viernes, 7 de septiembre de 2012

EL OFICIO DIVINO Y LA SANTIFICACIÓN DEL TIEMPO


“La liturgia de las horas, tiene como característica propia la de servir para santificar el curso entero del día y de la noche.”


1. Cada hora nos habla de eternidad en el presente. El tiempo es memoria, se abre a la novedad del presente y es esperanza del mañana.



2. El tiempo litúrgico, por tanto, prolonga hasta hoy los acontecimientos de la salvación.



3. El cristiano “ora sin interrupción” porque es un miembro de la Iglesia y cuando ésta ora, ora en todos sus miembros. Todos participan de las acciones de los demás.



4. Jesús oraba sin interrupción: al salir el sol, al mediodía, al atardecer y por la noche. Todo el día estaba unido al Padre. Así mismo los Apóstoles y la Iglesia toda.



5. Para orar siempre, basta dedicar a la oración los momentos claves de la jornada para convertir nuestra vida toda en oración y en ofrenda permanente a Dios.



6. El tiempo, no es santificado por sí, es santificado el hombre que vive en el tiempo.



7. La Liturgia es siempre el lugar de encuentro de Dios con el hombre por medio de Cristo, sumo y eterno sacerdote mediador.



8. La Liturgia de las Horas da sentido al tiempo de la vida humana, haciendo que cada instante del día y de la noche sea signo del misterio de salvación.



9. El tiempo es un medio para que el hombre se comunique y dialogue con Dios.



10. “Se comienza el día con oraciones dirigidas a Dios, se termina con himnos que entonamos a Dios.” (San Hilario de Poitiers).



11. La oración a lo largo del día expresa la voluntad de acercarse al ideal de una alabanza ininterrumpida, que se asocia a la que resuena en el cielo.



12. “Aquel himno que se canta perpetuamente en la moradas celestiales y que el Sumo Sacerdote de la nueva Alianza, Cristo Jesús, al tomar la naturaleza humana, introdujo en este exilio terrestre.” S.C. n. 83.



13. La oración al -alba, mediodía, crepúsculo, noche-están marcadas por la rotación de los astros y da a nuestra oración una dimensión cósmica.



14. “El hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del universo material, el cual por medio del hombre alcanza su más alta cima y alza la voz para la libre alabanza.” (G.S. n. 14).



15. El tiempo es parte integrante de la vida del hombre y de su historia. El hombre se realiza en el tiempo…así la oración acompaña a la humanidad en su caminar por la historia.



16. Nuestra oración debe estar salpicada de los gritos que se levantan de todos los rincones del mundo donde el hombre lucha y se afana.



17. Las Horas coinciden con las pausas del trabajo: al alba, antes de comenzar las tareas del día, al descanso de mediodía, al atardecer, a la conclusión de la jornada y por la noche. Marca el compás de nuestra vida.



18. El biógrafo de san Francisco de Asís dice: “una oración hecha vida y una vida hecha oración.”





EL OFICIO DIVINO, FUENTE DE CONTEMPLACIÓN




1. Alcanzar del Señor la gracia de llegar a hacer de la vida una plegaria de alabanza, de intercesión y de acción de gracias…



2. La Liturgia de las Horas respira un suave y vivo conocimiento de la Sagrada Escritura. (S C 24).



3. Los salmos contienen la mejor pedagogía de la oración cristiana, y cuando vamos captando el sentido de los salmos como plegaria, el Oficio divino llega a constituir la mejor forma de oración..



4. Caminamos en la Pascua del Señor: hacia la tierra prometida, hacia la libertad total, como el pueblo de Israel a través del desierto. Es contemplación y profecía del futuro.



5. Los apóstoles anunciaban a Cristo resucitado a partir de la contemplación de los salmos, en los que leían ya la victoria del Señor. Es ponernos en la escucha y sintonizar con nuestros hermanos que sufren.



6. Es intuir la luz de la mirada del Señor, en medio de nuestras tinieblas: “Tu luz nos hace ver la luz,” nos dice el salmo 35.



7. Cada mañana, muy temprano decimos: “Señor abre mis labios y mi boca proclamará tu alabanza” en medio de la oscuridad y luchando contra el sueño y las distracciones.



8. El Oficio de lectura constituye un tiempo de auténtica oración contemplativa con sus lecturas de la Palabra de Dios y la visión de toda la historia de salvación.



9. “Todo cuanto dicen los salmos apunta al conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo: de su Encarnación, de su Pasión y de su Reino, y hace referencia a la gloria y al poder de nuestra resurrección.” (San Hilario de Poiters).



10. ¿No es contemplativa una plegaria en la que intentamos reconocer nuestra propia voz en Cristo y su propia voz en nosotros, como dice San Agustín?



11. Los salmos hablan – me hablan y hablan por mí – Sobre la condición humana, sobre la suerte del justo y del injusto, sobre las intervenciones de Dios. Anuncia lo que Dios hará por su pueblo, la venida del reino. Invita a la alabanza y a la acción de gracias.



12. “Te doy gracias de todo corazón,” rezamos con el salmo 9…Un pecador que confiesa su pecado y experimenta el gozo de saberse perdonado, del salmo 31.



13. “Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte…nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes, del salmo 123. Todo lo puedo rezar en nombre de tantos hermanos que viven en esas situaciones que narran los salmos.



14. “Con él hablamos cuando salmodiamos, y lo escuchamos a él cuando leemos los divinos oráculos, nos dice San Ambrosio.



