miércoles, 9 de enero de 2013

La Madre de Jesús

 



El nacimiento manifiesta una unión muy profunda en una familia con los padres y con los hermanos. Por nuestro nacimiento somos de tal padre y de esta madre y tenemos a estos hermanos. El nacimiento en esa familia crea en nosotros lazos indisolubles, imperecederos. Podremos acoger con mucho amor a los demás, hasta podemos aceptar en nuestra casa a otro y tenerlo como de la familia, con todas las consideraciones y derechos que queramos darle. Sin embargo, hay en el fondo una distinción. Con los hermanos nos une la misma sangre. Además, un nacimiento nos coloca en un lugar determinado: somos de aquí y no de otro lugar. Nos pone en un tiempo muy concreto, punto de partida en nuestra vida y que después iremos recordando. Desde ahí comenzará a contar nuestros años. El nacimiento nos mete en la historia. El nacimiento nos hace ser de una raza, de un pueblo y habitante de este mundo.
Jesucristo viene también así, por un nacimiento. El Verbo o Palabra de Dios que existía desde toda la eternidad y que por tanto no tenía ni tiempo, ni raza, ni familia humana, ni hermanos, ni historia, se hace carne, se hace hombre, en un lugar determinado, de una mujer llamada María, de la raza de Abraham…Jesucristo, al nacer de María, la Virgen de Nazareth, entra así en la historia nuestra y une su sangre con la nuestra. Es nuestro hermano de raza humana. Conoce desde dentro el sucederse del tiempo y también, desde dentro, el crecimiento psicológico. Será conocido como uno de tantos en el pueblo de Nazareth, sin nadie sospeche la presencia de Dios en EL.
Esa mujer llamada María habrá de tener un puesto muy importante en la historia de la salvación, porque de su ser dio ser humano a Dios, fue la puerta de entrada de Dios en la historia. El mundo cristiano de todos los tiempos la mirará con amor y agradecimiento, la llamaría “bienaventurada, porque el Señor hizo en ella cosas admirables. Aquel cuyo nombre es santo” (Lc 1-49)
Nos vamos introduciendo a la Biblia. Nuestro catecismo es una buena oportunidad para asomarnos constantemente a la Palabra de dios. Nos lo hemos propuesto desde el principio y seguiremos así hasta el final. En la Biblia encontraremos una riqueza inagotable, la mejor fuente para conocer a Dios, su plan y nuestro compromiso cristiano. Los Evangelios son los primeros libros del Nuevo Testamento. Deben ser para el cristiano el libro de todos los días. San Mateo, san Marcos, San Lucas y San Juan nos hablan de Jesús, de su vida, de su predicación, de sus milagros, de sum muerte y de la resurrección.
El Evangelio de San Lucas nos habla así del nacimiento de Jesús: “…Dios mandó al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazareth, para visitar a una mujer llamada María. Ella estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel entró en el lugar donde estaba y le dijo:-¡Te saludo, favorecida de Dios! El Señor está contigo; Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres. Pero cuando ella vio al ángel, se sorprendió de sus palabras y se preguntaba por qué la saludaba así. Entonces al ángel le dijo: María no tengas miedo, pues has encontrado favor delante de Dios. Ahora vas a quedar en cinta y tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. El va a ser grande; será llamado Hijo de Dios altísimo, y Dios le hará rey como a su antepasado David, para que gobierne a la nación de Israel por siempre; y su gobierno nunca terminará…”(Lc 1,26-33).
El mismo San Lucas (2,1-7) nos describe así el nacimiento de Jesús: “Y sucedió que mientras estaban en Belén, le llegó a María el tiempo de dar a luz. tuvo allí su primer hijo, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un establo, porque no había alojamiento para ellos en el mesón”.

La Iglesia Nos Dice Hoy:

“La Iglesia, “instruida por el Espíritu Santo, venera a maría” como madre amantísima, con afecto de piedadn filial (LG 13)…Se nos ha revelafdo la admirable fecundidad de María. Ella se hace Madre de Dios, del Cristo histórico en el fiat de la anunciación, cunado el Espíritu Santo la cubre con su sombra. Es Madre de la Iglesia porque es Madre de Cristo, Cabeza del cuerpo místico. Además es nuestra Madre por haber cooperado con su amor en el momento en que del corazón traspasado de Cristo nacía la familia de los redimidos.

Bendita Entre Las Mujeres:

“ María es la mujer. Es la bendita entre todas la mujeres. En ellas Dios dignificó a la mujer en dimensiones insospechadas. En María el Evangelio penetró la femenidad, la redimió y exaltó. Esto es de capital importancia para nuestro horizonte cultural, en el que la mujer debe ser valorada mucho más y donde sus tareas sociales se están definiendo más clara y ampliamente. María es garantía de la grandeza femenina, muestra la forma específica del ser mujer, con esa vocación de ser alma, entrega que espiritualice la carne y encarne el espíritu”(n. 299).
El nombre de Jesucristo Consta de dos partes: Jesús, que fue el nombre con el que la gente lo conoció. EL era Jesús de Nazareth. Este nombre fue puesto por inspiración de Dios; significa SALVADOR. Cristo significa UNGIDO y corresponde como traducción a la palabra hebrea MESIAS, el prometido por Dios a Israel en toda la historia de este Pueblo. De la unión de ambos tenemos el nombre común entre nosotros: JESUCRISTO, aunque a veces dignamos sólo Jesús o Cristo.
La Palabra de Dios nos dice en Mateo 1,20-21:
“Un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, descendiente de David, no tengas miedo de recibir a maría como esposa, porque el hijo que va a tener es del Espíritu Santo. Ella tendrá un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque va a salvar a su pueblo de sus pecados”.
Y en Lucas 2, 10-12:
“Pero el ángel les dijo a los pastores: No tengan miedo porque les traigo una buena noticia, que será motivo de alegría para todos: hoy nació en el pueblo de David un Salvador para ustedes, que es Cristo, el Señor. Y como señal, encontrarán al niño envuelto en pañales acostado en un establo” .
Un poco más adelante dice San Lucas (2-21) que a los ocho días circuncidaron al niño y le pusieron por nombre Jesús, el mismo nombre que el ángel dijo a María antes de que ella concibiera. Jesús mismo hace la unión de estos dos nombres, o mejor dicho, de lo que significan: ser el Salvador y de ser el Cristo o ungido. Lo tenemos en el hermoso diálogo entre Cristo y la mujer samaritana junto a aquel pozo que muchos siglos antes había hecho Jacob. Veamos este detalle en el Evangelio de San Juan (4, 21-26):
“Jesús le contestó: Creéme, mujer, que viene la hora en que ustedes adorarán al Padre sin tener que venir a este cerro o ir a Jerusalen. Ustedes los samaritanos no saben lo que adoran; pero nosotros sabemos lo que adoramos; pues la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora, y es ahora mísmo, cuando los que adoran al Padre lo van a hacer de un modo espiritual y verdadero. Pues el Padre quiere que así lo hagan los que le adoran. Dios es Espíritu, y los que le adoran deben hacerlo de un modo espiritual y verdadero. Pues el Padre quiere que así lo hagan. La mujer le dijo: Yo sé que va a venir el Mesías-es decir, el Cristo-;y cuando él venga nos explicará todo. Jesús dijo: Ese soy yo, el mismo que habla contigo”.
Respondemos, pues, a la pregunta diciendo que: DIOS HIJO HECHO HOMBRE SE LLAMA JESUCRISTO

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