viernes, 7 de octubre de 2011

VIERNES SANTO


Viernes Santo: Un día para meditar la pasión y muerte del Señor

El Viernes Santo celebramos una acción litúrgica que no es
propiamente una celebración plena de la cena del Señor. No lo es
porque no podemos separar el Viernes Santo de la Vigilia Pascual.

La acción litúrgica de este día constituye, con la celebración de la
vigilia pascual, una sola celebración. Se parece más bien la
celebración del Viernes Santo a lo que ordinariamente llamamos
una "liturgia de la palabra", aunque, desde la reforma de la Semana
Santa por Pío XII, está acompañada de comunión.
Debemos distinguir en esta celebración tres partes:

Primera parte: La lectura del evangelio de la pasión según San
Juan, precedida por la lectura de un texto del Deutero Isaías, que
nos habla del "siervo de Yahveh", que sufrió injustamente, pero que
con su sufrimiento se convirtió en salvador del pueblo; precedida
también por una lectura de la epístola a los Hebreos, que interpreta
la muerte de Jesús como un sacrificio o como una ofrenda expiatoria
presentada a Dios Padre.

El evangelio de la pasión según San Juan está marcado,
naturalmente, por la teología del evangelista, que nos ha querido
presentar a Jesús como la revelación misma del Padre (cfr. la
temática inicial del evangelio sobre Jesucristo como el Logos): en el
sufrimiento y la muerte de Jesús se ha revelado en plenitud el amor:
nos amó hasta el extremo. (Jn 13,1)

La lectura y el comentario de los textos bíblicos se complementan
con una solemne oración de los fieles: la comunidad cristiana ora,
con los sentimientos que la embargan en este día, por el Papa, los
Obispos, los Sacerdotes y los Diáconos; por todos los fieles y por
todas las personas, aún por aquellas que no hacen parte
propiamente de la comunidad de la Iglesia.

Segunda Parte: La adoración de la Santa Cruz. La Santa Cruz es
reconocida como el signo mismo de la salvación. El signo de la
ignominia y de la vergüenza se ha transfigurado en signo de victoria
y de triunfo salvador. Ella nos ha de acompañar toda nuestra vida
como una verdadera provocación para vivir con el espíritu de
Jesucristo.

Tercera parte: La celebración de este día se termina con la
Comunión que anticipa ya la culminación de todo el movimiento
pascual en la liturgia de la Vigilia del Sábado. Estamos
profundamente unidos en comunión con Jesucristo, que ha muerto
por nosotros, pero que nos ha abierto con su misma muerte el
camino de la vida.

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