8 de septiembre
(895 d. C.)
(895 d. C.)
Santa Ricarda, hija de Erchanger,
conde de Alsacia, se había casado con el biznieto de Carlomagno, Carlos el
Gordo, quien era entonces rey de los francos de Renania y luego se convirtió en
emperador de Occidente, rey de Alemania y Francia y protector titular del
papado. El nuevo emperador era instruido y devoto pero eso no fue obstáculo
para que permitiera a los bárbaros saquear Francia y para que abandonara a Juan
VIII que le pedía auxilio desde el palacio de Letrán, donde fue finalmente
asesinado. Acabó con el imperio carolingio y murió poco después. Algunos años
antes, Ricarda había sido repudiada por su marido, quien la hizo condenar por
adulterio. La reina se defendió, y, sometida a la prueba del fuego, Dios
demostró con un patente milagro su inocencia. La Reina perdonó a su marido,
abdicó su corona y se retiró a la abadía de Andlau, en el bajo Rin, que había
fundado poco antes, donde murió santamente en 894. En 1049, el Papa León IX
fue a venerar sus reliquias y la elevó a los altares.
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