lunes, 22 de julio de 2013

Liturgia de las Horas. Lunes XVI Semana Tiempo Ordinario. Ciclo C. 22 de julio, 2013.

 


IV Semana del Salterio
 
Santa María Magdalena
  
Formó parte de los discípulos de Cristo, estuvo presente en el momento de su muerte y, en la madrugada del día de Pascua, tuvo el privilegio de ser la primera en ver al Redentor resucitado de entre los muertos (Mc 16, 9). Fue sobre todo durante el siglo XII cuando su culto se difundió en la Iglesia occidental.
 
 
 
 
 
 
INVITATORIO
Si Laudes es la primera celebración del día:
    V.
 Señor, abre mis labios.    R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
    A continuación se dice el salmo Invitatorio, con la antífona:
Venid, adoremos al Señor, aclamemos al Dios admirable en sus santas.

Salmo 94
INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA


Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
+ entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses,
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
"Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso."
Si antes de Laudes se ha celebrado el Oficio de lectura:
    V.
 Dios mío, ven en mi auxilio.
    
R. Señor, date prisa en socorrerme.
        Gloria. Aleluya.

Al final de cada salmo o cantico se reza el Gloria

 
 
 
Oficio de lectura
 
HIMNO

Santa mujer, estrella de Magdala,
acepta nuestros himnos de ovación,
discípula de Cristo bienamada,
testigo en su dolor.

Sabia descubres la virtud de Cristo,
que aniquila el diabólico poder,
te unes gozosa al Médico del mundo,
más sólida en la fe.

La fuerza del amor te une al Maestro
y auscultas los latidos de su amor,
lo acompañas solicita en sus viajes,
a la cruz del dolor.

Bañas sus pies y le unges la cabeza,
lo acompañas devota hasta la cruz
y anticipas la unción de moribundo
al cuerpo de Jesús.

A los nacidos de tu amor, oh Cristo,
asocia a tu triunfal resurrección
y al himno que resuena por los siglos
en la celeste Sión. Amén.

 
SALMODIA

Ant.1: 
Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.
 
Salmo 72
POR QUÉ SUFRE EL JUSTO

¡Dichoso el que no se siente defraudado por mí! (Mt 11, 6)
I

¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!

Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.

Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y engreídos;
no pasan las fatigas humanas
ni sufren como los demás.

Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de las carnes les rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.

Insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo,
y su lengua recorre la tierra.

Por eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: «¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?»
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.
 
Ant.1: Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.

 
Ant. 2: Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.
 
II

Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he lavado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?

Si yo dijera: «Voy a hablar como ellos»,
renegaría de la estirpe de tus hijos.

Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.

Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.

Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.
 
Ant. 2: Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.

 
Ant. 3: Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.
 
III

Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.

Pero yo siempre estaré contigo,
tú tomas mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.

¿No te tengo a ti en el cielo?;
y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi herencia eterna.

Sí: los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.

Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y proclamar todas tus acciones
en las puertas de Sión.
 
Ant. 3: Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.
 
V. Qué dulce al paladar tu promesa, Señor.R. Más que miel en la boca.

 
PRIMERA LECTURA

Del segundo libro de Samuel     
18, 6-17. 24-19, 4

MUERTE DE ABSALÓN Y DUELO DE DAVID


    En aquellos días, el ejército de David salió al campo al encuentro de Israel, y se trabó la batalla en el bosque de Efraím. El pueblo de Israel fue derrotado allí por los veteranos de David, y hubo aquel día un gran estrago de veinte mil hombres. La batalla se extendió por todo aquel contorno y aquel día devoró el bosque más hombres que la espada.
    Absalón chocó contra los veteranos de David. Iba Absalón montado en un mulo, y el mulo se metió bajo el ramaje de una gran encina. La cabeza de Absalón se trabó en la encina y quedó colgado entre el cielo y la tierra, mientras que el mulo que estaba debajo de él siguió adelante. Lo vio un hombre y se lo avisó a Joab, diciendo:
    «He visto a Absalón colgado de una encina.» Joab dijo al hombre que le avisaba:
    «Y viéndole, ¿por qué no lo has derribado allí mismo en tierra? Y yo te habría dado diez siclos de plata y un cinturón.»
    El hombre respondió a Joab:
    «Aunque pudiera pesar en la palma de mi mano mil siclos de plata, no alzaría mi mano contra el hijo del rey, pues ante nuestros oídos te ordenó el rey, a ti, a Abisay y a Ittay: "Guardad por amor a mí al joven Absalón." Si hubiera cometido yo esta perfidia, expondría mi vida, pues al rey riada se le oculta y tú mismo te hubieras puesto contra mí.»
    Respondió Joab:
    «No voy a estarme mirando tu cara.»
    Y tomando tres dardos en su mano, los clavó en el corazón de Absalón, que estaba todavía vivo en medio de la encina. Luego se acercaron diez jóvenes escuderos de Joab, que hirieron a Absalón y lo remataron. Joab mandó tocar el cuerno y el ejército dejó de perseguir a Israel, porque Joab retuvo al ejército. Tomaron a Absalón, lo echaron en un gran hoyo en el bosque, y pusieron encima un gran montón de piedras; y todo Israel huyó, cada uno a su tienda.
    Estaba David entre las dos puertas. El centinela que estaba en el terrado de la puerta, sobre la muralla, alzó la vista y vio a un hombre que venía corriendo solo. Gritó el centinela y se lo comunicó al rey, y el rey dijo:
    «Si viene solo hay buenas noticias en su boca.»
    Mientras éste se acercaba corriendo, vio el centinela otro hombre también corriendo, y gritó el centinela de la puerta:
    «Ahí viene otro hombre solo corriendo.» Dijo el rey:
    «También éste trae buenas noticias.» Dijo el centinela:
    «Ya distingo el modo de correr del primero: por su modo de correr es Ajimaas, hijo de Sadoq.» El rey comentó:
    «Es un hombre de bien; viene para dar buenas noticias.
    Se acercó Ajimaas y dijo al rey «¡Paz!»
    Y se postró ante el rey, rostro en tierra. Luego prosiguió:
    «Bendito sea el Señor tu Dios, que ha sometido a los hombres que alzaban la mano contra mi señor el rey.» Preguntó el rey:
    «¿Está bien el joven Absalón?» Ajimaas respondió:
    «Yo vi un gran tumulto cuando el siervo del rey, Joab, envió a tu siervo, pero no sé qué era.»
    El rey dijo:
    «Pasa y ponte acá.»
    Él pasó y se quedó. En eso llegó el cusita y dijo: «Recibe, oh rey mi señor, la buena noticia, pues hoy te ha librado el Señor de la mano de todos los que se alzaban contra ti.»
    Dijo el rey al cusita:
    «¿Está bien el joven Absalón?»
    Respondió el cusita:
    «Que les suceda como a ese joven a todos los enemigos del rey mi señor, y a todos los que se levanten contra ti para hacerte mal.»
    Entonces el rey se estremeció. Subió a la estancia que había encima de la puerta y rompió a llorar. Decía entre sollozos:
    «¡Hijo mío, Absalón, hijo mío, hijo mío, Absalón!
    ¡Quién me diera haber muerto en tu lugar, Absalón, hijo mío!»
    Avisaron a Joab:
    «Mira que el rey está llorando y lamentándose por Absalón.»
    La victoria se trocó en duelo aquel día para todo el pueblo, porque aquel día supo el pueblo que el rey estaba desolado por su hijo. Y aquel día fue entrando el ejército a escondidas en la ciudad, como cuando va a escondidas un ejército que huye avergonzado de la batalla. El rey, tapado el rostro, decía con grandes gemidos:
    «¡Hijo mío, Absalón; Absalón, hijo mío!
Responsorio     Sal 54, 13. 14. 15; cf. 40, 10; 2S 18, 33

R.
 Si mi enemigo me injuriase, lo aguantaría; * pero eres tú, mi compañero, mi amigo y confidente, a quien me unía una dulce intimidad, el primero en traicionarme.V. El rey se estremeció, subió a la estancia que había encima de la puerta y rompió a llorar, decía entre sollozos:R. Pero eres tú, mi compañero, mi amigo y confidente, a quien me unía una dulce intimidad, el primero en traicionarme.

SEGUNDA LECTURA

De las Homilías de san Gregorio, papa, sobre los Evangelios
(Homilía 25, 1-2. 4-5: PL 76, 1189-1193)

ARDÍA EN DESEOS DE CRISTO, A QUIEN PENSABA QUE SE LO HABÍAN LLEVADO


María Magdalena, cuando llegó a al sepulcro y no encontró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se los había llevado y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fueron también al sepulcro, miraron dentro y creyeron que era tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el Evangelio acerca de ellos: Los discípulos se volvieron a su casa. Y añade, a continuación:María se había quedado fuera, llorando junto al sepulcro.
Lo que hay que considerar en estos hechos es la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego de su amor; ardía en deseos de aquel a quien pensaba que se lo habían llevado. Por esto ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en ellas, tal como afirma la voz de aquel que es la Verdad en persona: El que persevere hasta el fin se salvará.
Primero lo buscó, sin encontrarlo; perseveró luego en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la dilación iba aumentando su deseo, y este deseo aumentado le valió hallar lo que buscaba. Los santos deseos, en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación los enfría, es porque no son o no eran verdaderos deseos. Todo aquel que ha sido capaz de llegar a la verdad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Idénticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en el Cantar de los cantares: Desfallezco de amor; y también: Mi alma se derrite.
Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién. buscas? Se le pregunta la causa de su dolor con la finalidad de aumentar su deseo, ya que, al recordarle a quién busca, se enciende con más fuerza el fuego de su amor.
Jesús dijo: «¡María!» Después de haberla llamado con el nombre genérico de «mujer», sin haber sido reconocido, la llama ahora por su nombre propio. Es como si le dijera: «Reconoce a aquel que te reconoce a ti. Yo te conozco, no de un modo genérico, como a los demás, sino en especial.» María, al sentirse llamada por su nombre, reconoce al que lo ha pronunciado, y, al momento, lo llama «rabbuní»,es decir: «maestro», ya que el mismo a quien ella buscaba exteriormente era el que interiormente la instruía para que lo buscase.
Responsorio

R.
 Cuando volvió del sepulcro del Señor, María Magdalena anunció a los discípulos: «He visto al Señor.» * Dichosa ella que fue digna de llevar la noticia de la resurrección de la Vida.V. Llorando al que amaba, encontró al que buscaba, y anunció luego al que había encontrado. R. Dichosa ella que fue digna de llevar la noticia de la resurrección de la Vida.

 
La oración conclusiva como en las Laudes.


CONCLUSIÓN

Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.
 Bendigamos al Señor.R. Demos gracias a Dios.



Laudes

 
HIMNO

Finísimo fue el lino con que ella
fue tejiendo, a lo largo de su vida,
esa historia de amor que la hace bella
a los ojos de Dios y bendecida.

Supo trenzar con tino los amores
del cielo y de la tierra, y santamente
hizo altar del telar de sus labores,
oración desgranada lentamente.

Flor virgen, florecida en amor santo,
llenó el hogar de paz y joven vida,
su dulce fortaleza fue su encanto,
la fuerza de su amor, la fe vivida.

Una escuela de fe fue su regazo,
todos fueron dichosos a su vera,
su muerte en el Señor fue un tierno abrazo,
su vida será eterna primavera. Amén.
 
O bien:

La fúlgida aurora anuncia
las victorias del Señor,
cuando quiere ungir María
el cuerpo del Salvador.

Corre ansiosa, mas el ángel
le anuncia que ya el Señor
ha triunfado de la muerte,
torna a su Padre y su Dios.

La sorprende jubilosa
el premio del gran amor:
descubre en el jardinero
la presencia de su Dios.

Con la Virgen dolorosa
estabas junto a la cruz,
y ahora ves la primera
vivo a tu Señor Jesús.

Oh flor bella de Magdala,
herida de vivo amor,
tu ardiente amor al Maestro
nos inflame el corazón.

Jesús, tu sierva nos logre
tu encendida caridad,
para festejar tu gloria
en la patria celestial. Amén.

 
SALMODIA

Ant. 1: 
El primer día de la semana, muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, vino María Magdalena al sepulcro.
Salmo     62, 2-9
El ALMA SEDIENTA DE DIOS

Madruga por Dios todo el que rechaza las obras de las tinieblas.
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo:
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Ant. 1: El primer día de la semana, muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, vino María Magdalena al sepulcro.

Ant. 2. Busco al amor de mi alma, deseo ver a mi Señor; lo busco y no encuentro dónde lo han dejado, Aleluya.
Cántico     Dn 3, 57-88. 56
TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR

Alabad al Señor sus siervos todos. (Ap 19, 5)
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;.
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. 2. Busco al amor de mi alma, deseo ver a mi Señor; lo busco y no encuentro dónde lo han dejado, Aleluya.

Ant. 3: Mientras estaba llorando, se asomó María al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco. Aleluya.
Salmo 149
ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Los hijos de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, se alegran en su Rey, Cristo, el Señor. (Hesiquio)
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Ant. 3: Mientras estaba llorando, se asomó María al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco. Aleluya.

LECTURA BREVE     Rm 12, 1-2

Os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto.

RESPONSORIO BREVE

V.
 María, no llores más, el Señor ha resucitado de entre los muertos.R. María, no llores más, el Señor ha resucitado de entre los muertos.
V. Ve a mis hermanos y diles:R. El Señor ha resucitado de entre los muertos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.R. María, no llores más, el Señor ha resucitado de entre los muertos.
CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
 Después de su resurrección, que tuvo lugar a la mañana del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios.
Cántico de Zacarías     Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR


Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Ant.: Después de su resurrección, que tuvo lugar a la mañana del primer día de la semana, Jesús se apareció primero a María Magdalena, de la que había arrojado siete demonios.

PRECES

Unidos, hermanos, a las mujeres santas, aclamemos a Jesús, nuestro Salvador, y supliquémosle diciendo:

    Ven, Señor Jesús.

Señor Jesús, que perdonaste a la mujer pecadora sus muchos pecados porque tenía mucho amor,
       perdónanos también a nosotros porque hemos pecado mucho.

Señor Jesús, que fuiste asistido en tu misión evangélica por mujeres piadosas,
      haz que también nosotros seamos fieles en nuestra misión apostólica.

Señor Jesús, a quien María escuchaba y Marta servía,
      concédenos servirte siempre con fe y amor.

Señor Jesús, que llamaste hermano, hermana y madre a todos los que cumplen tu voluntad,
      haz que todos nosotros la cumplamos siempre de palabra y de obra.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Fieles a la recomendación del Salvador, digamos al Padre común: Padre nuestro.

Oración

Dios nuestro, que quisiste que santa María Magdalena fuese la primera en recibir de tu Hijo unigénito la misión de anunciar el gozo pascual, concédenos, por su intercesión,  que, siguiendo su ejemplo, demos a conocer a Cristo resucitado y merezcamos contemplarlo luego reinando en tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

V.
 El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.R. Amén.



hora intermedia

V.
 Dios mío, ven en mi auxilio.R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria. Aleluya.

HIMNO

TERCIA

Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias; sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.
 
O bien, fuera de los domingos y de las solemnidades:

El trabajo, Señor, de cada día
nos sea por tu amor santificado,
convierte su dolor en alegría
de amor, que para dar tú nos has dado.

Paciente y larga es nuestra tarea
en la noche oscura del amor que espera;
dulce huésped del alma, al que flaquea
dale tu luz, tu fuerza que aligera.

En el alto gozoso del camino,
demos gracias a Dios, que nos concede
la esperanza sin fin del don divino;
todo lo puede en él quien nada puede. Amén.


SEXTA
 
En los domingos:

Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida.

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta. tierra un cielo nuevo. Amén.
 
O bien, fuera de los domingos y de las solemnidades:

Te está cantando el martillo
y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda
librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo
te pones a mediodía,
Dios de esta dura porfía
de estar sin pausa creando,
y verte necesitando
del hombre más cada día!

Quién diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde. Amén.
 
O bien, tanto en los domingos como en las ferias:

Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.

Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.


NONA

Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,
tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte.

Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.
 
O bien:

Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado
tu gran amor, tu gran misericordia,
y tu fuerza nos das para seguirte
por el mismo camino hacia la gloria.

Que fielmente cumplamos en tu Iglesia
nuestra parte en tu obra salvadora,
y, al llegar a la tarde de la vida,
en gozo eterno el Padre nos acoja.

Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
a Jesús, que en su sangre nos redime,
y al Espíritu, luz y guía
de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.

 
SALMODIA

Ant. 1:
 Asegura, Señor, mis pasos con tu promesa.
 
Salmo 118, 129-136
MEDITACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS EN SU LEY

Amar es cumplir la ley entera. (Rm 13, 10)
Tus preceptos son admirables,
por eso los guarda mi alma;
la explicación de tus palabras ilumina,
da inteligencia a los ignorantes;
abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos.

Vuélvete a mí y ten misericordia,
como es tu norma con los que aman tu nombre;
asegura mis pasos con tu promesa,
que ninguna mandad me domine;
líbrame de la opresión de los hombres,
y guardaré tus decretos.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
enséñame tus leyes;
arroyos de lágrimas bajan de mis ojos
por los que no cumplen tu voluntad.
 
Ant. 1: Asegura, Señor, mis pasos con tu promesa.

 
Ant. 2: Uno solo es el legislador y juez; tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?
 
Salmo 81
INVECTIVAS CONTRA LOS JUECES INICUOS

No juzguéis antes de tiempo; dejad que venga el Señor. (lCo 4, 5)
Dios se levanta en la asamblea divina,
rodeado de ángeles juzga:
«¿Hasta cuándo daréis sentencia injusta,
poniéndoos de parte del culpable?

Proteged al desvalido y al huérfano,
haced justicia al humilde y al necesitado,
defended al, pobre y al indigente,
sacándolos de las manos del culpable.»

Ellos, ignorantes e insensatos, caminan a oscuras,
mientras vacilan los cimientos del orbe.

Yo declaro: «Aunque seáis dioses,
e hijos del Altísimo todos,
moriréis como cualquier hombre,
caeréis, príncipes, como uno de tantos.»

Levántate, ¡oh Dios!, y juzga la tierra,
porque tú eres él dueño de todos los pueblos.
 
Ant. 2: Uno solo es el legislador y juez; tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?

 
Ant. 3: Llamé al Señor, y él me respondió.
 
Salmo 119
DESEO DE LA PAZ

Estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración. (Rm 12, 12)
En mi aflicción llamé al Señor,
y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
de la lengua traidora.

¿Qué te va a dar o a mandar Dios,
lengua traidora?
Flechas de arquero,
afiladas con ascuas de retama.

¡Ay de mí, desterrado en Masac,
acampado en Cadar!
Demasiado llevo viviendo
con los que odian la paz;
cuando yo digo: «Paz»,
ellos dicen: «Guerra».
 
Ant. 3: Llamé al Señor, y él me respondió.

 
LECTURA BREVE

Tercia     Lv 20, 26


Sed para mí santos, porque yo, el Señor, soy santo, y os he separado de entre los pueblos para que seáis míos.
 
V. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor.R. El pueblo que él se escogió como heredad.

Oremos:

Padre óptimo, Dios nuestro, tú has querido que los hombres trabajemos de tal modo, que, cooperando unos con otros, alcancemos éxitos cada vez mejor logrados; ayúdanos, pues, a vivir en medio de nuestros trabajos, sintiéndonos siempre hijos tuyos y hermanos de todos los hombres. Por Cristo nuestro Señor.
 
Sexta     Sb 15, 1.3

Tú, Dios nuestro, eres bueno, leal y paciente, y con misericordia gobiernas todas las cosas. La perfecta justicia consiste en conocerte a ti, y reconocer tu poder es la raíz de la inmortalidad.
 
V. Tú, Señor, eres Dios clemente y misericordioso.R. Lento a la cólera, rico en piedad y leal.

Oremos:

Señor, tú eres el dueño de la viña y de los sembrados, tú el que repartes las tareas y distribuyes el justo salario a los trabajadores: ayúdanos a soportar el peso del día y el calor de la jornada sin quejarnos nunca de tus planes. Por Cristo nuestro Señor.
 
Nona     Ba 4, 21b-22

Hijos, clamad al Señor: él os librará de la tiranía y de la mano de vuestros enemigos. Yo espero del Eterno vuestra salvación, del Santo me ha venido la alegría, por la misericordia que llegará pronto a vosotros de parte del Eterno, vuestro Salvador.
 
V. Recuerda, Señor, tu ternura.R. Y tu misericordia, que son eternas.

Oremos:

Tú nos has convocado, Señor, en tu presencia en esta misma hora en que los apóstoles subían al templo para la oración de la tarde: concédenos que las súplicas que ahora te dirigimos en nombre de Jesús, tu Hijo, alcancen la salvación a cuantos lo invocan. Por Cristo nuestro Señor.

 
CONCLUSIÓN

Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.
 Bendigamos al Señor.R. Demos gracias a Dios.



Vísperas

 
INVOCACIÓN INICIAL

V. 
Dios mío ven en mi auxilioR. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria. Aleluya.

 
HIMNO

Santa mujer, estrella de Magdala,
acepta nuestros himnos de ovación,
discípula de Cristo bienamada,
testigo en su dolor.

Sabia descubres la virtud de Cristo,
que aniquila el diabólico poder,
te unes gozosa al Médico del mundo,
más sólida en la fe.

La fuerza del amor te une al Maestro
y auscultas los latidos de su amor,
lo acompañas solicita en sus viajes,
a la cruz del dolor.

Bañas sus pies y le unges la cabeza,
lo acompañas devota hasta la cruz
y anticipas la unción de moribundo
al cuerpo de Jesús.

A los nacidos de tu amor, oh Cristo,
asocia a tu triunfal resurrección
y al himno que resuena por los siglos
en la celeste Sión. Amén.

 
SALMODIA

Ant. 1:
 Dijo Jesús a María: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”
Salmo 121
LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

Os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo. (Hb 12, 22)
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Ant. 1: Dijo Jesús a María: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”

Ant. 2: Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han dejado.
Salmo 126
EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS

Sois edificación de Dios. (1 Co 3, 9)
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Ant. 2: Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han dejado.

Ant. 3: Jesús dijo: “¡María!” Ella, volviéndose, exclamó: “¡Rabbuní!, es decir: “¡Maestro!”
Cántico     Ef 1, 3-10
PLAN DIVINO DE LA SALVACIÓN


Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas
tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.
Ant. 3: Jesús dijo: “¡María!” Ella, volviéndose, exclamó: “¡Rabbuní!, es decir: “¡Maestro!”

LECTURA BREVE     Rm 8, 28-30

Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

RESPONSORIO BREVE

V.
 María, no llores más, el Señor ha resucitado de entre los muertos.R. María, no llores más, el Señor ha resucitado de entre los muertos.
V. Ve a mis hermanos y diles:R. El Señor ha resucitado de entre los muertos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.R. María, no llores más, el Señor ha resucitado de entre los muertos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
 María vino a anunciar a los discípulos que había visto al Señor. Aleluya.
Cántico de la Santísima Virgen María     Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Ant.: María vino a anunciar a los discípulos que había visto al Señor. Aleluya.

PRECES

Supliquemos a Dios en bien de su Iglesia por intercesión de las santas mujeres y digámosle:

    Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.

Por intercesión de las santas mártires, que con la fuerza del espíritu superaron la muerte del cuerpo,
      concede, Señor, a tu Iglesia ser fuerte en la tentación.

Por intercesión de las santas esposas, que por medio del matrimonio crecieron en tu amor,
      concede, Señor, a tu Iglesia la fecundidad apostólica.

Por intercesión de las santas viudas, que por la hospitalidad y la oración superaron la soledad,
      concede, Señor, a tu Iglesia ser para el mundo signo manifiesto de tu amor a los hombres.

Por intercesión de las santas madres, que engendraron sus hijos no sólo para la vida del mundo, sino también para la salvación eterna,
      concede, Señor, a tu Iglesia engendrar para tu reino a todos los pueblos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Por intercesión de todas las mujeres santas, que han sido ya admitidas a contemplar la belleza de tu rostro,
      concede, Señor, a los difuntos de la Iglesia gozar también de la luz eterna de tu presencia.

Fieles a la recomendación del Salvador, digamos al Padre común: Padre nuestro.

Oración

Dios nuestro, que quisiste que santa María Magdalena fuese la primera en recibir de tu Hijo unigénito la misión de anunciar el gozo pascual, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo su ejemplo, demos a conocer a Cristo resucitado y merezcamos contemplarlo luego reinando en tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

V.
 El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.R. Amén.



Completas

 
INVOCACIÓN INICIAL

V. 
Dios mío, ven en mi auxilio.R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria. Aleluya.

 
EXAMEN DE CONCIENCIA

Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con alguna de las fórmulas del acto penitencial de la misa.


HIMNO


Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. Amén.
 
O bien:

Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.

Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.

Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.

 
SALMODIA

Ant.:
 Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
 
Salmo 85
ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS DIFICULTADES

Bendito sea Dios, que nos consuela en todas nuestras luchas. (2 Co 1, 3. 4)
Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»

Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
 
Ant. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.

 
LECTURA BREVE     1Ts 5, 9-10

Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.

 
RESPONSORIO BREVE

V.
 En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
 
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.R. Te encomiendo mi espíritu.
 
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

 
CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
 Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.
 
Cántico de Simeón     Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL


Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
 
Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

 
Oración

Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.

 
CONCLUSIÓN

V.
 El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.R. Amén.


 
ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

I


Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella de mar,

ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
 
II

Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.
 
III

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!
 
IV

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.

 
Fuente: Liturgia de las Horas (Tomo III)

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