viernes, 7 de septiembre de 2012

Dejarse preguntar por Jesús




¿ ME AMAS ?



Carta de Pedro a la primera generación cristiana, que ya no había sido testigo directo de la vida de Jesús. La única referencia que tenían era la palabra de los apóstoles y de los discípulos que se habían codeado con el Maestro.




¿Qué diferencia hay entre aquellos cristianos y nosotros, sino la mera distancia del tiempo y el espacio?

Esta carta tiene como destinatarios a nosotros, los cristianos de comienzos del siglo XXI de la era cristiana.



Pedro nos dice: No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis. Pero en ese amor puede haber muchos grados de diferencias; por eso cada uno debe dejarse preguntar por Jesús como Pedro: ¿Me amas?



¿Amamos a Jesús más que cuando le conocimos de niños?

¿Más que cuando hicimos la Primera Comunión?

¿Más que cuando recibimos la confirmación?

¿Más que cuando nos comprometimos como consagrados, o casados?

¿O nuestro amor anterior a Jesús ha ido a menos?


Superada esta pregunta, todavía que da la tercera:



¿Me amas más que éstos?

¿Más que los que han recibido menos beneficios espirituales?

¿Más que quienes tienen menor conocimiento de Jesús?

No hay que anteponerse a los demás, pues sólo Jesús conoce la contabilidad comparativa del amor de los suyos.



Pedro no se atrevió a responder que amaba a Jesús más que otros. Basta que también nosotros respondamos como él:

“Señor, Tú lo sabes todo: Tú sabes que te quiero.



Y Pedro prosigue en su carta: No lo veis, y creéis en Él; y os alegráis con un gozo inafable y transfigurado.

¿Tenemos esa visión gozosa de la fe, o la tenemos como un fardo pesado de llevar?

Según Jesús a Tomás: Dichosos los que crean sin haber visto. La fe es una bienaventuranza, una dicha, una felicidad. Algo falla en nosotros, si la consideramos algo triste, negativo, un yugo que hay que soportar.



A María le dijo Isabel: Dichosa tú, que has creído. Siempre el mismo objetivo califiactivo de felicidad, idéntico binomio entre fe-dicha.



Sólo demostrando nuestra alegría de creyentes, seremos testigos conviencentes de nuestra fe en Jesús.



“No habéis visto a Jesucristo y lo amáis; no le veis y creéis en Él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.” (San Pedro, apóstol ).

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