sábado, 20 de abril de 2013

Inés de Montepulciano, Santa

Religiosa, Abril 20
Inés de Montepulciano, Santa
Inés de Montepulciano, Santa

Abadesa


Martirologio Romano: En Montepulciano, también de la Toscana, santa Inés, virgen, que vistió el hábito de las vírgenes a los nueve años, y a los quince, en contra de su voluntad, fue elegida superiora de las monjas de Procene, fundando más tarde un monasterio, sometido a la disciplina de santo Domingo, donde dio muestras de una profunda humildad (1317).

Etimológicamente: Inés = Aquella que se mantiene pura, es de origen latino.
Nació alrededor del año 1270. Hija de la toscana familia Segni, propietarios acomodados de Graciano, cerca de Orvieto.

Cuanto solo tiene nueve años, consigue el permiso familiar para vestir el escapulario de "saco" de las monjas de un convento de Montepulciano que recibían este nombre precisamente por el pobre estilo de su ropa.

Seis años más tarde funda un monasterio con Margarita, su maestra de convento, en Proceno, a más de cien kilómetros de Montepulciano. Mucha madurez debió ver en ella el obispo del lugar cuando con poco más de quince años la nombra abadesa. Dieciséis años desempeñó el cargo y en el transcurso de ese tiempo hizo dos visitas a Roma; una fue por motivos de caridad, muy breve; la otra tuvo como fin poner los medios ante la Santa Sede para evitar que el monasterio que acababa de fundar fuera un día presa de ambiciones y usurpaciones ilegítimas. Se ve que en ese tiempo podía pasar cualquier cosa no sólo en los bienes eclesiásticos que detentaban los varones, sino también con los que administraban las mujeres.

Apreciando los vecinos de Montepulciano el bien espiritual que reportaba el monasterio de Proceno puertas afuera, ruegan, suplican y empujan a Inés para que funde otro en su ciudad pensando en la transformación espiritual de la juventud. Descubierta la voluntad de Dios en la oración, decide fundar. Será en el monte que está sembrado de casas de lenocinio, "un lugar de pecadoras", y se levantará gracias a la ayuda económica de los familiares, amigos y convecinos. Ha tenido una visión en la que tres barcos con sus patronos están dispuestos a recibirla a bordo; Agustín, Domingo y Francisco la invitan a subir, pero es Domingo quien decide la cuestión: "Subirá a mi nave, pues así lo ha dispuesto Dios".

Su fundación seguirá el espíritu y las huellas de santo Domingo y tendrá a los dominicos como ayuda espiritual para ella y sus monjas.

Con maltrecha salud, sus monjas intentan procurarle
Inés de Montepulciano, Santa
Inés de Montepulciano, Santa
remedio con los baños termales cercanos; pero fallece en el año 1317.

Raimundo de Capua, el mayor difusor de la vida y obras de santa Inés, escribe en Legenda no sólo datos biográficos, sino un chorro de hechos sobrenaturales acaecidos en vida de la santa y, según él, confirmados ante notario, firmados por testigos oculares fidedignos y testimoniados por las monjas vivas a las que tenía acceso por razones de su ministerio. Piensa que relatando prolijamente los hechos sobrenaturales -éxtasis, visiones y milagros-, contribuye a resaltar su santa vida con el aval inconfundible del milagro. Por ello habló del maná que solía cubrir el manto de Inés al salir de la oración, el que cubrió en interior de la catedral cuando hizo su profesión religiosa, o la luz radiante que aún después de medio siglo de la muerte le ha deslumbrado en Montepulciano; no menos asombro causaba oírle exponer cómo nacían rosas donde Inés se arrodillaba y el momento glorioso en que la Virgen puso en sus brazos al niño Jesús (antes de devolverlo a su Madre, tuvo Inés el acierto de quitarle la cruz que llevaba al cuello y guardarla después como el más preciado tesoro). Cariño, poesía y encanto.

Santa Catalina de Siena, nacida unos años después y dominica como ella, será la santa que, profundamente impresionada por sus virtudes, hablará de lo de dentro de su alma. Llegó a afirmar que, aparte de la acción del Espíritu Santo, fueron la vida y virtudes ejemplares vividas heroicamente por santa Inés las que le empujaron a su entrega personal y a amar al Señor. Resalta en carta escrita a las monjas hijas de Inés de Montepulciano -una santa que habla de otra santa- la humildad, el amor a la Cruz, y la fidelidad al cumplimiento de la voluntad de Dios. Pero el mayor elogio que puede decirse de Inés lo dejó escrito en su Diálogo, poniéndolo en boca de Jesucristo: "La dulce virgen santa Inés, que desde la niñez hasta el fin de su vida me sirvió con humildad y firme esperanza sin preocuparse de sí misma".

Fue canonizada por S.S. Benedicto XIII en el año 1726.
Santa Inés de Montepulciano, virgen
fecha: 20 de abril
n.: 1268 - †: 1317 - país: Italia
canonización: C: Benedicto XIII 10 dic 1726
hagiografía: Santi e Beati
En Montepulciano, también de la Toscana, santa Inés, virgen, que vistió el hábito de las vírgenes a los nueve años, y a los quince, muy a su pesar, fue elegida superiora de las monjas de Procene. Más tarde fundó un monasterio sometido a la disciplina de santo Domingo, donde dio muestras de una profunda humildad.

Inés Segni nació el 28 de enero de 1268 en Gracciano, pequeño pueblo en el término de Montepulciano. Inés sintió desde pequeña la fascinación de las cosas espirituales, y durante una visita con sus familiares a Montepulciano vio a las hermanas «del saco», llamadas así por el rústico saco que vestían. Con nueve años pidió ser admitida en el convento, donde fue rapidamente acogida. En Montepulciano permaneció sólo el tiempo necesario para la formación religiosa básica. En 1283, lo administradores del castillo de Proceno, feudo orvietano (hoy en la provincia de Viterbo), se llegaron a Montepulciano para pedir el envío de algunas hermanas a su territorio, e Inés estuvo entre las seleccionadas. Inés, aunque aun muy joven, fue nombrada superiora del monasterio, por sus grandes dotes de humildad y el gran amor por la oración, por el espíritu de sacrificio (durante quince años vivió a pan y agua), y por el ardiente amor a Jesús Eucaristía. En Proceno Inés recibió del Señor el don de hacer milagros: los poseídos quedaban libres con sólo aproximársele, multiplicó en varias ocasiones el pan, y graves enfermos recobraron la salud. Pero en los veintidós años que permaneció en Proceno no faltaron las tribulaciones: graves ssufrimientos físicos la atormentaron por largos períodos.

En la primavera de 1306 fue llamada a Montepulciano, donde hizo iniciar la construcción de una iglesia, tal como le había pedido la Virgen en una visión unos años antes, y para lo cual le había entregado tres piedras. Y en otra visión, esta vez de santo Domingo, se le pidió que hiciera adoptar a las hermanas la regla de san Agustín, y que agregara la comunidad a la Orden Dominicana para la asistencia religiosa y la cura espiritual. Fueron numerosas las ocasiones en que Inés intervinó en la ciudad como mediadora y agente de resolución de los conflictos entre las familias nobles del lugar. En 1316 Inés, por consejo del médico y las presiones de las cohermanas se retiró a Chianciano para curarse en las termas. Su presencia fue de ayuda para los numerosos enfermos de la localidad, e Inés obró allí muchos milagros, pero la cura termal no trajo ningún alivio a su enfermedad, que empeoró.

Vuelta a Montepulciano, fue confinada al lecho. Ya al borde de la muerte, Inés invitaba a las hermanas a que se alegraran porque era para ella el momento del encuentro con Dios, que ocurrió el 20 de abril de 1317. Los hermanos y hermanas dominicanos quisieron embalsamar el cuerpo de Inés, y por este motivo enviaron emisarios a Génova para adquirir el bálsamo; pero no fue necesario: de las manos y los pies de la santa destiló enseguida un líquido perfumado que impregnó los paños que cubrían el cuerpo, e incluso fue posible llenar alguna ampolla. El eco del milagro atrajo a muchos enfermos que deseaban ser untados con el bálsamo milagroso. Como escribió el beato Raimundo de Capua: a cincuenta años de su muerte, el cuerpo estaba aun intacto, como si Inés hubiera recién muerto, y muchos eran los milagros de curación que ocurrían en la iglesia -que era conocida como «Iglesia de santa Inés»-, y la curación ocurría apenas hecho voto de visitarla. De estos milagros hay públicos registros hechos por notarios a partir de pocos meses de la muerte de la santa.

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