|
María Romero Meneses, Beata |
Religiosa Salesiana
Martirologio Romano: En la ciudad de León, en Nicaragua,
beata María Romero Meneses, virgen del Instituto de las Hijas
de María Auxiliadora, que en las diversas obras sociales para
la formación de las jóvenes, en especial las pobres y
abandonadas, trabajó con eficacia, difundiendo la devoción a la Eucaristía
y a la Santísima Virgen (1977)María Romero Meneses nace en Granada (Nicaragua) el 13 de
enero de 1902, en una familia muy acomodada, pero de
gran sensibilidad hacia las necesidades de los más pobres, a
quienes socorre regularmente con generosidad.
Orientada en familia hacia los estudios
artísticos, pronto revela su talento para la música y la
pintura. A los doce años, en el colegio de las
Hijas de María Auxiliadora, recién llegadas a su ciudad, empieza
a conocer a don Bosco: congenia inmediatamente con la figura
del gran apóstol de la juventud, en quien encuentra como
la encarnación de los ideales que vibran en su espíritu,
primero de manera genérica y vaga y luego cada vez
más claramente y con mayor capacidad de entusiasmarla.
Hace su opción:
Hija de María Auxiliadora (1923), y en el nombre de
esta su Madre y «su Reina» – como ama invocarla
– realiza una incansable actividad apostólica, dando vida a grandiosas
obras sociales, especialmente en Costa Rica, a donde es enviada
en 1931.
Con viva sensibilidad evangélica y eclesial, conquista para su
misión apostólica a las jóvenes alumnas que se vuelven «misioneras»
(misioneritas, las llama Sor María) en los pueblitos de los
alrededores de la Capital, entre niños semi abandonados y familias
desheredadas. Luego, también adultos, empresarios adinerados y renombrados profesionales quedan
conquistados por su devoción mariana, que obtiene gracias estrepitosas, y
se sienten por lo tanto comprometidos a colaborar efectivamente a
las iniciativas asistenciales que Sor María, bajo la acción del
Espíritu, va proyectando continuamente con la audacia de la más
auténtica fe en la Providencia.
Sor María sueña para sus pobres
siempre nuevas soluciones a las urgencias apremiantes: obtiene primero visitas
médicas gratuitas, gracias a la acción voluntaria de médicos especialistas,
y con la colaboración de industriales del lugar organiza cursos
de formación profesional para jóvenes y mujeres que en la
pobreza hubieran encontrado una pésima consejera. En esta forma logra
dar vida en poco tiempo a un ambulatorio múltiple, con
varias especialidades, para asegurar la asistencia médico-farmacéutica a muchas personas
y familias privadas de toda garantía social. Al mismo tiempo
crea cerca instalaciones adecuadas para Ia acogida de los pacientes
– a veces familias enteras – como también salas para
la catequesis y la alfabetización en los momentos de espera,
además la capilla y un gracioso jardín, y hasta el
balcón con los canarios.
Para las familias sin techo, reducidas con
frecuencia a una vida precaria bajo los puentes de la
periferia, hace construir – siempre con la ayuda de una
sorprendente Providencia – «verdaderas» casitas, en las cuales limpidez y
propiedad, junto con los colores de un pequeñísimo jardín, tienen
la función pedagógica de recuperar personas amargadas, restituir dignidad a
vidas envilecidas por el abandono, abriendo los corazones a horizontes
de verdad, de esperanza y de nueva capacidad de inserción
social. Surgen así las ciudadelas de María Auxiliadora: una obra
que continúa todavía, debido al interés de sus colaboradores a
través de la Asociación de laicos Asayne (Asociación de Ayuda
a los Necesitados).
En medio del sucederse de obras para organizar,
y de una peculiar actividad suya como consejera espiritual (cada
día horas y horas de intensos coloquios privados, las llamadas
consultas) encuentra espacio y momentos de ardientes elevaciones del espíritu
y de una profunda vida mística, que es en realidad
la fuente de la fuerza interior de donde su apostolado
brota y recibe extraordinaria eficacia.
Su ideal: amar profundamente a Jesús,
«su Rey», y difundir su devoción junto a la de
su divina Madre. Su íntima alegría es la posibilidad de
acercar a la verdad evangélica a los niños, a los
pobres, a los que sufren, a los marginados. La más
ambicionada recompensa a sus sacrificios es la de ver reflorecer
la paz y la fe en una vida «perdida».
Haciéndose como
el Apóstol, «toda para todos» y olvidándose de sí para
conquistar cada vez nuevos amigos a su Jesús, se entrega
hasta el último de sus días: el primero en el
que decidió darse un poco de descanso. La esperaba allí
el descanso eterno, con «su Rey» y «su Reina». Era
el 7 de julio de 1977.
La fama de su santidad
se expresa en el lamento general de sus asistidos y
de sus colaboradores; y por obra de éstos, en el
continuo reflorecimiento de las obras fundadas por ella.
Fue beatificada el
14 de abril de 2002 por S.S. Juan Pablo II.
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario