lunes, 5 de marzo de 2012

EL VIA CRUCIS - CAMINO DE LA CRUZ

EL VIA CRUCIS - CAMINO DE LA CRUZ - VIA DOLOROSA (PARA DESCARGAR EN TEXTO Y AUDIO MP3)




NORMAS PARA OBTENER LA INDULGENCIA PLENARIA CON EL VIA CRUCIS:

a) El piadoso ejercicio debe ser cumplido ante las estaciones del Vía Crucis, legítimamente erigidas.

b) Es necesario desplazarse de una estación a la otra. Si el piadoso ejercicio se cumple públicamente y el movimiento de todos los presentes no puede hacerse con orden, es suficiente con que se mueva de una estación a la otra quien dirige el pío ejercicio, mientras los otros quedan en su sitio.

c) Los “impedidos” podrán alcanzar la misma indulgencia dedicando al menos media hora a piadosas lecturas y meditaciones de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

Muy importante no olvidar: Orar por las intenciones del Papa (un Padre Nuestro y Ave Maria).


Para mayor información sobre LAS INDULGENCIAS, consulta la Encíclica: "ENCHIRIDION INDULGENTIARUM" - CLIC AQUI (de S.S. Pablo VI, Vaticano-Latín)

CLIC AQUI: EL DON DE LA INDULGENCIA (Vaticano-Español)






En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


1) PRIMERA ESTACION: Jesús condenado a muerte.

Está el inicuo juez sentado en el tribunal y a sus pies el Hijo de Dios, Juez de vivos y muertos, lleno de confusión, las manos atadas como un facineroso oyendo la más ignominiosa sentencia.

Oh Jesús mío querido, tú, autor de la vida condenado a muerte; tú, la Inocencia y Santidad Infinitas condenado a morir en un infame patíbulo, como el más infame malhechor ¡Qué amor tan grande el tuyo, y que ingratitud tan enorme la mía, pues te condeno de nuevo cada día! ¿y porqué? por seguir una mala inclinación, por un mezquino interés, por un “qué dirán”.
Perdóname Jesús mío, y por esa inicua sentencia no permitas que sea yo un día condenado a la muerte eterna que merecían mis pecados.

PADRE NUESTRO.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


2) SEGUNDA ESTACION: Sale Jesús con la Cruz a cuestas.

Y quieres inocente Jesús mío llevar tu mismo cual otro Isaac el instrumento del suplicio. Estás exhausto de fuerzas, tus espaldas y hombros están doloridos y rasgados por los azotes; la Cruz es larga y pesada, y cuánto no acrecientan todavía su peso mis iniquidades y las de todo el mundo.
Sin embargo la aceptas y besándola la abrazas y llevas decididamente por mi amor; y tú, pecador ¿aborrecerás la ligera cruz que dios te envía? ¿querrás tú, ir al Cielo por los deleites y regalos, yendo allá el Inocentísimo Jesús por el dramático camino de la Cruz?
Reconozco mi engaño, Salvador mío; envíame penas y tribulaciones, que resuelto estoy a sufrirlas con resignación y alegría por amor de un Dios que tanto padeció por mí.

AVE MARIA.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


3) TERCERA ESTACION: Jesús cae la primera vez.

No es extraño Jesús mío, que sucumbas rendido al enorme peso de la Cruz. Lo que me pasma y sin duda hace llorar hasta a los Ángeles del Cielo, es la bárbara fiereza con que te tratan esos sayones humanos.
Si cae un animal se le tiene compasión; lo ayudan a levantarse. Pero cae el Rey de Cielos y Tierra, el que sostiene la admirable fábrica del Universo, y lejos de moverse a compasión, le insultan con horribles blasfemias, le maltratan y acosan con diabólico furor... ¿Y qué hacías, en qué pensabas entonces, oh Señor? En ti pensaba, pecador, por ti sufría con infinita paciencia y alegría; tú habías merecido los oprobios y tormentos más horribles, y Yo, para liberarte de ellos, he querido pasar por este espantoso suplicio. ¿No estás todavía satisfecho? ¿Quieres aún maltratarme con nuevas ofensas? Aquí me tienes; descarga tú también duros golpes sobre Mí ¡No, Jesús mío no, antes morir que volver a ofenderte!

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


4) CUARTA ESTACION: Jesús encuentra a su Madre.

