sábado, 10 de marzo de 2012

San Lorenzo de Brindis

Lorenzo de Brindis


San Lorenzo de Brindis O.F.M.Cap.
San Lorenzo da Brindisi.jpg
Confesor
Proclamado Doctor de la Iglesia el 19 de marzo de 1959 por el papa Juan XXIII
Nombre Giulio Cesare Russi
Apodo Doctor Apostolicus
Nacimiento 22 de julio de 1559
Brindis, Reino de Nápoles
Fallecimiento 22 de julio de 1619
Belém (Lisboa), Portugal
Venerado en Iglesia Católica
Beatificación 1783, por Pío VI
Canonización 1881 en Roma, por León XIII
Principal Santuario Villafranca del Bierzo
Festividad 21 de julio
Atributos hábito franciscano, conduciendo un ejército, con una cruz en la mano y Jesucristo acompañándole. Por su condición de Doctor con un libro.
Patronazgo Brindis

San Lorenzo de Brindis O.F.M.Cap., (Brindis, 22 de julio de 1559 - Lisboa, 22 de julio de 1619). Nacido Giulio Cesare Russi, santo de la Iglesia Católica y miembro de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, es Doctor de la Iglesia desde 1959.


Juventud y formación

Nació en Brindis (Italia) el 22 de julio de 1559, hijo de comerciantes venecianos, Guglielmo Russi (o de Rossi) y de Elisabetta Masella, radicados en esa localidad portuaria de la Apulia, donde quedó pronto huérfano de padre.

A los 14 años entra en los Franciscanos conventuales de su ciudad natal, pero ha de salir, al encontrarse la ciudad amenazada por los turcos. Se refugia con su madre en Venecia.

El 17 de febrero de 1575 ingresa en los capuchinos de Verona. Estudia a fondo la Sagrada Escritura en la Universidad de Padua y adquiere un conocimiento de idiomas poco corriente: hablaba, además de latín, español e italiano, francés, alemán, griego, siríaco y hebreo.

Predicador

Lorenzo fue ordenado sacerdote en 1583, e inició una extraordinaria labor como predicador. Su doble preocupación fue la lucha contra el protestantismo y contra los turcos. Él repetía: «Dios me ha llamado a ser franciscano para la conversión de los pecadores y de los herejes».

Y en efecto, predicó de manera incesante en Italia, Hungría, Bohemia, Bélgica, Suiza, Alemania, Francia, España y Portugal. Apoyado por los jesuitas, desarrolló una admirable labor en la Europa central y sembró de conventos franciscanos gran parte de las naciones en las que había predicado. Enviado en 1599 a Austria, al frente de un grupo de religiosos, estableció conventos en Viena, Graz y Praga. En Praga sus predicaciones conmovieron la opinión pública y provocaron la reacción de los protestantes, que solicitaron del emperador Rodolfo II su expulsión.

Obra teológica

San Lorenzo de Brindis en un grabado del siglo XVIII.

Sermones

Aparte de su admirable predicación por toda Europa, Lorenzo dejó una multitud de obras, entre ellas más de 800 sermones, que ocupan 11 de los 15 volúmenes de sus obras completas. Constituyen un admirable ejemplo de lo que modernamente se ha llamado teología kerigmática, y esta manera de exponer las verdades eternas le sitúa en la línea de clásica actividad pastoral de los Santos Padres y de los grandes doctores obispos. Destaca en especial su admirable Mariología, de una claridad de conceptos verdaderamente extraordinaria.

Pro conversión de los judíos

Encontramos también reflejada en su obra literaria la actividad que desarrolló en pro de la conversión de los judíos, cuando por encargo de Clemente VIII predicó durante tres años a los judíos de Roma. Estas tareas y la enseñanza de la Sagrada Escritura a los religiosos de su Orden, juntamente con su conocimiento del hebreo, arameo y caldeo, le permiten mostrarse como espléndido exegeta en su Explanatio in Genesim. Uniendo una sana filosofía con profundos conocimientos teológicos, trata de manera magistral todas las cuestiones referentes a Dios creador, a sus atributos, a los ángeles, a la naturaleza y composición del hombre, a la institución matrimonial, etc.

Contra los protestantes

También se refleja en su obra literaria el admirable apostolado antiprotestante que desarrolló.

En Praga tuvo una disputa con el luterano Policarpo Leiser, teólogo, escritor y predicador de la corte del príncipe elector de Sajonia. Reflejo de aquella disputa es la Lutheranismi hypotyposis (3 vol.), manual práctico de apología de la fe católica y confutación de la interpretación protestante.

El vigor de la dialéctica teológica está sostenido por la exactitud del estudioso, que se informa sobre la génesis histórica y doctrinal del protestantismo directamente: en la literatura y en los símbolos protestantes, en una cuarentena de autores reformados, sin excluir los manuscritos y los libelos, además de las obras de Lutero. En esta empresa defensiva y confirmativa al mismo tiempo, característica de una época, la Contrarreforma, en la que la controversia adquirió tanta importancia, Lorenzo emula, con acentuación polémica, la acción de Pedro Canisio, y simplifica, para el uso ministerial, el método escolástico de las Disputationes de Roberto Belarmino.

La proclamación de Lorenzo como Doctor de la Iglesia es la confirmación de tan excelente magisterio. Pero se tiene la convicción de que todavía ocultan los archivos europeos muchos documentos interesantes que podrán dar luz sobre su actividad doctrinal antiprotestante.

Actividad "política"

Hacía falta también un animador espiritual en la lucha contra los turcos, que golpeaban las puertas del Imperio. Clemente VIII envió a Lorenzo al emperador Rodolfo II, «seguro de que él sólo valdría lo que un ejército» y, en efecto, Lorenzo fue el brazo derecho del príncipe Felipe Manuel de Lorena, que consiguió en 1601 la liberación de Székesfehérvár (Alba Regia) en una gran victoria contra la masa de cerca de 80.000 turcos, capitaneados por Mohamed III, que se aprestaba a invadir Estiria y amenazaba conquistar Austria, invadiendo desde allí Italia y Europa entera. Lorenzo escribió una preciosa crónica de campaña y aunque ocultase en ella en parte sus rasgos de valor, capitanes y soldados le aclamaron como el principal autor de la batalla. No cabe la menor duda de que el santo pudo practicar en aquella ocasión, con un ejército tan cosmopolita, su conocimiento de idiomas. Lo cierto es que resultó un magnífico capellán militar.

Fue también Ministro general de su Orden (1602-1605), con una actuación sumamente brillante. En este cargo, como en todos los demás (Ministro provincial, Comisario general, etc.), se mantuvo siempre sencillo y afable, típicamente franciscano. Rechazaba los honores con la mayor naturalidad. Permaneció siempre fiel a su costumbre de dormir sobre tablas, levantarse durante la noche para salmodiar, ayunar con frecuencia a pan y verdura, disciplinarse duramente y, sobre todo, meditar con asiduidad los sufrimientos de Cristo.

