sábado, 15 de septiembre de 2012

María, una espada te atravesará el corazón


Lucas 2, 33-35. Nuestra Señora de los Dolores. Ella nos enseña la gallardía con que el cristiano debe sobrellevar el dolor.
 
María, una espada te atravesará el corazón
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 33-35

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: "Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones."

Oración introductoria

Jesús, hoy no quiero pedirte nada, quiero ofrecerte más bien todo lo que soy y mi humilde esfuerzo de imitar a María, que ante el inmenso e inmerecido dolor que sufrió, supo guardar en su corazón todo lo que no logró comprender. Con mucha fe, confianza y amor te suplico, Madre santísima, que intercedas por mí ante tu amado Hijo.

Petición

María, acompáñame en mi camino de vida, como lo hiciste con tu Hijo Jesús.

Meditación del Papa

La Madre de Jesús ha sido colocada por el Señor en momentos decisivos de la historia de la salvación y ha sabido responder siempre con plena disponibilidad, fruto de una profunda relación con Dios, madurada en la oración asidua e intensa. Entre el viernes de la Pasión y el domingo de la Resurrección, a ella se le confió el discípulo amado, y con él a toda la comunidad de los discípulos. Entre la Ascensión y Pentecostés, ella está con y en la Iglesia en oración. Madre de Dios y Madre de la Iglesia, María ejerce su maternidad hasta el final de la historia. Le encomendamos todas las fases del paso de nuestra existencia personal y eclesial, no menos que la de nuestro tránsito final. María nos enseña la necesidad de la oración y nos muestra que sólo con un vínculo constante, íntimo, lleno de amor con su hijo, podemos salir de "nuestra casa", de nosotros mismos, con coraje, para llegar a los confines del mundo y proclamar en todas partes al Señor Jesús, salvador del mundo. Benedicto XVI, 14 de marzo de 2012.

Reflexión

Cuando Dios había decidido venir a la tierra había pensado ya desde toda la eternidad en encarnarse por medio de la criatura más bella jamás creada. Su madre habría de ser la más hermosa de entre las hijas de esta tierra de dolor, embellecida con la altísima dignidad de su pureza inmaculada y virginal. Y así fue. Todos conocemos la grandeza de María.

Pero María no fue obligada a recibir al Hijo del Altísimo. Ella quiso libremente cooperar. Y sabía, además, que el precio del amor habría de ser muy caro. “Una espada de dolor atravesará tu alma” le profetizó el viejo Simeón. Pero, ¡cómo no dejar que el Verbo de Dios se entrañara en ella! Lo concibió, lo portó en su vientre, lo dio a luz en un pobre pesebre, lo cargó en sus brazos de huida a Egipto, lo educó con esmero en Nazaret, lo vio partir con lágrimas en los ojos a los 33 años, lo siguió silenciosa, como fue su vida, en su predicación apostólica...

Lo seguiría incondicionalmente. No se había arrepentido de haber dicho al ángel en la Anunciación: "Hágase". A pesar de los sufrimientos que habría de padecer. ¡Pero si el amor es donación total al amado! Ahora allí, fiel como siempre, a los pies de la cruz, dejaba que la espada de dolor le desencarnara el corazón tan sensible, tan puro de ella, su madre. A Jesús debieron estremecérsele todas las entrañas de ver a su Purísima Madre, tan delicada como la más bella rosa, con sus ojos desencajados de dolor. Los dos más inocentes de esta tierra. Aquella única inocente, a la que no cargaba sus pecados. La Virgen de los Dolores. La Corredentora.

Ella nos enseña la gallardía con que el cristiano debe sobrellevar el dolor. El dolor es el precio del amor a los demás. No es el castigo de un Dios que se regocija en hacer sufrir a sus criaturas, es el momento en que podemos ofrecer ese dolor por el bien espiritual de los demás, es la experiencia de la corredención, como María. Ella miró la cruz y a su Hijo y ofreció su dolor por todos nosotros.

¿No podríamos hacer también lo mismo cuando sufrimos? Mirar la cruz. Salvar almas. La diferencia con Nuestra Madre es que en esa cruz el sufrir de nuestra vida está cargado en las carnes del Hijo de Dios. Él sufrió por nuestros pecados. Él nos redimió sufriendo. Ella simplemente miró y ayudó a su Hijo a redimirnos.

Propósito

Rezar el saludo a la Virgen (Ángelus), preferentemente en familia, o una oración dedicada a Ella, para acompañarla en su dolor.

Diálogo con Cristo

Jesús, mi gran anhelo es tener muy cerca de mí a María, mi dulce Madre del cielo. Señor, gracias por este maravilloso don. En María tengo el mejor ejemplo del seguimiento fiel, amoroso y sacrificado que debo vivir.

sábado 15 Septiembre 2012
Memoria de la Nuestra Señora de los Dolores

San Nicomedes


Leer el comentario del Evangelio por
Papa Benedicto XVI : Madre de la esperanza

Lecturas

Hebreos 5,7-9.


El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión.
Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer.
De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen,


Salmo 31(30),2-3a.3bc-4.5-6.15-16.20.


Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia
inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme.
Sé para mí una roca protectora,
un baluarte donde me encuentre a salvo,



porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme.

Sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi refugio.
Yo pongo mi vida en tus manos:
tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.

Pero yo confío en ti, Señor,
y te digo: "Tú eres mi Dios,
mi destino está en tus manos".
Líbrame del poder de mis enemigos
y de aquellos que me persiguen.

¡Qué grande es tu bondad, Señor!
Tú la reservas para tus fieles;
y la brindas a los que se refugian en ti,
en la presencia de todos.



Juan 19,25-27.


Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Papa Benedicto XVI
Encíclica  « Spe salvi » § 50 (trad. © copyright Librería Editrice Vaticana rev.)

Madre de la esperanza

Santa María..., el anciano Simeón te habló de la espada que
traspasaría tu corazón (cf. Lc 2,35), del signo de contradicción que tu
Hijo sería en este mundo. Cuando comenzó después la actividad pública de
Jesús, debiste quedarte a un lado para que pudiera crecer la nueva
familia... de los que hubieran escuchado y cumplido su palabra (Lc 11,27s).
No obstante toda la grandeza y la alegría de los primeros pasos de la
actividad de Jesús, ya en la sinagoga de Nazaret experimentaste la verdad
de aquella palabra sobre el “signo de contradicción” (cf. Lc 4,28ss). Así
has visto el poder creciente de la hostilidad y el rechazo que
progresivamente fue creándose en torno a Jesús hasta la hora de la cruz, en
la que viste morir como un fracasado, expuesto al escarnio, entre los
delincuentes... Recibiste entonces la palabra: “Mujer, ahí tienes a
tu hijo” (Jn 19,26). Desde la cruz recibiste una nueva misión. A partir de
la cruz te convertiste en madre de una manera nueva: madre de todos los que
quieren creer en tu Hijo Jesús y seguirlo. La espada del dolor traspasó tu
corazón. ¿Había muerto la esperanza? ¿Se había quedado el mundo
definitivamente sin luz, la vida sin meta? Probablemente habrás escuchado
de nuevo en tu interior en aquella hora la palabra del ángel, con la cual
respondió a tu temor en el momento de la anunciación: “No temas, María” (Lc
1,30). ¡Cuántas veces el Señor, tu Hijo, dijo lo mismo a sus discípulos: no
temáis!... En la hora de Nazaret el ángel también te dijo: “Su reino
no tendrá fin” (Lc 1,33). ¿Acaso había terminado antes de empezar? No,
junto a la cruz... te convertiste en madre de los creyentes. Con esta fe...
te has ido a encontrar con la mañana de Pascua. La alegría de la
resurrección ha conmovido tu corazón y te ha unido de modo nuevo a los
discípulos...El “reino” de Jesús era distinto de como lo habían podido
imaginar los hombres. Este “reino” comenzó en aquella hora y ya nunca
tendría fin. Por eso tú permaneces con los discípulos (cf Ac 1,14)como
madre suya, como Madre de la esperanza.







______________________________


Hoy celebramos a Nuestra Señora de los Dolores conoce más acerca de Ella.

No hay comentarios: