viernes, 12 de abril de 2013

Multiplicación de los panes

Juan 6, 1-15. Pascua. Los cinco panes son, sin duda, una representación de los talentos que Dios nos ha regalado.
 
Multiplicación de los panes
Del santo Evangelio según san Juan 6, 1-15

Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?» Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente». Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda». Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

Oración introductoria

La multiplicación de los panes me recuerda que la abundancia es una característica del auténtico amor. Señor, creo en ti y te amo, por eso, con toda confianza, te pido que me permitas escucharte en esta oración para conocer cuál es el camino que debo seguir para que mi amor, a Ti y a los demás, sea ilimitado.

Petición

Jesús, ayúdame a que mi amor sea incondicional, auténtico, abundante.

Meditación del Papa

El milagro consiste en compartir fraternamente unos pocos panes que, confiados al poder de Dios, no sólo bastan para todos, sino que incluso sobran, hasta llenar doce canastos. El Señor invita a los discípulos a que sean ellos quienes distribuyan el pan a la multitud; de este modo los instruye y los prepara para la futura misión apostólica: en efecto, deberán llevar a todos el alimento de la Palabra de vida y del Sacramento. [...] Cristo está atento a la necesidad material, pero quiere dar algo más, porque el hombre siempre "tiene hambre de algo más, necesita algo más". En el pan de Cristo está presente el amor de Dios; en el encuentro con él "nos alimentamos, por así decirlo, del Dios vivo, comemos realmente el pan del cielo". Queridos amigos, "en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo". (Benedicto XVI, 31 de julio de 2011).

Reflexión

Entre los personajes que intervienen en la escena evangélica, además del Maestro, los apóstoles y la multitud, el muchacho de los panes y los peces pasa muy desapercibido en el relato. Apenas se menciona, pero su presencia y generosidad fueron claves para que Jesús obrara el milagro.

De hecho, cuando Felipe le señala, bien hubiera podido decir: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero no sé si quiera entregarlos y, de cualquier modo, ¿qué es eso para tantos?"

Todos los milagros de Jesús requirieron de la fe de quienes los pedían. Éste, además, requirió de la generosidad de aquel muchacho. Como si quisiera decirnos con ello el evangelista, que para obtener el milagro de la propia conversión o del propio progreso espiritual y humano, siempre se requiere generosidad. Darlo todo, y darlo de corazón.

Igualmente, cuando se trata de la ayuda a los demás, muchas veces tenemos en nuestras cestas los cinco panes y dos peces que necesita nuestro prójimo. A veces es una limosna, a veces es ceder el paso en la calle o una simple sonrisa que devuelva la confianza a nuestros hijos o compañeros de trabajo, después de que hemos sufrido algún percance.

Los cinco panes son, sin duda, una representación de los talentos que Dios nos ha regalado. Sólo en la medida en que los demos a los demás, fructifican y rinden todo cuanto pueden. Si los guardamos para nosotros mismos, pueden echarse a perder. Hay que recordar que el milagro comienza cuando aquel muchacho cedió al Maestro sus panes, para que diera de comer a toda una multitud...

Propósito

En mi siguiente encuentro con Cristo en la Eucaristía, pedirle que abra mi corazón a la compasión hacia el prójimo y al compartir fraterno.

Diálogo con Cristo

Jesús, ayúdame a saber multiplicar mi amor. Para que el milagro se produzca necesito simplemente ofrecerte lo que tengo, nada más… pero tampoco nada menos. Tú multiplicarás estos pocos o muchos dones para el bien de todos. Con humildad y sencillez te ofrezco mis talentos, consciente de que los he recibido para darlos a los demás.
 
viernes 12 Abril 2013
Viernes de la segunda semana de Pascua

San José Moscati



Leer el comentario del Evangelio por
Cardenal Joseph Ratzinger [Benedicto XVI : “Dadles vosotros de comer” (Mateo 14,16)

Lecturas

Hechos 5,34-42.

Entonces se levantó uno de ellos, un fariseo llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley y persona muy estimada por todo el pueblo. Mandó que hicieran salir a aquellos hombres durante unos minutos
y empezó a hablar así al Consejo: «Colegas israelitas, no actúen a la ligera con estos hombres.
Recuerden que tiempo atrás se presentó un tal Teudas, que pretendía ser un gran personaje y al que se le unieron unos cuatrocientos hombres. Más tarde pereció, sus seguidores se dispersaron y todo quedó en nada.
Tiempo después, en la época del censo, surgió Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí. Pero también éste pereció y todos sus seguidores se dispersaron.
Por eso les aconsejo ahora que se olviden de esos hombres y los dejen en paz. Si su proyecto o su actividad es cosa de hombres, se vendrán abajo.
Pero si viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos, y ojalá no estén luchando contra Dios.» El Consejo le escuchó
y mandaron entrar de nuevo a los apóstoles. Los hicieron azotar y les ordenaron severamente que no volviesen a hablar de Jesús Salvador. Después los dejaron ir.
Los apóstoles salieron del Consejo muy contentos por haber sido considerados dignos de sufrir por el Nombre de Jesús.
El día entero en el Templo y por las casas no cesaban de enseñar y proclamar a Jesús, el Mesías.


Salmo 27(26),1.4.13-14.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién he de temer?
Amparo de mi vida es el Señor,
¿ante quién temblaré?

Una cosa al Señor sólo le pido,
la cosa que yo busco
es habitar en la casa del Señor
mientras dure mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor
y cuidar de su santuario.

La bondad del Señor espero ver
en la tierra de los vivientes.
Confía en el Señor, ¡ánimo, arriba!,
espera en el Señor.



Juan 6,1-15.

Después Jesús pasó a la otra orilla del lago de Galilea, cerca de Tiberíades.
Le seguía un enorme gentío a causa de las señales milagrosas que le veían hacer en los enfermos.
Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.
Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Jesús, pues, levantó los ojos y, al ver el numeroso gentío que acudía a él, dijo a Felipe: «¿Dónde iremos a comprar pan para que coma esa gente?»
Se lo preguntaba para ponerlo a prueba, pues él sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: «Doscientas monedas de plata no alcanzarían para dar a cada uno un pedazo.»
Otro discípulo, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es esto para tanta gente?»
Jesús les dijo: «Hagan que se siente la gente.» Había mucho pasto en aquel lugar, y se sentaron los hombres en número de unos cinco mil.
En tonces Jesús tomó los panes, dio las gracias y los repartió entre los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, y todos recibieron cuanto quisieron.
Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado para que no se pierda nada.»
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pe da zos que no se habían comido: eran las sobras de los cinco panes de cebada.
Al ver la señal que Jesús había hecho, los hombres decían: «Este es sin duda el Profeta que había de venir al mundo.»
Jesús se dio cuenta de que iban a tomarlo por la fuerza para proclamarlo rey, y nuevamente huyó al monte él solo.


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por

Cardenal Joseph Ratzinger [Benedicto XVI, papa desde 2005 a 2013]
Meditaciones de Semana Santa, 1969

“Dadles vosotros de comer” (Mateo 14,16)

En el pan de la eucaristía recibimos la multiplicación infatigable de
los panes del amor de Jesucristo, que es tan rico como para saciar el
hambre por los siglos, y que también busca ponernos, a nosotros mismos, al
servicio de esta multiplicación de panes. Algunos panes de nuestra vida
podrían parecer inútiles, pero el Señor los necesita y los pide. Los
sacramentos de la Iglesia son, como la Iglesia misma, el fruto del grano de
trigo que muere (Juan 12,24). Para recibirlos debemos entrar en el
movimiento mismo del que ellos provienen. Este movimiento consiste en
perderse a sí mismo, sin lo cual uno no podría encontrarse: “Porque quien
quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por
el Evangelio, la salvará” (Mc 8,35). Esta palabra del Señor es la fórmula
fundamental de la vida cristiana...; la forma característica de la vida
cristiana está en la cruz. La apertura cristiana al mundo, tan preconizada
en nuestros días, sólo puede hallar su modelo en el costado abierto del
Señor (Juan 19,34), expresión de este amor radical, la única capaz de dar
salvación. Sangre y agua brotaron del costado atravesado de Jesús
crucificado. Lo que a primera vista es símbolo de su muerte, símbolo de su
error más completo, constituye al mismo tiempo un nuevo comienzo: el
Crucificado resucita y no muere nunca. De las profundidades de la muerte
surge la promesa de la vida eterna. Sobre la cruz de Jesucristo resplandece
ya la claridad victoriosa de la mañana de Pascua. Es por eso que vivir bajo
la señal de la cruz es sinónimo de vivir bajo la promesa de la alegría
pascual.

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