Muerte y sucesos posteriores

Se encontraba en Lisboa, tratando con Felipe III de España la causa de los napolitanos oprimidos por el Virrey Pedro Téllez-Girón, duque de Osuna, cuando el 22 de julio de 1619 le sobrevino su muerte. Su cuerpo fue llevado al Convento de la Anunciada, de monjas clarisas, de Villafranca del Bierzo (provincia de León), donde es venerado. Su sepulcro fue profanado en 1808 por las tropas francesas que ocuparon la ciudad durante la Guerra de la Independencia Española.

Beatificación, canonización y Doctor de la Iglesia

Fue beatificado por Pío VI en 1783 y canonizado por León XIII en 1881. Juan XXIII le otorgó el título de Doctor de la Iglesia con el nombre de Doctor Apostolicus por el Breve «Celsitudo ex humilitate» de 19 de marzo de 1959. Su fiesta se celebra el 21 de julio.

Bibliografía

  • Opera omnia, 15 vol., ed. crítica, Quaracchi 1926-56;
  • A. DA CARMIGNANO, S. Lorenzo da Brindisi, dottore della Chiesa universale, 4 vol., Padua 1960-1963 (biografía exhaustiva);
  • A. DA CARMIGNANO, San Lorenzo de Brindis, Doctor de la Iglesia. Estudio biográfico, Madrid 1959;
  • A. DA CARMIGNANO, L. RUSSO, Lorenzo da Brindisi, en Bibl. Sanct. 8,161-180;
  • C. DA SOLESIMO, L'apologetica di S. Lorenzo da Brindisi: originalitá, Roma 1959;
  • VARIOS, Miscellanea laurentiana, Padua 1951; VARIOS, «Estudios Franciscanos», segundo semestre 1960 (n° monográfico).

Enlaces externos

San Lorenzo de Brindis
(Italiano: Brindisi)
(
1559-1619) -Fiesta: 21 de julio
-Adaptado de La Vida de los Santos de Butler.

Etim.: "Laureado"
Doctor de la Iglesia,
sacerdote capuchino, predicador.
Vigoroso predicador de gran influencia en el período pos-reformación.

Nació en Brindis, reino de Nápoles, el año 1559; ingresó en la Orden de Capuchinos, donde enseñó teología a sus hermanos de religión y ocupó varios cargos de responsabilidad. Delegado del Papa en muchos asuntos importantes, sin embargo siempre mantuvo una profunda humildad. El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un ejercito. Predicó con asiduidad y eficacia en varios países de Europa; también escribió muchas obras de carácter doctrinal. Murió en Lisboa el año 1619.

Su meditación favorita: La pasión y Muerte de Jesucristo.

De sus sermones: La predicación es una función apostólica


Cesar de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre. A los seis años ya asombraba a todos por la facilidad de aprender de memoria páginas enteras, que declamaba en público.

Primero se educó en el convento de los franciscanos de su ciudad natal y, después, bajo la dirección de un tío suyo en el colegio de San Marcos de Venecia. Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y a los dieciséis años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona. Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?." "Sí, lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cualquier padecimiento". Con el hábito religioso recibió el nombre de Lorenzo.

Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario dominio de lenguas: aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia.

Por su gran don de prédica, siendo diácono, le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción al oír sus sermones, y muchas eran las conversiones.

Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia. En 1596, pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden, y el Papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la conversión de los judíos. Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición y santidad de vida unía un profundo conocimiento del hebreo.

Un secreto. Un sacerdote le preguntó: "Frai Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo"

Dormía sobre tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia comiendo casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos.

Enviado a Alemania. Sus superiores le enviaron, junto con el Beato Benito de Urbino, a establecer a los capuchinos en Alemania como una muralla contra el protestantismo. Los dos misioneros empezaron por atender a las víctimas de una epidemia de peste; más tarde, fundaron conventos en Praga, Viena y Gorizia, de donde habían de nacer con el tiempo las provincias de Bohemia, Austria y Estiria. En el capítulo de 1602, San Lorenzo fue elegido superior general de su orden. Desempeñó su cargo con vigor y caridad. Al punto emprendió la visita de las provincias, pero, en 1605, se negó a aceptar la reelección, pues pensaba que Dios le reservaba para otras empresas.

Ante la amenaza turca. Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría. El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos. En algunas ocasiones, San Lorenzo fue prácticamente general en jefe del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en 1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen, arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de ataque, sin más armas que un crucifijo. La aplastante derrota que sufrieron los turcos fue atribuida por todos a San Lorenzo. Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le dio la comunión por su propia mano.

Tras de algún tiempo de predicar y reconciliar con la Iglesia a los herejes de Alemania, recibió del emperador la comisión de persuadir a Felipe III de España a que se uniese a la Liga Católica y aprovechó la ocasión para fundar un convento de capuchinos en Madrid. Después, fue enviado a Munich como nuncio de la Santa Sede ante Maximiliano de Baviera, el jefe de la Liga. Desde ahí administró dos provincias de su orden y prosiguió su tarea de pacificación y predicación. En 1618, tras de haber mediado dos veces en las diferencias reales, se retiró al convento de Caserta, con la esperanza de verse libre de todas las distracciones mundanas, por más que siempre había hecho todo lo posible por evitar que sus actividades en los asuntos seculares le apartaran de su vida como religioso. Dios le había concedido una gracia especial para ello y el santo era frecuentemente arrebatado en éxtasis mientras celebraba la misa, de suerte que puede decirse que su vida interior constituía el punto de partida de todas sus actividades exteriores.

Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios de los hombres verdaderamente santos. Los principales señores de Nápoles acudían a San Lorenzo para presentarle sus quejas por la tiranía del virrey español, duque de Osuna y le pedían que fuese a la corte del rey Felipe para evitar que el pueblo se levantase en armas. El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso. Cuando llegó a Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa. Así pues, prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío. Usó de toda su elocuencia y su poder de persuasión y logró que el monarca prometiese relevar del cargo de virrey al duque de Osuna.

San Lorenzo regresó entonces a su convento y ahí falleció el día de su cumpleaños, 22 de julio de 1619. Cumplía 60 años. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca.

Su beatificación tuvo lugar en 1783; durante el proceso, se examinaron a fondo sus escritos. Dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, entre ellos 800 sermones muy sabios. También un comentario del Génesis y algunas obras contra Lutero.

San Lorenzo fue canonizado en 1881. En 1959 el Papa Juan XXIII le dio el título de doctor de la Iglesia ("doctor apostolicus").

San Lorenzo de Brindisi, ruega por nosotros, qué seamos humildes amantes de la cruz y nos gastemos por Cristo.



predicador y doctor de la Iglesia
Año 1619

21 de julio

El Santo nació en Brindis, cerca del lugar en que la bota italiana llevaría la espuela contra el Balcán turco. Era en julio de 1559. Tres semanas después, el viejo papa Paulo IV, duro campeón de la reforma católica, moría en Roma. El populacho mostraba su alegría por verse libre de su firme puño, y echó abajo la estatua del Pontífice. El recién nacido heredaría en cierto modo el celo del reformador difunto, pero sabría ser más caritativo y más flexible.

