viernes, 12 de abril de 2013

Martín l, Santo


Papa y Mártir, 13 de abril
 
Martín l, Santo
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LXXIV Papa y Mártir

Martirologio Romano: San Martín I, papa y mártir, que tras condenar la herejía de los monotelitas en el Concilio de Letrán, por orden del emperador Constante II fue arrancado de su sede por el exarca Calíopa, que entró por la fuerza en la Basílica de Letrán, y lo envió a Constantinopla, donde primero quedó encerró en una dura mazmorra bajo estrecha vigilancia y después fue desterrado al Quersoneso, lugar en el que, pasados unos dos años, concluyeron sus tribulaciones y alcanzó la corona eterna. ( 656)

Oriundo de Todi y diácono de la Iglesia romana, Martín fue elegido Papa para suceder al Papa Teodoro, muerto el 13 de mayo del 649. Inmediatamente demostró mucha firmeza en la conducción de la Iglesia. En efecto, no pidió ni esperó el consentimiento para su elección por parte del emperador Constante II que un año antes había promulgado el Tipo, un documento en defensa de la tesis herética de los monotelitas. Para acabar con la difusión de esta herejía, a los tres meses de su elección, el Papa Martín convocó en la basílica lateranense un gran concilio, al que fueron invitados todos los obispos de Occidente.

La condena de todos los escritos monotelitas, decretada en las cinco solemnes sesiones conciliares, suscitó la furiosa reacción de la corte bizantina. El emperador ordenó al exarca de Rávena, Olimpio, que fuera a Roma y arrestara al Papa. Olimpio no sólo se propuso cumplir las órdenes imperiales, sino que trató de asesinar al Papa por medio de un sicario durante la celebración de la misa en Santa María Mayor.

En el momento de recibir la Hostia de manos del Pontífice, el vil sicario sacó el puñal, pero en ese momento quedó repentinamente ciego.

Probablemente este hecho convenció a Olimpio de cambiar de actitud y a reconciliarse con el santo Pontífice y a proyectar una lucha armada contra Constantinopla. En el 653, muerto Olimpio de peste, el emperador pudo llevar a cabo su venganza, haciendo arrestar al Papa por medio del nuevo exarca de Rávena, Teodoro Caliopa.

Martín, acusado de
Martín l, Santo
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haberse apoderado ilegalmente del alto cargo pontificio y de haber tramado con Olimpio contra Constantinopla, fue llevado por mar a la ciudad del Bósforo. El largo viaje, que duró quince meses, fue el comienzo de un cruel martirio. Durante las numerosas escalas no se permitió a ninguno de los fieles que salieron a saludar al Papa que se acercaran a él. Al prisionero no se le daba ni siquiera el agua para bañarse. EL 17 de septiembre del 654 llegó a Constantinopla, fue colocado en una camilla y expuesto durante todo un día a los insultos del pueblo, y después lo encerraron durante tres meses en la cárcel Prandiaria. Después comenzó un largo y extenuante proceso, durante el cual fueron tales las sedicias que le hicieron murmurar al imputado: “Hagan de mí lo que quieran; cualquier clase de muerte será un bien para mí”.

Degradado públicamente, desnudo y expuesto a los rigores del frío, encadenado, fue encerrado en la celda reservada a los condenados a muerte. El 26 de marzo del 655 lo hicieron partir secretamente para el destierro en Crimea. Sufrió el hambre y padeció en el abandono más absoluto durante cuatro meses más, hasta cuando la muerte le llegó, agotado en el cuerpo pero no en la voluntad, el 16 de septiembre del 655.

Monotelismo: Es una herejía en la que se aceptaba las dos naturalezas de Jesús, pero tan sólo una voluntad: la divina.
San MartínPapa
(año 656)
San Martín I PapaSan Martín fue el último Papa martirizado. Son más de 40 los pontífices que han sufrido el martirio.
Nació en Todi, Italia, y se distinguió entre los sacerdotes de Roma por su santidad y su sabiduría.
Fue elegido Papa el año 649 y poco después convocó a un Concilio o reunión de todos los obispos, para condenar la herejía de los que decían que Jesucristo no había tenido voluntad humana, sino solamente voluntad divina (Monotelistas se llaman estos herejes).
Como el emperador de Constantinopla Constante II era hereje monotelista, mandó a un jefe militar con un batallón a darle muerte al pontífice. Pero el que lo iba a asesinar, quedó ciego en el momento en el que lo iba a matar, y el jefe se devolvió sin hacerle daño.
Luego envió Constante a otro jefe militar el cual aprovechando que el Papa estaba enfermo, lo sacó secretamente de Roma y lo llevó prisionero a Constantinopla. El viaje duró catorce meses y fue especialmente cruel y despiadado. No le daban los alimentos necesarios y según dice él mismo en sus cartas, pasaron 47 días sin que le permitieran ni siquiera agua para bañarse la cara. Un verdadero martirio que él soportó con especial paciencia. En aquellos días dejó escritas estas palabras: "Me martiriza el frió. Sufro hambre y estoy enfermo. Pero espero que por estos sufrimientos les concederá Dios a mis perseguidores, que después de mi muerte se arrepientan y se conviertan.
En Constantinopla lo expusieron al público como un malhechor, para que las gentes se burlaran de él. Pero lo que consiguieron fue hacer que muchísimos admiraran la virtud de aquel santo varón que todo lo sufría con admirable valor. Un tribunal de herejes lo condenó sin permitirle que dijera ni siquiera una palabra en su defensa. Lo tuvieron tres meses padeciendo en la cárcel destinada a los condenados a muerte, y luego lo sacaron de la cárcel por una petición que hizo el Patriarca Arzobispo de Constantinopla poco antes de morirse, pero lo enviaron al destierro.
Martín fue escribiendo en sus cartas lo que le iba sucediendo en aquellos prolongados martirios. En uno de esos escritos cuenta cómo lo llevaron sin las más mínimas muestras de consideración o respeto a Crimea (en el sur de Rusia, junto al Mar Negro) donde estuvo por meses y meses abandonado de todos, sufriendo hambre y desprecios, pero enriqueciéndose para el cielo en el ofrecimiento diario de sus padecimientos a Dios.
Sus sufrimientos eran tan grandes que cuando alguien lo amenazó con que le iban a dar muerte, exclamó: "Sea cual fuere la muerte que me den, seguramente no va a ser más cruel que esta vida que me están haciendo pasar". Lo amenazaron con dejar su cuerpo expuesto a que lo devoraran los cuervos y respondió: "En cuánto a mi cuerpo, Dios se encargará de cuidarlo. Dios está conmigo. ¿Por qué me voy a preocupar?". Y dando un suspiro de esperanza añadió: "Espero que el Señor Dios tendrá misericordia de mí y no prologará ya por mucho tiempo el tiempo de mi vida en este mundo". De veras que sus sufrimientos debieron ser muy grandes para desear más bien morir que seguir viviendo.
En su última carta, dice así San Martín: "Estoy sorprendido del abandono total en que me tienen en este destierro los que fueron mis amigos. Y más me entristece la indiferencia total con la que mis compañeros de labores me han abandonado. ¿Qué no tienen dinero? ¿Pero no habría ni siquiera unas libras de alimento para enviarlo? ¿O es que el temor a los enemigos de la Iglesia les hace olvidar la obligación que cada uno tiene de dar de comer al hambriento? Pero a pesar de todo, yo sigo rezando a Dios para que conserve firmes en la fe a todos los que pertenecen a la Iglesia".
Murió más de padecimientos y de falta de lo necesario que de enfermedad o vejez, en el año 656. En Constantinopla donde había sido tan humillado, fue declarado santo y empezaron a honrarlo como a un mártir de la religión. Y en la Iglesia de Roma se le ha venido honrando entre el número de los santos mártires.
Martín I: después de ser humillado por unos años, ha seguido siendo glorificado por muchos siglos. En él se ha cumplido lo que anunció San Pablo: "Después de un corto sufrir en esta tierra, nos espera un inmenso gozar en la gloria celestial".
Dichosos vosotros cuando os persigan por mi causa. Alegraos porque grande es vuestro premio. (Jesucristo).
 
