miércoles, 10 de abril de 2013

Julio I, Santo


XXXV Papa, 12 de abril
 
Julio I, Santo
Julio I, Santo

XXXV Papa

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calepodio, en el tercer miliario de la vía Aurelia, sepultura del papa san Julio I, quien, frente a los ataques de los arrianos, custodió valientemente la fe del Concilio de Nicea, defendió a san Atanasio, perseguido y exiliado, y reunió el Concilio de Sárdica. ( 352)

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma: el Papa.
Se conocen pocos datos de su vida anterior a la elección para Sumo Pontífice el 6 de febrero del 337, muerto el papa Marcos y después de ocho meses de sede vacante. El Liber Pontificalis nos dice que era romano y que su padre se llamaba Rústico.

La primera de las actuaciones que deberá realizar -que le seguirá luego por toda su vida- está directamente relacionada con la lucha contra el arrianismo. Había sido condenada la herejía en el Concilio universal de Nicea, en el 325; pero una definición dogmática no liquida de modo automático un problema, cuando las personas implicadas están vivas, se aferran a sus esquemas y están preñadas de otros intereses menos confesables.

A la muerte del emperador Constantino, por decreto, pueden regresar a sus respectivas diócesis los obispos que estaban en el destierro. Es el caso de Atanasio que vuelve a su legítima sede de Alejandría con el gozo de los eclesiásticos y del pueblo. Pero los arrianos habían elegido para obispo de esa sede a Pisto y comienzan las intrigas y el conflicto. El Papa Julio recibe la información de las dos partes y decide el fin del pleito a favor de Atanasio.

Eusebio de Nicomedia, Patriarca proarriano con sede en Constantinopla, envía una embajada a Roma solicitando del papa la convocatoria de un sínodo. Por su parte, Atanasio -recuperadas ya sus facultades de gobierno- ha reunido un importante sínodo y manda al papa las actas que condenan decididamente el arrianismo y una más explícita profesión de fe católica.

Julio I, informado por ambas partes, convoca el sínodo pedido por los arrianos. Pero estos no envían representantes y siguen cometiendo tropelías.

Muere Eusebio y le sucede Acacio en la línea del arrianismo. Otro sínodo arriano vuelve a deponer a Atanasio y nombra a Gregorio de Capadocia para Alejandría.

El papa recoge en Roma a los nuevamente perseguidos y depuestos obispos con Atanasio a la cabeza. Como los representantes arrianos siguen sin comparecer, Julio I envía pacientemente a los presbíteros Elpidio y Filoxeno con un resultado nulo en la gestión porque los arrianos siguen rechazando la cita que pidieron.

En el año 341 se lleva a cabo la convocatoria del sínodo al que no quieren asistir los arrianos por más que fueron ellos los que lo solicitaron; ahora son considerados por el papa como rebeldes. En esta reunión de obispos se declara solemnemente la inocencia de Atanasio; el papa manda una encíclica a los obispos de Oriente comunicando el resultado y añade paternalmente algunas amonestaciones, al tiempo que mantiene con claridad la primacía y autoridad de la Sede Romana.

Los arrianos se muestran rebeldes y revueltos; en el mismo año 341 reúnen otro sínodo en Antioquía que reitera la condenar a Atanasio y en el que se manifiestan antinicenos.

Estando así las cosas, el papa Julio I decide convocar un concilio más universal. En este momento se da la posibilidad de contar con la ayuda de Constancio y Constante -hijos de Constantino y ahora emperadores- que se muestran propicios a apoyar las decisiones del encuentro de obispos arrianos y católicos. El lugar designado es Sárdica; el año, el 343; el presidente, el español -consejero del emperador- Osio, obispo de Córdoba. El papa envía también por su parte legados que le representen.

Pero se complican las cosas. Los obispos orientales arrianos llegan antes y comienzan por su cuenta renovando la exclusión de Atanasio y demás obispos orientales católicos. Luego, cuando llegan los legados que dan legitimidad al congreso, se niegan a tomar parte en ninguna deliberación, apartándose del Concilio de Sárdica, reuniendo otro sínodo en Philipópolis, haciendo allí otra nueva profesión de fe y renovando la condenación de Atanasio. El bloque compacto de obispos occidentales sigue reunido con Osio y los legados.

Celebran el verdadero Concilio que declara la inocencia de Atanasio, lo repone en su cargo, hace profesión de fe católica y excomulga a los intrusos rebeldes arrianos. Como conclusión, se ha mantenido la firmeza de la fe de Nicea, reforzándose así la ortodoxia católica.

Aún pudo Julio I recibir una vez más en Roma al tan perseguido campeón de la fe y ortodoxia católica que fue Atanasio, cuando va a agradecer al primero de todos los obispos del orbe su apoyo en la verdad, antes de volver a Alejandría.

Julio I escribirá otra carta más a los obispos orientales y de Egipto.

En los 15 años de papado, sobresale su gobierno leal no exento de muchas preocupaciones y desvelos por defender la verdad católica. La lealtad a la fe y la búsqueda de la justicia en el esclarecimiento de los hechos fueron sus ejes en toda la controversia posnicena contra el arrianismo. Su paciente gobierno contribuyó a la clarificación de la ortodoxia fortaleciendo la primacía y autoridad de la Sede Romana.

San Julio I, papa
fecha: 12 de abril
†: 352 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: Mathieu-Rosay: Los Papas
En Roma, en el cementerio de Calepodio, en el tercer miliario de la vía Aurelia, sepultura del papa san Julio I, quien, frente a los ataques de los arrianos, custodió valientemente la fe del Concilio de Nicea, defendió a san Atanasio, perseguido y exiliado, y reunió el Concilio de Sárdica.
refieren a este santo: San Atanasio de Alejandría

Julio fue elegido el 6 de febrero del 337, después del pontificado de san Marcos, que muere el 7 de octubre del 336. ¿Por qué necesitaron los romanos cerca de cuatro meses para dar un sucesor a Marcos? No se sabe, pero tan lenta elección produjo un buen resultado: Julio I dejaría en la historia del Papado una huella bastante más profunda que la de sus dos predecesores. Fue el primer obispo de Roma a quien se atribuyó el título de Papa, hecho enteramente ocasional que se originó en unas cartas llegadas de Oriente, donde ese tratamiento se daba de ordinario a los sacerdotes, obispos y patriarcas. Aunque era algo inusitado en Occidente, el título de Papa se impondría progresivamente a partir de Julio I y terminaría por quedar reservado en exclusiva al obispo de Roma desde el pontificado de san Siricio en el año 384.

Julio tuvo conciencia de sus prerrogativas y las ejercitó. Le correspondía a él juzgar a los clérigos y prohibió, por tanto, que llevaran sus causas ante tribunales civiles. Por contra, los eclesiásticos tenían derecho de apelar al Papa, por encima de los sínodos provinciales, en cuestiones importantes.

El conflicto suscitado por los arrianos proporcionará una magnífica ocasión al obispo de Alejandría, Atanasio, para hacer uso de ese derecho de apelación. En el año 339 este implacable adversario de los seguidores de Arrio había sido depuesto. Fue a Roma a presentar su protesta y reclamar justicia. Julio convocó un sínodo que rehabilitó a Atanasio y condenó a sus acusadores. Pero éstos volvieron a la carga con tal vehemencia que el Papa juzgó oportuno examinar nuevamente la causa y permitió que otro sínodo, reunido en Sárdica, se ocupara de ello. Esta asamblea confirmó la condena anterior. Sin embargo, Atanasio no pudo volver a su sede de Alejandría, ocupada por el arriano Gregorio de Capadocia, hasta tres años después. Todo ese tiempo estuvo exiliado en el sur de la Galia y, al cabo, regresó a su diócesis pasando por Roma, donde el Papa Julio le entregó una carta de recomendación para las provincias de Oriente.

El interés de todo este episodio radica en los argumentos que se utilizaron para apoyar las prerrogativas del primado de Roma, poco antes del sínodo de Sárdica, en el intercambio de escritos que hubo entre Julio I y las jerarquías de Oriente:
«Aun admitiendo y expresando su respeto por el papel preeminente de la sede romana, los obispos orientales niegan a la Iglesia de Roma el derecho de darles órdenes. La importancia de una Iglesia no se mide por la dimensión de la ciudad en que se encuentre. ¿Por qué ha de inmiscuirse el Occidente en las cuestiones privativas de las diócesis de Oriente? Antiguamente, el Oriente aceptó sin discutir las sentencias de Occidente sobre los problemas planteados por Novaciano y Pablo de Samosata. De ahora en adelante será distinto. Y empeñarse en lo contrario supondría la ruptura.»
El obispo de Roma insistió con firmeza:
«¿No sabéis que la costumbre manda contar con nosotros, en primer lugar, para que la justicia se administre desde aquí?»

Estos dos párrafos son interesantes porque revelan la concepción que ambas partes tenían acerca de los derechos del obispo de Roma. El Oriente se imagina que el Papa fundamenta su potestad en el prestigio de la ciudad en que tenía su sede. Y el pontífice, por su parte, no apela a su condición de sucesor de san Pedro -que será luego el argumento decisivo- sino, simplemente, a la costumbre.

Después de las tensiones originadas por este enfrentamiento, las aguas volvieron a su cauce... en apariencia. El Papa murió el 12 de abril del 352 sin poder imaginar que el conflicto en torno a Atanasio se recrudecería con mayor violencia en los años siguientes, bajo su sucesor, Liberio (el primer papa que no será reconocido como «santo» por la tradición posterior).
 

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