*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
viernes, 13 de abril de 2012
Señor, gracias por resucitar; gracias porque nos has salvado
«¡Resucitó!», proclamaron los mensajeros.
«¡Resucitó!», decía la gente por la calle.
«¡Resucitó!», anunciaron los discípulos.
«¿Resucitó?», dijeron los fariseos...
¡Qué contraste ante la misma realidad! Para unos es la culminación de todas sus esperanzas y la alegría plena, mientras que para los otros es engaño y motivo de odio.
Aún queda un «Resucitó» pronunciado con devoción, fe, esperanza y confianza absoluta. Fue un «Resucitó» sereno, pronunciado por María. Ella no proclama a grandes voces, sino que espera, confía y no se vio defraudada, pues en verdad el Señor resucitó.
El mundo, al igual que entonces, se parte en dos: los que proclamamos y nos regocijamos porque el Señor resucitó y los que, al igual que los fariseos, son indiferentes, creen que todo es un engaño, o que incluso odian a Cristo y su resurrección. Amor y odio: dos palabras antagónicas que siempre estarán en pugna hasta el fin del mundo...
El día de hoy, nuestros corazones y todo nuestro ser, exclama: ¡Gracias! ¡Gracias por resucitar! ¡Gracias por tu amor! ¡Gracias porque nos has salvado, Señor!
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario