miércoles, 9 de enero de 2013

“Yo Soy el Pan de Vida”


1.      YO SOY EL PAN BAJADO DEL CIELO

Las anteriores revelaciones de Jesús sobre su origen divino; “Yo soy el pan de vida”  y “bajado del cielo”, no fueron fácil de comprender y habían provocado desacuerdo y disconformidad entre los que oyeron estas declaraciones surgieron protestas entre la muchedumbre, los que comenzaron a murmurar y ha mostrarse hostiles, entonces; Decían: Éste es Jesús, el hijo de José. Conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo se atreve a decir que ha bajado del cielo?”. Hoy sucede algo similar, hay muchos que se resisten a creer que Jesús es pan bajado del cielo, ayer y hoy, para algunos es demasiado difícil superar el obstáculo del origen humano de Cristo y reconocerle como Dios. En ese tiempo Jesús evita entonces una discusión inútil con los judíos y les ayuda a reflexionar sobre su dureza de corazón, enunciando las condiciones necesarias para creer en él. Hoy nos corresponde  a nosotros esta tarea y de seguro que no es fácil.
Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo. Cristo, el Hijo de Dios vivo, encarnado en nuestra propia carne y sangre, para hacer a los hombres hijos de Dios, se nos ha convertido en Sacramento de Pan de vida al alcance de todos los hombres. San Agustín dice: “Pan vivo precisamente, porque descendió del cielo. El maná también descendió del cielo; pero el maná era la sombra, éste es la verdad… ¿Cuándo iba la carne a ser capaz de comprender esto de llamar al pan carne? Se da el nombre de carne a lo que la carne no entiende; y tanto menos comprende la carne, porque se llama carne. Esto fue lo que les horrorizó y dijeron que esto era demasiado y que no podía ser. Mi carne, dice, es la vida del mundo. Los fieles conocen el cuerpo de Cristo si no desdeñan ser el cuerpo de Cristo. Que lleguen a ser cuerpo de Cristo si quieren vivir del Espíritu de Cristo. Del Espíritu de Cristo solamente vive el cuerpo de Cristo…. Mi cuerpo recibe ciertamente de mi espíritu la vida.” ¿Quieres tú recibir la vida del Espíritu de Cristo? Incorpórate al Cuerpo de Cristo… El mismo Cuerpo de Cristo no puede vivir sino del Espíritu de Cristo.” De aquí que el Apóstol Pablo nos hable de este Pan, diciendo: “Somos muchos un solo Pan, un solo Cuerpo. ¡Oh qué misterio de amor, y qué símbolo de unidad, y qué vínculo de caridad!. Quien quiere vivir sabe dónde está su vida y sabe de dónde le viene la vida. Que se acerque, y que crea, y que se incorpore a este Cuerpo, para que tenga participación de su vida” (Tratado sobre el Evangelio de San Juan 26,13).

2.      “MURMURABAN” CONTRA JESÚS

Ante todo esto, Jesús contestó: No sigáis murmurando, Nadie puede aceptarme si el Padre, que me envió, no se lo concede, y yo lo resucitaré el último día”. Es decir, una primera condición es ser atraídos por el Padre, don y manifestación del amor de Dios a la humanidad. Nadie puede ir a Jesús si no es atraído por el Padre.
En general, cuando san Juan se refiere a los judíos, para el son los enemigos de Jesús; pero aquí son la muchedumbre, pretenciosa e incrédula, de los galileos, sus coterráneos, como se desprende; Nosotros conocemos a su padre y a su madre”.  sin que haya que suponer nuevos grupos de judíos llegados de Jerusalén (Mc 2:16.18.24; 3:2), en contraposición a los galileos, en cuya región se desenvuelve la escena.
Estos galileos “murmuraban” contra Jesús porque había dicho de sí mismo que bajó del cielo. Es interesante destacar esto, que tendrá valor argumentativo al hablar de Jesús pan eucarístico. Jesús hace una afirmación, su origen celestial. El origen celestial del Mesías era compartido incluso por algunas corrientes judías, aunque no debían de afectar a estos galileos. Por eso, esta afirmación de Jesús les parecía a ellos algo muy grande, especialmente porque ellos argumentaban conocer a su padre legal, José, y a su madre María; “¿Acaso éste no es Jesús, el hijo de José?. Sucede que ellos, no conocían de la concepción virginal de María, entonces hablan al modo humano, como lo conceptuaban en su vida nazarena.
Pero ante esta actitud pretenciosa, puesto que los milagros que habían visto eran el sello de Dios aprobando sus palabras y su misión, les reafirma su enseñanza. No les dice cómo El haya venido al mundo, sino cómo ellos han de venir a El.

3.      NADIE PUEDE VENIR A MÍ, SI NO LO ATRAE EL PADRE QUE ME ENVIÓ

Jesús dijo a la gente: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió” Es el Padre, el que eficazmente mueve las almas para venir a Jesús. Se destaca la obra del Padre, pero no se excluye la acción instrumental de Jesús para venir a El (San Juan 15:5). Dios trae las almas a la fe en Jesús: cuando El quiere, infaliblemente, irresistiblemente, aunque de un modo tan maravilloso que ellas vienen también libremente, y cuyo aspecto de libertad, en el ser humano, se destaca especialmente en: Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí”. San Agustín ha escrito una página genial, y ya célebre, sobre esta atracción de las almas, infalible y libre, por Dios Es la doctrina de la gracia eficaz.
Si también aquí se evoca la escatología por el hecho de traer el Padre los seres humanos a Jesús, es porque los trae para que tengan la vida eterna. Lo que postula complementariamente la resurrección final.
Mas para ello no es necesario, ni posible, ver al Padre; Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre”. Nadie puede ver a Dios sin morir, se lee en el Antiguo Testamento. Su lenguaje es, por tanto, perceptible, pero El invisible. Sólo lo ha visto uno: el que está en Dios, Jesús; sin nombrarse explícitamente, se presenta (San Juan 1:18) y garantiza con ello su verdad. Al estar en el seno del Padre (San Juan 1:28), conoce sus planes y por eso los dio a conocer (San Juan 1:18), que aquí es: Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió”.
En este discurso sobre Jesús Pan de vida se cierra y sintetiza en una afirmación solemne: Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna”.  La tiene en causa, en esperanza, y también la tendrá (luego en la plenitud) de la realidad, cuando El lo resucite en el último día: en una “escatología” futura y final. “que coma de este pan vivirá eternamente”.

4.      TODOS SERÁN INSTRUIDOS POR DIOS

La segunda condición es la docilidad a Dios: Está escrito en los profetas: Y serán todos instruidos por Dios”. Los hombres deben darse cuenta de la acción salvadora de Dios respecto al mundo.
Después de esta afirmación a las multitudes, Jesús les hace ver con el testimonio de los Profetas, testimonio irrecusable en Israel, la posibilidad de esta atracción del Padre, la existencia de una acción docente de Dios en los corazones. Les cita un pasaje de Isaías en el que se describe la gloria de la nueva Sión y de sus hijos en los días mesiánicos. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Y Jeremías destaca aún más el aspecto íntimo de esta obra docente de Dios (Jer 31:33.34). Según los profetas, hay una enseñanza que se realiza precisamente en los días de Jesús-Mesías, de la alianza nueva, y que consiste en que Dios mismo enseñará a los hijos de la nueva Sión. Esta es la fuerza de la argumentación: ser enseñados y, en consecuencia, atraídos por el mismo Dios. Si Dios habla a los seres humanos, puede igualmente moverlos eficazmente a sus fines. Es lo que Jesús quiere dejar aquí bien establecido. Así se verá la colaboración de ambos en la obra misma del Padre.
Luego Jesús, propone una tercera condición es la escucha del Padre; “Todo el que escucha al Padre y recibe su enseñanza me acepta a mí”.  Estamos frente a la enseñanza interior del Padre y a la de la vida de Jesús, que brota de la fe obediente del creyente a la Palabra del Padre y del Hijo.
Escuchar a Jesús significa ser instruidos por el mismo Padre. Con la venida de Jesús, la salvación está abierta a todos, pero la condición esencial que se requiere es la de dejarse atraer por él escuchando con docilidad su Palabra de vida. Aquí es donde precisa el evangelista la relación entre fe y vida eterna, principio que resume toda regla para acceder a Jesús. Sólo el hombre que vive en comunión con Jesús se realiza y se abre a una vida duradera y feliz. Sólo “el que come” de Jesús-pan no muere. “El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed”. Es Jesús, pan de vida, el que dará la inmortalidad a quien se alimente de él, a quien interiorice su Palabra y asimile su vida en la fe.

5.      LA FE ES OBRA DE LA GRACIA DE DIOS

La fe es una virtud sobrenatural; no bastan nuestra voluntad o nuestras propias fuerzas para conseguirla, la fe es obra de la gracia de Dios, que ayuda a nuestra voluntad. Nosotros hemos de agradecer el don de la fe que el Señor nos ha dado y bueno es vivir conforme a ella.
Pero la fe, no es admitir algunas formulas religiosas que son poco precisas, esa que queda como un residuo de alguna charla catequista, muchas veces olvidada, o como un saldo de una vida religiosa que viene en decadencia y que parece que va a revivir. Es una pena, pero es muy cierto, aceptar muchas veces que creemos en Cristo, pero no en la Iglesia y no participar en esa hermosa comunidad de creyentes, es no querer participar en un pueblo de hermanos, que intenta llevar la palabra de Dios por el mundo.
“¿Acaso éste no es Jesús, el hijo de José?” Los judíos murmuraban de Jesús que se presentaba como “pan bajado del cielo”. Se negaban a creer su palabra. No se fiaban de Él. Preferían permanecer encerrados en su razón, en su experiencia, en sus sentidos… y en sus intereses. La fe exige de nosotros un salto, un abandono, una expropiación. La fe nos invita a ir siempre más allá. La fe es “prueba de las realidades que no se ven! (Hb 11,1).
“Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre”. La fe es respuesta a esa atracción del Padre, a esa acción suya íntima y secreta en lo hondo de nuestra alma. La adhesión a Cristo es siempre respuesta a una acción previa de Dios en nosotros. “Yo soy el pan de la vida”. Cristo es siempre el pan que alimenta y da vida; no sólo en la eucaristía, sino en todo momento. Y la fe nos permite comulgar –es decir, entrar en comunión con Cristo – en cualquier instante. La fe nos une a Cristo, que es la fuente de la vida. Por eso asevera Jesús: Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna”. Todo acto de fe acrecienta nuestra unión con Cristo y, por tanto, la vida.
El Papa Pablo VI, dijo en una ocasión (Audiencia General del 19-IV-67): Esta es desgraciadamente la fe de costumbre, una fe convencional, una fe no comprometida y poco practicada”

  Cristo Jesús, vivan en nuestros corazones.

XIX Domingo Ciclo B

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