01 – Aprenderse los nombres de la gente que trabaja con nosotros o de los que nos cruzamos en el ascensor y tratarles luego por su nombre.
02 – Estudiar los gustos ajenos y tratar de complacerles.
03 – Pensar, por principio, bien de todo el mundo.
04 – Tener la manía de hacer el bien, sobre todo a los que no se la merecerían teóricamente.
05 – Sonreír. Sonreír a todas horas. Con ganas o sin ellas.
06 – Multiplicar el saludo, incluso a los semiconocidos.
07 – Visitar a los enfermos, sobre todo sin son crónicos.
08 – Prestar libros aunque te pierdan alguno. Devolverlos tú.
09 – Hacer favores. Y concederlos antes de que terminen de pedírtelos.
10 – Olvidar ofensas. Y sonreír especialmente a los ofensores.
11 – Aguantar a los pesados. No poner cara de vinagre escuchándolos.
12 – Tratar con antipáticos. Conversar con los sordos sin ponerte nervioso.
13 – Contestar, si te es posible, a todas las cartas.
14 – Entretener a los niños chiquitines. No pensar que con ellos pierdes el tiempo.
15 – Animar a los viejos. No engañarles como chiquillos, pero subrayar todo lo positivo que encuentres en ellos.
16 – Recordar las fechas de los santos y cumpleaños de los conocidos y amigos.
17 – Hacer regalos muy pequeños, que demuestren el cariño pero no crea obligación de ser compensados con otro regalo.
18 – Acudir puntualmente a las citas, aunque tengas que esperar tú.
19 – Contarle a la gente cosas buenas que alguien ha dicho de ellos.
20 – Dar buenas noticias.
21 – No contradecir por sistema a todos los que hablan con nosotros.
22 – Exponer nuestras razones en las discusiones, pero sin tratar de aplastar.
23 – Mandar con tono suave. No gritar nunca.
24 – Corregir de modo que se note que te duele el hacerlo.
La lista podría ser interminable y los ejemplos similares infinitos. Y ya sé que son minucias. Pero con muchos millones de pequeñas minucias como éstas el mundo se haría más habitable.
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