jueves, 15 de marzo de 2012

Cuidar la lengua, el corazón y la mente




Cuidar la lengua tras cuidar el corazón, los sentimientos, la mente, y recordar que eso de que las palabras se las lleva el viento, es falso

Cuidar la lengua, el corazón y la mente
Cuidar la lengua, el corazón y la mente
Hace algunos meses, Helen Thomas, una columnista política en la Casa Blanca, en Washington, hizo una pifia verdaderamente imperdonable, tanto que le costó su empleo de inmediato, tuvo el rechazo público y por escrito de sus colegas corresponsales, con los que había convivido tantos años, y fue expulsada de una organización de conferenciantes.

¿Qué hizo tan terrible? Algo de lo que se arrepintió enseguida, pero demasiado tarde una vez dicho, algo expresado bajo el influyo de la ira, y que difícilmente puede creerse que no era lo que creía en el fondo de su corazón, como después quiso justificar.

En un evento en la Casa Blanca, dijo a un rabino que los judíos deberían largarse de Palestina (“get the hell out of Palestine”) y regresar a Alemania y Polonia. Para su desgracia, ello quedó videograbado, no hay forma de desdecirse.

Helen Thomas tenía entonces 89 años, y cubrió la Casa Blanca durante varios mandatos presidenciales: 10 presidentes en 50 años, para la cadena Hearst. A raíz de su dicho contra el pueblo judío, y de su retractación por medio de su página Web, se ha especulado sobre la posible pérdida de facultades de los ancianos, como probable explicación de su desafortunado dicho. Sin embargo, la Sra. Thomas estaba en plena actividad periodística sin reflejar algún deterioro.

Podemos pensar que lo que dijo bajo la influencia del enojo por los hechos recientes del asalto a un barco con auxilio humanitario, por parte de tropas israelíes. Con saldo de once muertos, pudo provocarle un estado de ánimo momentáneo; démosle el beneficio de la duda, pero el daño es real e irreversible.

Independientemente del hecho mismo, de su declaración anti-judía, de los actos por los cuales la Casa Blanca misma y la “Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca” se deslindaron ambos de lo que ella expresó, y manifestaron su rechazo, hay lecciones que aprender de lo tristemente sucedido.

Helen Thomas es de origen libanés, y como reflexiona una vieja conocida suya, la también columnista Anne E. Kornblut, del New York Times, durante su carrera periodística, la Sra. Thomas estaba en línea con anteriores interpretaciones segadas de asuntos de Palestina y del Estado de Israel; su comentario anti-judío de cierta forma reflejaba otros anteriores, aunque nunca en semejante tono.

Otro columnista de origen judío le recordó en una columna dedicada a ella y al tema, lo que significan Alemania y Polonia para los judíos: la persecución nazi y el Holocausto, (incluyendo Auschwitz, Belzec, y Treblinka). No se trata aquí de enjuiciar la conducta militar y gubernamental israelíes en el asalto al convoy de ayuda humanitaria, sino de comentarios gravemente ofensivos contra un pueblo, que además no tiene la culpa de lo que decida su gobierno.

¿Qué podemos aprender de hechos tan graves como éste? Que no debemos hablar a la ligera, que no podemos dejarnos llevar por arrebatos temperamentales ni por rencores largamente guardados en la mente y el corazón.

Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero no es así. Cuando se lastima a alguien, a un pueblo en esa forma, dichas palabras quedan no solamente en el video grabado, sino en la mente y el corazón de mucha gente. Y en esta gente se incluyen los directamente afectados, el pueblo judío, viva o no en Israel, así como las personas que son conscientes del daño que estos comentarios hacen.

Helen Thomas tenía una larguísima carrera periodística, y enormes méritos en la profesión, particularmente por sus logros como mujer en un mundo que dominaban los varones, y a su edad, como la respetable veterana en las ruedas de prensa de la Casa Blanca, acabó de pronto toda su carrera.

¿Qué debemos entonces hacer “para cuidar la lengua”? Primeramente tener presente que no es solamente la lengua que debe cuidarse, es la mente y el corazón mismos. Tenemos que cuidar la forma en que reflexionamos sobre asuntos clave del ser humano y de la humanidad, en sus partes y en su todo. “De la abundancia del corazón habla la boca”, se nos dice y sí, bajo el influjo del enojo, la ira, decimos cosas que nunca hubiéramos dicho en calma.

Tenemos que vigilar lo que dejamos asentado en nuestro corazón, pues si algo está envenenado, envenenará nuestro pensamiento y de allí la forma en como manifestamos nuestras ideas y lo que decimos, para bien o para mal.

La envidia, el odio, el rencor son pésimos consejeros. Debemos cuidarnos sobremanera de ellos, que no controlen nuestro corazón y nuestra mente. No se trata de evitar nuestras emociones, nuestros recuerdos, nuestra visión de presente y deseos para el porvenir, sino mantenerlos bajo control; no somos máquinas de cómputo, somos personas, y así debemos cuidar nuestra psique.

No podemos juzgar a Helen Thomas, sobre si lo dicho contra el pueblo judío no era lo que realmente había en su corazón, como dijo al disculparse. Solamente ella lo sabe junto con Dios; quizá lo haya compartido con gente muy cercana. Pero finalmente no es ella lo que nos interesa ahora, dejémosla en su trágica situación.

Lo que importa es aprender la lección, como ya dije, cuidar la lengua tras cuidar el corazón, los sentimientos, la mente, y recordar que eso de que las palabras se las lleva el viento, es falso. Ellas quedan, y a veces grabadas para siempre, en quienes las escuchan o las llegan a conocer, sean para bien, para mal, sean intrascendentes en temas delicados o aporten sabiduría a quienes nos escuchan o nos leen.

¿La palabra clave en todo esto? se llama prudencia

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