Había nacido de noble familia. Recibió en el bautismo el nombre de Julio César. Se cuenta que a los seis años predicó en la catedral y que el auditorio quedó transportado de admiración. Reduzcamos las cosas a sus justos límites, no es imposible que participara en alguna fiesta infantil, al estilo de las que tan frecuentemente vemos organizarse en las catequesis. Y nada tendría de raro que el despierto muchacho, puesto en una ocasión tal, encantara a su auditorio por el despejo y la soltura con que trataba de las verdades religiosas.

Muerto su padre, César entra en los franciscanos conventuales, y queda allí hasta la edad de catorce años. Pero ya hemos dicho cuál es el emplazamiento de Brindis. Los turcos amenazaban con su poder creciente la pequeña ciudad y César, con su madre, se refugia en Venecia, donde un tío suyo cuidará tiernamente de su formación. El adolescente no había olvidado el ideal franciscano. Y el 17 de febrero de 1575 entra en la Orden capuchina tomando el nombre de Lorenzo. Su ingreso tuvo lugar en el convento de Verona. Novicio modesto y grave, penitente hasta el extremo, cayó enfermo y hubo que retrasar su profesión. Por fin, el 24 de marzo, víspera de la Anunciación, pudo hacerla.

El futuro doctor de la Iglesia recibió en la Orden capuchina una formación verdaderamente excepcional. Enviado a estudiar a Padua, conoció a fondo la Sagrada Escritura, y así, durante su vida, hemos de verle muchas veces discutir directamente sobre el texto hebreo con los herejes y los judíos. Tuvo un conocimiento de idiomas poco corriente, pues hablaba el francés, el alemán, el griego, el siríaco y el hebreo, Su formación teológica era tal que, no siendo aún sacerdote, predicó dos cuaresmas en Venecia, ciudad nada fácil para un predicador bisoño. Alguna de sus conquistas apostólicas tuvo enorme resonancia en la ciudad, así, por ejemplo, la de aquella cortesana que, venida al sermón con ánimo de hacer alguna mala conquista, fue conquistada por Cristo.

Una vez Sacerdote, sus trabajos continuaron a un ritmo todavía más vivo. Durante tres años, por encargo de Clemente VIII, predica a los judíos de Roma, obteniendo buenos resultados gracias a sus conocimientos de hebreo. Pero las dos grandes empresas de su vida habían de ser la lucha antiprotestante y la cruzada contra los turcos.

El historiador, aun profano, que recorra sumariamente los acontecimientos religiosas de la edad postridentina, y estudie la contraofensiva de la restauración católica, tropezará necesariamente con la figura de este capuchino italiano que, aun perteneciendo a la provincia de Venecia, fue enviado en 1599 a Austria, al frente de un grupo de doce hermanos suyos, con los que se estableció en Viena, Graz y Praga. Llegaba allí Lorenzo precedido de la fama de religioso austero, de hombre cultísimo, de predicador iluminado, de polemista eficaz. A sus cuarenta años de edad había recorrido ya con éxito asombroso toda Italia. Y, en efecto, en Praga sus predicaciones conmueven la opinión publica y provocan la reacción de los protestantes que solicitan del emperador Rodolfo II su expulsión.

Un doble paréntesis se abre en su acción antiprotestante, para atender a la guerra contra los turcos, y al cargo de ministro general de su propia Orden (1602-1605). Pero apenas libre de los cuidados de este cargo, vuelve de nuevo a la lucha, primero en Praga (1606-1610), y después en Munich (1610-1613), junto a su amigo íntimo el duque Maximiliano, de Baviera. Se esforzó en la constitución de una liga de príncipes católicos de Alemania que pudiera oponerse a la unión de los protestantes, y con una misión oficial en Madrid conquistó que se adhiriera y ayudara financieramente a dicha liga el rey Felipe III de España. Cuando parecía seguro que iba a tener que marchar de Alemania, una intervención del cardenal Dietrichstein ante el papa Paulo V lo impidió. Así él pudo continuar su trabajo. Obtuvo después el restablecimiento de la paz entre las autoridades españolas y el duque de Saboya, Carlos Manuel el Grande, en 1618, y desarrolló una feliz legación en Madrid y Lisboa (1618-1619), en defensa de la ciudad de Nápoles contra la tiranía del virrey Osuna.

Es difícil sintetizar en pocas líneas la colosal labor de este predicador. "Dios me ha llamado —repetía— a ser franciscano para la conversión de los pecadores y de los herejes." Y, en efecto, predicó, de manera incesante, en Italia, en Hungría, en Bohemia, en Bélgica, en Suiza, en Alemania, en Francia, en España y en Portugal. Apoyado por los jesuitas, desarrolló una admirable labor en la Europa central, y sembró de conventos franciscanos gran parte de estas naciones en las que había predicado.

Hacía falta también un animador espiritual en la lucha contra los turcos, que golpeaban las puertas del Imperio. El papa Clemente VIII envió a San Lorenzo de Brindis al emperador Rodolfo II "seguro de que él solo valdría lo que un ejército". Y, en efecto, San Lorenzo fue el brazo derecho del príncipe Felipe Manuel de Lorena, que consiguió el año 1601 una victoria resonante sobre el Islam en Stuhiweissenburg (Alba Real) contra la masa de cerca de 80.000 turcos, capitaneados por Mohamet III, que se aprestaba a invadir la Stiria y amenazaba conquistar Austria, invadiendo desde allí Italia y Europa entera. San Lorenzo nos escribió una preciosa crónica de la campaña y, aunque ocultase en parte sus rasgos de valor, capitanes y soldados le aclamaron como el principal autor de la batalla. No cabe la menor duda de que también San Lorenzo pudo ejercitar, en aquel cosmopita ejército, su conocimiento de idiomas. Lo que es cierto es que resultó un admirable capellán militar, que a la hora de la victoria únicamente se lamentaba de no haber podido lograr con aquella ocasión el mérito del martirio.

Recientemente, en marzo de 1959, Su Santidad el Papa elevó a San Lorenzo de Brindis a la dignidad de doctor de la Iglesia universal, después de haber escuchado el parecer de la Sagrada Congregación de Ritos. Es el tercero de los franciscanos que recibe este honor, después del doctor seráfico, San Buenaventura, y del doctor evangélico, San Antonio de Padua. A San Lorenzo de Brindis podría cuadrar bien el título de doctor apostólico.

Independientemente de su admirable predicación por toda Europa, nos dejó San Lorenzo una multitud de obras editadas desde 1926 a 1956 en una espléndida colección de quince volúmenes, que nada deja que desear ni en cuanto al aparato científico ni en cuanto a la magnífica presentación tipográfica. Allí encontramos más de ochocientos sermones, que ocupan once de los quince volúmenes: Marial, Quadragesimales, Adviento, Domingos del año, santoral, etc. Se ha señalado que estos once volúmenes constituyen un admirable ejemplo de lo que modernamente se ha llamado teología kerigmática, y que esta manera de exponer las verdades eternas le sitúa en la línea de clásica actividad pastoral de los Santos Padres y de los grandes Doctores obispos. En especial, destaca su admirable mariología, de una claridad de conceptos verdaderamente extraordinaria.

