sábado, 20 de julio de 2013

Lorenzo de Brindisi, Santo

Doctor de la Iglesia, Julio 21
 
Lorenzo de Brindisi, Santo
Lorenzo de Brindisi, Santo

Sacerdote capuchino
Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: San Lorenzo de Brindisi, presbítero y doctor de la Iglesia, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador incansable por varias naciones de Europa, que de caracter sencillo y humilde, cumplió fielmente todas las misiones que se le encomendaron, como la defensa de la Iglesia ante los turcos que intentaban dominar Europa, la reconciliación de príncipes enfrentados y el gobierno de su Orden religiosa. Murió en Lisboa, en Portugal, el veintidós de julio de 1619.

Etimolgía: Lorenzo = laurel, de la lengua latina.

Cesar de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre. A los seis años ya asombraba a todos por la facilidad de aprender de memoria páginas enteras, que declamaba en público.

Primero se educó en el convento de los franciscanos de su ciudad natal y, después, bajo la dirección de un tío suyo en el colegio de San Marcos de Venecia. Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y a los dieciséis años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona. Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?." "Sí, lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cualquier padecimiento". Con el hábito religioso recibió el nombre de Lorenzo.

Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario dominio de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia.

Por su gran don de prédica, siendo diácono, le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción al oír sus sermones, y muchas eran las conversiones.

Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia. En 1596, pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos. Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un profundo conocimiento del hebreo.

Un sacerdote le preguntó: "Frai Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo".

Dormía sobre tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia comiendo casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos.

Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría. El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos. En algunas ocasiones, San Lorenzo fue prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque, sin más armas que un crucifijo. La aplastante derrota que sufrieron los turcos fue atribuida por todos a San Lorenzo. Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano.

Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios de los hombres verdaderamente santos. Los principales señores de Nápoles acudían a San Lorenzo para presentarle sus quejas por la tiranía del virrey español, duque de Osuna y le pedían que fuese a la corte del rey Felipe para evitar que el pueblo se levantase en armas. El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso. Cuando llegó a Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa. Así pues, prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su elocuencia y su poder de persuasión y logró que el monarca prometiese relevar del cargo de virrey al duque de Osuna.

San Lorenzo regresó entonces a su convento y ahí falleció el día de su cumpleaños, 22 de julio de 1619. Cumplía 60 años. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca.

Lo canonizó León XIII en 1881. Juan XXIII lo declaró Doctor de la Iglesia en 1959, con el título de Doctor Evangélico, por lo elevado de su inspiración evangélica.

Iconografía: con hábito, un libro, la hostia alusiva a su veneración a la Eucaristía y la imagen de María Santísima, por la especial devoción que le manifestó.

 

San Lorenzo de Brindis
(Italiano: Brindisi)
(
1559-1619)  -Fiesta: 21 de julio-Adaptado de La Vida de los Santos de Butler.Etim.: "Laureado"
Doctor de la Iglesia,
sacerdote capuchino, predicador.
Vigoroso predicador de gran influencia en el período pos-reformación.
Nació en Brindis, reino de Nápoles, el año 1559; ingresó en la Orden de Capuchinos, donde enseñó teología a sus hermanos de religión y ocupó varios cargos de responsabilidad. Delegado del Papa en muchos asuntos importantes, sin embargo siempre mantuvo una profunda humildad. El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un ejercito. Predicó con asiduidad y eficacia en varios países de Europa; también escribió muchas obras de carácter doctrinal. Murió en Lisboa el año 1619.
Su meditación favorita: La pasión y Muerte de Jesucristo. De sus sermones: La predicación es una función apostólica
 