¿Qué sentiste, oh angustiada Señora, al ver aquel trágico espectáculo? El pregonero publicando con lúgubre trompeta la sentencia fatal. Una multitud inmensa que se agrupa, profiriendo injurias y blasfemias contra Jesús. Los soldados y sayones en dos filas, y Jesús en medio de dos malhechores. ¿Lo conoces, oh Madre amantísima? ¿Es ése tu hijo bendito? ¿Es ese el más hermoso de los hijos de los hombres, la beldad de los Cielos y la alegría de los Ángeles? ¿Aquel hijo de Dios que con tanto regocijo diste a luz en Belén? ¿Dónde están ahora los Reyes y Pastores que entonces lo adoraban? ¿Qué se han hecho los Ángeles del Cielo que entonaban himnos de alabanza? ¡Qué cambiado está! Sus ojos inundados de lágrimas y Sangre, coronada de espinas su cabeza; todo Él hecho una llaga. ¡Oh María, afligida entre todas las mujeres! ¡Oh Madre, la más desolada de todas las madres! ¡Oh Hijo, maltratado sobre todos los hijos de Adán! ¡Oh Jesús! ¡Oh María! Perdonad a este ingrato, a este pecador, causa de tanta amargura.

PADRE NUESTRO.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


5) QUINTA ESTACION: Jesús ayudado por el Cirineo.

Temiendo los judíos no se les muriese Jesús antes de llagar al Calvario, no por aliviarle, sino por el deseo que tienen de Crucificarle, buscan quien le ayude a llevar la Cruz, y no le encuentran. Había entonces en Jerusalén tantos millares de hombres, y sólo Simón Cireneo acepta este favor, y aún por la fuerza. ¿Y así te desamparan, Jesús mío? ¿No fueron cinco mil los hombres que alimentaste con cinco panes en el desierto? ¿No son innumerables los ciegos, paralíticos y enfermos que sanaste? ¡y nadie quiere llevar tu Cruz! ¡Ni siquiera tus Apóstoles, ni Pedro! ¡y ella, no obstante, nos predica la latitud de tu Misericordia, la longitud de tu Poder y la profundidad de tu Sabiduría Infinita! ¡Qué misterio incomprensible! Muchos admiran tus prodigios y tu doctrina, mas pocos gustan de padecer contigo. Teman, pues, los que eluden la cruz, oyendo a Cristo que dice: El que no carga su cruz y viene en pos de Mí, no puede ser mi discípulo.

AVE MARIA.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


6) SEXTA ESTACION: Verónica enjuga el rostro de Jesús.

¡Qué valor el de esta piadosa mujer! Ve aquel rostro divino a quien desean contemplar los Ángeles, cubierto de polvo, afeado con saliva, denegrido con sangre; y movida a compasión, se quita la toca, atropella por todo y acercándose al Salvador, le enjuga su rostro desfigurado ¡Cómo confunde esta mujer fuerte la cobardía de tantos cristianos, que por vano temor del qué dirán, no se atreven a obrar bien! Dichosa Verónica, y ¡cómo premia el Señor tu denuedo, dejando su rostro Santísimo estampado en esa afortunada toca!
¿Quieres tú, cristiano, que Dios imprima en tu alma una perfecta imagen de sus virtudes? Pisotea generoso el respeto humano, como la Verónica; haz con fervor, haz a menudo el Vía Crucis y no dudes que Jesús grabará en tu alma un fiel traslado de sus virtudes, y viéndote el Eterno Padre semejante al Divino Modelo de predestinados, te admitirá en el Cielo.

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.



7) SEPTIMA ESTACION: Jesús cae la segunda vez.

Cae el Señor por segunda vez bajo la Cruz; nuevas injurias y golpes, nueva crueldad de parte de los judíos; nuevos dolores y tormentos, nuevos rasgos de amor de parte de Jesús. Parece que el Infierno desahoga contra Él todo su furor. Mas ¿qué hará el Señor? ¿Dejará la empresa comenzada? ¿Hará como nosotros, que a una ligera contradicción abandonamos el camino de la virtud? No; bien podrán decirle: Si eres Hijo de Dios baja de la Cruz, deja la Cruz; pero por lo mismo que lo es, allí permanecerá, a ella se aferrará hasta morir. ¿Cuándo, Señor, imitaré tu heroica constancia? No siendo coronado sino el que combatiendo legítimamente perseverare hasta el fin, ¿de qué me servirá abrazar la virtud y llevar la cruz solamente algunos días? Cueste, pues, lo que costare, quiero, con tu Divina Gracia, amarte y servirte hasta morir.

PADRE NUESTRO.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


8) OCTAVA ESTACION: Jesús consuela a las santas mujeres.

¡Qué caridad tan ardiente! Olvidando sus atrocísimos dolores, Jesús se acuerda tan sólo de nuestras penas. “Hijas de Jerusalén”, dice a las piadosas mujeres que le seguían llorando, “no lloréis mi suerte, llorad más bien sobre vosotras y sobre vuestros hijos”. Pero, ¿puede haber objeto más digno de llanto, que la Pasión y muerte del Hijo de Dios?
Si, cristiano, hay cosa más digna de lágrimas, y de lágrimas eternas; y es el pecado. Pues el pecado es la única causa de la Pasión y muerte tan ignominiosa; él es el origen y el colmo de todos los males; mal terrible, el único mal ¿y no obstante tú pecas con tanta facilidad, y recaes tan a menudo en el pecado?
¡Y pasas tranquilo días, meses, años y hasta la vida entera, sino en el pecado, al menos en la tibieza y en la mediocridad!

AVE MARIA.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


9) NOVENA ESTACION: Jesús cae la tercera vez.

¿Qué es esto, Jesús mío? ¡Tú, resplandor de la Gloria del Padre, consuelo de los mártires, hermosura y alegría del Cielo, Tú, caído en tierra: primera, segunda y tercera vez! ¿No eres Tú la fortaleza de Dios? ¿Y qué, hijo mío? ¿No has pecado tú más de una, dos o tres veces? ¿No recaes cada día innumerables veces en el pecado? ¿Por qué esa perpetua inconstancia en mi servicio?
Hoy formas generosos propósitos, y mañana están ya olvidados; ahora me entregas el corazón, y un instante después ya no suspiras sino por pasatiempos y liviandades. Yo caigo segunda y tercera vez para expiar tus continuas recaídas, caigo para alzarte a ti de la tibieza; caigo para que, temerario, no te expongas de nuevo al peligro de recaer en pecado; caigo, en fin, para que no caigas tú jamás en el abismo del Infierno.
Gracias, Dios mío, por tan inefable bondad; y por esta tan dolorosa caída, dame fuerza, te lo suplico, para que me levante por fin de mi vida de pecado y camine firme y constante en tu santo servicio.

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


10) DECIMA ESTACION: Jesús despojado de sus vestiduras.

Cuando te curan una herida, por fina que sea la venda que la envuelve, y por cuidado que tenga la más cariñosa madre, ¡qué dolor no sientes al despegarse la tela de la carne viva! ¿Cuál sería, pues, el tormento de Jesús al serle quitada la vestidura? Como había derramado tanta sangre, estaba pegada a su cuerpo llagado; vienen los verdugos y le arrancan con tanta fiereza, que llevan tras sí la corona, y hasta pedazos de carne que se le habían pegado.
¿Y en qué pensabas, purísimo Jesús, al verte desnudo delante de tanta muchedumbre? “En ti pensaba pecador; en los pecados impuros que cometes; por ellos ofrecía Yo al Eterno Padre esta confusión y suplicio tan atroz. Sabía cuanto te costaría deshacerte de aquel mal hábito, privarte de aquel placer, romper con aquella amistad peligrosa; por eso permití en mi cuerpo inocentísimo tan horrible carnicería”.
¡Oh inmensa caridad la tuya! ¡Oh negra ingratitud la mía! Nunca más, Señor, renovar esas llagas con mis pecados. Nunca más pecar.

PADRE NUESTRO.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


11) UNDECIMA ESTACION: Jesús clavado en la Cruz.

¿Quién de nosotros tendría el valor para sufrir que le atravesasen pies y manos con gruesos clavos? ¿Quién tendría ánimo para ver así atormentado a su mayor enemigo? Pues este atroz tormento padece Jesús por nuestro amor. Ya le tienden sobre el lecho del dolor; ya enclavan aquella mano omnipotente que había formado los Cielos y la Tierra; ya brota un raudal de Sangre. Mas esto es poco. Encogido el cuerpo con el frío y los tormentos, no llegaban ni las manos ni los pies a los agujeros hechos de antemano en la Cruz; lo atan, pues, con cordeles, y tiran con inhumana crueldad, desencajando de su lugar aquellos huesos santísimos ¡Qué dolor! ¡Qué tormento! Todo lo contempla su Madre amantísima. Ni un alivio, ni una gota de agua puede dar a su hijo ¡y vive todavía!
¿y no muero yo de dolor, siendo mis pecados la causa de tanto tomento?

AVE MARIA

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


12) DUODECIMA ESTACION: Jesús muere en la Cruz.

Contempla, cristiano, a esos dos malhechores crucificados con el Señor ¿Qué maldades no habría hecho el buen ladrón? Sin embargo dice a Jesús: “Acuérdate de mí cuando estuvieres en tu Reino”. Al instante oye: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso” ¡Qué bondad la de Dios! ¡Cuán pronto, pecador, recobrarías la Gracia y amistad divina si quisieses arrepentirte de veras!
Pero si dejas tu conversión para más adelante, tema que no te suceda lo que al mal ladrón. ¿Qué hombre tuvo jamás mejor ocasión para convertirse? Dios derramaba su Sangre por él, tenía a sus pies a la abogada de pecadores, María Santísima; a su lado estaba Jesucristo, el Sacerdote más celoso del mundo, para ayudarle a bien morir.
Oye la exhortación de su compañero, ve la naturaleza estremecida y, sin embargo, muere como ha vivido, continúa blasfemando, y se condena para siempre.
No permitas, Jesús mío, que, sordo a tus inspiraciones divinas, deje yo mi conversión para más adelante.

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


13) DECIMOTERCERA ESTACION: Jesús muerto en brazos de su Madre.

¿A dónde iré, afligida Madre mía? Tu Hijo ha muerto, y mis pecados son los verdugos que le clavaron en Cruz y le dieron muerte inhumana. Soy yo quien ha apagado la luz de tus ojos, y acabado la alegría de tu corazón. Si, yo desfiguré ese rostro hermosísimo, yo taladré esos pies y manos que sostienen el firmamento, yo traspasé esta augusta cabeza, y abrí esas llagas, yo descoyunté y despedacé ese inocentísimo cuerpo que tienes en tus brazos. Reo de tan horrendo deicidio ¿A dónde iré? ¿Dónde me ocultaré? Pero por monstruosa que sea mi ingratitud, Tú eres mi Madre y yo soy tu hijo. Jesús acaba de traspasar en mí los derechos que tenía a tu amor. Me arrojo, pues, en tus brazos, con la más viva confianza. No me desprecies, suave refugio de pecadores arrepentidos, míranos con ojos de bondad, ampáranos ahora, y en el trance de la muerte.

PADRE NUESTRO.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.


14) DECIMOCUARTA ESTACION: Jesús puesto en el sepulcro.

Contempla, cristiano, cómo José de Arimatea y Nicodemo, postrados a los pies de María, le piden el objeto de sus caricias, y ungiéndole con preciosos aromas le amortajan y ponen en un nuevo sepulcro de piedra ¡Cuál no sería el dolor de la Virgen! Sin duda “grande era como el mar su amargura” cuando vio a su hijo ensangrentado, clavado y expirado en un patíbulo infame; pero a lo menos le veía; tal ves lo abrazaba y lavaba con sus lágrimas. Más ahora, oh angustiada Señora, una losa te priva de este último consuelo ¡Oh sepulcro afortunado! Ya que encierras el adorado cuerpo del Hijo y el purísimo corazón de la Madre, guarda también con esas prendas riquísimas mi pobre corazón. Sea éste, Dios mío, el sepulcro donde descanses; sean los puros afectos de mi alma los lienzos que te envuelvan y los aromas que te recreen. En fin, muera yo al mundo, a sus pompas y vanidades, para que viviendo según el espíritu de Jesús, resucite y triunfe glorioso con El por siglos infinitos.

AVE MARIA.

¡Te adoramos Cristo y te bendecimos!
Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.



ORACION FINAL:

Señor mío Jesucristo, que para redimir al mundo de la esclavitud del demonio, quisiste nacer entre nosotros mortal y pasible, ser circuncidado, reprobado de los judíos y entregado por Judas con ósculo sacrílego, ser preso, y como inocente cordero que llevan al matadero, ser presentado ignominiosamente en los tribunales de Anás, Caifás, Pilato y Herodes; ser acusado por testigos falsos, azotado crudelísimamente, coronado de espinas, herido con bofetadas, golpeado con una caña, escupido y cubierto de oprobios, despojado de tus vestidos, Crucificado, levantado en una Cruz entre dos ladrones, abrevado con hiel y herido con una lanza.

Por esas, tus amargas penas que yo, aunque indigno pecador voy meditando, y por tu Pasión y muerte ¡líbrame del pecado que me separa de ti!, y dígnate llevarme a donde llevaste a aquel dichoso ladrón que fue crucificado contigo, oh Jesús mío, que con el Padre y el Espíritu Santo, vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.


CREDO DE LOS APOSTOLES:

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra.

Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los Infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los Cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.

Creo en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, la Comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de la carne y la Vida Eterna. Amén.

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.





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