San Martín I, papa mártir
fecha: 13 de abril
fecha en el calendario anterior: 12 de noviembre
†: 656 - país: Ucrania
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Martín I, papa y mártir, que tras condenar la herejía de los monotelitas en el Concilio de Letrán, por orden del emperador Constante II fue arrancado de su sede por el exarca Calíopa, que entró por la fuerza en la Basílica de Letrán, y lo envió a Constantinopla, donde primero quedó encerró en una dura mazmorra bajo estrecha vigilancia y después fue desterrado al Quersoneso, lugar en el que, pasados unos dos años, concluyeron sus tribulaciones y alcanzó la corona eterna.
refieren a este santo: San Eugenio I
oración:
Dios todopoderoso, tú has querido que san Martín primero, papa y mártir, no fuera vencido ni por las amenazas, ni por los sufrimientos; concédenos, a nosotros, soportar con fortaleza de espíritu las adversidades de este mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica)

San Martin nació en Todi, ciudad de Umbría, y se distinguió entre el clero de Roma por su santidad y saber. Era diácono cuando el papa Teodoro I le envió como «apocrisarius» o nuncio, a Constantinopla. En julio del año 649, a la muerte de Teodoro, fue elegido para sucederle en el pontificado. En octubre del año siguiente, reunió un Concilio en Letrán contra los que negaban que Cristo hubiese tenido voluntad humana (los monotelitas). Dicho Concilio formuló la doctrina ortodoxa de las dos voluntades y anatematizó la herejía monotelita. También censuró dos edictos imperiales: la «Ektesis» de Heraclio y el «Typos» de Constante; el primero, porque contenía una exposición de la fe que favorecía a los monotelitas y el segundo, porque imponía silencio sobre la cuestión de las dos voluntades a ambas partes. Los Padres del Concilio de Letrán hicieron la siguiente declaración, que parece una cita del papa Honorio I, aunque no se menciona su nombre: «El Señor nos ha mandado hacer el bien y condenar el mal, pero no desarraigar el bien y el mal por igual. No podemos condenar por igual el error y la verdad». Los decretos del Concilio fueron promulgados en todo el Oriente y el Occidente. San Martín I exhortó a los obispos de África, España e Inglaterra, a acabar con el monotelismo, y nombró en el Oriente un vicario para que pusiese en vigor las decisiones conciliares en los patriarcados de Antioquía y Jerusalén.

Ello molestó al emperador Constante II, quien ya antes había enviado a Roma a un exarca para que sembrase la disensión entre los obispos que asistían al Concilio. Como la misión del exarca hubiese fracasado, Constante envió a Teodoro Kalíopes a Roma con orden de llevar al papa a Constantinopla. El papa, que estaba entonces enfermo, se refugió en la basílica de Letrán. Cuando Kalíopes y sus soldados irrumpieron en la basílica, le hallaron recostado frente al altar. El Pontífice no opuso resistencia alguna. Kalíopes le sacó secretamente de Roma y le obligó a embarcarse en Porto. Durante el viaje, que fue muy largo, san Martín estuvo muy enfermo de disentería. En el otoño del año 653, llegó a Constantinopla, donde estuvo prisionero tres meses. Por entonces escribió en una carta: «No se me ha permitido lavarme, ni siquiera con agua fría, desde hace cuarenta y siete días. Estoy deshecho, aterido de frío y la disentería no me deja reposo ... La comida que me dan me hace daño. Espero que Dios, que lo sabe todo, moverá a mis perseguidores al arrepentimiento después de mi muerte». El senado, ante el cual compareció el pontífice, acusado de traición, le condenó sin haberse dignado oírle. Como san Martín lo hizo notar a sus acusadores, la verdadera causa de su condenación era el haberse negado a firmar el «Typos». Tras haber sido maltratado y envilecido en público, cosa que provocó la indignación del pueblo, san Martín pasó otros tres meses en la prisión. Finalmente, consiguió escapar con vida, gracias a la intercesión del patriarca Pablo en su lecho de muerte y, en abril del año 654, fue desterrado a Kherson, en Crimea.

