viernes, 12 de abril de 2013

Hermenegildo, Santo

 
Mártir, 13 de abril
 
Hermenegildo, Santo
Hermenegildo, Santo

Mártir

Martirologio Romano: En Tarragona, ciudad de Hispania, hoy España, san Hermenegildo, mártir, que, siendo hijo de Leovigildo, rey arriano de los visigodos, se convirtió a la fe católica por mediación de san Leandro, obispo de Sevilla. Recluido en la cárcel por disposición del rey, al haberse negado a recibir la comunión de manos de un obispo arriano, el día de la fiesta de Pascua fue degollado por mandato de su propio padre. ( 586)

Fecha de canonización: En 1585 por el Papa Sixto V.
Primogénito del rey visigodo Leovigildo, profesa la religión de sus padres —el arrianismo— hasta que, bajo la influencia de su esposa y de San Leandro, Obispo de Sevilla, se convierte al catolicismo. Ante la persecución desencadenada por su padre contra los católicos, le declara la guerra en el año 582. Vencido y hecho prisionero por Leovigildo, muere mártir de su fe en 585. — Fiesta: 13 de abril.

El reino visigodo alcanza su apogeo con Leovigildo, que asocia al gobierno a sus dos hijos, Hermenegildo y Recaredo, con el fin de asegurar la continuidad de la monarquía en su propia familia. Quizá ello fue causa de muchas conjuraciones surgidas durante su reinado, en el seno de la nobleza, las cuales fueron reprimidas con mano firme. Recuérdese que la monarquía visigoda era electiva teóricamente, siguiendo un principio germánico.

Leovigildo era un guerrero afortunado y un hábil político, y no cejó en su empeño.

La aspiración fundamental del gran rey visigodo era la unidad política, y creía que la sola base sólida de ésta estaba en la unidad religiosa.

No andaba equivocado en tal visión; pero sí lo anduvo en el enfoque de la unidad religiosa a base del arrianismo.

Los visigodos vinieron a España arrianos. Ésta fue la gran tragedia de su monarquía y la gran tragedia de España.

La diferencia de religión ahondó y exacerbó la que había entre dominadores y dominados, desde el punto de vista étnico. Los primeros, germánicos; los segundos, hispano-romanos en su inmensa mayoría.

La diferencia de religión impidió la fusión espiritual de los dos pueblos, y aun su simple soldadura.

De haber venido los invasores católicos o paganos, el hermanamiento perfecto se hubiese realizado pronto y fácilmente. Recuérdese la conversión masiva de los franceses en los tempranos días de Clodoveo...

La tragedia se proyectó ampliamente sobre nuestra Historia, la cual hubiese sido muy otra con la unidad católica del reino visigodo, realizada a tiempo, y no con una tardanza y una premiosidad que no permitieron solidificarla y convertirla en muro infranqueable a la invasión musulmana, fruto directo de la fragilidad de la política y de las rencillas intestinas de los godos.

Repitámoslo: Leovigildo —que había dado unos pasos hacia la unidad política sometiendo a los vascones y a los suevos, y estructurando una admirable obra legislativa— se equivocó al querer unificar a la nación en el arrianismo... Perdió miserablemente un tiempo precioso.

En la misma Casa real había una católica: Ingunda, hermana del rey de Austrasia, Childeberto II, que en el año 579 se había casado con Hermenegildo.

En cambio, su abuela Godsuinta, casada en segundas nupcias con Leovigildo, intentó por todos los medios que abrazara el arrianismo, sin éxito alguno.

Para terminar con aquel malestar doméstico, Leovigildo decide que el matrimonio Hermenegildo-Ingunda se traslade a Sevilla, donde el monarca necesita un representante de toda confianza.

Allí los dos vivirán en paz, y quizá ella ceda algún día.

Lo que sucedió fue que Hermenegildo, en la paz familiar y rodeado de una corte adicta, fue penetrando en la auténtica doctrina cristiana.

Su corazón de esposo amante acepta las insinuaciones de Ingunda, que le llevan a tratar frecuentemente con el entonces Obispo de Sevilla, San Leandro. A través de este trato llega al conocimiento de la falsedad del arrianismo, que niega dogmas tan fundamentales como la divinidad de Jesucristo, y la naturaleza de la Santísima Trinidad, viendo cómo la verdad está en toda su plenitud en el catolicismo.

