nuevo el emperador a Víctor a su tribunal y le mandó adorar una estatua de Júpiter puesta sobre un altar, pero Víctor, lleno de fe en Jesucristo, dio un puntapié al altar, y lo derribó juntamente con el ídolo hecho pedazos.

El tirano, para vengar a sus dioses, le hizo cortar el pie ordenando luego que metiesen al mártir debajo de la rueda de un molino. Como a la primera vuelta el molino se descompusiese, sacaron de allí al santo y le cortaron la cabeza. Su cuerpo, junto con los cadáveres de Longinos, Alejandro y Feliciano, fueron arrojados al mar, pero los cristianos los encontraron sobre la orilla y les dieron honrosa sepultura.


San Víctor de Marsella, mártir
fecha: 21 de julio
†: c. 292 - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Marsella, ciudad de Provenza, en la Galia, san Víctor, mártir.

A fines del siglo III, el emperador Maximiano fue a Marsella, que era la más floreciente y poblada de las Iglesias de la Galia. Su viaje alarmó y puso en guardia a los fieles. Un oficial cristiano del ejército romano, llamado Víctor, aprovechó la oscuridad de la noche para visitar a las familias y exhortadas a no temer la muerte corporal. Cuando la autoridades se enteraron de lo que hacía Víctor, le obligaron a comparecer ante los prefectos Asterio y Eutiquio, pero como el prisionero era una persona distinguida, fue remitido a Maximiano. La cólera del Emperador no amilanó a Víctor, y, como el tirano viese que sus amenazas no producían efecto alguno, mandó a los soldados que atasen aI oficial y le arrastrasen por las calles de la ciudad. Víctor compareció nuevamente ante los prefectos, cubierto de heridas sangrantes. Asterio y Eutiquio le exhortaron a adorar a los ídolos, pero el mártir, lleno del Espíritu Santo, manifestó: «Desprecio a vuestras divinidades y confieso a Jesucristo. Torturadme a vuestro placer». Asterio le mandó atormentar cruelmente en el potro. El mártir pidió fuerza a Dios y, entonces, se le apareció Jesucristo con la cruz a cuestas, le dio el beso de paz y le dijo que Él sufría en cada uno de sus mártires y los coronaba después de la victoria. Estas palabras dieron fuerza a Víctor. Cuando los verdugos se cansaron de atormentarle, el prefecto dio orden de que le arrojasen en un calabozo. A media noche, Dios envió a sus ángeles a consolar al mártir: la prisión se iluminó con una luz más brillante que la del sol, y Víctor oyó a los ángeles cantar las alabanzas al Creador. Al ver la luz, tres de los guardias se arrojaron llenos de temor a los pies del mártir y le pidieron el bautismo. Con ellos mandó llamar san Víctor a unos sacerdotes y, aprovechando la oscuridad de la noche, el prisionero y los sacerdotes llevaron a los guardias a la playa y san Víctor «los sacó del agua», es decir, fue su padrino de bautismo. Después, retornó con ellos a la prisión.

Cuando Maximiano se enteró de la conversión de los guardias, montó en cólera y mandó que éstos, junto con Víctor, fuesen conducidos inmediatamente a la plaza central. La chusma insultaba a san Víctor para que hiciese volver a los convertidos a la religión pagana, pero el mártir respondió: «No puedo deshacer lo que está bien hecho». Los tres soldados perseveraron en la fe y fueron decapitados. Víctor, después de haber sido apaleado y azotado, retornó a la prisión, donde estuvo tres días más. Entonces, Maximiano le mandó comparecer nuevamente ante el tribunal y le ordenó que ofreciese incienso a la estatua de Júpiter que había mandado colocar sobre un altar para el caso. Víctor se dirigió al altar y lo derribó a puntapiés, según se cuenta también de otros mártires. El emperador mandó que le cortasen inmediatamente el pie, y le condenó a morir aplastado bajo una piedra de molino. Los verdugos rodaron la piedra, pero ésta se quebró antes de aplastar al santo. Entonces, los soldados le decapitaron. Los cuerpos de los mártires fueron arrojados al mar, pero las olas los depositaron en la playa y los cristianos les dieron sepultura en una cueva. El autor de las «Actas» añade: «Hasta el día de hoy han realizado numerosos milagros, y Dios concede innumerables beneficios, por Nuestro Señor Jesucristo, a quienes invocan los méritos de los mártires».

Las «Actas», en las que se basa lo que sabemos sobre san Víctor, pertenecen a la categoría de «novelas hagiográficas», en las que lo verdadero y lo legendario se mezclan de tal modo, que es muy difícil -o simplemente imposible- averiguar los hechos históricos. Sin embargo, a pesar de las adiciones legendarias en la historia del santo, consta por el testimonio de Gregorio de Tours y de Venancio Fortunato que su tumba en Marsella era uno de los sitios de peregrinación más famosos de la Galia.

Las «Actas» pueden verse en Acta Sincera de Ruinart, y en Acta Sanctorum, julio, vol. V. Muy probablemente el nombre de san Víctor figuraba en el texto original del Hieronymianum. Cf. Delehaye, Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, p. 389; y E. Duprat, Mémoires de l'Institut historique de Provence, vol. XX y XXI (1943-1944). En la imagen: relieve en piedra que representa a san Víctor en el caballo, de 1360/70, en el coro d ela iglesia de Saint-Victor en Marsella.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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