Encontramos también en su obra literaria reflejada la actividad que desarrolló en pro de la conversión de los judíos. Estas tareas y la enseñanza de la Sagrada Escritura a los religiosos de su Orden, juntamente con su conocimiento profundo del hebreo y suficiente del arameo y el caldeo, le permiten mostrarse como espléndido exegeta en su Explanación del Génesis. Uniendo una sana filosofía con profundos conocimientos teológicos, trata de manera magistral todas las cuestiones referentes a Dios Creador, a sus atributos, a los ángeles, a la naturaleza y composición del hombre, a la institución matrimonial, etc., etc.

También se refleja en su obra literaria el admirable apostolado antiprotestante que desarrolló. Tuvo en Praga una disputa con el luterano Policarpo Leiser, teólogo escritor y predicador de la corte del príncipe elector de Sajonia. Reflejo de aquella disputa son los tres volúmenes de la Lutheranismi hypotyposis, manual práctico de apología de la fe católica y confutación de la interpretación protestante. El vigor de la dialéctica teológica está sostenido por la exactitud del estudioso, que se informa sobre la génesis histórica y doctrinal del protestantismo directamente en la literatura y en los símbolos protestantes, en una cuarentena de autores reformados, sin excluir los manuscritos y los libelos, además de las obras de Lutero. En esta empresa, defensiva y confirmativa al mismo tiempo, característica de una época en que la controversia adquirió tanta importancia, San Lorenzo emula, con acentuación polémica, la acción de San Pedro Canisio y simplifica, para el uso ministerial, el método escolástico de las Disputationes de San Roberto Belarmino.

La proclamación de San Lorenzo como Doctor de la Iglesia universal contribuirá al conocimiento de su biografía y, consiguientemente, de su influencia en la historia del pensamiento y en la misma marcha política de Europa. Porque aún ocultan muchísimos documentos interesantes los archivos europeos, que podrán dar luz sobre aspectos desconocidos de su increíble actividad.

En medio de tareas tan extraordinarias, acogido en todas partes como un santo, habiendo obtenido ciertos éxitos extraordinarios en su acción diplomática, se mantuvo siempre, aunque rodeado de ovaciones, sencillo y afable, revestido de una humildad típicamente franciscana. Rechazaba los honores con la mayor naturalidad. Permaneció siempre fiel a su costumbre de dormir sobre tablas, de levantarse durante la noche para salmodiar, de ayunar con frecuencia a pan y verdura, de disciplinarse cruelmente y, sobre todo, de meditar con asiduidad los sufrimientos de Cristo.

Se encontraba en Lisboa, tratando con Felipe III la causa de los napolitanos vejados y oprimidos por el virrey, cuando le llegó la muerte. Era el 22 de julio de 1619. Su cuerpo fue llevado al convento de monjas franciscanas de Villafranca del Bierzo, en Galicia. Fue beatificado por Pío VI en 1783 y canonizado por León XIII en 1881. Según hemos dicho, Su Santidad el Papa Juan XXIII, el 19 de marzo de 1959, le otorga el título de Doctor de la Iglesia por el breve Celsitudo ex humilitate. "Con esta proclamación la Iglesia adscribe oficialmente al senado luminoso de sus maestros, que unen la santidad con una ciencia sagrada auténtica y excelente, su trigésimo miembro."

LAMBERTO DE ECHEVERRÍA


DOMINICOS

El bueno de San Lorenzo
Fray Lorenzo fue religioso capuchino. Vivió en Italia por los años 1559-1619. En su juventud se sintió llamado por Dios para que optara por vivir en servicio religioso-sacerdotal, e ingresó en la Orden y Familia de san Francisco.

Estaba bien dotado en sensibilidad, dones convivenciales y capacidad intelectual, y, por ello, concluidos sus estudios teológicos, fue destinado al ejerció de la enseñanza como catedrático de teología. Esto fue un acierto, pues resultó excelente maestro. Pero, además, tenía gran habilidad y unción en la exposición de la palabra de Dios, sobre todo predicando, y la gracia de Dios le acompañaba con frutos sabrosos. Asimismo, fue comisionado y asumió importantes legaciones diplomáticas, en las gestiones realizadas demostró gran prudencia.

Se trataba, pues, de un hombre privilegiado: buena preparación y riqueza espiritual, buena comunicación espiritual desde el púlpito (con gran manejo de la biblia) y habilidad diplomática para lograr acuerdos o concordias. Era una bendición de Dios, ya que sabía trabajar, sufrir, amar, esperar, concordar.

Precisamente por haberlo hecho todo con mucho amor, afán de servicio, sentido de la justicia e iluminación desde la Palabra de Dios, se le consideró santo, maestro y doctor.

ORACIÓN:

Concédenos, Señor y Padre nuestro, que en nuestros días, como en los días de san Lorenzo, la Iglesia cuente con ejemplares espléndidos de vida en el Espíritu: abiertos a la luz, armados de fuerte esperanza, solícitos en el servicio a los hermanos, creadores de paz, prudentes directores de almas. Amén.


Lorenzo significa: coronado de laurel. Laureado. Este santo ha sido quizás el más famoso predicador de la comunidad de Padres Capuchinos.

Nació en Brindis (Italia) cerca de Nápoles. Desde pequeño demostró tener una memoria asombrosa. Dicen que a los ocho años repitió desde el púlpito de la Catedral un sermón escuchado a un famoso predicador, con gran admiración de la gente.

Cuando pidió ser admitido como religioso en los Padres Capuchinos, el superior le adevirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera. El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?". "Si, lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a El, cuaquier padecimiento".

La facilidad de Lorenzo para aprender idiomas y para grabarse en la memoria todo lo que leía, dejó atónitos a sus superiores y compañeros. Prácticamente se aprendía de memoria capítulos enteros de la S. Biblia y muchas páginas más de libros piadosos. Hablaba seis idiomas: griego, hebreo, latín, francés, alemán e italiano.

Y su capacidad para predicar era tan excepcional, que siendo simple seminarista, ya le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años seguidos. Las gentes vibraban de emoción al oir sus sermones, y muchos se convertían.

Un sacerdote le preguntó: "Fray Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?" Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del cielo".

Los capuchinos nombraron a Fray Lorenzo superior del convento y luego superior de Italia. Más tarde al constatar las grandes cualidades que tenía para gobernar, lo nombraron superior general de toda su comunidad en el mundo. En sus años de superiorato recorrió muchos países visitando los conventos de sus religiosos para animarlos a ser mejores y a trabajar mucho por el reino de Cristo. Había días que caminaba a pie 50 kilómetros. No le asustaba desgastarse en su salud con tal de conseguir la salvación de las almas y la extensión del reino de Dios. La gente lo amaba porque era sumamente comprensivo y bondadoso, y porque sus consejos hacían un gran bien. Siendo superior, sin embargo servía a la mesa a los demás, y lavaba los platos de todos.