Es entonces cuando abjura el arrianismo para abrazar la fe católica, tomando en su bautismo el nombre de Juan. Mientras tanto, Leovigildo había intensificado sus esfuerzos para conseguir a toda costa la unidad religiosa en el arrianismo. Para ello reúne un Concilio de obispos arrianos en Toledo, que facilita —con el reconocimiento de la validez del bautismo católico— la apostasía, exigiendo sólo la confesión de una fórmula trinitaria herética. Mas como esto no basta para atraer a los católicos, una tenaz persecución se desencadena contra ellos.

En este estado de cosas, la noticia de la conversión de Hermenegildo llega a Toledo, consiguiendo exasperar a su padre que, instigado por Godsuinta, intensifica sus iras para contrarrestar el movimiento hacia el catolicismo que podía seguirse de aquel hecho. Mas todo fue inútil. En la provincia Bética todos los ciudadanos, compactamente, se agrupan en torno a Hermenegildo, en quien ven al defensor de sus ideales religiosos y políticos.

La postura de aquellos católicos se hace belicosa, imponente. El príncipe —aunque seguramente no sin tortura interior— se lanza a la guerra contra su padre. Es la libertad de los católicos en la profesión de sus creencias la que está en juego, muchas ciudades y castillos se han declarado en favor de Hermenegildo, a la vez que sus embajadores buscan la ayuda de los suevos, de los francos y bizantinos, todos ellos pueblos católicos.

Pero Leovigildo no está dispuesto a tolerar la rebelión de su hijo, e inicia una afortunada campaña, conquistando Cáceres y Mérida; y cortando el paso a los suevos y sobornando al general bizantino, deja a Hermenegildo sin una preciosa ayuda, del todo necesaria para sus planes bélicos.

El príncipe se prepara para la defensa; pone a salvo a su mujer y a su hijo en territorio bizantino, y al frente de los suyos resiste heroicamente en Sevilla hasta que, caída la ciudad, escapa a Córdoba, donde se acoge al asilo de un templo.

Parece que aquí es donde interviene su hermano Recaredo, que le ofrece, en nombre de su padre, la conservación de la vida, si se entrega.

Acepta Hermenegildo quien, convertido en prisionero, va a parar a Tarragona, en cuya cárcel es coaccionado para que abrace nuevamente el arrianismo. No cede la firmeza del príncipe, que se mantiene fiel a su fe, muriendo asesinado, en el mismo calabozo, al negarse a recibir la comunión de manos de un obispo arriano.

Sucedía esto en el año 585, y no se hizo esperar el fruto de aquella sangre vertida en defensa de la fe católica. Antes de un año, en el 586, fallecía Leovigildo recomendando a su hijo Recaredo que se convirtiese al catolicismo, cosa que hizo inmediatamente.

Y a los cuatro años del martirio de Hermenegildo, todo el pueblo visigodo abjuraba solemnemente el arrianismo, con lo que se conseguía aquella unidad que Leovigildo tanto deseara.


San Hermenegildo, mártir
fecha: 13 de abril
†: 586 - país: España
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Tarragona, ciudad de Hispania, san Hermenegildo, mártir, que, siendo hijo de Leovigildo, rey arriano de los visigodos, se convirtió a la fe católica por mediación de san Leandro, obispo de Sevilla. Recluido en la cárcel por disposición del rey, al haberse negado a recibir la comunión de manos de un obispo arriano, el día de la fiesta de Pascua fue degollado por mandato de su propio padre.
oración:
Oh Dios, que suscitaste en tu Iglesia a san Hermenegildo, mártir, como intrépido defensor de la fe, concédenos a cuantos veneramos hoy la memoria de su martirio la unidad en la confesión de tu nombre y la perseverancia en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica)

Hermenegildo y su hermano Recaredo eran hijos de Leovigildo, rey de los visigodos de España, y de su primera esposa, Teodosia. Su padre los educó en la herejía arriana. Hermenegildo se casó, sin embargo, con una ferviente católica, Indegundis o Ingunda, hija del rey Sigberto de Austrasia; al ejemplo y oraciones de su mujer, así como a la predicación de san Leandro, arzobispo de Sevilla, debió Hermenegildo su conversión. Leovigildo se enfureció cuando supo que su hijo había hecho profesión pública de fe católica y le ordenó que renunciase a todas sus dignidades y posesiones. Pero Hermenegildo se negó a hacerlo y se rebeló contra su padre. Como los arrianos eran muy poderosos en la España visigótica, Hermenegildo envió a san Leandro a Constantinopla para pedir auxilio. La misión del arzobispo no tuvo éxito; entonces Hermenegildo pidió ayuda a los generales romanos que, al mando de un pequeño ejército, gobernaban todavía la estrecha faja de tierra de las costas del Mediterráneo que aun pertenecía al Imperio. Los generales romanos se llevaron a la esposa y al hijo de Hermenegildo como rehenes y le prometieron ayuda, pero no cumplieron sus promesas. Hermenegildo opuso resistencia en Sevilla, durante un año, a las tropas de su padre; al fin, tuvo que huir al territorio romano, donde descubrió que su padre había sobornado a sus aliados.

Desesperado de obtener ayuda de los hombres, entró en una iglesia y se refugió detrás del altar. Leovigildo no se atrevió a violar el santuario, pero mandó a su hijo Recaredo, que era todavía arriano, a ofrecer la reconciliación a Hermenegildo, con tal de que pidiese perdón a su padre. Hermenegildo aceptó y la reconciliación se llevó a cabo; según parece, fue sincera por ambas partes. Leovigildo devolvió a su primogénito muchas de sus antiguas dignidades; pero Gosvinda, la segunda esposa del rey, consiguió despertar nuevas sospechas contra Hermenegildo, quien fue encarcelado en Tarragona. Esta vez no se le acusaba de traición, sino de herejía; se le ofrecía la libertad a condición de que se retractase. Hermenegildo pidió fervorosamente a Dios que le fortaleciese en su combate por la fe, añadió mortificaciones voluntarias a sus sufrimientos y se vistió con un saco, como los penitentes.

En Pascua, su padre le envió a un obispo arriano, prometiéndole que le perdonaría con tal de que aceptase la comunión de manos del prelado. Al saber que Hermenegildo se había negado rotundamente, Leovigildo entró en uno de sus frecuentes paroxismos de cólera y mandó a la prisión a un pelotón de soldados con la orden de matar a su hijo. Hermenegildo recibió la noticia con gran resignación y murió instantáneamente de un solo golpe de mazo. San Gregorio el Grande atribuye a los méritos de san Hermenegildo la conversión cuatro alños después del martirio, de su hermano Recaredo y de toda la España visigótica. Leovigildo fue pronto presa de los remordimientos. Aunque nunca abjuró del arrianismo, en su lecho de muerte encomendó a su hijo Recaredo a san Leandro, con la esperanza de que éste le convertiría a la fe ortodoxa.

No podemos menos de condenar a Hermenegildo por haberse levantado en armas contra su padre; pero, como lo hace notar San Gregorio de Tours, expió abundantemente su pecado con sus sufrimientos y su heroica muerte. Otro Gregorio, el gran Pontífice, hizo notar que Hermenegildo recibió en el martirio la verdadera corona de los reyes. Se ha discutido violentamente el derecho de Hermenegildo a ser considerado como mártir. A pesar del relato de san Gregorio el Grande en sus Diálogos, otros escritores antiguos -entre los que se cuentan algunos españoles, como el abad de Valclara, Johannes Biclariensis, Isidoro de Sevilla y Pablo de Mérida- parecen decir que Hermenegildo fue pura y simplemente un rebelde y que por ello fue condenado a muerte. La comisión nombrada por Benedicto XIV para la reforma del calendario litúrgico recomendó que se suprimiese el nombre de san Hermenegildo; en la actualidad sólo es memoria litúrgica en España y algunos países de tradición hispánica.

Ver los Diálogos de san Gregorio el Grande, lib. III, C. 31; Florez, España Sagrada, vol. VI, p. 384. Puede verse un excelente resumen de la controversia sobre el martirio en A dictionary of Christian Biography, vol. II, pp. 921-924, que se basa en gran parte en un artículo de F. Görres en Zeitschrift f. his. Theologie, vol. I, 1873. El P. R. Rochel (Razón y Fe, particularmente vol. VII, 1903) respondió apasionadamente a los críticos de san Hermenegildo; pero el P. Albert Poncelet (Analecta Bollandiana, XXIII, 1904, pp. 360-361) demostró que la respuesta del P. Rochel era insuficiente en muchos puntos. P. Gams, en Kirchengeshcichte Spaniens, se sitúa en un punto de vista más moderno. Hay que decir que la mejor edición de la crónica de Johannes Biclariensis es la de Mommsen en Monumenta Germaniae Historica, Auctores Antiquissimi, vol. XI. Una traducción muy posterior dice que san Hermenegildo murió en Sevilla; pero Johannes Biclariensis, que era contemporáneo del santo, afirma expresamente que murió en Tarragona. Ver Analecta Bollandiana, vol. XXIII, p. 360.
Imagen: Francisco de Goya: San Hermenegildo en la cárcel, 1798/1800, Museo Lázaro Galdiano, Madrid.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 

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