lunes, 9 de abril de 2012

[Dios existe] ¡PASCUA!


ALELUYA! CRISTO HA RESUCITADO. ALELUYA!.
Los enemigos de Jesús habían conseguido lo que tanto tiempo pretendían y creían que todo había terminado. Ahora, ya están tranquilos. También los amigos de Jesús creían que con su muerte había llegado el final. La fe de todos se tambaleó. Sólo María, la Madre de Jesús, se mantuvo firme, sin ninguna sombra de vacilación. La vela del tenebrario que queda encendida después de todas apagadas en maitines. Se lleva detrás del altar y se saca después. Es la fe de María. María Magdalena no hacía más que llorar. Para ella nada tenía ya sentido. Jesús ya no está con ellos. Su cadáver está en el sepulcro. Ella hacía poco tiempo que había derrochado una fortuna para ungirle con perfume. Judas la criticó y Jesús la defendió porque le había perfumado ungiéndole para la sepultura. El viernes, a las tres de la tarde, todo se había consumado. José de Arimatea y Nicodemo le amortajaron y le enterraron. María Magdalena quiso perfumarle también, después de muerto, una vez transcurrido el descanso legal del Sábado judío.

MARIA MAGDALENA
Cargada iba de perfumes y llorando camino del sepulcro del Jesús que le había cambiado la vida y se la había llenado de alegría. ¡Pero qué impresión tan fuerte cuando vio el sepulcro abierto y las vendas depositadas y plegadas sobre el sepulcro! Juan 20,1.Corriendo ha ido a anunciar lo que ha visto a los Apóstoles. Pedro y Juan escuchan y reciben el mensaje de María Magdalena y van corriendo al sepulcro. "Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó". Sólo en esta ocasión dice el Evangelio que alguien cree en la Resurrección al ver el sepulcro vacío. El evangelista tiene en cuenta que la mayoría de lectores a quienes no se les ha aparecido Cristo Resucitado, han de creer. Juan quiere demostrar que si él ha creído sólo por haber visto el sepulcro vacío, no es necesario verle resucitado, para creer en la resurrección. Para él fue un hecho inesperado, insólito, nuevo: "No había aún entendido la Escritura que dice que El había de resucitar de entre los muertos". Los Apóstoles se fueron. Y María se quedó junto al sepulcro, llorando... "Se volvió hacia atrás y vió a Jesús allí de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: "Mujer, por qué lloras? ¿A quién buscas?". -"María". -"Maestro" (Jn 20,11). Cristo se aparece a una mujer, porque fue una mujer la causa del pecado de Adán, ha de ser una mujer la que anuncie a los hombres la resurrección y por tanto la liberación del pecado.

SUELTAME
"Jesús le dijo: Suéltame, que aún no he subido al Padre; ve a mis hermanos y diles que subo al Padre mío y vuestro" (Jn 20,17). María deja alejarse a su Amado, y en esa privación se encierra el más hermoso homenaje que una mujer haya hecho a un hombre, porque es su Dios. San Juan de la Cruz cantará con voz sublime el alejamiento del Amado: "¿Adónde te escondiste, Amado, - y me dejaste con gemido? -Como el ciervo huiste - habiéndome herido, - salí tras tí clamando - y eras ido". Otra vez María en busca de los discípulos. El amor es activo, no puede estar quieto. "Quinon zelat non amat", dice San Agustín. El encuentro con Jesús engendra caminos de búsqueda de hermanos para anunciarle. La experiencia de la belleza y del amor impone psicológicamente la comunicación de lo que se experimenta, de lo que se goza. Por eso sólo puede anunciar a Cristo con fruto, quien ha experimentado su amor. Los apóstoles son testigos de la resurrección porque han visto a Jesús, el que bien conocían, vivo entre ellos después de la resurrección. Vieron que no estaba entre los muertos, sino vivo entre ellos, conversando con ellos, comiendo con ellos. No anunciaron una idea de la resurrección, sino al mismo Jesús resucitado, con una nueva vida, que no era retorno a la mortal, como Lázaro, sino inmortal, la vida de Dios. Ha vencido a la muerte y ya no morirá más. Pedro, testigo de la resurrección, repite una y otra vez: "que lo mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver a nosotros que hemos comido y bebido con él después de la resurrección. Los que creen en él reciben el perdón de los pecados" Hechos 10,34. En consecuencia: "Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, no los de la tierra" Colosenses 3,1.

ESTE ES EL DIA GRANDE QUE HIZO EL SEÑOR
Si María Magdalena se hubiera cerrado en su decaimiento, la resurrección habría sido inútil. María Magdalena hizo, como Juan y Pedro, lo que debieron hacer: salir, abrirse, comunicar. Es el mejor remedio para curar la depresión. San Ignacio aconseja "el intenso moverse" contra la desolación (EE 319). De esta manera, la sabia colaboración de todos, ha conseguido la manifestación de Cristo Resucitado. Proclamemos que "este es el día grande en que actuó el Señor: sea el día de nuestra alegría y de nuestro gozo" Salmo 117. Exultemos de gozo con toda la Iglesia, porque éste es el gran día de la actuación de las maravillas de Dios. "¿De qué nos serviría haber nacido, si no hubiéramos sido rescatados?" (Pregón Pascual). Hay que profundizar en el misterio de belleza que encierra la resurrección de Jesús. Según los autores bíblicos «bello es todo aquello que ha sido tocado por la presencia de Dios». Según el mundo y la mentalidad dominante de la actual sociedad de la imagen, saturada de erotismo, la belleza parece ser el valor más buscado, hasta llegar a la idolatría, usurpando el puesto de Dios, con una extraña indiferencia por el bien y la verdad.

LA BELLEZA
Existe una ambigüedad intrínseca en la belleza, cuando sólo se la mira bajo el aspecto sensual, como lo demuestra la publicidad, el mundo del espectáculo, los medios de comunicación, la moda, e incluso el mundo telemático de Internet. Es decir, cuando la belleza se concentra únicamente en el cuerpo humano y en el erotismo. Ha escrito un autor ortodoxo: Dios no es el único que se reviste de belleza. El mal le imita y hace la belleza profundamente ambigua. Eva fue seducida por la belleza, se dio cuenta de que el fruto era bello, deseable, estéticamente atrayente. Esto quiere decir que, si bien la verdad siempre es bella, la belleza no siempre es verdadera. Esta ambigüedad es superada por Jesús, quien redimió la belleza privándose de ella por amor en el misterio de su pasión, muerte y resurrección. De este modo, el Hijo de Dios demostró que sólo hay algo precioso: la belleza del amor que pasa a través de la cruz y que es purificada por la cruz. Más que cerrar los ojos ante la belleza ambigua hay que abrir de par en par la mirada a la belleza de Cristo resucitado.

ANUNCIAMOS TU MUERTE PROCLAMOS TU RESURRECCION
Y así como Cristo ha resucitado, nos resucitará a nosotros. Vivamos ya ahora como resucitados que mueren cada día al pecado. La resurrección se va haciendo momento a momento. Es como el crecimiento de un árbol, que no crece de golpe, sino imperceptiblemente. Tendremos tanta resurrección cuanta muerte. Con el auxilio de la gracia siempre actuante en nosotros. "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección, Señor Jesús". “Cristos anesti.- Alithos anesti”.

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