martes, 20 de marzo de 2012

Ermitaños de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo





Los Ermitaños de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo fueron fundados por el P. Fabián María Rosette en la diócesis de San Ángelo (Texas, EEUU) en 1991. En 1993 la Comunidad fue recibida de pleno derecho en la Orden del Carmen de la Antigua Observancia (o Carmelitas Calzados). Los Ermitaños profesan la Santa Regla dada a los primeros Ermitaños del Monte Carmelo por San Alberto, Patriarca de Jerusalén. Su vida retirada consiste en habitar cada uno en su celda, meditando día y noche la Palabra de Dios.


Es una vida de soledad, silencio, penitencia y reparación para la salvación del mundo y la santificación de los sacerdotes. La oración ocupa el lugar principal en la vida de los Ermitaños: oración litúrgica (Oficio Divino) y oración personal. Éste es su carisma en la Iglesia. No tienen ninguna forma de apostolado externo. Las únicas personas que pueden entrar en el Eremitorio son aquellas que están interesadas en la vocación eremítica carmelitana.


Tras la oración, el trabajo manual santifica y fortalece el espíritu, al mismo tiempo que da sustento a la comunidad. Los Ermitaños trabajan con sus manos y se identifican así con todos aquellos que tienen que trabajar para ganar el pan de cada día.


No puede existir el Carmelo sin María. Los primeros Carmelitas la llamaban Madre, Hermana y Señora del lugar. María es la guía y el modelo que enseña el camino de la humildad y de la entrega total a Dios. Ella es la Madre que lleva a Jesús. El Ermitaño vive como María la vida oculta de Nazaret, meditando alejado del mundo el gran tesoro que tiene en Jesús y adorando a Jesús Sacramentado en la soledad y el silencio del desierto.

* Ermitaños de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo (web)

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La Orden del Carmen fue en primer lugar una concentración de ermitaños que se unieron para vivir juntos bajo el signo de la Santísima Virgen María. Aspiraban a la imitación de Cristo buscando la conversión total del corazón. Para ello renunciaban al mundo y se recluían en la santa soledad de los eremitorios, desiertos de oración y penitencia, para el encuentro del Amado.

Hoy en día, esta primitiva inspiración divina sigue latente en muchos corazones entregados al Señor en su Jardín del Carmelo. Tanto la Orden del Carmen de la Antigua Observancia (Carmelitas Calzados), como la Orden del Carmen Descalzo, han conservado a duras penas en algunos lugares la figura de los Eremitorios o Desiertos (para los Descalzos), donde los frailes se dedican a la contemplación, la oración y el trabajo, bajo un régimen de vida semi-eremítico. Pero la vida nueva en este género de vida surge en las nuevas fundaciones carmelitanas:

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