Cesar de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559.  Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre.  A los seis años ya asombraba a todos por la facilidad de aprender de memoria páginas enteras, que declamaba en público.
Primero se educó en el convento de los franciscanos de su ciudad natal y, después, bajo la dirección de un tío suyo en el colegio de San Marcos de Venecia.  Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y a los dieciséis años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona. Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera.  El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?."  "Sí, lo habrá", respondió el superior.  "Pues eso me basta.  Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cualquier padecimiento". Con el hábito religioso recibió el nombre de Lorenzo.
Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario dominio de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia. 
Por su gran don de prédica, siendo diácono,  le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción al oír sus sermones, y muchas eran las conversiones.
Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia.  En 1596, pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos.  Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un profundo conocimiento del hebreo.
Un secreto.  Un sacerdote le preguntó: "Frai Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?"  Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria.  En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme.  Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo" 
Dormía sobre tablas.  Se levantaba por la noche a rezar salmos.  Ayunaba con frecuencia comiendo casi siempre pan y verduras.  Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos. 
Enviado a Alemania. Sus superiores le enviaron, junto con el Beato Benito de Urbino, a establecer a los capuchinos en Alemania como una muralla contra el protestantismo.  Los dos misioneros empezaron por atender a las víctimas de una epidemia de peste; más tarde, fundaron conventos en Praga, Viena y Gorizia, de donde habían de nacer con el tiempo las provincias de Bohemia, Austria y Estiria.  En el capítulo de 1602, San Lorenzo fue elegido superior general de su orden.  Desempeñó su cargo con vigor y caridad.  Al punto emprendió la visita de las provincias, pero, en 1605, se negó a aceptar la reelección, pues pensaba que Dios le reservaba para otras empresas.
Ante la amenaza turca. Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría.  El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos.  En algunas ocasiones, San Lorenzo fue prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque, sin más armas que un crucifijo.  La aplastante derrota que sufrieron los turcos fue atribuida por todos a San Lorenzo.  Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano.  
Tras de algún tiempo de predicar y reconciliar con la Iglesia a los herejes de Alemania, recibió del emperador la comisión de persuadir a Felipe III de España a que se uniese a la Liga Católica y aprovechó la ocasión para fundar un convento de capuchinos en Madrid.  Después, fue enviado a Munich como nuncio de la Santa Sede ante Maximiliano de Baviera, el jefe de la Liga.  Desde ahí administró dos provincias de su orden y prosiguió su tarea de pacificación y predicación.  En 1618, tras de haber mediado dos veces en las diferencias reales, se retiró al convento de Caserta, con la esperanza de verse libre de todas las distracciones mundanas, por más que siempre había hecho todo lo posible por evitar que sus actividades en los asuntos seculares le apartaran de su vida como religioso.  Dios le había concedido una gracia especial para ello y el santo era frecuentemente arrebatado en éxtasis mientras celebraba la misa, de suerte que puede decirse que su vida interior constituía el punto de partida de todas sus actividades exteriores.
Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios de los hombres verdaderamente santos.  Los principales señores de Nápoles acudían a San Lorenzo para presentarle sus quejas por la tiranía del virrey español, duque de Osuna y le pedían que fuese a la corte del rey Felipe para evitar que el pueblo se levantase en armas.  El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso.  Cuando llegó a Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa.  Así pues, prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su elocuencia y su poder de persuasión y logró que el monarca prometiese relevar del cargo de virrey al duque de Osuna.
San Lorenzo regresó entonces a su convento y ahí falleció el día de su cumpleaños, 22 de julio de 1619.   Cumplía 60 años. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca. 
Su beatificación tuvo lugar en 1783; durante el proceso, se examinaron a fondo sus escritos. Dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, entre ellos 800 sermones muy sabios. También un comentario del Génesis y algunas obras contra Lutero. 
San Lorenzo fue canonizado en 1881. En 1959 el Papa Juan XXIII le dio el título de doctor de la Iglesia ("doctor apostolicus").
San Lorenzo de Brindisi, ruega por nosotros, qué seamos humildes amantes de la cruz y nos gastemos por Cristo.
BIBLIOGRAFÍA
Butler, Vida de los Santos.Salesman, P. Eliécer,  Vidas de los Santos.
Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini -
Un Santo Para Cada Día.

Lorenzo de Brindis

   
San Lorenzo de Brindis O.F.M.Cap.
San Lorenzo da Brindisi.jpg
Proclamado Doctor de la Iglesia el 19 de marzo de 1959 por el papa Juan XXIII
NombreGiulio Cesare Russi
ApodoDoctor Apostolicus
Nacimiento22 de julio de 1559
Brindis, Flag of the Kingdom of Naples.svg Reino de Nápoles
Fallecimiento22 de julio de 1619
Belém (Lisboa), Flag Portugal (1830).svg Reino de Portugal
Venerado enIglesia Católica
Beatificación1783, por Pío VI
Canonización1881 en Roma, por León XIII
Principal SantuarioVillafranca del Bierzo
Festividad21 de julio
Atributoshábito franciscano, conduciendo un ejército, con una cruz en la mano y Jesucristo acompañándole. Por su condición de Doctor con un libro.
PatronazgoBrindisi-Stemma.png Brindis
San Lorenzo de Brindis O.F.M.Cap., (Brindis, 22 de julio de 1559 - Lisboa, 22 de julio de 1619). Nacido Giulio Cesare Russi, santo de la Iglesia Católica y miembro de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, es Doctor de la Iglesia desde 1959.

Juventud y formación

Nació en Brindis (Italia) el 22 de julio de 1559, hijo de comerciantes venecianos, Guglielmo Russi (o de Rossi) y de Elisabetta Masella, radicados en esa localidad portuaria de la Apulia, donde quedó pronto huérfano de padre.
A los 14 años entra en los Franciscanos conventuales de su ciudad natal, pero ha de salir, al encontrarse la ciudad amenazada por los turcos. Se refugia con su madre en Venecia.
El 17 de febrero de 1575 ingresa en los capuchinos de Verona. Estudia a fondo la Sagrada Escritura en la Universidad de Padua y adquiere un conocimiento de idiomas poco corriente: hablaba, además de latín, español e italiano, francés, alemán, griego, siríaco y hebreo.

Predicador

Lorenzo fue ordenado sacerdote en 1583, e inició una extraordinaria labor como predicador. Su doble preocupación fue la lucha contra el protestantismo y contra los turcos. Él repetía: «Dios me ha llamado a ser franciscano para la conversión de los pecadores y de los herejes».
Y en efecto, predicó de manera incesante en Italia, Hungría, Bohemia, Bélgica, Suiza, Alemania, Francia, España y Portugal. Apoyado por los jesuitas, desarrolló una admirable labor en la Europa central y sembró de conventos franciscanos gran parte de las naciones en las que había predicado. Enviado en 1599 a Austria, al frente de un grupo de religiosos, estableció conventos en Viena, Graz y Praga. En Praga sus predicaciones conmovieron la opinión pública y provocaron la reacción de los protestantes, que solicitaron del emperador Rodolfo II su expulsión.

Obra teológica


 
San Lorenzo de Brindis en un grabado del siglo XVIII.

Sermones

Aparte de su admirable predicación por toda Europa, Lorenzo dejó una multitud de obras, entre ellas más de 800 sermones, que ocupan 11 de los 15 volúmenes de sus obras completas. Constituyen un admirable ejemplo de lo que modernamente se ha llamado teología kerigmática, y esta manera de exponer las verdades eternas le sitúa en la línea de clásica actividad pastoral de los Santos Padres y de los grandes doctores obispos. Destaca en especial su admirable Mariología, de una claridad de conceptos verdaderamente extraordinaria.

Pro conversión de los judíos

Encontramos también reflejada en su obra literaria la actividad que desarrolló en pro de la conversión de los judíos, cuando por encargo de Clemente VIII predicó durante tres años a los judíos de Roma. Estas tareas y la enseñanza de la Sagrada Escritura a los religiosos de su Orden, juntamente con su conocimiento del hebreo, arameo y caldeo, le permiten mostrarse como espléndido exegeta en su Explanatio in Genesim. Uniendo una sana filosofía con profundos conocimientos teológicos, trata de manera magistral todas las cuestiones referentes a Dios creador, a sus atributos, a los ángeles, a la naturaleza y composición del hombre, a la institución matrimonial, etc.

Contra los protestantes

También se refleja en su obra literaria el admirable apostolado antiprotestante que desarrolló.
En Praga tuvo una disputa con el luterano Policarpo Leiser, teólogo, escritor y predicador de la corte del príncipe elector de Sajonia. Reflejo de aquella disputa es la Lutheranismi hypotyposis (3 vol.), manual práctico de apología de la fe católica y confutación de la interpretación protestante.
El vigor de la dialéctica teológica está sostenido por la exactitud del estudioso, que se informa sobre la génesis histórica y doctrinal del protestantismo directamente: en la literatura y en los símbolos protestantes, en una cuarentena de autores reformados, sin excluir los manuscritos y los libelos, además de las obras de Lutero. En esta empresa defensiva y confirmativa al mismo tiempo, característica de una época, la Contrarreforma, en la que la controversia adquirió tanta importancia, Lorenzo emula, con acentuación polémica, la acción de Pedro Canisio, y simplifica, para el uso ministerial, el método escolástico de las Disputationes de Roberto Belarmino.
La proclamación de Lorenzo como Doctor de la Iglesia es la confirmación de tan excelente magisterio. Pero se tiene la convicción de que todavía ocultan los archivos europeos muchos documentos interesantes que podrán dar luz sobre su actividad doctrinal antiprotestante.

Actividad "política"

Hacía falta también un animador espiritual en la lucha contra los turcos, que golpeaban las puertas del Imperio. Clemente VIII envió a Lorenzo al emperador Rodolfo II, «seguro de que él sólo valdría lo que un ejército» y, en efecto, Lorenzo fue el brazo derecho del príncipe Felipe Manuel de Lorena, que consiguió en 1601 la liberación de Székesfehérvár (Alba Regia) en una gran victoria contra la masa de cerca de 80.000 turcos, capitaneados por Mohamed III, que se aprestaba a invadir Estiria y amenazaba conquistar Austria, invadiendo desde allí Italia y Europa entera. Lorenzo escribió una preciosa crónica de campaña y aunque ocultase en ella en parte sus rasgos de valor, capitanes y soldados le aclamaron como el principal autor de la batalla. No cabe la menor duda de que el santo pudo practicar en aquella ocasión, con un ejército tan cosmopolita, su conocimiento de idiomas. Lo cierto es que resultó un magnífico capellán militar.
Fue también Ministro general de su Orden (1602-1605), con una actuación sumamente brillante. En este cargo, como en todos los demás (Ministro provincial, Comisario general, etc.), se mantuvo siempre sencillo y afable, típicamente franciscano. Rechazaba los honores con la mayor naturalidad. Permaneció siempre fiel a su costumbre de dormir sobre tablas, levantarse durante la noche para salmodiar, ayunar con frecuencia a pan y verdura, disciplinarse duramente y, sobre todo, meditar con asiduidad los sufrimientos de Cristo.

Muerte y sucesos posteriores

Se encontraba en Lisboa, tratando con Felipe III de España la causa de los napolitanos oprimidos por el Virrey Pedro Téllez-Girón, duque de Osuna, cuando el 22 de julio de 1619 le sobrevino su muerte. Su cuerpo fue llevado al Convento de la Anunciada, de monjas clarisas, de Villafranca del Bierzo (provincia de León), donde es venerado. Su sepulcro fue profanado en 1808 por las tropas francesas que ocuparon la ciudad durante la Guerra de la Independencia Española.

Beatificación, canonización y Doctor de la Iglesia

Fue beatificado por Pío VI en 1783 y canonizado por León XIII en 1881. Juan XXIII le otorgó el título de Doctor de la Iglesia con el nombre de Doctor Apostolicus por el Breve «Celsitudo ex humilitate» de 19 de marzo de 1959. Su fiesta se celebra el 21 de julio.

Bibliografía

  • Opera omnia, 15 vol., ed. crítica, Quaracchi 1926-56;
  • A. DA CARMIGNANO, S. Lorenzo da Brindisi, dottore della Chiesa universale, 4 vol., Padua 1960-1963 (biografía exhaustiva);
  • A. DA CARMIGNANO, San Lorenzo de Brindis, Doctor de la Iglesia. Estudio biográfico, Madrid 1959;
  • A. DA CARMIGNANO, L. RUSSO, Lorenzo da Brindisi, en Bibl. Sanct. 8,161-180;
  • C. DA SOLESIMO, L'apologetica di S. Lorenzo da Brindisi: originalitá, Roma 1959;
  • VARIOS, Miscellanea laurentiana, Padua 1951; VARIOS, «Estudios Franciscanos», segundo semestre 1960 (n° monográfico).

Enlaces externos

 
 

Benedicto XVI: Lorenzo de Brindisi y la Sagrada Escritura

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 23 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la catequesis que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy durante la Audiencia General celebrada en el Aula Pablo VI, dentro de su ciclo de doctores de la Iglesia.
* * * * *
Queridos hermanos y hermanas,
recuerdo aún con alegría la acogida festiva que se me reservó en 2008 en Brindisi, la ciudad que en 1559 vio nacer a un insigne doctor de la Iglesia, san Lorenzo de Brindisi, nombre que Giulio Cesare Rossi asumió al entrar en la Orden de los Capuchinos. Desde la infancia fue atraído por la familia de san Francisco de Asís. De hecho, huérfano de padre a los siete años, fue confiado por la madre a los cuidados de los frailes Conventuales de su ciudad. Algunos años después, sin embargo, se trasladó con su madre a Venecia, y precisamente en el Véneto conoció a los Capuchinos, que en aquella época se habían puesto generosamente al servicio de toda la Iglesia, para incrementar la gran reforma espiritual promovida por el Concilio de Trento. En 1575 Lorenzo, con la profesión religiosa, se convirtió en fraile capuchino, y en 1582 fue ordenado sacerdote. Ya durante los estudios eclesiásticos mostró las eminentes cualidades intelectuales de las que había sido dotado. Aprendió fácilmente las lenguas antiguas, entre ellas el griego, el hebreo y el sirio, y las modernas como el francés y el alemán, que se unían al conocimiento de la lengua italiana y al de la latina, que en esa época se hablaba con fluidez entre los eclesiásticos y los hombres de cultura.
Gracias al dominio de muchos idiomas, Lorenzo pudo llevar a cabo un intenso apostolado hacia diversas categorías de personas. Predicador eficaz, conocía de modo profundo no sólo la Biblia, sino también la literatura rabínica, que los propios Rabinos se quedaban asombrados y admirados, manifestándole estima y respeto. Teólogo versado en la Sagrada Escritura y en los Padres de la Iglesia, era capaz de ilustrar de modo ejemplar la doctrina católica también a los cristianos que, sobre todo en Alemania, se habían adherido a la Reforma. Con su exposición clara y tranquila, mostraba el fundamento bíblico y patrístico de todos los artículos de fe puestos en discusión por Martín Lutero. Entre estos, la primacía de san Pedro y de sus sucesores, el origen divino del Episcopado, la justificación como transformación interior del hombre, la necesidad de las obras buenas para la salvación. El éxito que gozó Lorenzo nos ayuda a comprender que también hoy, llevando hacia adelante el diálogo ecuménico con tanta esperanza y la confrontación con las Sagradas Escrituras, leídas según la Tradición de la Iglesia, constituyen un elemento irrenunciable y de fundamental importancia, como he querido recordar en la Exhortación Apostólica Verbum Domini (n.46).
También los fieles más sencillos, no dotados de gran cultura, se beneficiaron de las palabras convincentes de Lorenzo, que se dirigía a la gente humilde para exhortar a todos a la coherencia de la propia vida con la fe profesada. Esto fue un gran mérito de los Capuchinos y de otras órdenes religiosas, que en los siglos XVI y XVII, contribuyeron a la renovación de la vida cristiana penetrando en profundidad en la sociedad con su testimonio de vida y sus enseñanzas. También hoy, la nueva evangelización necesita apóstoles bien preparados, con celo y valientes, para que la luz y la belleza del Evangelio prevalezcan sobre las tendencias culturales del relativismo ético y de la indiferencia religiosa, y transformen los distintos modos de pensar y de actuar en un auténtico humanismo cristiano. Es sorprendente que san Lorenzo de Brindisi pudiera desarrollar ininterrumpidamente esta actividad de apreciado e infatigable predicador en muchas ciudades de Italia y en distintos países, no obstante realizara encargos importantes y de gran responsabilidad. Dentro de la Orden de los Capuchinos, de hecho, fue profesor de teología, maestro de novicios, muchas veces ministro provincial y consejero general y, finalmente ministro general del 1602 al 1605.
En medio de tantos trabajos, Lorenzo cultivó una vida espiritual de fervor excepcional, dedicando mucho tiempo a la oración y de modo especial a la celebración de la Santa Misa, que a menudo conllevaba horas, entendiendo y conmoviéndose con el memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
En la escuela de los santos, todo presbítero, como ha menudo se ha subrayado durante el reciente Año Sacerdotal, puede evitar el peligro del activismo, de actuar, es decir, olvidando las motivaciones profundas del ministerio, solamente si cuida su propia vida interior. Hablando a los sacerdotes y a los seminaristas en la catedral de Brindisi, ciudad natal de san Lorenzo, he recordado que “el momento de la oración es el más importante en la vida del sacerdote, es en el que actúa con más eficacia la gracia divina, fecundando su ministerio. Rezar es el primer servicio que hay que ofrecer a la comunidad. Y por esto, los momentos de oración deben tener en nuestra vida una verdadera prioridad.. Si no estamos interiormente en comunión con Dios, no podemos dar nada a los demás. Por esto Dios es la primera prioridad. Debemos reservar siempre el tiempo necesario para estar en comunión de oración con nuestro Señor”. Por lo demás, con el ardor inconfundible de su estilo, Lorenzo exhorta a todos, no sólo a los sacerdotes, a cultivar la vida de oración porque por medio de esta nosotros hablamos a Dios y Dios nos habla a nosotros: “¡Oh, si tuviésemos en cuenta esta realidad! -exclama- Es decir que Dios está de verdad presente ante nosotros cuando le hablamos rezando; que escucha verdaderamente nuestra oración, aunque si solo rezamos con el corazón y con la mente. Y no sólo está presente y nos escucha, sino que puede y desea contestar voluntariamente y con máximo placer nuestras preguntas”.
Otro detalle que caracteriza la obra de este hijo de San Francisco es su actuación por la paz. Sea los Sumos Pontífices que los príncipes católicos le confiaron repetidamente importantes misiones diplomáticas para dirimir controversias y favorecer la concordia entre los Estados Europeos, amenazados en aquel tiempo por el Imperio otomano. La autoridad moral que tenía lo hacía ser considerado consejero solicitado y escuchado. Hoy, como en los tiempos de San Lorenzo, el mundo tiene necesidad de hombres y mujeres pacíficos y pacificadores. Todos los que creen en Dios deben ser siempre fuentes y constructores de paz. Fue en ocasión de una de estas misiones diplomáticas cuando Lorenzo terminó su vida terrena, en 1619 en Lisboa, donde había ido a encontrarse con el rey de España, Felipe III, para defender la causa de sus súbditos napolitanos acosados por las autoridades locales.
Fue canonizado en 1881 y, con motivo de su vigorosa e intensa actividad, de su amplia y armoniosa ciencia, mereció el título de Doctor apostolicus, “Doctor apostólico”, de parte del Beato Papa Juan XXIII en 1959, con ocasión del cuarto centenario de su nacimiento. Tal reconocimiento fue concedido a Lorenzo de Brindisi, también, porque fue autor de numerosas obras de exégesis bíblica, de teología y de escritos destinados a la predicación. En estos ofrece una exposición sistemática de la historia de la salvación, centrada en el misterio de la Encarnación, la más grande manifestación del amor divino por los hombres. Además, siendo un mariólogo de gran valor, autor de un compendio de sermones sobre Nuestra Señora llamado “Mariale”, pone en evidencia el papel único de la Virgen María, de la que afirma con claridad la Inmaculada Concepción y la cooperación en la obra de redención cumplida en Cristo.
Con fina sensibilidad teológica, Lorenzo de Brindisi también puso de relieve la acción del Espíritu Santo en la existencia del creyente, Nos recuerda que con sus dones, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, ilumina y ayuda en nuestro compromiso de vivir con alegría el mensaje del Evangelio. “El Espíritu Santo -escribe San Lorenzo- vuelve dulce el yugo de la ley divina y ligero su peso, de manera que sigamos los mandamientos de Dios con gran facilidad, incluso con complacencia”.
Quisiera completar esta breve presentación de la vida y de la doctrina de San Lorenzo de Brindisi, destacando que toda su actividad fue inspirada por un gran amor a las Sagradas Escrituras, que sabía ampliamente de memoria, y por la convicción de que la escucha y la acogida de la Palabra de Dios produce una transformación interior que nos conduce a la santidad. “La Palabra del Señor -afirmó- es luz del intelecto y fuego para la voluntad, para que el hombre pueda conocer y amar a Dios. Para el hombre interior, que por medio de la gracia vive del Espíritu Santo, es pan y agua, pero pan dulce como la miel y agua mejor que el vino y la leche... Es un martillo contra un corazón duramente obstinado en los vicios. Es una espada contra la carne, el mundo y el demonio, para destruir todo pecado”. San Lorenzo de Brindisi nos enseña a amar las Sagradas Escrituras, a crecer en la familiaridad con ella, a cultivar cotidianamente la relación de amistad con el Señor en la oración, para que todas nuestras acciones, toda nuestra actividad tenga en Él su comienzo y su cumplimento. Esta es la fuente a la que acudir para que nuestro testimonio cristiano sea luminoso y sea capaz de conducir a los hombres de nuestro tiempo hasta Dios.
[En español dijo]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Ecuador, Perú, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Os invito a que, siguiendo el ejemplo de San Lorenzo de Brindis, escuchéis y acojáis la Palabra de Dios, para que os dejéis transformar interiormente y, así, cada una de vuestras acciones tenga al Señor como su inicio y tienda a él como a su fin. Muchas gracias.
 
San Lorenzo de BrindisPredicador
Año 1619

Jesús en bajado de la CruzLorenzo significa: coronado de laurel. Laureado. Este santo ha sido quizás el más famoso predicador de la comunidad de Padres Capuchinos.
Nació en Brindis (Italia) cerca de Nápoles. Desde pequeño demostró tener una memoria asombrosa. Dicen que a los ocho años repitió desde el púlpito de la Catedral un sermón escuchado a un famoso predicador, con gran admiración de la gente.
Cuando pidió ser admitido como religioso en los Padres Capuchinos, el superior le adevirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?". "Si, lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cuaquier padecimiento".
La facilidad de Lorenzo para aprender idiomas y para grabarse en la memoria todo lo que leía, dejó atónitos a sus superiores y compañeros. Prácticamente se aprendía de memoria capítulos enteros de la S. Biblia y muchas páginas más de libros piadosos. Hablaba seis idiomas: griego, hebreo, latín, francés, alemán e italiano.
Y su capacidad para predicar era tan excepcional, que siendo simple seminarista, ya le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años seguidos. Las gentes vibraban de emoción al oir sus sermones, y muchos se convertían.
Un sacerdote le preguntó: "Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo".
Los capuchinos nombraron a Fray Lorenzo superior del convento y luego superior de Italia. Más tarde al constatar las grandes cualidades que tenía para gobernar, lo nombraron superior general de toda su comunidad en el mundo. En sus años de superiorato recorrió muchos países visitando los conventos de sus religiosos para animarlos a ser mejores y a trabajar mucho por el reino de Cristo. Había días que caminaba a pie 50 kilómetros. No le asustaba desgastarse en su salud con tal de conseguir la salvación de las almas y la extensión del reino de Dios. La gente lo amaba porque era sumamente comprensivo y bondadoso, y porque sus consejos hacían un gran bien. Siendo superior, sin embargo servía a la mesa a los demás, y lavaba los platos de todos.
El Santo Padre, el Papa, lo envió a Checoslovaquia y a Alemania a tratar de extender la religión católica en esos países. Se fue con un buen grupo de capuchinos, y empezó a predicar. Pero en esos días un ejército de 60 mil turcos mahometanos invadió el país con el fin de destruir la religión, y el jefe de la nación pidió al Padre Lorenzo que se fuera con sus capuchinos a entusiasmar a los 18 mil católicos que salían a defender la patria y la religión. La batalla fue terriblemente feroz. Pero San Lorenzo y sus religiosos recorrían el campo de batalla con una cruz en alto cada uno, gritando a los católicos: "Ánimo, estamos defendiendo nuestra santa religión". Y la victoria fue completa. Los soldados victoriosos exclamaban: "La batalla fue ganada por el Padre Lorenzo".
El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un ejército.
El Sumo Pontífice lo envió de delegado suyo a varios países, y siempre estuvo muy activo de nación en nación dirigiendo su comunidad y fundando conventos, predicando contra los protestantes y herejes, y trabajando por la paz y la conversión. Pero lo más importante en cada uno de sus días eran las prácticas de piedad. Durante la celebración de la Santa Misa, frecuentemente era arrebatado en éxtasis, y su orar era de todas las horas y en todos los sitios. Por eso es que obtuvo tan grandes frutos apostólicos.
Dormía sobre duras tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia. Su alimento era casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos. La gente lo admiraba como a un gran santo. Su meditación preferida era acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
En 1959 fue declarado "Doctor de la Iglesia", por el Sumo Pontífice Juan XXIII. Y es que dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, y entre ellos 800 sermones muy sabios. En Sagrada Escritura era un verdadero especialista.
Cuando viajaba a visitar al rey de España enviado por la gente de Nápoles para pedirle que destituyera a un gobernador que estaba haciendo mucho mal, se sintió sin fuerzas y el 22 de julio de 1619, el día que cumplía sus 60 años, murió santamente. Ha sido llamado el "Doctor apostólico".
Ruega por nosotros, querido San Lorenzo, para que no tengamos miedo a gastarnos y desgastarnos por Cristo y su Santa Iglesia, como lo hiciste tú.
Dijo Jesús: "Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto".
 
 

San Lorenzo de Brindis, presbítero y doctor de la Iglesia
fecha: 21 de julio
n.: 1559 - †: 1619 - país: Portugal
otras formas del nombre: Lorenzo de Brindisi
canonización: B: Pío VI 1 jun 1783 - C: León XIII 8 dic 1881
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Lorenzo de Brindis, presbítero y doctor de la Iglesia, de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, predicador incansable por las regiones de Europa, que, de carácter sencillo y humilde, cumplió fielmente todas las misiones que se le encomendaron, como defender la Iglesia contra los infieles, reconciliar a los príncipes enfrentados y llevar el gobierno de su Orden religiosa. Murió en Lisboa, en Portugal, el veintidós de julio de 1619.
refieren a este santo: Beato Benito de Urbino
oración:
Oh Dios, que para gloria de tu nombre y salvación de las almas otorgaste a san Lorenzo de Brindis espíritu de consejo y fortaleza, concédenos llegar a conocer, con ese mismo espíritu, las cosas que debemos realizar y la gracia de llevarlas a la práctica después de conocerlas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Llamado en el siglo César de Rossi, nació en Brindisi, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre. Se educó primero en el convento de los franciscanos de su ciudad natal y, después, bajo la dirección de un tío suyo, en el Colegio de San Marcos de Venecia. Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y a los dieciséis años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona; con el hábito religioso recibió el nombre de Lorenzo. Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario don de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia. Era todavía diácono, cuando predicó una serie de sermones cuaresmales. Después de su ordenación presbiteral, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia. En 1596, pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden, y el papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos. Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un profundo conocimiento del hebreo. Sus superiores le enviaron más tarde, junto con el beato Benito de Urbino, a establecer a los capuchinos en Alemania como una muralla contra el protestantismo. Los dos misioneros empezaron por atender a las víctimas de una epidemia de peste; más tarde, fundaron conventos en Praga, Viena y Corizia, de donde habían de nacer con el tiempo las provincias franciscanas de Bohemia, Austria y Estiria. En el capítulo de 1602, san Lorenzo fue elegido superior general de su orden. Desempeñó su cargo con vigor y caridad. Al punto emprendió la visita de las provincias, pero, en 1605, se negó a aceptar la reelección, pues pensaba que Dios le reservaba para otras empresas.

Cuando era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría. El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos. En algunas ocasiones, san Lorenzo fue prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque, sin más arma que un crucifijo. La aplastante derrota que sufrieron los turcos fue atribuída por todos a san Lorenzo. Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano. Tras de algún tiempo de predicar y reconciliar con la Iglesia a los herejes de Alemania, recibió del emperador la comisión de persuadir a Felipe III de España a que se uniese a la Liga Católica y aprovechó la ocasión para fundar un convento de capuchinos en Madrid. Después, fue enviado a Munich como nuncio de la Santa Sede ante Maximiliano de Baviera, el jefe de la Liga. Desde ahí administró dos provincias de su orden y prosiguió su tarea de pacificación y predicación. En 1618, tras de haber mediado dos veces en las diferencias reales, se retiró al convento de Caserta, con la esperanza de verse libre de todas las distracciones mundanas, por más que siempre había hecho todo lo posible por evitar que sus actividades en los asuntos seculares estorbasen a su santificación. Dios le había concedido una gracia especial para ello y el santo era frecuentemente arrebatado en éxtasis mientras celebraba la misa, de suerte que puede decirse que su vida interior constituía el punto de partida de todas sus actividades exteriores.

Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios de los hombres verdaderamente santos. Los principales señores de Nápoles acudían a san Lorenzo para presentarle sus quejas por la tiranía del virrey español, el duque de Osuna, y le pedían que fuese a la corte del rey Felipe para evitar que el pueblo se levantase en armas. El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso. Cuando llegó a Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa. Así pues, prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su elocuencia y su poder de persuasión y logró que el monarca prometiese relevar del cargo de virrey al duque de Osuna.

San Lorenzo retornó entonces a su convento y ahí falleció el día de su cumpleaños, 22 de julio de 1619. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca. Su beatificación tuvo lugar en 1783; durante el proceso, se examinaron a fondo sus escritos y los expertos declararon que "merecía contarse entre los doctores de la Iglesia". La mayor parte de dichos escritos son sermones; pero hay también un comentario del Génesis y algunas obras contra Lutero. Hasta hace poco, habían permanecido inéditos, pero los capuchinos de la provincia de Venecia han publicado las Opera omnia de San Lorenzo (Edición Quaracchi, crítica, 15 volúmenes, 1928- 1956). San Lorenzo fue canonizado en 1881, y en 1959 SS Juan XXIII lo nombró «Doctor Apostólico de la Iglesia».

En 1911 el P. Antonio Brennan publicó en inglés Life of St. Laurence of Brindisi, basándose principalmente en la biografía del P. Buenaventura de Coccaleo, quien consultó los documentos del proceso de beatificación. En Acta Apostolica Sedis 51 (1959) en las páginas 456 a 461 se reproduce la Carta Apostólica por al que Juan XXIII lo eleva a la categoría de Doctor d ela Iglesia, y allí hace un largo repaso de su vida. Acerca de la teología mariológica de San Lorenzo cf. Jérome, La doctrine mariale de St. Laurent de Brindis (1933); y Serafino, S. Lorenzo da Brindisi: discorsi mariani (1950). Hay una larga biografía de Arturo M. de Carmignano di Brenta, o.f.m.cap. publicada por la Conferencia Ibérica de Capuchinos en 1993, que se reproduce en el Directorio franciscano.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

 
San Lorenzo de Brindisi



SAN LORENZO DE BRINDISI
César de Rossi nació en Brindisi, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Se educó primero en el convento de los franciscanos de su ciudad natal y, después en el Colegio de San Marcos de Venecia. A los 16 años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona. Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario don de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español, y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia. En 1596, ejerció en Roma el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos. Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un profundo conocimiento del hebreo. Sus superiores le enviaron más tarde, junto con el Beato Benito de Urbino, a establecer a los capuchinos en Alemania como una muralla contra el protestantismo. Fundaron, tiempo después, conventos en Praga, Viena y Gorizia. San Lorenzo fue elegido superior general de su orden, pero, en 1605 se negó a aceptar la reelección, pues pensaba que Dios le reservaba para otras empresas. Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría. El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército. Tras algún tiempo de predicar y de reconciliar con la Iglesia a los herejes de Alemania, recibió del emperador la comisión de persuadir a Felipe III de España a que se uniese a la Liga Católica y aprovechó la ocasión para fundar un convento de capuchinos en Madrid. Después fue enviado a Munich como nuncio de la Santa Sede ante Maximiliano de Baviera, el jefe de la Liga. Desde ahí administró dos provincias de su orden y prosiguió su tarea de pacificación y predicación. En 1618, tras haber mediado dos veces en las diferencias reales, se retiró al convento de Caserta. El santo era frecuentemente arrebatado en éxtasis mientras celebraba la misa. Su vida interior constituía el punto de partida de todas sus actividades exteriores. San Lorenzo falleció en su convento, el 22 de julio de 1619. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca. Fue beatificado en 1783 y canonizado en 1881.



 

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