El Santo Padre, el Papa, lo envió a Checoslovaquia y a Alemania a tratar de extender la religión católica en esos países. Se fue con un buen grupo de capuchinos, y empezó a predicar. Pero en esos días un ejército de 60 mil turcos mahometanos invadió el país con el fin de destruir la religión, y el jefe de la nación pidió al Padre Lorenzo que se fuera con sus capuchinos a entusiasmar a los 18 mil católicos que salían a defender la patria y la religión. La batalla fue terriblemente feroz. Pero San Lorenzo y sus religiosos recorrían el campo de batalla con una cruz en alto cada uno, gritando a los católicos: "Ánimo, estamos defendiendo nuestra santa religión". Y la victoria fue completa. Los soldados victoriosos exclamaban: "La batalla fue ganada por el Padre Lorenzo".

El Papa Clemente VIII decía que el Padre Lorenzo valía él solo más que un ejército.

El Sumo Pontífice lo envió de delegado suyo a varios países, y siempre estuvo muy activo de nación en nación dirigiendo su comunidad y fundando conventos, predicando contra los protestantes y herejes, y trabajando por la paz y la conversión. Pero lo más importante en cada uno de sus días eran las prácticas de piedad. Durante la celebración de la Santa Misa, frecuentemente era arrebatado en éxtasis, y su orar era de todas las horas y en todos los sitios. Por eso es que obtuvo tan grandes frutos apostólicos.

Dormía sobre duras tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos. Ayunaba con frecuencia. Su alimento era casi siempre pan y verduras. Huía de recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos. La gente lo admiraba como a un gran santo. Su meditación preferida era acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo.

En 1859 fue declarado "Doctor de la Iglesia", por el Sumo Pontífice Juan XXIII. Y es que dejó escritos 15 volúmenes de enseñanzas, y entre ellos 800 sermones muy sabios. En Sagrada Escritura era un verdadero especialista.

Cuando viajaba a visitar al rey de España enviado por la gente de Nápoles para pedirle que destituyera a un gobernador que estaba haciendo mucho mal, se sintió sin fuerzas y el 22 de julio de 1619, el día que cumplía sus 60 años, murió santamente. Ha sido llamado el "Doctor apostólico".

Ruega por nosotros, querido San Lorenzo, para que no tengamos miedo a gastarnos y desgastarnos por Cristo y su Santa Iglesia, como lo hiciste tú.

Dijo Jesús: "Si el grano de trigo muere, produce mucho fruto".



Liturgia franciscana: 21 de julio, san Lorenzo de Brindis, I Orden

21 de julio
SAN LORENZO DE BRINDIS,
PRESBÍTERO Y DOCTOR DELA IGLESIA, I ORDEN
Familia Franciscana: MO
OFM Cap y Clarisas de Villafranca del Bierzo: FIESTA

Nació en 1559. Ingresó en la Orden de Menores capuchinos. Enseñó teología a sus hermanos y ocupó diversos cargos y oficios. Predicador infatigable y elocuente, recorrió toda Europa. Escribió numerosas obras exponiendo la fe. Se distinguió por la fervorosa celebración de la misa y por su filial devoción a la Virgen. Terminó su carrera en Lisboa, en 1619. Juan XXIII le dio el título de «Doctor Apostólico».
Del Común de pastores o de doctores de la Iglesia o de santos varones: para los religiosos.
Himnos latinos propios en el Apéndice II.

Invitatorio

Ant. Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría y de la fortaleza.
El salmo invitatorio como en el Ordinario.

Oficio de lectura

SALMODIA

Ant. 1. Acepte el Señor todo honor y reverencia; a él la gloria y la acción de gracias.

Salmo 144
I

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.

Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza;
una generación pondera tus obras a la otra,
y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad,
y yo repito tus maravillas;
encarecen ellos tus temibles proezas,
y yo narro tus grandes acciones;
difunden la memoria de tu inmensa bondad,
y aclaman tus victorias.

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.

Ant. Acepte el Señor todo honor y reverencia; a él la gloria y la acción de gracias.
Ant. 2. Dios es Altísimo, el bien sumo, todo bien.

II

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas;

explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad.

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente.

Ant. Dios es Altísimo, el bien sumo, todo bien.
Ant. 3. Bendigamos y ensalcemos al Señor que es bendito por los siglos.

III

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.

Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás.

Ant. Bendigamos y ensalcemos al Señor que es bendito por los siglos.

V. El Señor lo colmó de espíritu de sabiduría e inteligencia.
R. Y lo enalteció en medio de su pueblo.

PRIMERA LECTURA
Del libro de la Sabiduría 5, 15–22

Los justos reciben de Dios su recompensa y Dios cuida de ellos

La esperanza del impío es como tamo que arrebata el viento; como escarcha menuda que el vendaval arrastra; se disipa como humo al viento, pasa como el recuerdo del huésped de una noche.

Los justos viven eternamente, reciben de Dios su recompensa, el Altísimo cuida de ellos. Recibirán la noble corona, la rica diadema, de manos del Señor; con su diestra los cubrirá, con su brazo izquierdo los escudará. Tomará la armadura de su celo y armará a la creación para vengarse de sus enemigos; vestirá la coraza de la justicia, se pondrá como casco un juicio insobornable; empuñará como escudo su santidad inexpugnable; afilará la espada de su ira implacable y el universo peleará a su lado contra los insensatos. Saldrán certeras ráfagas de rayos del arco bien tenso de las nubes y volarán hacia el blanco.

RESPONSORIO Sb 7, 7–8; St 1, 5
R. Supliqué, y se me concedió la prudencia; * Invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y a tronos.
V. En caso de que alguno de vosotros se vea falto de sabiduría, que se la pida a Dios, que da generosamente y sin echar en cara, y él se la dará. * Invoqué.

SEGUNDA LECTURA
De los sermones de san Lorenzo de Brindis, presbítero
(Sermón cuaresmal 2: Opera omnia V, 1, núms. 48. 50. 52)

La predicación es una función apostólica

Para llevar una vida espiritual, que nos es común con los ángeles y los espíritus celestes y divinos, ya que ellos y nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, es necesario el pan de la gracia del Espíritu Santo y de la caridad de Dios. Pero la gracia y la caridad son imposibles sin la fe, ya que sin la fe es imposible agradar a Dios. Y esta fe se origina necesariamente de la predicación de la palabra de Dios: La fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Por tanto, la predicación de la palabra de Dios es necesaria para la vida espiritual, como la siembra es necesaria para la vida del cuerpo.

Por esto, dice Cristo: Salió el sembrador a sembrar su semilla. Salió el sembrador a pregonar la justicia, y este pregonero, según leemos, fue algunas veces el mismo Dios, como cuando en el desierto dio a todo el pueblo, de viva voz bajada del cielo, la ley de justicia; fue otras veces un ángel del Señor, como cuando en el llamado «lugar de los que lloran» echó en cara al pueblo sus transgresiones de la ley divina, y todos los hijos de Israel, al oír sus palabras, se arrepintieron y lloraron todos a voces; también Moisés predicó a todo el pueblo la ley del Señor, en las campiñas de Moab, como sabemos por el Deuteronomio. Finalmente, vino Cristo, Dios y hombre, a predicar la palabra del Señor, y para ello envió también a los apóstoles, como antes había enviado a los profetas.

Por consiguiente, la predicación es una función apostólica, angélica, cristiana, divina. Así comprendemos la múltiple riqueza que encierra la palabra de Dios, ya que es como el tesoro en que se hallan todos los bienes. De ella proceden la fe, la esperanza, la caridad, todas las virtudes, todos los dones del Espíritu Santo, todas las bienaventuranzas evangélicas, todas las buenas obras, todos los actos meritorios, toda la gloria del paraíso: Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros.

La palabra de Dios es luz para el entendimiento, fuego para la voluntad, para que el hombre pueda conocer y amar a Dios; y para el hombre interior, el que vive por la gracia del Espíritu Santo, es pan y agua, pero un pan más dulce que la miel y el panal, un agua mejor que el vino y la leche; es para el alma un tesoro espiritual de méritos, y por esto es comparada al oro y a la piedra preciosa; es como un martillo que doblega la dureza del corazón obstinado en el vicio, y como una espada que da muerte a todo pecado, en nuestra lucha contra la carne, el mundo y el demonio.

RESPONSORIO Is 40, 9; Lc 9, 59. 60
R.
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; * Di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios.»
V. Sígueme, vete a anunciar el reino de Dios. * Di a las ciudades.
HIMNO Te Deum.

Oración

Oh Dios, tu Espíritu llenó a san Lorenzo de Brindis de los dones de consejo y fortaleza; concédenos, por su intercesión, que nosotros sepamos discernir la verdad, aceptarla y ponerla por obra. Por nuestro Señor Jesucristo.

Laudes

HIMNO

Ha pasado el Señor, en la alborada,
lo ha mirado con ojos complacidos;
de rodillas Lorenzo baña el alma
para el amor dispuesto y el servicio.

Lo ha mirado Jesús. Eucaristía,
como él se vio mirado y protegido;
en el dulce coloquio del altar
Lorenzo exulta, en Cristo trascendido.

Y el que ha comido el Pan de los vivientes
y la Escritura Santa ha comprendido,
se levanta al anuncio y la pelea,
ebrio de Dios, apóstol encendido.

Avanza a pie llevando el Evangelio,
pobre de Cristo en cortes y castillos,
y es su saber fulgor de iluminado
y su poder la paz del crucifijo.

La Madre intercesora lo acompaña,
la que en la cruz estuvo junto al Hijo,
Inmaculada, Asunta, Mediadora,
María Virgen, vida y regocijo.

Excelsa Trinidad, deleite augusto,
Poder, Sabiduría, Amor divino,
te alabamos, oh Dios santificado
en tu Iglesia viviente de testigos. Amén.

Ant. 1. Madruga por el Señor, su Creador, y reza delante del Altísimo; abre la boca para suplicar, pidiendo perdón de sus pecados.
Los salmos y el cántico, del domingo de la semana I.
Ant. 2. Con embajadas de paz recorrió distintas naciones y manifestó lo acertado de su parecer.
Ant. 3. Muchos alabarán su inteligencia, que no perecerá jamás.

LECTURA BREVE 2Co 5, 14. 19–21
Hermanos: Nos apremia el amor de Cristo. Dios mismo estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado el mensaje de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado, Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.

RESPONSORIO BREVE Cf. 2Co 5, 15–18
R. Los que viven, no vivan ya para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos: * Cristo, Dios nuestro. Los que viven.
V. Él nos reconcilió consigo por medio de Cristo, y nos encargó el ministerio de la reconciliación. * Cristo. Gloria al Padre. Los que viven.

Benedictus, ant. Sirviendo al Señor en santidad y justicia, condujo al pueblo de Dios por el camino de la paz.

PRECES
Hermanos, glorifiquemos a Cristo, Señor nuestro, camino, verdad y vida, que nos impulsa a una vida Santa, siguiendo su ejemplo, y digámosle:
Condúcenos a ti, Señor.

Tú que viniste al mundo no para que te sirvieran, sino para servir,
haz que sepamos servirte a ti y a nuestros hermanos con humildad.

Tú que viniste a evangelizar a los pobres,
concédenos predicar el Evangelio a toda criatura.

Tú que reconciliaste al mundo contigo por tu sangre,
haznos cooperadores de la reconciliación universal.

Tú que nos quieres sal de la tierra y luz del mundo,
ilumínanos y dirígenos por medio de tu Espíritu.

Padre nuestro.

Oración

Oh Dios, tu Espíritu llenó a san Lorenzo de Brindis de los dones de consejo y fortaleza; concédenos, por su intercesión, que nosotros sepamos discernir la verdad, aceptarla y ponerla por obra. Por nuestro Señor Jesucristo.

Hora intermedia

Las antífonas y los salmos, de la feria correspondiente.

Tercia
LECTURA BREVE Ez 34, 16
Buscaré las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas; a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido.

V. El Señor es mi pastor.
R. Nada me falta.

Sexta
LECTURA BREVE Is 52, 7
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es Rey»!

V. Dad gracias al Señor, invocad su nombre.
R. Dad a conocer sus hazañas a los pueblos.

Nona
LECTURA BREVE Cf. Ef 1, 8–10
Dios derrochó con nosotros sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, conforme al plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.

V. Pronuncie mi boca la alabanza del Señor.
R. Todo viviente bendiga su santo nombre.

La oración como en Laudes.

Vísperas

SALMODIA
Ant. 1. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies.

Salmo 109, 1–5. 7

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Ant. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies.
Ant. 2. Con sus obras alegró a la Iglesia de Dios y en sus manos llegó a buen término la salud.

Salmo 121

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
y a están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Ant. Con sus obras alegró a la Iglesia de Dios y en sus manos llegó a buen término la salud.
Ant. 3. Dad gracias al Señor, invocad su nombre; dad a conocer sus hazañas a los pueblos.

Cántico Ap 15, 3–4

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Ant. Dad gracias al Señor, invocad su nombre; dad a conocer sus hazañas a los pueblos.

LECTURA BREVE St 3, 17–18
La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.

RESPONSORIO BREVE
R. En la asamblea * Le da la palabra. En la asamblea.
V. Lo llena de espíritu de sabiduría e inteligencia. * Le da. Gloria al Padre. En la asamblea.

Magníficat, ant. Oh doctor admirable, luz de la Iglesia Santa, bienaventurado Lorenzo, fiel cumplidor de la ley, ruega por nosotros al Hijo de Dios.

PRECES
Roguemos humildemente a Cristo, Señor nuestro; fuente de vida y de santidad, y digámosle:
Venga a nosotros tu reino, Señor.

Tú que enviaste a tus discípulos por el mundo a predicar el Evangelio a toda criatura,
haz que, iluminados por el mismo Evangelio, podamos anunciarlo a todo el mundo.