15. Cada día avanzaremos en el conocimiento de Dios con más amor y entrega a nuestros hermanos y deja en nuestro corazón el modo de contemplarlo.



16. En el Cántico de Daniel: Si volvéis al Señor de todo corazón y con toda el alma, siendo sinceros con él, él volverá a vosotros y no os ocultará su rostro…



17. Cada día con el Cántico de Zacarías, bendecimos al Señor porque ha visitado y redimido a su pueblo, Dios nos libera de todo lo que se interponga en nuestro camino hacia ese Dios que se revela con la claridad de una profecía cumplida.



18. En Completas cada día con el Cántico de Simeón: Mis ojos han visto a tu Salvador, quizá disfrazado en nuestros hermanos más pobres…



19. QUE NUSTRA MENTE CONCUERDE CON NUESTRA VOZ: lo que cuenta a los ojos de Dios es la actitud interior. Que vuestra mente concuerde con vuestros labios dice San Benito que toma de San Agustín y que después recoge la Constitución conciliar sobre la Liturgia.



20. En esta escuela de oración que es el Oficio Divino, nos ponemos en cuerpo y alma ante Dios, corazón y voz al unísono, unidos al corazón y a la voz de nuestros hermanos, aun a aquellos que ni siquiera tienen voz.



21. En la naturaleza, en la soledad o en el amor de los demás, alabarlo…ser vidas que alaban…ser alabanza…todo eso quisiéramos ser los cristianos…



22. Los que por vocación dedicamos lo mejor de nuestra jornada a la alabanza con razón nos llaman contemplativos aunque muchos cristianos nos dan ejemplo aunque vivan en grandes ocupaciones.



23. Todo cuanto nos ocupa y preocupa puede adquirir en el Oficio Divino una dimensión contemplativa.



24. Que nuestra alabanza sea expresión de una vida que tiene a Dios como centro y que cuando las palabras se quedan pobres, canta, presta su voz a los salmos y con ellos alegro, llora, suplico, se siente pobre, se da gracias…aquí todos los sentimientos tienen cabida.



25. Dice San Agustín: Nuestro Señor, Hijo de Dios, ora por nosotros, ora en nosotros y al mismo tiempo es a él a quien dirigimos nuestra oración.



26. Ora por nosotros, como sacerdote nuestro; ora en nosotros, como cabeza nuestra; recibe nuestra oración, como nuestro Dios. Reconozcamos, pues, nuestra propia voz en él y su propia voz en nosotros.



27. Encaucemos nuestras energías en dejar a Cristo rezar en nosotros y dirijámonos confiadamente a él mientras contemplamos en el rezo del Oficio divino unidos a nuestra comunidad.



28. Cuando se haya dado la señal, corramos a toda prisa a la alabanza ya que nada nos debe urgir tanto como la Obra de Dios. Seamos “alabanza de su gloria” (Ef 1, 12).



29. La liturgia de la tierra nos une a la del cielo. Añade el Concilio: la Liturgia es fuente de piedad y alimento para la oración personal y la contemplación.



30. El Oficio divino nos ayudará a convertir el tiempo del hombre en tiempo de Dios. Su “hoy” es el tiempo de salvación.



31. En la salmodia halla su auténtica interpretación toda la vida humana, situada entre la duda y la esperanza terrena, así nuestro salmodia se hace evangelización del tiempo.



32. El “Dios mío, ven en mi auxilio,” nos está hablando del drama de la historia del hombre que reclama urgentemente la ayuda de Dios.



33. Nos permite vivir esa realidad de: Rezar siempre sin desfallecer (Lc 18, 1), santificando el curso entero del día y de la noche (SC 83-84).



34. La Iglesia es misionera por naturaleza, evangelizadora por necesidad vital de transmitir el mensaje de vida a su Señor. Todos hemos sido enviados. Los monjes también. Por eso, cuando rezamos , tenemos los ojos fijos en el mundo y le servimos rezando.



35. Si oramos con Cristo y en Cristo, si de verdad somos hombres contemplativos, asumiremos necesariamente una dimensión evangelizadora, podremos ensanchar nuestro horizonte y nos dejaremos interpelar por el grito que lanza la humanidad que espera, sufre, ama, conoce y busca a tientas un camino de salvación.



36. En el Oficio como dice la “Institutio”: redoblamos las energías para llevar la buena nueva de Cristo. Es la bella relación entre liturgia y misión.



37. Todos tenemos clara la dimensión misionera de la oración de intercesión, abundante en la Liturgia de las Horas. No existe ocupación, necesidad o problema que no halle en ella un eco. No sólo nos hacemos voz de la Iglesia, lo somos también del mundo entero con todos sus habitantes.



38. El Oficio Divino, fuente de contemplación, es, al mismo tiempo, fuente y fuerza para la misión evangelizadora: entregada a la acción y dada a la contemplación.



39. Nadie cree que puede salvar a alguien sólo con su esfuerzo. Es Cristo quien salva, y el mundo se salvará gracias a la fuerza divina, por eso la plegaria es el momento privilegiado del misionero que lo puede ser aun en medio de los muros del monasterio.



40. Cerrar un convento que cumple con su Regla y canta las alabanzas del Señor es como “Cerrar la boca de la Iglesia.”



41. Nuestra alabanza, obra humana, se une a la obra de Dios, “Opus Dei” y, como sucedió con María, él, el omnipotente, hace también en nosotros y a través de nuestra pequeñez obras grandes.

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