miércoles, 9 de enero de 2013

“Yo soy el Buen Pastor”



1.      JESÚS ES LA PUERTA DEL REDIL

En el Capitulo anterior de este Evangelio, (Jn 10,1-10), Jesús es la Puerta del redil, en una parábola que es una alegoría, es decir algo figurativo en una vida pastoril. Puerta para ir, en la hora mesiánica, al pueblo, y el único Pastor al que han de seguir todos, como rebaño, para salvarse. Jesús comienza identificándose, alegóricamente, con la puerta del redil. Este es Israel, El es la puerta de las ovejas. Pero el contexto exige que se refiera no a las ovejas, Israel, que entren o salgan por él, sino a los pastores que se acercan o quieren regir, religiosamente, a Israel y que boicotean el ingreso del pueblo en la fe de Jesús Mesías — en el redil cristiano de Israel — Mientras que el ladrón del rebaño (los fariseos), no entra por la puerta del redil, porque entra clandestinamente para perjudicar, así aquí, en cambio, siendo El la puerta, el que entra en el rebaño de Israel por medio de Jesús, que es con su fe y autoridad, ése será salvo, irá y vendrá, y encontrará pasto, el buen pasto espiritual, para su rebaño.

2.      “YO SOY EL BUEN PASTOR”

En segunda parte, el Evangelio de hoy, Jesús nos presenta, alegorizando la parábola base, el anunciarse El como el Buen Pastor. El se presenta como el Pastor, el bueno. Con ello quiere decir que en El se encuentran las condiciones eminentes de un pastor; es decir, de un pastor espiritual digno de este nombre.
Jesús, es el buen pastor que da su vida por sus ovejas. Si en absoluta exigencia moral no se exigiese tanto, con ello se expresa la solicitud del Buen Pastor, Jesús, apuntándose con ello elementos alegóricos. Acaso esté inspirado en lo que David, tipo del Mesías, cuenta de sí mismo cuando era pastor: que perseguía al león o al oso que le había robado una oveja, hasta quitársela de sus fauces (1 Sam 17:34-36; cf. Ez 34:23; Is 31:4).

3.      EL ASALARIADO, EN CAMBIO, QUE NO ES EL PASTOR.

Dice Jesús: El asalariado, en cambio, que no es el pastor. Pero frente al buen pastor está el pastor asalariado, que no puede tener, naturalmente, esta estimación por el rebaño. Y así, al ver venir al lobo, que es el enemigo tradicional de las ovejas, (Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos, san Lucas 10,3), abandona el rebaño, poniéndose a salvo, y el lobo las arrebata y las dispersa.
Leyendo a san Agustín, me doy cuenta que pensaba que en el pastor asalariado se representaba a los fariseos, y en el lobo que arrebata dispersa las ovejas, se significaba al diablo. Tratándose fundamentalmente de una parábola alegorizante, se ve ya que no todos los elementos exigen una interpretación alegórica. Aunque en el Νuevo Testamento, se usa la imagen de lobos rapaces para indicar las infiltraciones heréticas (Hech 20:28 ss), aquí parece ser un elemento más para la descripción del tipo, como no pasan, probablemente, de serlo los osos y los leones que David mataba (1 Sam 17:34-36). No lo es, en cambio, el ver en la pintura del pastor asalariado, no un simple recurso literario, sino una alusión intencionada a los malos pastores de entonces en Israel, los fariseos, ya que instintivamente se piensa en ellos por la estructura del relato.

4.      CONOZCO A MIS OVEJAS, Y MIS OVEJAS ME CONOCEN A MÍ

Frente a estos malos pastores, que huyen ante los peligros de su rebaño, Jesús es para su rebaño de Israel el buen pastor, que de tal manera lo vigila, lo apacienta y  que hasta llega a dar su vida en provecho de sus ovejas. Lo que aquí dice, sapiencialmente, como condición de todo buen pastor, con el que se identifica, como los indica en este evangelio. Es la enseñanza y profecía de la muerte redentora de Jesús.
Dice Jesús; Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí. También Jesús, nos enseña un segundo aspecto de su obra de buen pastor, es el conocimiento que El tiene de sus ovejas, lo mismo que el que ellas tienen de El. Y esto en su doble aspecto, es decir las ovejas de Israel y las de los gentiles.

5.      COMO EL PADRE ME CONOCE A MÍ Y YO CONOZCO AL PADRE

Luego Jesús agrega: -como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- Entre Jesús y sus ovejas hay un conocimiento recíproco. Pero el conocimiento universal y sobrenatural de Jesús a las ovejas de su rebaño está muy evidente. No es por alguna señal externa, sino por algo más íntimo, más profundo y auténtico, basado en una semejanza de como el Padre y el Hijo se conocen, que no es solamente por un conocimiento intelectual, sino por un conocimiento a la vez intelectual y amoroso.
No se trata aquí de las relaciones metafísicas del Padre y el Verbo, sino de las relaciones mutuas del Padre y el Hijo encarnado — conocimiento y amor recíproco de ambos (Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, Mt 11:27) —, que es el tema del evangelio de San Juan, y cómo podrá el Hijo dar su vida por las ovejas. San Juan dice en otro pasaje, suponiendo este conocimiento amoroso: “Y todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4, 7.8;). Calcado este conocimiento y amor en el conocimiento amoroso del Padre y del Hijo encarnado, se sigue que, en sus ovejas, este conocimiento es sobrenatural, y este amor es de caridad. Estas ovejas aman a Jesús como al Hijo de Dios encarnado.

6.      LA TERNURA CON QUE JESÚS CONOCE Y AMA.

Si en el fondo de todo este conocimiento amoroso hay una predestinación (Jn 6:44.65), lo que resalta inmediatamente es la ternura con que Jesús conoce y ama. Y son las ovejas que conocen su voz, y El va delante de ellas en su vida y las llama por su nombre. Así llamó a sus apóstoles e incluso materialmente a Pedro, cambiándole el nombre y preguntándole un día por su amor, Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? (Jn 21:15), lo mismo que llamó por su nombre a María Magdalena (Jn 20:16).
Pero, diciendo aquí que conoce a sus ovejas, y que éstas, y no habla de otras, le conocen, al modo amoroso que indica, hace ver que se refiere a sus discípulos. Es ya un conocimiento amoroso actual. Por tanto, saben quién es El — el Hijo de Dios —; y así le aman. Y amándole como a tal, le siguen: son sus discípulos.

7.      EL PADRE ME AMA PORQUE YO DOY MI VIDA PARA RECOBRARLA

Dice Jesús: Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor. Un aspecto de gran importancia, de este Buen Pastor, es que tiene que extender su solicitud a la universalidad del rebaño, Por eso lo proclama con el ansia del verdadero Buen Pastor. Las otras ovejas, contrapuestas a las que ya tiene en el redil del cristiano Israel, el redil que estaba bajo la conducción del Pastor divino, son los gentiles.
Dice Jesús: “El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla”. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre”. Para esta obra, Jesús tiene un mandato del Padre. Jesús en toda su obra no hace más que obedecer el plan del Padre. El mismo dirá, valorando este mandato recibido: Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor, (Jn 15,10). Es la doctrina que el Νuevo Testamento enseña sobre Jesús: su obediencia a los mandatos del Padre. Y así, por esta obediencia y sumisión total a los planes del Padre, por todo esto, Jesús está siendo también siempre amado por el Padre (Jn 5:20).

8.      NO HABRÁ MÁS QUE UN PASTOR, EL ÚNICO, EL BUEN PASTOR

El Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, un Pastor para todos y que lo da todo, pero en el sentido de ser necesario, como es tan frecuente en San Juan, por ser los planes de Dios, que a todos los tenga en su rebaño; que oigan, eficazmente, su voz, que le conozcan amorosamente, como las ovejas cristianas del otro redil, a fin de que El las conduzca como rebaño único, que El guía a la vida eterna, que abundantemente les da. Y así no habrá más que un Pastor, el único, el Buen Pastor, que conduce al cielo, a la vida, a un único rebaño, compuesto de los fieles de Israel y de todo el mundo. Es a un tiempo la enseñanza de la vocación universal de las gentes y la profecía de su incorporación al rebaño de Jesús. Es el tema que Juan se complace en destacar.
La Iglesia es el rebaño a que se refiere Jesús, nosotros podemos pensar en verdad que somos las ovejas del rebaño de Jesús, el Buen Pastor, por tanto, podemos tener confianza y esperanza, estas, fundadas en la palabras y promesas del Buen Jesús, el nos cuida y nos cuidará, nos dará en las verdes praderas, buenos pastos espirituales, nos defenderá de nuestro enemigos, nos ayudará en nuestros cansancios y nos permitirá descansar junto a El.

Que Cristo Resucitado, viva en sus corazones

Cuarto Domingo de Pascua

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