Tú que con tu venida has traído la salvación al mundo,
concédenos ser operarios fieles en tu viña.

Tú que has exaltado a San Lorenzo y lo has colmado de tus dones,
concédenos fortaleza y sabiduría.

Tú que nos quieres colaboradores tuyos en la construcción de un mundo mejor,
libra las almas de nuestros hermanos difuntos, que redimiste con tu propia sangre.

Padre nuestro.

Oración

Oh Dios, tu Espíritu llenó a san Lorenzo de Brindis de los dones de consejo y fortaleza; concédenos, por su intercesión, que nosotros sepamos discernir la verdad, aceptarla y ponerla por obra. Por nuestro Señor Jesucristo.

APÉNDICE II
Himnos en latín
21 de julio
San Lorenzo de Brindis

Oficio de lectura

Legem Dei Lauréntius
cum nuntiáre míttitur
Apostolórum spíritu
terras per omnes dúcitur.

Reges, tyránnos, príncipes,
plebem simúlque nóbiles,
et dívites et páuperes
viam salútis édocet.

Quas prava secta spárserat,
erróris umbras díscutit:
confútat hebráeos, fidem
Christi tuétur ímpiger.

Igníta tamquam spícula,
ex ore yerba prófIuunt:
quae dura quamvis péctora
ad paeniténdum cómmovent.

Ab hoste victor éripit,
quos ille captos détinet:
ruptísque culpae vínculis,
caeli capáces éfficit.

Semper tibi sit gloria,
o ter beáta Trínitas,
nos per preces Lauténtii
adiúnge caeli cívibus. Amen.

Laudes

Dux et magíster óptime,
nostrúmque, Laurénti, decus,
quem sanctitáte fúlgidum
Doctóris ornat láurea.

Laudes tu as canéntium
inténde laetis vócibus:
tuis adésto frátribus,
qui te patróno géstiunt.

Gentem Minótum Páuperum,
cui praefuísti próvidus,
caeli triúmphans sédibus
nunc adiuvándo próspera.

Fecúnda crescat fíliis
et sanctitátis fructibus:
orans, labórans, praédicans,
Christo fidélis sérviat.

Quae tu dedísti spléndida
exémpla, fac nos súbsequi:
ut post eódem pérpeti
tecum fruámur praémio.

Semper tibi sit glória,
ter beáta Trínitas,
nos per preces Lauréntii
adiúnge caeli cívibus. Amen.

Vísperas

Piis canámus méntibus
et vócibus Lauréntium:
in lege Christi strénuum
annuntiánda apóstolum.

Puer, cadúca réspuens,
sacras in aedes ádvolat:
vestémque Francísci índuens,
totum Deo se cónsecrat.

Hinc, Patris haerens gréssibus
virtútis arctam sémitam
percúrrit, atque strénue
in summa scandit cúlmina.

O quot redúndans lácrimis
Christi dolóres cógitat:
abstráctus aut a sénsibus,
offert salútis hóstiam.

Dei paréntem Vírginem
amat, celébrat, praédicat:
per quam supérnis ínvicem
augétur ipse dótibus.

Semper tibi sit glória,
o ter beáta Trínitas,
nos per preces Lauréntii
adiúnge caeli cívibus. Amen.


OBRAS


CRISTOLOGÍA DE SAN LORENZO DE BRINDISI

Ignorada hasta estos últimos años, simplemente porque había permanecido inédita, la obra literaria y teológica de San Lorenzo de Brindisi ha sido exhumada de manuscritos en que permanecía oculta desde más de tres siglos. Llena ésta l5 volúmenes in folio, de los que tres son de correspondencia. Consiste sobre todo en Sermones, cuyo carácter práctico, aun popular, salta a los ojos. Sermones escritos en latín, pero que indudablemente no servían sino de esquemas para exposiciones en lengua vulgar.

Una parte importante de estos escritos está consagrada a la Mariología, ora comentarios de textos de la Sagrada Escritura referentes a la Santísima Virgen y temas de disertaciones sobre sus privilegios: “Alabanzas e invocaciones a la Madre de Dios”; ora instrucciones con ocasión de fiestas litúrgicas de María. Por ejemplo, en la primera categoría, l6 sermones sobre el Evangelio “Missus est Angelus”, l0 sobre el “Magnificat”, seis sobre “La Mujer del Apocalipsis”, y en la segunda categoría, l l sermones para la fiesta de la Inmaculada Concepción, seis para la Purificación, tres para la Asunción.

Las predicaciones de tres Cuaresmas constan de más de 300 sermones; las de dos Advientos, de más de 40. Sin contar cerca de 80 para los diversos domingos del año, y cerca de 50 para las fiestas de los Santos.

Menos considerables, pero importantes por su valor, son los escritos didácticos; una explicación del liubro del Génesis, que trata de materias tan fundamentales como la omnipotencia de Dios, la inmortalidad del alma humana, la inmutabilidad de Dios y la libertad humana, el alma espíritu forma substancial del cuerpo humano, la justicia original; una refutación de los errores del luteranismo.

Esencialmente predicador,y no profesor, San Lorenzo de Bríndisi no escribió tratados. Por lo tanto, sería injusto exigirle la ordenación lógica que requiere la enseñanza en la escuela. Su doctrina está diseminada según lo pide la oportunidad, regida ésta a su vez por las necesidades del auditorio tanto como por la inspiración del orados.

Sin embargo, es posible desprender de ella las ideas dominantes, para luego clasificarlas de manera de reconstruir, con estos materiales esparcidos, el sistema teológico de San Lorenzo. Al ver la facilidad con la que trata en sus sermones los puntos de doctrina más diversos, sin dejar de mostrar su conexión, se tiene de inmediato la impresión de un espíritu proviso de una poderosa síntesis y a la vez notablemente organizado para pasar al análisis.

Resueltamente pltónico en filosofía, en teología es de la escuela de San Buenaventura. Esta doble influencia marca ya su teodecea: Dios se le presenta sobre todo bajo el aspecto del Soberano Bien; y la obra de Dios, Creación, Providencia, Redención, está inspirada por su bondad y por su amor.

San Lorenzo, como misionero celoso y clarividente, vuelve sin cesar sobre el problema de la inclinación al mal del hombre y de los medios de levantarlo. La justicia original, privilegio gratuitamente concedido a la naturaleza humana desde su creación, la ponía en un estado maravilloso de equilibrio, de tranquilidad y de perfección, puesto que la parte inferior o corporal permanecía normalmente subordinada a la parte superior o espiritual, y reinaba un acuerdo perfecto entre los sentidos y la razón. Distinto es el privilegio de la Gracia santificante, la cual no afecta más que al alma y puede subsistir independientemente de favores inherentes a la justicia origina, como se ve en la condición actual de la humanidad rescatada, puesto que la Gracia santificante ha sido restituida, pero no las prerrogativas de la justicia original.

El pecado de Adán, verdadera rebelión contra la autoridad del Creador, fue un pecado mortal, que trajo consigo para el culpable la pérdida de la Gracia santificante. Además,marcó el final del privilegio de la justicia original, no sólo para el delincuente sino para toda su descendencia, y esto, dice San Lorenzo, en virtud de un “pacto” entre el Creador y el primer hombre, pacto por el cual el privilegio concedido para el género humano entero estaba subordinado a la obediencia personal del jefe.

(Explicación discutible, pero que no carece de partidarios entre los teólogos.)

sin embargo, la naturaleza humana no está enteramente corrompida por el pecado original: está gravemente herida, pero no deja de ser capaz de curación, de “”Justificación”. No consistirá ésta, ciertamente, en el retorno a los privilegios del paraíso terrenal, sino en una “verdadera rectitud del alma elevada por la Gracia al orden sobrenatural, y santificada, esto es, agradable a Dios”. Obra de restauración cuyo principal agente será, entiéndase bien, la omnipotencia divina, pero esta vez con la cooperación de la libertad humana que guarda el poder de consentir y de rechazar. Más especialmente, el Espíritu Santo con la abundancia de sus dones es el autor inmediato e intrínseco de tal justificación cuya causa extrínseca y ejemplar a la vez es Cristo por sus méritos; y opera ordinariamente por medio de los sacramentos, que vienen a ser causa instrumental.

Cristo es el Rey de los ángeles y de los hombres.

San Lorenzo es el autor de la opinión de que la prueba de ángeles, al principio, consistió en el anuncio de la Encarnación. ¿Según esto, el pecado de Lucifer y de sus adeptos consistió en la negación a adorar al Verbo Encarnado, cuya naturaleza humana sería inferior a la naturaleza propia de los puros espíritus?

Como Verbo eterno, el Hijo de Dios es a la vez causa eficiente y causa ejemplar de la predestinación. Cuando la Escritura dice que Dios creó al hombre a su imagen ¿no quiere significar, de manera más precisa, que tomó por modelo al “Hijo del hombre”? Lo mismo en el orden de la naturaleza que en el de la Gracia, y en el de la Gloria, Cristo está en el centro de la creación. Y su humanidad misma es la causa meritoria e instrumental de las gracias concedidas tanto a los ángeles como a los hombres.

En cuanto a la Iglesia, prolongación de la persona de Cristo, San Lorenzo la ve tan extendida, en el tiempo y en el espacio, como la humanidad misma. ¿No es ya la Iglesia viva el antiguo testamento que prepara el nuevo?Tanto en éste como en aquél, en efecto, no hay sino hombres rescatados, por lo tanto miembros del Cuerpo Místico de Cristo; y su multitud realiza la plenitud de Cristo.

El elemento material de la Iglesia es el conjunto de los fieles; el elemento formal, la verdadera y única Fe que los anima; la fuerza constitutiva, Cristo y el Sacerdocio; el fin de esta institución, la glorificación de los elegidos. El alma de tan vasto cuerpo es el propio Espíritu Santo, que lo anima con su Verdad infalible y hace de ella su templo. Su cabeza es el hombre-Dios. Por esto, el carácter primordial de la Iglesia es la santidad, en razón misma del objeto que ella persigue y de los medios que despliega. Sus otras notas ----unidad, apostolicidad---- se le agregan para distinguirla más claramente de las otras sociedades que no son sino falsificaciones.

Por lo cual también, fuera de este Cuerpo Místico de Cristo, no es posible ninguna justificación ni santificación: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”. Los infieles pueden tener ciertas apariencias de virtudes, pero no las virtudes verdaderas, sobrenaturales. Y los herejes, dignos de piedad si están de buena fe en el error, merecen reprobación si permanecen consciente y obstinadamente separados de la Iglesia.

Teólogo y Apóstol de la Santísima Virgen, San Lorenzo de Bríndisi la coloca muy al lado de su divino Hijo, en el primer lugar después de El, en el plan de la predestinación. Al Verbo Encarnado le debe Ella, también Ella, como toda creatura, el ser eleva a una santidad sobreeminente, y esto en atención a la proximidad excepcional con Cristo que le dan su título y su papel de Madre. Mucho antes de la definición del dogma, de acuerdo, es cierto, con una creencia extendida ya a la sazón, tanto el el pensamiento popular como en muchos teólogos, San Lorenzo se goza en proclamar la Inmaculada Concepción de María, apoyando esta doctrina en la interpretación de los textos escriturarios y en una tradición constante. “La plenitud de Gracia concedida a María desde el primer instante de su existencia la eleva sobre la riqueza general de gracias obtenidas por todos los santos juntos”. Por lo cual la Santísima Virgen posee todas las virtudes en un grado inconcebible y está muy junto a la Santísima Trinidad, de la que ha sido hecha indispensable auxiliadora, sin ser sin embargo un complemento necesario de ella.

Madre del Redentor y Co-redentora, ha venido a ser a la vez Madre de todos los rescatados; y continúa trabajando en la salvación de ellos por su “mediación universal” soberanamente eficaz, puesto que nada puede negarle su Hijo.

En fin, estando aparte de la humanidad pecadora por suorigen y por su vida santísima, la Virgen Mría merecía escapar a la corrupción de la tumba que es el salario del pecado. Mucho antes todavía del dogma oficial, San Lorenzo afirma claramente la Resurrección y la Asunción de la Santísima Virgen.

En Lorenzo de Bríndisi, precisamente por ser él un santo, el predicador popular es a la vez un maestro de la vida espiritual. Se nutre de la Sagrada Escritura cuyas diversas significaciones descubre alternativamente, del sentido literal al sentido alegórico. No olvida en cuanto a sí mismo, y lo recuerda sin cesar a los cristianos, que para comprender la palabra de Dios es necesario un corazón puro, más todavía que una inteligencia penetrante. De aquí las prácticas penitenciales y la ascesis, de la que hace el punto de partida de todo progreso espiritual. Sin crueles maceraciones ni meticulosos exámenes, le exige a sus discípulos la rectitud para buscar a Dios y el valor para echar mano de los medios de encontrarlo.

Adoptando las tres etapas clásicas: principiantes, aprovechados,perfectos, le traza a cada quien un programa preciso. Para comenzar, toma de conciencia del pecado y de sus consecuencias; meditación de las postrimerías; estudio de la justicia y de la misericordia divinas, estableciendo al alma en un temor saludable templado por la esperanza. Para progresar, fijar la mirada en Cristo, modelo y dispensador de todas las virtudes, y considerar la grandeza y las ventajas que éstas confieren al alma; y volver sin cesar a la Fe, raíz de todas las virtudes, y luego a la Caridad, que es su resumen y coronamiento. En fin, en cuanto a la perfección, aspirar a la unión transformante, que, así como el fuego penetra el metal sometido a su acción y le comunica sus propiedades, diviniza al alma humana almáximo, siendo la Gracia desde aquí abajo un preludio de la contemplación y del gozo de Dios en el estado de gloriosa bienaventuranza.

Dos palabras resumen la vida y la obra de San Lorenzo de Bríndisi: “Un evangelio vivido en la oración y estregado por la predicación”.


No hay comentarios: