miércoles, 8 de mayo de 2013

Nuestra Señora del Rosario de Pompeya

Advocación Mariana, 8 de mayo
 
Nuestra Señora del Rosario de Pompeya
Nuestra Señora del Rosario de Pompeya
En el año 79 ocurrió la famosa erupción del Volcán Vesubio que sepultó a la pagana ciudad de Pompeya (Sur de Italia). Allí la aristocracia Romana gustaba pasar tiempo de recreo y fue sorprendida por la súbita destrucción.

A comienzos del siglo XIX se instalaron en la cercanía familias de campesinos que erigieron una humilde capilla. En 1872 llegó el abogado Bartolo Longo (beatificado el 26 de octubre de 1980), quien trabajaba para la Condesa Fusco, dueña de ésas tierras. Longo descubrió que, después de la muerte del sacerdote, ya no habían misas en la capilla y pocos seguían firmes en la fe.

Salva a esta gente Bartolo. Propaga el Rosario
Una noche Longo vio en sueños a un amigo muerto años atrás que le dijo "Salva a esta gente, Bartolo. Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan". Longo trajo de Nápoles muchos Rosarios para repartir.

Bartolo también animó a varios vecinos para que le ayuden a reparar la capilla. La gente comenzó a venir a rezar allí el rosario, cada vez en mayor número.

En 1878, Longo obtuvo de un convento de Nápoles un cuadro de Nuestra Señora entregando el Santo Rosario a Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. Estaba deteriorado así que un pintor lo restauró. Este cambió la figura de la Santa Rosa por la de Santa Catalina de Siena. Puesta sobre el altar del Templo, aún inconclusa, la Sagrada imagen comenzó a obrar milagros.

El 8 de mayo de 1887, el Cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen una diadema de brillantes bendecida por el Papa León XIII y el 8 de mayo de 1891, se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario de Pompeya, que existe actualmente
 

Santuario de la Virgen del Rosario de Pompeya

     
   
Pontificia Basílica-Santuario Mayor de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya
Sanctuarium Beatae Mariae Virginis Pompeianum.jpg
TipoBasílica menor y Catedral
AdvocaciónNuestra Señora del Rosario
UbicaciónPompeya, Campania Flag of Italy.svg Italia
Uso
CultoCatólico
DiócesisPrefectura territorial de Pompeya (diócesis sufragánea de la Archidiócesis de Nápoles)
Arquitectura
Construcción1876 - 1901
Santuario de la Virgen del Rosario de Pompeya
La Pontificia Basílica-Santuario Mayor de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya es una Pontificia Basílica menor y Santuario Mariano situada en la ciudad de Pompeya en la provincia de Nápoles (Campania, Italia).[1] [2]
El santuario está consagrado a Nuestra Señora del Rosario de Pompeya y es el principal santuario mariano de la región de la Campania y uno de los más importantes de Italia.

Leyenda

A comienzos del siglo XIX se instalaron en las cercanías de la antigua ciudad romana de Pompeya (sepultada por el volcán Vesubio en el año 79 d.C), familias de campesinos que erigieron una humilde capilla. En 1872 llegó al lugar un abogado llamado Bartolo Longo[1] (beatificado el 26 de octubre de 1980), quien descubrió que, después de la muerte del sacerdote, ya no habían misas en la capilla y pocos seguían firmes en la fe católica.
Una noche Longo vio en sueños a un amigo muerto años atrás que le dijo: "Salva a esta gente, Bartolo. Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan".[1] A partir de aquí comenzó la reparación de la capilla y la afluencia de fieles que acudían a la misma a rezar el Santo Rosario.
En 1878, Longo obtuvo de un convento de Nápoles un cuadro de Nuestra Señora entregando el Santo Rosario a Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. Puesta sobre el altar del templo, la sagrada imagen comenzó a obrar milagros.
El 8 de mayo de 1887, el cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen una diadema de brillantes bendecida por el Papa León XIII. El día 8 de mayo se celebra la festividad mayor de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, llamada popularmente la "Madonna di Pompei" (la Virgen de Pompeya).[1]

La basílica actual

 
Cuadro de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, venerado en el interior del templo
El actual santuario fue construido con las ofrendas espontáneas de los fieles de todo el mundo. Su construcción se inició el 8 de mayo de 1876. El 8 de mayo de 1891, se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario de Pompeya. El santuario fue elevado a la dignidad de Basílica Pontificia por el Papa León XIII el 4 de mayo de 1901.[1]
En los años siguientes el santuario sobrevivió a grandes altercados, como la erupción del Vesubio en 1944 y la llegada de las tropas nazis que llegaron a amenazar con la destrucción del santuario.
El santuario fue visitado por el Papa Juan Pablo II el 21 de octubre de 1979 y el 7 de octubre de 2003, el actual Papa Benedicto XVI también lo visitó el 19 de octubre de 2008.
El santuario es actualmente un destino de grandes peregrinaciones religiosas, también acoge a muchos turistas fascinados por la majestuosidad de la basílica. Cada año, más de cuatro millones de personas visitan el santuario, que es por lo tanto, uno de los santuarios más visitados de Italia. En particular, el día 8 de mayo y el primer domingo de octubre, decenas de miles de peregrinos acuden a la ciudad de Pompeya, para celebrar la fiesta en honor de la Santísima Virgen del Rosario de Pompeya.[1]

Referencias

  1. a b c d e f mariadepompeya.freeservers.com (ed). Historia de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya. Consultado el 6 de diciembre de 2011.
  2. catedralescatolicas.com (ed.): «Santuario de Pompeya (Italia)». Consultado el 6 de diciembre de 2011.

Enlaces externos


VIRGEN DEL Rosario de Pompeya7 de Octubre



En el año 79 ocurrió la famosa erupción del Volcán Vesubio que sepultó a la pagana ciudad de Pompeya (Sur de Italia). Allí la aristocracia Romana gustaba pasar tiempo de recreo y fue sorprendida por la súbita destrucción.
A comienzos del siglo XIX se instalaron en la cercanía familias de campesinos que erigieron una humilde capilla. En 1872 llegó el abogado Bartolo Longo (beatificado el 26 de octubre de 1980), quien trabajaba para la Condesa Fusco, dueña de ésas tierras. Longo descubrió que, después de la muerte del sacerdote, ya no habían misas en la capilla y pocos seguían firmes en la fe.
Salva a esta gente Bartolo. Propaga el RosarioUna noche Longo vio en sueños a un amigo muerto años atrás que le dijo "Salva a esta gente, Bartolo. Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan". Longo trajo de Nápoles muchos Rosarios para repartir.
Bartolo también animó a varios vecinos para que le ayuden a reparar la capilla. La gente comenzó a venir a rezar allí el rosario, cada vez en mayor número.

En 1878, Longo obtuvo de un convento de Nápoles un cuadro de Nuestra Señora entregando el Santo Rosario a Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. Estaba deteriorado así que un pintor lo restauró. Este cambió la figura de la Santa Rosa por la de Santa Catalina de Siena. Puesta sobre el altar del Templo, aún inconclusa, la Sagrada imagen comenzó a obrar milagros.

El 8 de mayo de 1887, el Cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen una diadema de brillantes bendecida por el Papa León XIII y el 8 de mayo de 1891, se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario de Pompeya, que existe actualmente.


NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE POMPEYA
 
 
 
En el año 79, una erupción del Vesubio -volcán cercano a Nápoles- sepultó bajo su lava la fastuosa ciudad de Pompeya, donde la aristocracia romana tenía sus fincas de recreo. 
        A comienzos del siglo XIX, descubiertas las ruinas de la ciudad, se instalaron en el valle cercano varias familias de campesinos que levantaron humildes viviendas y una pobre capilla. 
        En 1872 Bartolo Longo, abogado de la Condesa de Fusco dueña de esas tierras, visitó la región con motivo de la renovación de los arriendos. Estando allí se enteró que por esos lares los malhechores hacían de las suyas ya que no había policía; el único que imponía un poco de respeto era el cura de la capilla, pero al fallecer éste pocos siguieron firmes en su fe. 
        Una noche, Longo vió en sueños a un amigo muerto años atrás el que le pidió que propagara el rezo del rosario para la salvación de aquella gente. A la mañana siguiente se levantó con la firme decisión de hacer lo que su amigo le había pedido. A partir de entonces, recorrió las asas de los campesinos recomendando el rezo del Rosario y repartiendo imágenes religiosas. También se abocó a la ardua tarea de restaurar la vieja capilla y en 1873 organizó la primera fiesta de la Virgen del Rosario en la pequeña iglesia. 
        En 1878 Longo obtuvo en un convento de Nápoles un muy deteriorado cuadro de Ntra. Sra. Del Rosario acompañada con Santo Domingo de Guzmán  y Santa Rosa de Lima, pero en su restauración el pintor cambió -no se sabe por qué- a la Santa Limeña por la italiana Santa Catalina de Siena.       
        Puesta sobre el altar del templo aún inconcluso, la sagrada imagen pronto comenzó a obrar prodigios. 
 
 
El primer domingo de octubre de 1883 en la nueva iglesia en construcción se rezó por primera vez en público la SUPLICA "a la poderosa Reina del Rosario de Pompeya" que luego habría de repetirse en todo el mundo el día 8 de mayo y el primer domingo de octubre. Similar propagación tuvo la devoción de los QUINCE SÁBADOS, por la constante iniciativa de Bartolo Longo, quien falleció en 1926 y fue declarado beato el 26 de octubre de 1981.
 
 
A VIRGEN DE POMPEYA EN BUENOS AIRES 
        Por ese entonces (fines del siglo XIX) existía en la zona sur de Buenos Aires un barrio llamado "de los Corrales" o "Bañado de Flores", el que se había constituido en un verdadero basural sólo habitado por gente de muy escasos recursos y no pocos mal vivientes. 
        Las damas vicentinas de la parroquia de San Cristóbal  (a cuya jurisdicción pertenecía este barrio) comenzaron a llegar deseando extender su acción benéfica a los habitantes. Las mismas damas establecieron en el barrio una capilla bajo la advocación de Ntra. Sra. de Pompeya, la que se inauguró el día 15 de setiembre de 1895 con la aprobación del Vicario Capitular del Arzobispado de Buenos Aires y que resultó pequeña para dar cabida a los numerosos fieles que asistían a los oficios religiosos. Por eso, el día 14 de mayo de 1896 fue colocada la piedra fundamental del futuro templo en un terreno donado por las mismas damas vicentinas y que también tendría por titular principal a Ntra. Sra. del Santísimo Rosario que se venera en el Valle de Pompeya (Italia) y por segundo patrono a San Antonio de Padua. Por ese motivo, el barrio se llamará en adelante NUEVA POMPEYA. El nuevo templo, de 47 metros de largo y quince de ancho fue solemnemente inaugurado el  29 de julio de 1900, oficiando misa el Nuncio Apostólico Monseñor Sabatucci.
 
 
1902: El primer gran milagro: 
        Por ese entonces, vivía en Buenos Aires una joven de nombre María Luisa Calviño, la que padecía una rara enfermedad y viendo que los más eminentes médicos de su propia familia y otros no la podían curar, hizo voto de organizar una peregrinación al templo de Nueva Pompeya, si por mediación de la Santísima Virgen del Rosario de Pompeya, Dios le concedía la salud. Apenas formulada la promesa se sintió mejor y luego se encontró completamente sana. Conocida la milagrosa cura y el voto hecho por ella, más de 5.000 personas acompañaron a la señorita Calviño en peregrinación al Santuario de Pompeya el 4 de julio de 1902.Desde aquel día la afluencia al templo de fieles llegados de todos los ámbitos de la ciudad y sus aledaños, fue en constante aumento y ello se reflejó muy pronto en la condición del barrio.
        El 16 de marzo de 1906 Mons. Mariano Antonio Espinosa. Arzobispo de Buenos Aires,  erigió la parroquia de Nueva Pompeya, alegando como causales la creciente población del "barrio de Nueva Pompeya", a partir de entonces el templo fue objeto de varias ampliaciones hasta alcanzar la imponente estructura actual. 
El 3 de mayo de 1914, se inauguró el hermoso camarín de la Virgen, sustituyéndose el cuadro por la imagen tallada, obra del escultor catalán Miguel Castellanas y el 20 de agosto de 1922, por disposición de S.S. Benedicto XV, fue coronada en solemne ceremonia por el Nuncio Apostólico V. De Torregrossa, ante la impresionante concurrencia de alrededor de cien mil personas. Aquella ceremonia se recuerda cada 20 de agosto con cultos especiales, siendo el más destacado la Consagración de los Niños a la Virgen. Hoy, bastamente difundida la devoción a Ntra. Sra. de Nueva Pompeya, es constante el desfile de fieles que llegados de todo el país, van a postrase ante ella, para implorar su intercesión.
 
La imagen de la Santísima Virgen del Rosario de Pompeya, que se veneró en la primera capilla y luego en los primeros años del nuevo templo, fue un óleo: copia del cuadro de Pompeya de Italia. Al instalarse el retablo del nuevo altar mayor en 1910, el cuadro primitivo fue sustituido por otra reproducción en tela de  mayores proporciones. Finalmente en 1914, fue sustituido por el grandioso grupo escultórico de madera tallada, que fue bendecido por Mons. Espinosa en la inauguración del Camarín el 3 de mayo de 1914, y se ha venerado desde entonces.           
vemos imagenes de la virgen maria?

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NUESTRA SEÑORA
DEL ROSARIO DE POMPEYA
8. NOVENA PARA CASOS DIFÍCILES

Páginas: 1. Súplica | 2. Novena del Rosario: origen y práctica
3. Novena del Rosario: gozosos | 4. Novena del Rosario: dolorosos
5. Novena del Rosario: gloriosos | 6. Novena del Rosario: comunión espiritual
7. Novenas del beato Bartolo Longo | 8. Para casos difíciles | 9. De acción de gracias

 

[Estampa religiosa de la Virgen de Pompeya]
NOVENA EN HONOR DE NTRA. SEÑORA DEL ROSARIO DE POMPEYA PARA ALCANZAR LAS GRACIAS EN LOS CASOS MAS DIFÍCILES Y DESESPERADOS

 

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¡Oh Santa Catalina de Siena, mi protectora y maestra! Tú que proteges a tus devotos cuando rezan el Rosario de María, asísteme en este instante, y dígnate rezar conmigo la Novena en honor de la Reina del Rosario, que ha colocado el trono de sus favores en el Valle de Pompeya, para que por tu intercesión obtenga yo la gracia que deseo. Así sea. 
Luego se dice:
V. Dios, venid en mi ayuda.R. Señor apresuraos a socorrerme.V. Gloria al Padre y al hijo y al Espíritu Santo.