El pontífice escribió un relato sobre el hambre que reinaba en la región, la dificultad para conseguir alimentos, la barbarie de los habitantes y la negligencia con que le trataban:
«Estoy sorprendido de la indiferencia de quienes, habiéndome conocido antes, me han olvidado tan totalmente, que ni siquiera parecen saber que todavía existo. Más me sorprende todavía la indiferencia con que los miembros de la iglesia de San Pedro consideran la suerte de uno de sus hermanos. Si dicha iglesia no tiene dinero, no carece ciertamente de grano, aceite y otras provisiones, de las que podría enviarnos una pequeña cantidad. ¿Cómo es posible que el miedo impida a tantas gentes cumplir el mandato del Señor de socorrer a los necesitados? ¿Acaso he dado muestras de ser un enemigo de la Iglesia universal o de ellos en particular? Como quiera que sea, ruego a Dios, por la intercesión de san Pedro, que los conserve firmes e inconmovibles en la verdadera fe. En cuanto a mi pobre cuerpo, Dios se encargará de cuidarlo. Dios está conmigo, ¿por qué voy a preocuparme? Espero en su misericordia que no prolongará mucho tiempo mi vida.»

El deseo de san Martín se cumplió, ya que murió unos dos años después. Fue el último pontífice mártir. Después de la última reforma litúrgica, la celebración fue trasladada en Occidente al 13 de abril. En el Oriente se celebra en diferentes fechas. La liturgia bizantina le llama «glorioso defensor de la verdadera fe» y «ornato de la divina cátedra de Pedro». Un contemporáneo de san Martín I le describió como hombre de gran inteligencia, saber y caridad.

La principal fuente son las cartas del propio santo, aunque no todas han llegado hasta nosotros en forma satisfactoria. Hay también un relato de un contemporáneo (véase la edición de Duchesne del Liber Pontificalis, vol. I, pp. 336 ss., con sus admirables notas), y la Commemoratio, que es una narración escrita por uno de los clérigos que acompañaron al papa al destierro. Este último documento y las cartas del Pontífice pueden verse en Migne, PL., vols. LXXXVII y CXXIX. La vida de san Eligio escrita por san Ouen, y la biografía griega de san Máximo el Confesor aportan algunos detalles. Basándose en estos documentos, Mons. Duchesne reconstruyó en forma bastante completa la historia del pontificado de Martín I: Lives of the Popes, vol. I, pte. I, pp. 385-405 (1902); pero desde entonces se han hecho valiosos estudios sobre el tema, entre los cuales hay que mencionar la publicación hecha por el P. P. Peeters de una biografía inédita del santo en griego (Analecta Bollandiana, vol. LI, 1933, pp. 225-262). Véase también R. Devreesse, La vie de St Maxime le Confesseur, en Analecta Bollandiana, vol. XLVI, 1928, pp. 5-49, y vol. LIII, 1935, pp. 49 ss.; W. Peitz, en Historisches Jahrbuch, vol. XXXVIII (1917), pp. 213-236 y 428-458; Duchesne, L'Eglie au Véme. siécle, (1925), pp. 445-453; E. Amann, en Dictionnaire de Théologie Catholique, vol. X cc. 182-194, etc.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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