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Plácido García Gilabert, Beato |
Sacerdote y Mártir
Martirologio Romano: En Denia, en el territorio de
Alicante, España, beato Plácido García Gilabert, religioso de la Orden
de los Hermanos Menores y mártir, que llevó a cabo
un glorioso combate por su amor a Cristo (1936).
Nació el día 1 de enero de
1895 en Benitachell, provincia de Alicante y diócesis de Valencia.
Al día siguiente fue bautizado y se le impuso el
nombre de Miguel. Su familia, profundamente cristiana, gozaba de gran
estima, y en ella aprendió a amar y servir al
Señor. Hizo los estudios primarios en las escuelas nacionales de
su pueblo, destacando entre sus compañeros por sus dotes intelectuales
y por su carácter bondadoso, avispado y organizador; era siempre
el primero de clase. En 1907, a los doce años,
ingresó en el Seminario menor franciscano de Benissa (Alicante), donde
cursó las Humanidades con notable aprovechamiento. El 3 de octubre de
1910 vistió el hábito franciscano en el monasterio de Santo
Espíritu del Monte (Gilet-Valencia), cambiando su nombre de pila por
el de Plácido. Terminado el noviciado, hizo allí mismo la
profesión religiosa el 24 de octubre de 1911. Cursó brillantemente
los estudios de filosofía y teología en el Estudiantado franciscano
de la Provincia de Valencia y fue ordenado sacerdote el
21 de septiembre de 1918. En su época de estudiante
se tenía muy buen concepto de él, tanto por su
aplicación en los estudios como por su conducta religiosa ejemplar. Después
de su ordenación sacerdotal, su ministerio principal fue el de
la enseñanza en las casas de formación de la Provincia
franciscana de Valencia y también en el colegio «La Concepción»
de Onteniente (Valencia). Se distinguió como predicador elocuente de la
Palabra de Dios. Fue muy asiduo al ministerio del confesonario
y estimado director de almas. Enseñó humanidades en el seminario
franciscano de Benissa; después, teología en el estudiantado franciscano de
Cocentaina, donde también fue maestro de estudiantes. Más tarde, por su
capacidad intelectual y por sus aptitudes para la enseñanza, fue
enviado para ampliar estudios a Roma (1930-1933), donde obtuvo el
título de Lector general en la Facultad de Derecho Canónico
del «Antonianum» con la máxima calificación. Al regresar a su
Provincia franciscana, enseñó teología en el estudiantado franciscano de Onteniente,
donde también fue superior de la comunidad franciscana y rector
del colegio. Los testigos de su Proceso abundan en testimonios
sobre las cualidades morales y religiosas de que estuvo adornado
el P. Plácido en el desempeño de sus ministerios y
en el cumplimiento de sus responsabilidades religiosas, destacando su fervor,
rectitud, espíritu de sacrificio, humildad y caridad, amor al silencio
y a la oración, así como su devoción al Santísimo
Sacramento, a la Santísima Virgen y a la práctica del
Vía Crucis. El 18 de julio de 1936, cuando se inició
la guerra civil y se desbocó la persecución religiosa española,
el padre Plácido estaba de morador en el Colegio «La
Concepción» de Onteniente. Tres días después se vieron obligados a
dispersarse los religiosos del mismo. El padre Plácido se refugió
en casa de los suyos en Benitachell, buscando seguridad entre
sus familiares y paisanos. Confiado en esa supuesta seguridad y
en la Providencia de Dios, no quería esconderse y hacía
vida normal en su pueblo. Ante las advertencias de sus
familiares sobre el peligro que corría llevando el hábito religioso
y no escondiéndose, solía responder: «¿Qué me puede pasar? ¿Que
me quiten la vida? ¡La doy gustoso!» Incluso, según sus
propias palabras, se ofreció como víctima. Así lo refiere un
testigo, explicando la conversación que mantuvo el Beato con una
señora maestra: «Ante los temores que le manifestó la citada
maestra, el Siervo de Dios dijo: "La encuentro muy desanimada.
No sea así; hemos de recibir del Señor todo lo
que él nos mande; recibirlo con alegría. Yo ya me
he ofrecido como víctima; no se lo digo por vanagloriarme,
sino para que usted se anime. ¿Qué mejor que morir
por la causa de Dios?"» Al proponerle su familia la
posibilidad de trasladarse a Mallorca por su seguridad, contestó: «No,
que luego se vengarán en vosotros; yo soy solo y
no hago falta a nadie; vosotros os debéis a vuestras
familias. De manera que ni pensar que yo me esconda».
Así pues, desde finales de julio de 1936 el P.
Plácido estuvo en su pueblo, con sus familiares, haciendo una
vida más o menos normal, celebrando algunos días la Santa
Misa y prestando algunos servicios espirituales, siempre en privado, por
supuesto, ya que todo lo religioso estaba perseguido. A instancias
de la familia y para mayor seguridad, se retiró a
una casa de campo de su hermano Vicente. Allí vivió
«muy sereno y lleno de confianza en la voluntad de
Dios», refiere un testigo, hasta el día 15 de agosto
en que fue detenido. Su hermano Vicente, en su declaración testifical,
da los detalles de la detención del P. Plácido: «El
día 15 de agosto, fiesta de la Asunción de la
Virgen, serían las tres de la tarde, vinieron al pueblo
un camión de milicianos con ametralladoras, procedentes, según se decía,
de Jávea y Denia. Estuvieron a buscarlo en una casita
de campo de mi propiedad en las afueras del pueblo.
Al no encontrarle, los mismos milicianos les acompañaron a la
casita de mi hermano Gabriel, más alejada del pueblo, donde
el Siervo de Dios se encontraba entonces. Y allí fue
detenido. Los milicianos preguntaron por un sacerdote. Mi hermano Gabriel
dijo que allí no había ningún sacerdote. El Siervo de
Dios que estaba en el interior, al oír aquellas palabras
salió inmediatamente y dijo: "Aquí lo que hay es un
fraile y soy yo". Entonces le intimaron a que se
fuera con ellos inmediatamente y sin reparo alguno. Voluntariamente el
Siervo de Dios les siguió... El Siervo de Dios fue
subido a un camión y paseado por todo el pueblo,
para que todos los vecinos se enteraran de su detención,
y luego llevado a Denia». Su mismo hermano Vicente cuenta lo
que ocurrió el 16 de agosto de 1936 en la
carretera de Denia a Jávea, en la partida llamada «La
Plana»: «Al amanecer del día siguiente de su detención, el
Siervo de Dios fue conducido, según oí decir, en el
mismo camión, a La Plana de Denia. Los milicianos le
invitaron a que se apease y de allí tomase la
dirección hacia el pueblo, pues le dijeron que estaba libre
y que él ya conocía el camino. Apenas hubo empezado
la marcha el Siervo de Dios, los milicianos le dispararon
unos tiros dejándolo muerto en el acto. La noche del
15 al 16 de agosto yo la pasé en vela
preocupado por la muerte de mi hermano Plácido. Un niño,
por la calle, gritó: "Ya han muerto al fraile". Entonces
yo marché al Comité a pedirles que, por lo menos,
recogieran su cadáver. Fueron a buscarlo unos miembros del Comité
y un familiar nuestro. No estaba ya su cadáver en
la carretera, pero lo encontraron en el cementerio de Denia.
Entonces los mismos miembros del Comité de Benitachell y mi
primo, se trajeron el cadáver del Siervo de Dios al
cementerio de Benitachell. Yo mismo vi su cadáver martirizado y
herido por las armas de fuego en la espalda y
un ojo vacío». De otro lado, un testigo que presenció las
exploraciones periciales practicadas sobre el cuerpo del Beato, nos asegura
que había sido brutalmente maltratado y mutilado: «El día 17
de agosto de 1936 fui requerido por el Dr. D.
Vicente Noguera, médico titular de Benitachell, ya fallecido, para que
le ayudase a practicar la autopsia del padre Plácido García
Gilabert, que según rumores populares había sido martirizado y asesinado
la noche anterior, por unos forasteros, en La Plana de
la carretera de Denia a Jávea. Esa mañana nos trasladamos
al cementerio, donde estaba el cadáver del Siervo de Dios,
a quien reconocimos inmediatamente... El cuerpo del Siervo de Dios,
joven y corpulento, estaba mutilado: le faltaban los órganos sexuales
y una oreja; y además presentaba señales punzantes en nalgas
y otras partes, como producidas por una aguja "saquera". No
recuerdo con exactitud si también le faltaba la otra oreja».
Practicado el reconocimiento pericial por el médico titular de Benitachell
y su ayudante, se dio sepultura al mártir en un
nicho de la familia en el mismo cementerio. Contaba el
P. Plácido 41 años de edad, 25 de hábito y
17 de presbiterado. En 1967 sus restos fueron trasladados devota
y solemnemente en la iglesia parroquial de Benitachell.
El 11 de
marzo del año 2001, el papa Juan Pablo II lo
beatificó junto a otros 232 mártires de la
persecución religiosa en España.
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