R. Como era en el principio, ahora y siempre y por todos los siglos de los siglos. Así sea.
I. ¡Oh Virgen Inmaculada y Reina del Santo Rosario! en estos tiempos en que, apagada la fe en las almas, domina la impiedad, has querido levantar tu trono de Reina y Madre sobre la antigua Pompeya, morada de muertos paganos y desde aquel lugar, donde eran adorados los ídolos y demonios, Tú hoy, cual Madre de la divina gracia, derramas por doquiera los tesoros de las celestiales misericordias; ¡ah! desde aquel trono donde reinas vuelve, también a mí, oh María, esos tus ojos benignos, y ten piedad de mi, que tanto necesito de tu socorro. Muéstrate también conmigo cual te mostraste con tantos otros, verdadera Madre de misericordia, "Monstra te esse Matrem", mientras de todo corazón Te saludo e invoco por mi Soberana y por Reina del Santísimo Rosario. Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

II. Mi alma rendida al pie de tu trono, oh grande y gloriosa Señora, te venera entre los gemidos y angustias que sobremanera la oprimen. En medio de las penas y agitaciones en que me hallo, levanto confiado los ojos hacia Ti, que te dignaste elegir para tu morada las campiñas de pobres y desamparados labriegos; y que frente a la ciudad y anfiteatro de deleites paganos, en donde reinan el silencio y las ruinas, cual Señora de las Victorias elevaste tu poderosa voz llamando de todas partes de Italia y del mundo católico a tus devotos hijos para que te levantasen un templo. ¡Oh! apiádate finalmente de está alma que yace aletargada bajo el polvo y las sombras de la muerte! Ten piedad de mi, ¡oh! Señora; ten piedad de mí que me hallo abrumado de miserias y humillaciones. Tú que eres exterminio de los demonios defiéndeme de los enemigos que me asedian. Tú que eres el Auxilio de los cristianos, sácame de las tribulaciones en que me hallo sumido. Tú que eres nuestra vida, triunfa de la muerte que amenaza mi alma en los peligros a que se halla expuesta. Devuélveme la paz, la tranquilidad, el amor, la salud. Así sea. Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

III. ¡Ay!... el oír que tantos han sido colmados de favores sólo porque a Ti acudieron con fe, me infunde nuevo aliento y valor para llamarte en mi socorro. Tú prometiste a Santo Domingo que el que deseara gracias las obtendría con tu Rosario; y yo con el Rosario en la mano, te llamo, oh Madre, al cumplimiento de tus maternales promesas. Aún más: Tú misma, oh Madre, has obrado continuos prodigios para excitar a tus hijos a que te levantaran un templo en Pompeya. Tú, pues, quieres enjugar nuestras lágrimas y aliviar nuestros afanes; y yo con el corazón en los labios, con fe viva te llamo e invoco: ¡Madre mía! ¡Madre querida! ¡Madre bella!... ¡Madre dulcísima, ayúdame! Madre y Reina del Santo Rosario, no tardes más en tender hacía mí tu poderosa mano y salvarme; porque la tardanza, como ves, me llevaría a la ruina. Dios te salve, Reina y Madre de misericordia...
IV. ¿Y a quién he de acudir yo sino a Ti, que eres el alivio de los miserables, el refugio de los desamparados, el consuelo de los afligidos? ¡Ah, si; lo confieso: abrumada miserablemente mi alma bajo el enorme peso de las culpas, no merece más que el infierno y es indigna de recibir tus favores! Mas, ¿no eres Tú la esperanza de quién desespera, la poderosa Medianera entre Dios y el hombre, la Abogada ante el trono del Altísimo, el Refugio de los pecadores? ¡Ah, basta que digas una sola palabra en mi favor a tu divino Hijo, para que El te escuche! Pídele, pues, oh Madre, la gracia que tanto necesito… (se pide la gracia que se desea). Sólo Tú puedes obtenérmela. Tú que eres mi única esperanza, mi consuelo, mi alegría, mi vida. Así lo espero, así sea. Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

V. ¡Oh Virgen y Reina del Santo Rosario! Tú que eres la Hija del Padre celestial, la Madre del Hijo divino, la Esposa del Espíritu Santo; Tú que todo lo puedes ante la Trinidad Santísima, debes obtenerme esta gracia para mi tan necesaria, a no ser que sea de obstáculo para mi eterna salvación... (aquí se especifica la gracia que se desea). Te la pido por la Concepción Inmaculada, por tu divina Maternidad, por tus gozos, por tus dolores, por tus triunfos. Te la pido por el Corazón de tu amoroso Jesús, por aquellos nueve meses que lo llevaste en tu seno, por los trabajos y sinsabores de su vida, por su acerba Pasión y Muerte de Cruz, por su santísimo Nombre y por su sangre preciosísima. Te la pido, finalmente, por tu dulcísimo Corazón, por tu glorioso Nombre, ¡oh María! que eres Estrella del mar, Señora poderosísima, Puerta del paraíso y Madre de todas las gracias. En Ti confío.., todo lo espero de Ti: Tú me has de salvar. Así sea. Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

V. Hazme digno de alabarte, oh Virgen Sagrada.R. Dame fortaleza contra tus enemigos.V. Ruega por nosotros, Reina del Santísimo Rosario.R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN. Oh Dios, cuyo Hijo Unigénito con su vida, muerte y resurrección nos adquirió el premio de la salvación eterna, concédenos, os suplicamos, que meditando estos misterios en el Santísimo Rosario de la bienaventurada Virgen María, imitemos las virtudes que contienen y alcancemos los bienes que prometen. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.


NUESTRA SEÑORA
DEL ROSARIO DE POMPEYA 

 SÚPLICA

Páginas: 1. Súplica | 2. Novena del Rosario: origen y práctica
3. Novena del Rosario: gozosos | 4. Novena del Rosario: dolorosos
5. Novena del Rosario: gloriosos | 6. Novena del Rosario: comunión espiritual7. Novenas del beato Bartolo Longo | 8. Para casos difíciles | 9. De acción de gracias





[La Virgen de Pompeya entrega rosarios a Santo Domingo y Santa Catalina de Siena]SÚPLICA A LA VIRGEN DE POMPEYA

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

I

¡Oh augusta Reina de las Victorias, oh Virgen soberana del Paraíso!, cuyo nombre poderoso alegra los cielos y hace temblar de terror a los abismos. ¡Oh gloriosa Reina del Santísimo Rosario!, nosotros, los venturosos hijos vuestros, postrados a vuestras plantas -en este día sumamente solemne de la fiesta de vuestros triunfos sobre la tierra de los ídolos y de los demonios-, derramamos entre lágrimas los afectos de nuestro corazón, y con la confianza de hijos os manifestamos nuestras necesidades.
Desde ese trono de clemencia donde os sentáis como Reina, volved, ¡oh María!, vuestros ojos misericordiosos a nosotros; a nuestras familias, a nuestra nación, a la Iglesia Católica, al mundo todo, y apiadaos de las penas y amarguras que nos afligen. Mirad, ¡oh Madre!, cuántos peligros para el alma y cuerpo nos rodean; cuántas calamidades y aflicciones nos agobian. Detened el brazo de la justicia de vuestro Hijo ofendido, y con vuestra bondad subyugad el corazón de los pecadores, pues ellos son nuestros hermanos e hijos vuestros, que al dulce Jesús costaron sangre divina y a vuestro sensibilísimo Corazón indecibles dolores. Mostraos hoy para con todos Reina verdadera de paz y de perdón.
Dios te salve, Reina y Madre...

II

En verdad, en verdad, Señora, nosotros, aunque hijos vuestros, con las culpas cometidas hemos vuelto a crucificar en nuestro pecho a Jesús y traspasar vuestro tiernísimo Corazón. Si, lo confesamos, somos merecedores de los más grandes castigos; pero tened presente, oh Madre, que en la cumbre del Calvario recibisteis las últimas gotas de aquella sangre divina y el postrer testamento del Redentor moribundo; y que aquel testamento de un Dios, sellado con su propia sangre, os constituía en Madre nuestra, Madre de los pecadores. Vos, pues, como Madre nuestra, sois nuestra Abogada y nuestra Esperanza. Y por eso nosotros, llenos de confianza, entre gemidos, levantamos hacia Vos nuestras manos suplicantes y clamamos a grandes voces: ¡Misericordia, oh María, misericordia!
Tened, pues, piedad, ¡oh Madre bondadosa!, de nosotros, de nuestras familias, de nuestros parientes; de nuestros amigos, de nuestros difuntos, y, sobre todo, de nuestros enemigos y de tantos que se llaman cristianos y, sin embargo, desgarran el amable Corazón de vuestro Hijo. Piedad también, Señora, piedad, imploramos para las naciones extraviadas, para nuestra querida patria y para el mundo entero, a fin de que se convierta y vuelva arrepentido a vuestro maternal regazo. ¡Misericordia para todos, oh Madre de las misericordias!
Dios te salve, Reina y Madre...

III

¿Qué os cuesta, oh María, escucharnos, qué os cuesta salvarnos? ¿Acaso vuestro Hijo divino no puso en vuestras manos los tesoros todos de sus gracias y misericordias? Vos estáis sentada a su lado con corona de Reina, rodeada de gloria inmortal sobre todos los coros de los Ángeles. Vuestro dominio es inmenso en los cielos, y la tierra con todas las criaturas os está sometida. Vuestro poder, ¡oh María!, llega hasta los abismos, puesto que Vos, ciertamente, podéis librarnos de las asechanzas del enemigo infernal. Vos, pues, que sois todopoderosa por gracia, podéis salvarnos; y si Vos no queréis socorrernos por ser hijos ingratos e indignos de vuestra protección, decidnos, a lo menos, a quién debemos acudir para vernos libres de tantos males. ¡Ah!, no: vuestro Corazón de Madre no permitirá que se pierdan vuestros hijos. Ese divino Niño, que descansa sobre vuestras rodillas, y el místico Rosario que lleváis en la mano nos infunden la confianza de ser escuchados, y con tal confianza nos postramos a vuestros pies, nos arrojamos como hijos débiles en los brazos de la más tierna de las madres, y ahora mismo, sí, ahora mismo, esperamos recibir las gracias que pedimos.
Dios te salve, Reina y Madre...
 

PIDAMOS A MARIA SU SANTA BENDICIÓN

Otra gracia más os pedimos, ¡oh poderosa Reina!, que no podéis negarnos en este día de tanta solemnidad. Concedednos a todos, además de un amor constante hacia Vos, vuestra maternal bendición. No, no nos retiraremos de vuestras plantas hasta que nos hayáis bendecido. Bendecid, ¡oh María!, en este instante al Sumo Pontífice. A los antiguos laureles e Innumerables triunfos alcanzados con vuestro Rosario, y que os han merecido el título de Reina de las Victorias, agregad este otro: el triunfo de la Religión y la paz de la trabajada humanidad. Bendecid también a nuestro Prelado, a los Sacerdotes y a todos los que celan el honor de vuestro Santuario. Bendecid a los asociados al Rosario Perpetuo y a todos los que practican y promueven la devoción de vuestro Santo Rosario.


1. La difusión de esta advocación se debe al beato Bartolo Longo (1841-1926) quién, tras una juventud marcada por el anticlericalismo de la época, en octubre de 1872 tuvo una experiencia religiosa extraordinaria nada mas llegar a Pompeya. Durante un paseo solitario por los alrededores, recordó las palabras de su confesor "Si quieres salvarte, propaga el Rosario. Es promesa de María". Trasportado interiormente respondió a María: "Si es verdad que tu has prometido a Santo Domingo que quién propaga el rosario se salva, yo me salvaré, porque no saldré de esta tierra de Pompeya sin haber propagado aquí tu Rosario". La respuesta llegó con el sonido de una campana lejana llamando al Angelus. Profundamente emocionado, Bartolo se arrodilló, oró y lloró. En la página oficial del Santuario de Pompeya se puede leer en español una extensa biografía de Bartolo Longo a quién Juan Pablo II beatificó el 26 de octubre de 1980.
 

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